GEOGRAFIAS
                                          
                                            
                                         
                                        PASADA 
                                        POR EL OESTE 
                                        FUENTE: Diario "La 
                                        Arena" Suplemento "Caldenia" 
                                        del 14 enero 2001 
                                         
                                         
                                         
                                         
                                        Se ha hablado hasta el cansancio, 
                                        a veces en forma intencionada políticamente, 
                                        de la vida y padecimientos de la gente 
                                        de nuestro oeste: puesteros, criadores, 
                                        simples ocupantes ...  
                                         
                                          
                                         
                                        Huacahué, 
                                        en plena meseta basáltica: el tajo 
                                        del arroyo Seco, cuajado de manantiales 
                                        en el sitio.  
                                         
                                        Alguna vez esa situación generó 
                                        preocupación en serio y se trazaron 
                                        buenos planes para dinamizar la región 
                                        y dignificar a la gente; se habló 
                                        de caminos, créditos blandos, aprovechamiento 
                                        de ríos y manantiales ... Incluso 
                                        hubo un filme -Cochengo Miranda- que de 
                                        la mano de Jorge Prelorán hizo 
                                        trascender región y gente al resto 
                                        del país primero y del mundo después. 
                                        El tiempo y los avatares políticos 
                                        fueron llevando todo.  
                                        Pero la gente está allí, 
                                        arraigada, firme, resignada acaso. Para 
                                        el viajero ocasional Limay Mahuida puede 
                                        parecer el último rincón 
                                        de la tierra, pero en su manojo de casitas 
                                        es todavía un pequeño centro 
                                        de servicios, con elementales funciones 
                                        y un teléfono que, increíblemente, 
                                        lo vincula al mundo.  
                                          
                                        El 
                                        fuego tan temido: una presencia frecuente 
                                        y amenazante en el oeste, después 
                                        de un año  
                                        rico en lluvias que generaron pastizales. 
                                        Dos pequeñas habitantes de la travesía 
                                        que cruza el arroyo Potrol.  
                                         
                                         
                                        La 
                                        de Limay es, posiblemente, la más 
                                        depresiva de las áreas de lo que 
                                        queda del antiguo delta del Atuel-Chadileuvú, 
                                        acaso porque originalmente ésa 
                                        era una zona de agua abundante y múltiple 
                                        vida animal. Quien, a partir de allí, 
                                        tome hacia el oeste se encontrará 
                                        con un terreno de una monotonía 
                                        inquietante, con el horizonte siempre 
                                        cegado por el fachinal que aparece por 
                                        doquier. Una sucesión de. depresiones 
                                        salitrosas es lo que queda de los antiguos 
                                        cauces menores del Atuel y casi un siglo 
                                        de despojo del agua se manifiesta en unas 
                                        líneas extrañas, alargadas 
                                        en el sentido del viento dominante que 
                                        cruzan la planicie aluvial como extrañas 
                                        marcas.  
                                        La riqueza hídrica de las dos últimas 
                                        décadas ha traído consigo 
                                        el fenómeno del agua corriendo. 
                                        Atravesamos la corriente en el Chadileuvú 
                                        primero, en Paso de los Carros, nombre 
                                        que evoca las rastrilladas "por donde 
                                        entraban todos los indios a las pampas", 
                                        según la indicaciórí 
                                        de viejísimos mapas. Después 
                                        en lo que acaso sea la punta del Butaló, 
                                        cargada de aguas freáticas y saladas, 
                                        que no son óbice para que, como 
                                        pudimos ver, las beba el ganado. Ese vado 
                                        -Paso del Julepe- memora el susto que 
                                        se llevaron unos técnicos provinciales 
                                        la vez que intentaron pasar el brazo crecido. 
                                         
                                        A un tiro de piedra del lugar está 
                                        el puesto de la familia Quiroga. El lugar 
                                        se yergue en la desolación como 
                                        una suerte de oasis, habitado por una 
                                        madre y su hijo soltero; entre ambos crían 
                                        dos niñas pequeñas, bisnietas 
                                        de la dueña de casa. El puesto 
                                        sorprende por su prolijidad y un detalle 
                                        que, en principio, hace pensar al viajero 
                                        desprevenido que está viendo visiones: 
                                        un alto farol de similar a los de luz 
                                        a gas de mercurio domina sobre la casa 
                                        y sus aledaños. Más abajo, 
                                        sobre el techo de la casa, está 
                                        la explicación: sus moradores han 
                                        incorporado paneles solares que proveen 
                                        electricidad a la casa. Uno de nuestros 
                                        acompañantes, que venía 
                                        empapado del "color típico" 
                                        de la región, se queda literalmente 
                                        con la boca abierta, advertido del contraste 
                                        entre estos paneles y la bota de potro, 
                                        que ya lo había sorprendido. Es 
                                        que el progreso suele tomar las formas 
                                        más insólitas e incongruentes 
                                        y los mismos Quiroga nos dicen que, si 
                                        pudieran, incorporarían otro panel 
                                        más para ver si pueden captar televisión. 
                                        Dentro de la casa el anticipo es un moderno 
                                        equipo musical y gran cantidad de casettes 
                                        alineados cerca de la cocina.  
                                          
