Con la familia o con amigos en Semana Santa suelo tomarme los cuatro días pero esta vez, debido a una inesperada visita de cuatro encapuchados a la casa de mi suegra, a todos nos quedó un poco de resquemor y no quise alejarme demasiado de casa y estar a tiro de celular por cualquier cosa. Saldría sólo jueves y viernes y no muy lejos, entonces…
Después de nuestra primera travesía ferroviaria ("El tren de la Nostalgia"), Coco y yo siempre tuvimos en mente recorrer el ramal sur del CGBA, como parte del plan de recorrer todos sus ramales alguna vez. Era una excelente opción que cumplía lo que necesitaba para esta salida.
Así, nos propusimos hacer el recorrido Victorino de La Plaza – Patricios, parando en todas las estaciones intermedias. Pero como había que llegar a la punta de rieles de Victorino de La Plaza por algún camino, por qué no empalmar algún otro ramal que nos lleve, “transbordos” mediante.
El plan completo fue “subirnos” al FCS (Ferrocarril del Sud) en Bolívar “viajando” hasta Carhué, hacernos una escapada por el FCO (Ferrocarril del Oeste) hasta el pueblo fantasma de Lago Epecuén, continuar por el FCS hasta el nudo ferroviario de Rivera, remontar hacia el norte hasta Salliqueló y finalmente “transbordar” al CGBA en Victorino de la Plaza para recorrer el ramal objetivo.
Todo esto en dos días, 1300 km totales, mitad asfalto, mitad tierra, con una treintena de estaciones y pueblos más o menos olvidados, de los cuales la mayoría, si los conocía, era por los carteles de acceso en las rutas principales. Les aseguro que valió la pena.
A las 5:30 del Jueves Santo lo pasé a buscar a Coco por su casa y salimos, pese al pronóstico de lloviznas y neblinas. Felizmente no fue tan grave y la ruta 205 nos permitió viajar sin problemas. Paramos a mantener el tanque lleno en SALADILLO y de ahí le apuntamos a BOLÍVAR, con la idea de empezar por la tierra antes del arroyo Vallimanca, por la traza vieja de la RN205, aunque no había vías por ahí. Desistimos al encarar el acceso porque había mucho barro y nada por delante hasta BOLÍVAR mismo; no tenía sentido hacer el esfuerzo por nada, más allá de la diversión.
El acceso a MARIANO UNZUÉ, al costado de las vías estaba igual de feo pero ahora sí había un potencial objetivo agregando una estación a la larga cadena prevista. Nos metimos por ahí dando inicio al recorrido propiamente tal.
Primera parada, MARIANO UNZUÉ (#01) un pueblo muerto con muy pocos habitantes, aunque por cierto muy amables. La estación en sí parecía fuera de servicio pero evidentemente estaba habitada y muy cuidada. Nos llamó la atención que estaba toda abierta pese a que nadie respondió a nuestros llamados. Igual que en Buenos Aires. Entramos, sacamos fotos y respetuosamente nos fuimos.
Mientras recorríamos lo poquito que hay en el pueblo que debió haber conocido mejores épocas de esplendor ya que hasta Club Social y Deportivo tuvo, vimos un taller mecánico lleno de cosas viejas, entre ellas una zorra ferroviaria y un Ford “A”, así que paramos a curiosear. El mecánico, uno de los escasos habitantes del pueblo, nos atendió muy amablemente y nos mostró todo lo que tenía por ahí. Nos contó que él repara algunos equipos ferroviarios de Ferrobaires a cambio del usufructo de algunos predios para que pasten sus animales, por eso la zorra estaba ahí. El Ford “A” estaba en venta y funcionando: pedía 6000$.
Mientras charlábamos con el mecánico llegó en una moto el morador ausente de la estación quien nos contó que por allí pasa un tren diario de pasajeros y que si le hacen señas, para a levantar pasajeros (Unzué es un aparada “facultativa”, es decir que el tren para si le avisan). En realidad, él está cuidándole la casa al ex-jefe de la estación que está circunstancialmente enfermo en Bolívar. Excelente comienzo !
