MI TERCERA EXCURSIÓN AL OJOS DEL SALADO Y OTROS VOLCANES, CON INGREDIENTES
(LA TRAVESÍA DE LOS RULEMANES DÍSCOLOS)(LA TRAVESÍA REBELIÓN DE LOS RULEMANES Y OTRAS ROTURAS)
23 al 30 de Marzo de 2013
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Después del sorprendente Castillo de Dionisio nos fuimos a Udpinango, un poblado en pleno desierto riojano, lejos de las sierras, con una iglesia construida en 1784 que vale la pena conocer, con sus viejas campanas agrietadas de tanto sonar a lo largo de más de doscientos años.
Luego nos dimos una vueltita por el desierto donde nos habían indicado que había unas “salamancas” nos permitió un lindo paseo offroad pero nada más, ya que no fuimos capaces de identificarlas.
Como podrán imaginar leyendo lo que sigue más abajo aunque hubiésemos descubierto una salamanca, nos hubiéramos hecho los tontos y hubiéramos seguido de largo...
Una salamanca es un antro donde brujas y demonios celebran sus aquelarres, que son reuniones nocturnas de brujas y brujos presidida por Satanás que generalmente se presenta en forma de macho cabrío.
Según las leyendas de la zona sólo puede encontrar la entrada aquel que conoce la palabra que hace visible la cueva. En su interior, el aventurero debe pasar por tres "pruebas iniciáticas": la primera consiste en resistir el ataque de un chivo maloliente de ojos rojos, la segunda es aguantar la presión de los anillos de una enorme serpiente peluda llamada viborón o culebrón y la última vencer a un "basilisco criollo" de ojos centellantes. Las tres pruebas pueden superarse si se demuestra a las amenazas que no se les tiene temor.
A la Salamanca se debe entrar desnudo, siendo guiado por un cuervo; al momento de entrar el futuro iniciado debe escupir sobre una imagen sagrada, generalmente un crucifijo. A veces el mismo Diablo sale de la Salamanca para buscar adeptos; en esos casos toma la forma de el Mandinga, y se aparece como un gaucho vestido lujosamente, con adornos de plata. Los que han estado en la cueva pueden reconocerse porque, dice la tradición, no proyectan sombra.
Una vez superadas las pruebas, se ingresa a una gran sala de piedra iluminada por lámparas de aceite humano, allí se reúnen para instruirse en la brujerías, hechiceros, adivinos, brujos y animales colaboradores. Reina allí un gran alboroto de risas, gritos y llantos donde los concurrentes pueden aprender artes como la curandería y el idioma de los animales, o simplemente a hacer daño. (Fuente Wikipedia)
Después de la "búsqueda" de las salamancas que no queríamos encontrar, seguimos hacia el este para hacer un rodeo por caminos de tierra y a lo lejos vimos una gran cantidad de molinos eólicos y fuimos a curiosear a través de una tenue huella en el desierto que les apuntaba. Llegamos así a lo que después supimos que es el Parque Arauco, un complejo que cuando esté terminado tendrá 24 aerogeneradores de 2 MW cada uno.
Le pasamos bastante cerca a uno de ellos pudiendo apreciar las enormes dimensiones de sus aspas y lo mejor es que los vimos en funcionamiento. Una maravilla.
De allí seguimos la misma huella, bastante maltrecha, que nos sacó al camino a Señor de la Peña, donde no entramos porque por ser Semana Santa era una romería. Este camino desembocó en Anillaco, por lo que no quedó otro remedio que entrar a conocer al pueblo natal del Caaaaarlo, con su abandonado aeropuerto, sus calles asfaltadas y por supuesto la famosa “Rosadita”.
El pueblo es pintoresco y se ve que ha tenido su momento de esplendor pero ahora se ve que no es el centro del mundo como antaño. Creo que ahora hay otro pueblo que se llama El Calafate, que ocupó su lugar...
Aprovechamos para comprar unas cuantas cosas regionales para llevar de regalo y seguimos viaje, con una ruta tormenta en ciernes.
