AXW 352 - CAL 911 - aren@rena - HIF 438
Seguro se preguntarán que tiene que ver el título del relato con el intento de llegar a la Laguna del Cuerno. Voy a empezar por el final: el segundo intento del grupo de motoqueros, los rosarinos de Pasión y el que suscribe fue exitoso grupalmente pero en mi caso particular no pude llegar realmente porque la complicadísima Cuesta del Viento se cobró el disco de embrague de la Pampa 02 a 4514 msnm, a sólo 6 km del objetivo, un hermosos lugar para romper una chata. Mi retorno fue a remolque de tres chatas del grupo, que no sólo me bajaron de la incómoda posición sino que me llevaron a … Córdoba!!.
Las tres patentes y una calco de las chatas de Incapampa, de Hugo Perrety de Coraje (nunca más adecuado su patente CAL 911) quedaron grabadas para siempre en mi memoria y por eso se ganaron el lugar de privilegio en la crónica del viaje. Las estuve viendo de cerca, muy de cerca, por más 700 km…
La revancha del Cuerno fue planeada para esta fecha, dado que según los lugareños en estos meses de Octubre y Noviembre no habría viento. Este viaje es la continuación del que hicimos en Agosto cuando no pudimos llegar a la laguna. Si alguno no lo conoce, click AQUÏ.
Esta vez acordamos encontrarnos los participantes en el campamento abandonado de la Mina Las Jarillas, 90 km al norte de Guandacol a 3000 msnm, el viernes 22 de Octubre por la noche. Desde allí repetiríamos las huellas hasta la Cuesta del Viento y si lográbamos subirla y llegar a la laguna del Cuerno, intentaríamos bajar por la Quebrada de las Varas. Objetivos exigentes si los había. Los motoqueros de Queralt iban a intentar el jueves 21y nos esperarían en el campamento con las novedades a compartir el campamento.
La Patruya de Coraje con Tonga, la Toyotape con el clan Arriola, la Mickey Mouse de Hugo Perret y compañía salieron el viernes al amanecer desde Rosario, Incapampa con su SW4 y equipo desde Junín a las 7:00 am y yo con mi copi Marcelo desde Pilar (Córdoba) a las 14:00. Kevin con el Maruti creo que había salido el jueves ya que viajaba más despacio en solitario.
Yo viajé sin problemas cruzando las Sierras de Córdoba por el Camino del Cuadrado y llegué a Guandacol sin luz diurna. Ahí me interné hacia el norte por 90 km de huellas más o menos marcadas que sólo se podían hacer de noche por tener el track del viaje anterior para alcanzar la Mina Las Jarillas donde los demás habían llegado un rato antes que yo. Era medianoche.
Las “habitaciones” del “Hotel Las Jarillas” estaban casi todas ocupadas pero encontramos una semicubierta para armar nuestra carpa. Me fallaron las reservas...
Es un lugar espectacular para dormir al abrigo del viento en la montaña y además está lo suficientemente cerca del acceso a la laguna a una altura razonable para poder dormir sin sufrir apunamiento y acostumbrarse al poco oxígeno.
Ahí nos enteramos de la primera baja de la travesía ya que la Toyotape no estaba en el campamento: los planetarios del diferencial trasero se dedicaron a cantar en el llano y tuvieron que dejarla en Guandacol. El clan Arriola si estaba, ya que se distribuyeron en las otras chatas: la SW4 de Incapampa, la Toyota Hilux de Hugo, La Patruya de Coraje y el Maruti de Kevin. Hasta aquí cinco chatas para el intento. De Queralt y las motos, ni noticias: ¿qué habría pasado? ¿habrían venido? ¿lo habrían logrado?. Mañana lo chequearíamos en la laguna del Cuerno.
Antes de la 1:00 am estábamos todos durmiendo apurados para que amanezca rápido. Pese al cansancio del enlace del día anterior, a las 7:00 am todos nos levantamos y desarmamos el campamento mientras desayunábamos; a las 8:00 am ya estábamos en marcha, todos entusiasmados para pelear a la despiadada Cuesta del Viento que nos había derrotado el viaje anterior.
Los casi 30 km de “enlace” los pudimos disfrutar con mucha tranquilidad, ya que pese a ser complicados, al conocerlos del intento pasado se hicieron fáciles. Aunque no todos la pasamos del todo bien: Kevin y su Maruti empezaron a sufrir la falta de potencia con la altura y en las primeras cuestas bravas (Cuesta del Cubo) tuvo que trasvasar carga para poder seguir, con mucha dificultad. No me voy a explayar en explicaciones y me voy a remitir a fotos del recorrido, porque eso está en el relato del viaje anterior.
