MI PRIMERA INCURSIÓN AL OJOS DEL SALADO
NOTAS DE VIAJE, UNA VERSIÓN DE BUTACA DERECHA
04 al 13 de Marzo de 2011
PRÓLOGO
Es difícil para mi escribir la crónica de este fantástico viaje ya que inevitablemente, antes o después que la publique aparecerá (en realidad ya apareció) la versión del verdadero mentor del mismo y entonces hacer algo que valga la pena seguro se verá opacado por la fina pluma y la prolija edición del maestro Eduardo Cinícola. Intentaré contar lo que se siente y se ve desde la butaca derecha de la legendaria Cherokee, tratando de dejar de lado los detalles geográficos aportando cuestiones más subjetivas. Esta vez no voy a mostrar tantas foto, sólo algunas para intercalar entre los textos.
Hecha la aclaración, va mi versión de este viaje, que en líneas generales, partía de movida hacia objetivos imposibles, pero yendo con Eduardo nunca se sabe…
1) Escalar el Ojos del Salado
2) Rodear el volcán Solo
3) Entrar a Corona del Inca por el este, entre el Bonete y el Pissis
Para mí, era primera experiencia tan alto, ya que mi techo estaba en los 4600 msnm y ahora escasamente ese sería el piso sobre el cual nos moveríamos.
Catamarca: Allá vamos!!!!!!!!!!!!!!!!
VIERNES 4 DE MARZO: Primera larga noche de viaje
Después de una intensa semana de trabajo, finalmente llego el día. Acordamos salir desde Congreso después de las 22:00 horas para que el malón de turistas del fin de semana largo se aplaque un poco. Dejé la Pampa 01 en la cochera de Eduardo, donde acomodamos los bártulos y salimos. A pocas cuadras armamos la Molotov rodante, llenando los nuevos bidones del techo, dos bidones de 30 litros interiores y alguna que otra botellita de Coca Cola. Nunca se sabe que puede pasar con el combustible en nuestras rutas.
Primera prueba que debo superar: La Chero no quiere arrancar por falta de batería y entonces tengo que empujar.
Prueba superada, el nuevo copi tiene algunos HP disponibles para emergencias” - pensó Eduardo.
Fiel al “más con menos”, la Chero no le anda el aire acondicionado y entonces nos tenemos que arreglar con aire condicionado por el ambiente exterior. El entusiasmo del viaje hace olvidar el calorcito y empezamos a devorar kilómetros y nafta rumbo al objetivo, turnándonos cada tanto para evitar el cansancio. Dormimos un rato bajo un puente de la AU Córdoba- Rosario y al amanecer nos encontramos en Jesús María con Néstor Queralt y dos motoqueros más: Marcelo Villano y el gallego Vicente, compartiendo el desayuno en el hotel donde ellos pararon. El grupo ya tenía cinco integrantes juntos.
SÁBADO 5 DE MARZO: Enlace a Fiambalá
Después del desayuno, tomamos la ruta con tranquilidad embocando la inefable RN60 después de Dean Funes. Verificamos que los demás integrantes se venían acercando desde los distintos puntos de salida y salvo los bahienses Christian Germain y Pablito Anastasio y el dúo Pepe Samassa y Pablo Pexa, nos encontramos todos en Chumbicha, donde los que llegamos primeros hicimos un picnic en plena plaza del pueblo bajo un inmenso palo borracho. Por supuesto éramos los únicos en la calle a la hora de las siesta
Allí se sumaron Denis Garione, el Doc Jorge Alonso y Jaime y el otro motoquero, el santiagueño Arturo. Ya éramos nueve.
El clima presagiaba lluvia a partir de allí, la que finalmente solo fue un amago. Sin problemas llegamos todos a Fiambalá bastante temprano, con excepción de los otros cuatro que llegaron un poco más tarde: el grupo quedó conformado por el nada tranquilizador número de trece integrantes.