                                         
                                        Dos 
                                        pequeñas habitantes de la tavesia 
                                        que cruza el arroyo Potrol  
                                         
                                        Con 
                                        la precisa indicación de la gente 
                                        del puesto abandonamos su cordialidad 
                                        salimos de nuevo al camino, apenas una 
                                        huella en realidad, que vamos recorriendo 
                                        con la desconfianza que da el control 
                                        del combustible y el temor a los alpatacoso 
                                        Escasísimo debe ser el tránsito 
                                        por este camino, que en los mapas figura 
                                        como ruta provincial, aunque en partes, 
                                        está marcada apenas como senda 
                                        para dos ruedas.  
                                        El panorama sigue siendo el mismo: jarilla, 
                                        zampa, jume, salitre y, cada tanto algún 
                                        médano nuevo. Una depresión 
                                        ancha y suave, sin indicación alguna 
                                        como tal vez .correspondería, nos 
                                        indica que estamos cruzando el Potrol, 
                                        aquel perdido brazo del Atuel que acaso 
                                        fuera principal en alguna época 
                                        lejana y que se vio obstruido por undeslizamiento 
                                        ocurrido en lo que hoyes Punta de la Barda. 
                                         
                                        La soledad es el denominador común 
                                        de todo este trayecto de casi setenta 
                                        km en el que cruzamos 
                                        transversalmente el valle del Atuel-Chadileuvú. 
                                        Apenas si tenemos referencias verbales 
                                        de algún puesto que dejamos a nuestra 
                                        derecha, hacia el norte, durante el primer 
                                        tramo pero después ninguna senda 
                                        indica preencia humana. De hecho Limay 
                                        Mahuida es, o era hasta hace poco tiempo, 
                                        el departamento pampeano de menor densidad 
                                        poblacional, menos de medio habitante 
                                        por kilómetro cuadrado, una de 
                                        las cifras más bajas de Argentina 
                                        y, posiblemente, del mundo.  
                                         
                                          
                                         
                                        El 
                                        Paso de los Carros, en cercanías 
                                        de Limay Mahuida, un lugar de antigua 
                                        tradición histórica,  
                                        por ser uno de los pocos sitios de cruce 
                                        seguro en el antaño enorme delta 
                                        interior del Salado y el Atuel.  
                                         
                                        En realidad vamos siguiendo un camino 
                                        cercano al "Camino de los Zapadores", 
                                        que trazara el ejército a fines 
                                        del siglo pasado uniendo General Acha 
                                        con Chos Malal, por entonces capitales 
                                        territorianas ambas. Más atrás 
                                        todavía ésta debió 
                                        ser la ruta que siguiera el gran viajero 
                                        chileno Luis de la Cruz, que cruzó 
                                        por aquí en 1806. La soledad y 
                                        el hacerlo en veloz vehículo automotor 
                                        agranda el tamaño de su hazaña, 
                                        realizada a caballo y con la sola guía 
                                        de su brújula y sus baqueanos indios. 
                                         
                                        La barda, "gibosa y azul" que 
                                        dijera el poeta, irrumpe de pronto en 
                                        el paisaje de adelante, matizando el horizonte 
                                        de formas y colores, su presencia indica 
                                        que se alcanza el otro borde del valle. 
                                        Salimos a la ruta 104, cuya anchura y 
                                        mantenimiento la hace parecer una autopista 
                                        al lado de la huella que abandonamos. 
                                         
                                        La siguiente estación es Cochicó, 
                                        el famoso sito de la batalla, un vallesito 
                                        hoy con dos arroyos que brotan del zócalo 
                                        basáltico. Cochicó es la 
                                        primera aguada en esta línea de 
                                        manantiales que marcan la antigua ruta 
                                        a Chile, el Camino de las Víboras. 
                                        Después sigue Puelén, con 
                                        su gran manantial aprovechado y afeado 
                                        en sus alrededores, Huacahué -con 
                                        el insólito tajo del arroyo Seco- 
                                        Carricamanca, Quircacó, Agua Rica 
                                        y, último extremo, Luanco, cuyos 
                                        lloraderos apuntan como una advertencia 
                                        de la travesía próxima hasta 
                                        el río Colorado, en la que la sierra 
                                        de Chachahuén es un faro insoslayable. 
                                        En todas las aguadas incontables esquirlas 
                                        de taller y piedras talladas hablan a 
                                        las claras de la imprtancia del poblamiento 
                                        prehistórico de estos sitios y 
                                        de lo antiquísimo de su existencia. 
                                        Por aquí pasaron los primeros hombres 
                                        que, en jornadas inimaginables, acicateados 
                                        por la-caza o por el simple deseo de ir 
                                        siempre más allá, unieron 
                                        los dos océanos. Por aquí 
                                        vinieron y fueron las huestes de tronco 
                                        mapuche dejando su impronta cultural y 
                                        guerrera. Por aquí fluía 
                                        hacia Chile la riqueza de las pampas. 
                                         
                                         
                                          
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