Llegamos a la laguna del Descubrimiento a 4000 msnm, donde nos reagrupamos y desinflamos las cubiertas para encarar la larga subida del arenal previa a la Cuesta del Viento, la Cuesta de la Luna. En ese tramo cambiamos de provincia y entramos a San Juan.
Kevin se fue primero a probar suerte en el arenal y después de varios intentos fallidos tuvo que desistir de continuar ya que si no podía subir ésta, menos iba a poder en la Cuesta del Viento. Con la cola entre las patas y para no complicar al resto del grupo se volvió sólo hacia abajo: segunda baja de la travesía. Creo que directamente se volvió a Rosario de un saque de la impotencia.
Cada tanto nos deteníamos a reagrupar y compartir experiencias
Y a desinflar cubiertas para poder traccionar ahí arriba en ese flojo suelo
Poco antes de los 4000 msnm, el Maruti carburado de Kevin dijo basta y se volvió
con toda la bronca
Seguimos subiendo y llegamos al balcón de los 4200 msnm, antesala de la Cuesta
del Viento
Ya lo conocíamos, perro es imposible no quedarse extasiado contemplando la
grandiosidad de la Cordillera
Estás en LA APROXIMACIÓN
Los cuatro que quedamos pasamos sin dramas la subida del arenal y quedamos frente a nuestro gran desafío: nos estacionamos en una explanada a 4300 msnm a pensar la estrategia para encarar la Cuesta del Viento mientras el ídem nos azotaba del mismo modo que en el intento anterior: menos mal que en Octubre no había viento….
La verdad que desde “abajo” no parecía tan difícil pero no nos olvidábamos que la vez pasada no habíamos pasado de la mitad, salvo Tobhías que nos había “humillado” con la Super Chero ex_Mug subiéndola regulando. La pendiente no intimida pero el piso es flojo y está lleno de piedras filosas y grandes, apoyadas sobre arena.
Los primeros decidimos encarar por la zona de menos pendiente y más larga ya que era lo que la lógica indicaba. Hugo primero y yo después, llegamos un poco más arriba que la vez pasada pero ambos quedamos mitad camino de nuevo. Incapampa encaró muy rápido por la zona de más pendiente y más corta y acertó. Se fue hasta arriba casi sin problemas y desde nuestra perspectiva lo perdimos de vista. Coraje con la Patruya, más poderosa pero más lenta, también encaró la zona de menos pendiente y subió unos 50 metros más que nosotros. Si bien la situación no era la ideal, ya teníamos “escalones” para poder malacatearnos entre sí.
El asunto fue que el viento era infernal y que no lo íbamos a resolver con un par de tiradas de malacate como nos imaginábamos: nuestra estimación del desnivel de 50 metros de subida brava en realidad eran más de 250 metros de desarrollo. Otro remedio no había y empezamos a subir en trencito, Hugo se enganchaba a la Patruya, que lentamente se las ingeniaba para seguir subiendo por sus propios medios y yo me anclaba a Hugo, subiendo a velocidad de malacate. Todo era lento y tortuoso: desenrollar cable, subiendo y bajando a casi 4500 msnm era realmente cansador. Por suerte a varios nos afectó poco la altura.
Finalmente la Patruya, metro a metro, siguió subiendo hasta que alcanzó el escalón salvador de los 4500 msnm y entonces con un par de eslingas adicionales y malacates enfrentados se consigue izar también a Hugo y su Toyota con la ayuda de Incapampa, que ahora con el respaldo de la Patryua pudo descender un poco para ayudarnos.
El mismo método con más eslingas, lo usamos conmigo, aunque ahora, el uso intensivo previo de los malacates se comió las baterías y empezamos a tener ese problema extra. En mi caso en la cuarta tirada no tenía más batería, lo que me obligó a mantener acelerado el motor para recargarla.
Faltaba solamente yo, separado por dos cables de malacates extendidos y seis eslingas, siempre en el medio del viento huracanado. Hasta ahí había sido paciente y me había aferrado al uso de malacate únicamente. Al malacate y a un esfuerzo extraordinario de subir y bajar a pie para extender el cable y a desconectar eslingas y grilletes, cosa que a 4500 msnm es una tarea titánica. Sorprendentemente salvo a veces para tomar un poco de aliento, ni rastros del apunamiento.
Las eslingas con grilletes y todo se volaban como la cola de un barrilete y había que ponerle piedras encima cuando no las usabas: era increíble la fuerza del viento. Costaba mucho hablar entre nosotros por radio fuera de las chatas por ruido del viento. Parece una tortura pero para los que nos gusta esto, es genial.