Nos alojamos en lo de Doña Pocha temprano y nos fuimos a relajar y a cenar a las Termas, lo cual no fue tan sencillo debido a que el río Abaucán venía crecido, preanuncio de los problemas que podríamos encontrar por el mal tiempo de las semanas previas.
No muy tarde, en mi caso contento por el triunfo de Racing 4 a 3 sobre Olimpo, nos volvimos a dormir para salir temprano hacia los volcanes más altos del planeta.
DOMINGO 6 DE MARZO: La aproximación al Ojos del Salado rumbo al Campamento Base
Hoy teníamos previsto hacer la aproximación al Ojos del Salado armando un campamento base a 4400 msnm, de modo que nos permitiera hacer el intento decisivo el día siguiente. Ir mucho más allá implicaba dormir demasiado alto sin haber hecho nada de aclimatación, lo que podría ser contraproducente. Además cuanto más alto, más duro e impredecible el clima para pasar una noche.
Tomamos la RN60 hacia el Paso de San Francisco, la cual está dotada de increíble belleza natural que se aprecia sin un milímetro de offroad. Los colores de los cerros son imposibles de contar y se resaltan más aún cuando se ingresa en el Valle de Chaschuil, donde en el embalse Cortaderas un lujoso e insólito hotel invita a quedarse ahí para siempre, si no fuera por lo que cobran.
Un poco más adelante salimos de la ruta y empezamos a subir en serio aunque ya la RN 60 nos había puesto a 3500 msnm. Ingresamos de lleno al hostil pero maravilloso territorio dominado por los volcanes más altos del mundo. Eduardo nos apabulla con su perfecto conocimiento de cada montaña y empezamos a conocerlas. El Intihuasi, el Fraile, el Ojo de las Lozas, el Negro, el Rojo, el Rasguido y no sé cuantos más nos rodean y transmiten su imponencia. Las cinco chatas y las cuatro motos parecemos hormiguitas en ese gigantesco escenario desierto, todo para nosotros.
El Ojo de las Lozas, de “apenas” 5200 msnm, propició mi bautismo de cincomiles: estábamos a 4600 msnm y una pendiente empinada pero firme es encarada por Eduardo, quien me deposita a 5000 msnm exactos, ofreciéndome mi primera fuerte emoción del viaje, así como si nada. Las otras chatas esperándonos, ya ni hormiguitas eran, pulgas a lo sumo….
La función continuó allá arriba rumbo al campamento base, con los motoqueros con los primeros problemas de apunamiento y con el paisaje atacando nuestros ojos hasta cansarlos. Creo que te podés pasar la vida mirando esas montañas enormes y solitarias, testigos y protagonistas privilegiados de la historia de nuestro planeta.
A la tardecita, aún de día, armamos el campamento a 4200 msnm sobre una curva de un cauce arenoso acogedor, al menos si no llovía. Estimamos que a esa altura eso no podría ocurrir sin indicios previos y decidimos que era el mejor lugar, que por otra parte ya había sido usado en expediciones anteriores.
La altura empezó a afectarnos a todos de distintas maneras, unos más otros menos. Los más afectados eran los motoqueros que sumaban el terrible desgaste físico de conducir las motos a la altura. En mi caso me sentí muy bien y casi no lo noté, pero creo que por simple casualidad.
Curiosa situación vivió el experimentado Eduardo, que llenó su calentador Coleman con refrigerante en vez de nafta. Y nos tuvo a todos puteando porque no encendía y no podíamos calentar agua… Así afecta la altura.
Al caer el sol, todo se empezó a enfriar vertiginosamente y sin otro remedio, nos fuimos a dormir velando las armas para el futuro asalto al Ojos del Salado: mi campamento más alto a la fecha.
LUNES 7 DE MARZO: Escalar el Ojos, primer objetivo
Casi todos despertamos temprano pero tuvo que transcurrir un buen rato hasta que el sol nos saque del letargo y nos caliente un poco. No todos se recuperaron plenamente de la altura, pero nadie quiso aflojar, especialmente los motoqueros.