Saliendo de Anillaco, el tiempo se puso feo y se largó a llover. Al pasar por Pinchas, nos agarró una tremenda granizada, por suerte de piedras pequeñas, que en unos minutos dejó todo blanco como si hubiese nevado. Por las dudas nos metimos bajo un frondoso árbol hasta que paró. La maldición del Caaaarlo tal vez?
Como veníamos con tiempo de sobra, algo inusual para los regresos, propuse a Matías convertirlo en cazador de confluencias durante el viaje de retorno para aprovechar el recorrido.
Entonces, a partir de aquí el viaje se transformó en una intensa cacería de confluencias, ninguna que no haya sido visitada previamente por algún otro cazador, pero confluencias al fin. Fueron cuatro exitosas: 29°S 67°O, 31°S 66°O, 32°S 66°O y 33°S 66°O, todas bastante sencillas de lograr excepto la primera porque estaba lloviendo y podía ser peligrosa la escalada del cerro donde yace.
La primera que se nos cruzó fue la 29°S 67°O, que si bien es relativamente fácil, se nos complicó por las condiciones climáticas. Está casi sobre la cresta de un pequeño cordón montañoso accesible a pie al costado de la RP75 pero minutos antes de llegar nos sorprendió un fuerte granizo seguido de una pertinaz llovizna.
Esperamos un poco pero finalmente decidimos ir igual pese al riesgo de resbalones y de la eventual caída de rayos: la locura por las confluencias es así.
Dejamos a la Pampa 02 sobre la banquina y nos aprestamos a reducir a cero los 540 metros que nos separaban de la confluencia. Los primeros 400 metros fueron relativamente fáciles, peleando contra la vegetación y algunos profundos cañadones llenos de barro, pero al comenzar la subida al cerro, a sólo 140 m medidos en planta, todo se volvió difícil y riesgoso.
Estaba ahí nomás pero nunca se acercaba ya que la pendiente era muy fuerte y el esfuerzo para trepar era muy grande. Costó bastante entrar al círculo exitoso de 100 metros de radio y cuando lo logramos decidimos que era suficiente y que no valía pena arriesgarse para reducir la distancia si la captura ya era válida. Dejamos para otro cazador el arrimarse a la exactitud de los ceros: nosotros nos conformamos con llegar a 93 metros del punto exacto.
Matías, mi copiloto hizo así su primera captura, aguantando estoicamente las dificultades, con lo que tuvo un bautismo más que interesante.
Volvimos trabajosamente a la camioneta, totalmente mojados y a las tres de la tarde hicimos el almuerzo que habíamos postergando para conseguir la confluencia.
Ya muy entusiasmados, planeamos tratar de lograr una más antes que se haga de noche, la 31°S 66°O, la que en función de la distancia por delante, sería un “milagro” si llegábamos a aproximarnos antes del anochecer.
Si bien la distancia recta hasta la próxima era sólo de 150 km, la geografía y el tránsito nos demoraron bastante: la cuesta de Huaco, la circunvalación de ciudad de La Rioja y lo intricado del recorrido nos demandó casi tres horas y media, llegando a las cercanías de la confluencia casi de noche.
Un camino vecinal te deja a escasos 50 metros de la misma, la cual está dentro un antiguo horno de ladrillos propiedad del Sr. Herminio Arias, tal como recordaba de la lectura de los visitantes previos.
Con el apuro para tener luz para las fotos, ya de por sí muy escasa, obvié el procedimiento de pedir permiso para ingresar en una propiedad privada habitada y me fui derecho a registrar la captura.
Con dificultad saqué las fotos, sobre la misma pila de ladrillos de 10 años atrás y volví a la camioneta donde Matías se había quedado esperando. Habíamos concretado el milagro de llegar a tiempo.
Mientras acomodamos las cosas en la Suzuki, noto que detrás de mí, aparece alguien nerviosamente con la clara intención de ver que hacíamos allí.