Ahora vía libre a BOLÍVAR (#02) por un arenoso camino con muchos charcos hasta llegar al aeródromo donde apareció el asfalto que no queríamos, que nos introdujo en la prolija ciudad bonaerense, capital nacional del voleibol.
La estación, bien conservada, está como a un costado del pueblo y se nota que está en actividad: recibe un tren de pasajero lunes a jueves como terminal y uno pasa de largo a DAIREAUX los viernes; claro, cuando andan...
De hecho, pese a ser un feriado, encontramos una camioneta de mantenimiento de Ferrobaires trabajando, que pasaba por la estación, con su ingenioso sistema hidráulico que la convierte en un “anfibio” vial-ferroviario. Me pregunto a qué gremio estará afiliado el chofer....
Siguiendo la vía, nos dirigimos a JUAN FRANCISCO IBARRA (#03), cuya estación hoy día está convertida en la sede de una escuela agrotécnica. En su parque de entrada hay una especie de museo al aire libre de todo tipo de implementos agrícolas del pasado, que gracias al conocimiento de Coco pude saber de qué se trataban y para que se usaban. Otro caserío despoblado, más siendo un feriado Jueves Santo, que recibe, por suerte todavía, una vez por semana un tren..
La próxima parada fue URDAMPILLETA (#04), posiblemente la “culpable” que este ramal esté vivo. Por qué? En este pueblo se construyó una cárcel y entonces hay fuerte afluencia de visitantes hacia los fines de semana, por eso el tren llega hasta aquí los viernes por la noche y regresa el día domingo. Seguramente sigue hasta DAIREAUX porque es la ciudad más importante cercana, pero el grueso lo utiliza hasta aquí. Algo similar ocurre en General Alvear, que también tiene su tren de este tipo.
En URDAMPILLETA volvemos a cargar combustible y nos encontramos en su calle principal con el edificio de la delegación municipal, un Salamone legítimo.
Por excelentes caminos de tierra y arena paralelos a las vías (en algunos tramos vamos casi a 100 km/h) alcanzamos el pueblito de PIROVANO (#05). PIROVANO es un calco espejado de URDAMPILLETA excepto porque no le llegó la cárcel y por ende tampoco el auge económico respectivo.
El grueso del poblado está al este de las vías en contraposición a su vecino vasco y por supuesto es mucho más modesto, ya que quedó como un pueblo de campo, igual que su vecino antes. Testigo mudo de algún esplendor es el típico y gigantesco Almacén de Ramos Generales que estaba en frente de la estación, que ameritó ir a curiosearlo. Hace muchos años que en él no pasa nada y como suele ocurrir, la naturaleza lo va copando como una especie de protección.
Seguimos paralelos a las vías sin solución de continuidad por arenosos y muy buenos caminos hasta llegar a DAIREAUX (#06), una ciudad grande con gran actividad agrícola a juzgar por los enormes silos de granos y el movimiento de camiones. Creo que entre BOLÍVAR y DAIREAUX también corren trenes de carga cerealeros a cargo de FerroExpreso Pampeano. Actualmente es punta de riel de Ferrobaires y la estación luce muy coqueta, lo mismo que el resto de la ciudad.
http://www.ferrobaires.gba.gob.ar/HTM/mapadestinos/mapa.htm
A partir de aquí las vías están muertas al menos hasta Arroyo Venado: los rieles en principio están pero hace rato que no corren trenes y tal vez nunca más corran.
Y a la larga, llegamos a LA LARGA (#07), el cual es uno de esos tantos pueblos detenidos en el tiempo, pero que luce muy prolijito, con sus calles de tierra, el pasto cortado del parque alrededor de la estación devenida en una biblioteca, si mal no recuerdo. Siendo la hora de almuerzo, vimos que era un muy buen lugar para hacer una detención más prolongada y comernos las empanadas que traíamos de casa. Como estaba todo desierto, bajamos las sillitas y la mesa y nos instalamos en plena estación para nuestro picnic. Casi una hora estuvimos ahí entre el almuerzo y la habitual recorrida fotográfica y no apareció nadie: solo una mujer pasó por la ancha calle frente a la estación y unos chicos cazando pajaritos con un aire comprimido en la arboleda cercana. Una tranquilidad total. La estación está enterita y conserva como curiosidad la carretilla de equipajes y una balanza originales en el andén sin ningún “anclaje” especial, igual que en Buenos Aires…
La sobremesa la hicimos sobre la chata mientras siguiendo las vías, nos dirigimos a LA MANUELA (#08), otro pueblo parecido al anterior, aunque aquí la estación tiene un sector que parece habitado por alguien, a tal punto que al no encontrar a quien pedir permiso casi no entramos debido a que el portón de acceso parecía tener un candado.