No tardamos mucho en estar listos porque se había decidido dejar el campamento armado y reutilizarlo a la noche, salvo que nuestro regreso fuera muy rápido, en cuyo caso desarmaríamos y nos iríamos a otra parte.
Una muy amigable quebrada parecía conducirnos a primera vista en forma directa a la base del Ojos, pero expediciones anteriores de Eduardo indicaban descartarla porque tenía por lo menos dos puntos conflictivos para el ascenso, no así para el retorno. La opción fue cruzarlo, a través una trepada infernal que nos puso a prueba a todos y luego circular por arriba, del lado sur del cañadón, hasta sortear esos pasos imposibles y ahí si retomarla. Tiempo después esa hermosa quebrada la bautizaríamos con el nombre de alguien acorde a su belleza: la recordad Marlú Kirbus.
La terrible subida fue la antesala de una penosa circulación ente enormes y filosas piedras ocultas por la nieve mientras ganábamos altura lentamente. Las motos y sus pilotos palmaron al llegar a 5300 msnm y decidieron regresar sin llegar siquiera a ver el Ojos. Desarmarían campamento, nos dejarían todo ordenado para hagamos de porteadores y se volverían al hotel de Cortaderas a descansar.
Difícil decisión después de tanto esfuerzo para llegar hasta acá, pero a la postre, sabia: con la montaña no se puede joder.
Dejamos atrás los bloqueos de la quebrada de Marlú esquivándolos por arriba y llegó el momento de tirarse hacia abajo, en una bajada “sin retorno”. El retorno sería por la quebrada, que había sido relevada un par de años antes: sin embargo un derrumbe, una grieta, una gran piedra o cualquier otro imponderable y nos quedábamos a vivir en el barrio cerrado Ojos del Salado. Así y todo bajamos y nos encaminamos a ver por primera vez al coloso de 6878 m, el cual todavía no se quería mostrar.
Finalmente el “gorro frigio” que caracteriza al Ojos se mostró en el horizonte y nos incentivó a acercarnos lo más posible, cruzando lagunas y peleando con el barro de mallines originados por sus glaciares. Metro a metro fuimos ascendiendo hasta alcanzar la para mí increíble altura de 5688 msnm, que nos hacía parecer que lo estábamos tocando.
Ahí terminó el acercamiento: las nieves eternas impedían avanzar con las chatas, pese a un intento desesperado de Eduardo que trató de seguir y todavía no sé como pudimos zafar de la trampa de nieve y barro en que se había metido ahí rondando los 5700 msnm.
GAME OVER para la escalada al Ojos del Salado, pero con la infinita satisfacción de saber que muy pocos mortales han tenido la oportunidad de verlo tan de cerca. Un lujo.
El regreso por el cañadón fue sencillo, excepto los dos obstáculos conocidos, que también lo eran para el descenso. Con un poco de ingenio y audacia los pasamos y la paga fue un increíble paisaje de coirones amarillos digno de un cuadro de Van Gogh.
Cayendo la tarde, llegamos al campamento base dónde las motos nos habían dejado sus petates. No valía la pena desarmar y trasladarse, todos estábamos muy cansados. Sin embargo el estado de algunos no era el mejor y entonces Pepe y Pexa decidieron bajar solos a Cortaderas y encontrarnos mañana en el mirador de Laguna Verde, pese a que tenían que descender de noche. Pablo Anastasio también estaba mal pero decidió quedarse. No nos tranquilizó mucho la opción de irse solos pero hacer que se queden a la fuerza tampoco era buena.
Comimos frugalmente y nos metimos rápido en las carpas y en las chatas a pasar una larga noche.
Por radio Pepe y Pexa nos informan que un poco de lluvia y algo de nieve los había pillado por el camino y que ambas nos llegarían a nosotros en breve. Por suerte todo iba bien para ellos.
Por la dudas me llevé un termo para el caso de desvelarme por la noche, lo que me permitió disfrutar unos mates a la madrugada mientras afuera caía algo de nevisca. Una sensación única, mientras escuchaba mis canciones preferidas de Serrat con mis auriculares. Una noche inolvidable en la montaña.
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