Mi copiloto Marcelo estaba un poco afectado por el mal de altura pero se puso a cargo el manejo del malacate y de la chata mientras yo me ocupaba del trabajo más pesado afuera de la chata.
Y entonces tal vez cometimos el error de querer apurar las cosas: cuando los malacates empezaron a flaquear por descarga de las baterías (A mí desde abajo se me desconectaba hasta el GPS por falta de alimentación y a Incapampa desde arriba se le cortaba el Vigía), en lugar de esperar, tomar unos mates y recargarlas, empecé a querer ayudar con la tracción. Y finalmente yo también llegué arriba con el último tramo usando una primera baja a fondo de 6000 RPM.
Bueno, cuando ya había pasado lo peor y la laguna estaba a escasos 7 km en línea recta y con algunas cuestas intermedias pero no tan jodidas como la que terminábamos de subir, nos pusimos a acomodar el manojo de eslingas y a tomar aire (como si no hubiéramos tomado un poco). Y ahí sobrevino lo inesperado: pongo en marcha para seguir y descubro que el pedal de embrague se había ido a fondo y que los cambios entraban y salían normalmente pero la chata no se movía, como si el disco de embrague se hubiera evaporado de golpe. No se imaginan mi bronca !!! Había pasado el obstáculo mayor ¿ y ahora ?
Mi preocupación era que no iba a poder llegar al Cuerno y eso que el problema en serio iba a ser bajar de ahí arriba sin tracción para volver a la civilización: Guandacol estaba a 90 km y 3000 metros más abajo, gran parte de ellos off-road. Lindo lugar para romper la chata…
Como no había lugar en las tres chatas que quedaban, que ya se habían completado con los Arriola, con todo el dolor del mundo, con Marcelo nos quedamos a esperar a que el grupo consiguiera el objetivo y a escucharlos por VHF. Alguna remota esperanza que al enfriarse volviese a la vida me quedaba….
Ver alejarse las tres chatas por los filos a más de 4700 metros fue un gran sufrimiento sólo amortiguado por saber que el grupo podía seguir y que lo lograría. Intenté ajustar el cable del embrague y alguna que otra cosa desesperada pero el problema no lo pude resolver, así que no quedó otro remedio que esperar adentro de la chata zamarreada por el viento que soplaba más y más. Solos en el medio de la nada disfrutando del paisaje y masticando bronca, bauticé el lugar como “Kaput Clutch”
Otra consecuencia de mi situación fue que el grupo tuvo que abortar el potencial regreso por la Quebrada de las Varas, ya que deberían venir a rescatarme por el mismo camino. Casi una hora después, escuchamos con dificultad que el objetivo se había cumplido cuando Tonga nos anuncia que éramos Cornudos !!!.
Pese a no poder haber estado allí, nos pusimos muy contentos por el logro. Por otra parte, el hecho que no se hayan sumergido a buscar los lingotes de oro, al menos dejó la posibilidad de tener una excusa muy fuerte para volver...
En casi diez años de actividad es la primera vez que tengo que abandonar por problemas mecánicos y no lo podía creer. La fiel Pampa 01 nunca volvió a remolque y la Pampa 02 me viene a fallar en el primer intento. Los fierros son así, me pasó por irme con la más joven y dejar de lado la vieja con experiencia.
Como dije, casi seguramente fue la pérdida de paciencia lo que desencadenó el problema. Inclusive en algún momento de la trepada recuerdo haber comentado que era mejor “quemar” el malacate o agotar la batería que romper el embrague, pero con la adrenalina que había liberada en nuestra sangre y la falta de oxígeno no se podía pretender razonar como lo estoy haciendo ahora mientras escribo. Con el diario del lunes, todo es más fácil.
Es muy posible que el embrague de la chata nueva debiera haber tenido tener desgaste previo, imperceptible para el uso normal pero no resistió el embate final de la Cuesta del Viento, cuando lo exigí a fondo. Había desarmado muchas cosas para revisarlas antes de salir pero ante la falta de indicios no se me ocurrió bajar la caja. Experiencia para otra vez.
Casi dos horas después las tres chatas regresaron con la gloria en el bolsillo y con merecidas caras de felicidad de los tripulantes por haber sido los primeros en cuatro ruedas en llegar a la laguna. Como dijo Incapampa, los que vengan de acá en más seguirán nuestras huellas Esta parte del relato la tendrán que leer escrita por algún testigo presencial: les paso el link.