Apenas recordaba la borrosa foto de Eduardo Cinícola y sus compañeros con la familia Arias pero fue suficiente para encarar a esa persona y decirle, apenas después de estrecharle la mano: “A usted lo conozco por una foto de 10 años atrás”. Y acerté: era Don Herminio Arias, quien enseguida se acordó de la extraña visita anterior y entonces olvidó enseguida mi “invasión”.
Nos quedamos un buen rato charlando animadamente con el amable señor Arias, que no se cansó de contarnos su vida y cosas de la zona. Nos recomendó que fuéramos a visitar la estación ferroviaria cercana, que nos íbamos a sorprender.
Lo dejamos después de sacarnos una foto con él y luego nos fuimos al pueblo, curiosamente llamado Milagro, para ver la estación y ver si conseguíamos alojamiento.
La estación la pudimos apreciar, una maravilla, pero alojamiento no conseguimos. Seguimos viaje y finalmente recalamos en Ulapes, todavía en La Rioja, muy cerca de la próxima, la 32°S 66°O.
Curiosa la ubicación de esta estación: está en La Rioja, recibía (recibe?) trenes desde Córdoba y desde allí salía un ramal a Quines (San Luis) y continuaba hacia San Juan. Una extraña vuelta para sortear las sierras de Córdoba por el norte
Buenas noches
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DIA 7: VOLVIENDO SIN APURO, VISITANDO MÁS CONFLUENCIAS
Después de la milagrosa 31°S 66°O, la siguiente, de acuerdo a los mapas requería desviarse unos 20 km del asfalto para internarse en el desierto puntano. Sin embargo, al llegar a la bifurcación, me sorprendió un perfecto camino asfaltado, el cual a medida que lo recorríamos podíamos apreciar enormes sistemas de riego por aspersión circulares en los campos que lo flanquean. No sabía donde iba este camino pero nos arrimó sobre asfalto a solo 240 metros de la confluencia.
Dejamos la camioneta estacionada en los altos pastizales de la banquina y nos internamos en el monte para alcanzar los preciados ceros, lo que conseguimos fácilmente después de una pequeña caminata. De acuerdo a los tiempos intentaríamos una más, la 33°S 66°O y luego enfilaríamos directamente a casa.
Después de la fácil 32°S 66°O, sabíamos que nos quedaba otra aún más fácil, excepto por el largo enlace ya que debíamos cruzar completamente las sierras de San Luis.
En realidad el enlace fue una delicia ya que el paisaje serrano es verdaderamente hermoso. Gran parte fue por serpenteantes caminos ripiados sobre las crestas de la sierra con paisajes deslumbrantes. Sólo por esto vale la pena visitar esta confluencia.
La cuestión es que después de dejar los caminos ripiados, exactamente en la banquina oeste de la ruta asfaltada y al costado de un alambrado, logramos capturar los preciados ceros de la confluencia, donde dejamos nuestro testimonio a través una pirca de piedras para que los que vengan después ya la tengan identificada.
Satisfechos, cruzamos de nuevo las sierras por otro hermoso camino ripiado y enfilamos por fin a nuestras casas, todavía a más de 800 kilómetros.
En definitiva, un viaje muy satisfactorio pese a la serie de “eventos desafortunados” (Tonga dixit); entre otras cosas proporcionó mi record personal de altura y compartir excelentes momentos con nuevos y viejos amigos en lugares increíbles, que al fin de cuentas es el principal motivo que nos mueve a participar de estas aventuras.
Ni siquiera la terrible epidemia de "rulemanitis" que nos azotó pudo evitar que sea un viaje de lujo: dos veces la chata de Hugo (ruleman trasero y ruleman central del cardan), una vez Pampa 02 (Torrington de la reductora) y Diego (ruleman de rueda delantera) sin contar la prematura desintegración del diferencial de Eduardo y los problemas de combustible en la chata de Germán. Sin embargo ceo que de no haber tenido esos problemas hubiéramos vuelto empachados de travesía, como demasiado...
“La travesía de los díscolos rulemanes” llegó así a su fin, dejándonos algunas espinas que seguramente intentaremos remover el año próximo, como alcanzar finalmente los 6000 y poderle entrar a Corona del Inca desde el oriente.
Pampa
Junio 2014