Por lo que habían visto, parecía haber huellas de motos, por lo que posiblemente el viejo Queralt también había podido llegar ayer aunque por el camino no habíamos tenido demasiados indicios de su presencia.
El festejo duró poco porque todavía faltaba otro nuevo desafío: llevar a la Pampa 02 a lugar seguro, lo cual no se veía muy fácil.
Rápidamente me remolcaron hasta la bajada y ante las complicaciones de bajar con eslinga inversa (aguantándome desde atrás), alguien tiró la idea que me tirara solo con el motor en marcha para tener freno y dirección. Si bien la bajada era violenta, precipicios no había y de última podía tratar de “enterrarla” en la piedra suelta si se complicaba. Frenar, frenaba bien, así que me largué desde los 4500 msnm.
Increíblemente, a costa de ir bastante rápido saltando entre las piedras, pude bajar por mis propios medios (en realidad gracias a la gravedad) casi hasta la laguna del Descubrimiento a 4000 msnm, por un trayecto de más de 4 km. Pensar que subirlo nos había demandado más de tres horas y ahora en pocos minutos estaba “abajo”.
A partir de acá no quedó otro remedio que ir a remolque, lo cual fue bastante complicado porque se interponían varias cuestas arenosas como la que había bajado recién, con muchas curvas y obstáculos. La mayor parte del recorrido me remolcó Incapamapa con SW4 pero en alguna cuesta tuvo que ser reemplazado por la Patruya que tiene primera más corta y en una de ellas tuvimos que volver a usar el malacate.
Al final le agarramos la mano y con doble comando, la SW4 me remolcaba en las subidas y yo la frenaba en las bajadas “jugando” a mantener la eslinga tirante. El juego duró 30 km y antes del atardecer, sorprendentemente estábamos de nuevo en Las Jarillas, donde decidimos quedarnos a dormir para bajar un poco de revoluciones.
Parecía increíble haber podido salir de ese kilombo tan fácil. Claro está que la solidaridad del grupo fue la responsable, al cual no tengo palabras para agradecer la ayuda (y eso que todavía no habían empezado, como verán después)
Armamos el campamento nuevamente y nos dedicamos a festejar con una pantagruélica picada con todo lo que teníamos a bordo: salames de Colonia Caroya y de Junín, quesos, papitas fritas, vinitos, cervezas, etc. Un descontrol, más que justificado..
El Tape peló un disco de arado, unos pollos, papas y cebollas y como era poco le empezamos a agregar todo lo que había por ahí: fideos , arroz, yerba, piedras, nafta, detergente, sal, refrigerante y no sé cuantas cosas más que la poca luz no nos dejaba distinguir. Igual el hambre y el entusiasmo que teníamos lo hicieron sentir exquisito. Mentira: la verdad que era exquisito, grande Tape!!!
Finalmente brindamos con unas botellitas de champagne por el éxito de la expedición, que en realidad había empezado dos meses atrás cuando el primer intento.
Cansados, nos fuimos todos a dormir como troncos, aunque yo estuve desvelado un buen rato pensando en como seguiría con mi chata sin tracción…
Nos despertamos temprano y me puse a acomodar la chata pensando en que debería dejarla en algún lugar, posiblemente en Guandacol. El grupo atento a mi problema y a que la chata de Tape estaba también herida, decidió terminar la expedición y regresar, total el objetivo primario estaba cumplido. Una lástima no haber podido aprovechar un poco más la zona, visitando la Mina Helvecia, por ejemplo.
Incapampa se volvió a sacrificar sacrificó y me remolcó hasta Guandacol, lo cual con la experiencia del día anterior fue casi un juego de niños. El juego consistía en tratar que la eslinga no toque el suelo, lo que requería una gran concentración que nos hizo hacer pasar los 90 km de ripio de montaña bastante entretenidos y rápido. De los dos salames de Colonia Caroya que me quedaban, uno lo usé para pagar el servicio de remolque desde Las Jarillas a Guandacol. Mi copiloto, liberado del suplicio de manejar midiendo la distancia con el remolcador, se dedicó s sacar fotos de paisajes que yo no pude disfrutar en ese momento.
Ahora las disfruto junto con ustedes, los epígrafes no son necesarios...
Al llegar a Guandacol fuimos a la Hostería San Bernardo para ir viendo alternativas de qué hacer con la chata. Ahí confirmamos varias cosas: que los motoqueros habían llegado a la laguna el jueves sin viento y que los dueños de San Bernardo, los Reinhard son gente de primera, ya que me ofrecieron toda su colaboración para dejar la chata allí y encargarse de su reparación si yo lo deseaba.
Mientras tanto el resto del grupo también llegó a Guandacol y se agrupó en la estación de servicio. Cuando yo ya estaba casi decidido a dejar la Pampa 02 en Guandacol, Hugo y Coraje me dicen por radio que de ninguna manera lo iban a permitir y que me iban a remolcar hasta Córdoba por lo menos. Sólo había que conseguir una lanza para evitar problemas con la Policía, sobre todo en Córdoba. Comenzamos a averiguar dónde conseguir un caño (de nuevo los Reinhard hasta llamaron a Villa Unión para ayudarnos a buscar) y al rato Hugo informa que su ancla de malacate se había convertido en una perfecta lanza de remolque por lo que el problema estaba resuelto.
En Córdoba me puse en contacto con mi amigo Facundo Molina de Jesús María, proveedor de los exquisitos salames que veníamos degustando, quien enseguida se ofreció a que deje la chata en su casa y a encargarse de hacerla arreglar. Jesús María evitaba andar remolcado por zonas de mucho tránsito.
Nos despedimos de Incapampa, que se volvía por San Juan y la caravana partió hacia Córdoba. El ritmo fue excelente porque en muchos tramos andábamos a 90/100 km/h pero les aseguro que la tensión que se vive remolcado a esa velocidad por tanto tiempo es algo terrible. Claro uno no sabe lo que ocurre adelante y no se puede sacar el pie de las cercanías del pedal de freno por las dudas. Por radio Hugo me anunciaba sus maniobras y hasta evitábamos los tironeos al pasar cambios, peinando el freno de la Pampa 02 para mantener la lanza tensada.
La Policía Vial Riojana, como siempre, no te molesta en absoluto y hasta se lamentaban de mi mala suerte con el embrague; sólo te manguean la “propina” pero sin inventarte ninguna infracción, lo que en definitiva te predispone a dársela. Además es barato con cinco o diez pesitos (o nada si no tenés) está bien.
Nada que ver con la Policía Vial Cordobesa que al ver dos vehículos remolcados se vinieron como gato al bofe: primero a verificar si teníamos una lanza rígida y como eso estaba más que bien le pedían a Hugo la licencia de conducir habilitada para llevar remolques, lo que también les falló porque Hugo fue camionero. Hugo Perret, no Hugo Moyano jajajaja. En una de las paradas, escuchamos que los canas comentaban detrás nuestro: estos nos cagaron porque tienen todo en orden… Más allá que está bien que controlen todo, es desproporcionado que no tengan en cuenta que estábamos en una situación inesperada de emergencia y que estuviesen viendo como embocarnos en vez de ofrecer ayuda…
A las 20:00 llegamos por fin a Jesús María, vía Dean Funes, donde me esperaba Facundo que se puso a mi disposición para lo que necesitase.
Me despedí del grupo que seguiría hasta Rosario, entregando a Hugo mi último salame caroyense como pago por la remolcada, agradeciendo el inmenso favor de sacrificarse y traerme hasta aquí. Marcelo me abandonó temporariamente y siguió con ellos hasta Pilar a buscar su auto y venir a buscarme para dejarme en Córdoba en la terminal de micros o quedarme con él si no conseguía pasaje.
Le invadí la casa a Facundo no sólo con la chata, sino que al bajar todos los bártulos para dejarla luego en un taller , le llené el patio de cosas y luego encima me ofreció su casa para darme una ducha y además me invitó a cenar con su familia. Un amigazo de ley.
Al rato llegó Marcelo, que me llevó a Córdoba y la 1:00 de la madrugada estaba en un micro rumbo a Bs. As., dejando a la Pampa 02 de vacaciones en Jesús María. Una vez reparada, tendré que sacrificarme a venir a buscarla. Un final inesperado para una increíble aventura por tierras riojanas y sanjuaninas, pero que debo reconocer fue perfecto pensando en las complicaciones que podrían haber sobrevenido.
Como siempre, los amigos se ven en las situaciones difíciles y como no podía ser de otra manera, estuvieron a la altura de las circunstancias. Por eso,
Gracias amigos de Pasión 4x4 por la paciencia para remolcarme hasta Córdoba y por los excelentes días que pasamos en la montaña.
Gracias Marcelo, mi copiloto, por la excelente compañía y por la buena onda pese a que esta vez te llevé de viaje a remolque. Te debo la revancha.
Gracias Facundo, por tu desinteresada ayuda para alojar a la Pampa 02 y ocuparte de su reparación.
El grupo completo festejando el otro inolvidable viaje a la laguna del Cuerno
La tercera será la vencida: el año próximo nos traemos los lingotes !!!!!
Pampa
Junio 2011