Al final sólo parecía y no sólo pudimos hacer la inspección de rigor, sino que pudimos disfrutar de un pequeño patio de juegos infantiles que nos sorprendió con un carrusel que giraba con una suavidad increíble. Los dos “chicos”, cuya suma de edades alcanza los 120 años nos dimos unas cuantas vueltitas para bajar la comida…
Seguimos. La ruta 65 acá está muy cerca pero insistimos en seguir cerca de las vías. El camino que las acompaña se transforma en una tranquila huella entre los médanos que se va torciendo en una amplia curva hacia el oeste (imposible no imaginarse un largo tren circulando por allí) para cruzar la ruta y dirigirse a Laguna Alsina, el próximo poblado, el cual es de los pocos casos donde la estación se llama diferente que el pueblo. La estación se denomina BONIFACIO (#9) y realmente está muy bonita, convertida en xxxxxx, con un parque muy cuidado y con todo pintado.
Este es otro de los lugares por donde pasé mil veces y nunca le había prestado atención.
Por acá pasaba cuando iba o volvía de Santa Rosa para evitar el tráfico de la RN 5, utilizando el enlace de tierra entre la RN 33 y la RP 65, que ahora nos llevaría hasta ALAMOS (#10). Esta estación, en el medio del campo, está ocupada por una familia que cría animales y hasta no hace muchos los inmensos galpones eran utilizados por una cooperativa cerealera. Su estado no es el mejor pero al menos sobrevive.
Pensar que cuando estaba en la secundaria, allá por el ´75, una vez se nos ocurrió venir a pescar pejerreyes a Cochicó y estuvimos a punto de llegarnos hasta acá que en tren e irnos a pie hasta la laguna. Recuerdo que los trenes funcionaban y que hasta había averiguado el costo del pasaje y los horarios. Al final vinimos, pero en micro…
Dejamos Álamos y por un corto trecho tomamos el asfalto de la RN 33, donde la misma “atraviesa” las lagunas de Cochicó y del Monte; apenas pudimos nos escabullimos por los caminos vecinales de tierra para arribar a GUAMINÍ (#11).
Como casi todas las estaciones de la zona, ha sido refaccionada y se encuentra en excelente estado, lógicamente reconvertida a alguna otra actividad. Está tan linda que hasta parece en actividad.
En el predio de la estación descubrimos una mesa giratoria y para nuestra sorpresa la pudimos hacer dar una vuelta completa, empujándola a pulso. Increíble que después de tantos años la pudiéramos mover con relativamente poco esfuerzo, lo que quedo inmortalizado en un video.
Aprovechamos para asomarnos a la laguna y ver cómo quedo todo después de las inundaciones del ´85. Un enorme terraplén envuelve la zona oeste de la ciudad, aunque si uno no conoce la historia suena inexplicable, sobre todo porque a su alrededor se construyó un coqueto balneario…. sin agua cerca. La laguna está tan lejos que para poder llegar a sus orillas construyeron un terraplén transversal de unos 1000 metros.
Cuesta creer que todo ese cuenco puedo tener agua alguna vez, aunque de seguro la naturaleza volverá alguna vez para recordar su poderío.
Próxima escala sería ARROYO VENADO (#12), que yo suponía un páramo despoblado y resulto un pequeño pero prolijo caserío, con la estación en estado impecable, convertida en Biblioteca Municipal.
Allí llegamos a la hora de la merienda. La paz y la belleza el lugar nos animó a estacionarnos junto al andén y sentarnos a tomar unos mates disfrutando del entorno.
Al igual que en La Larga, nadie apareció durante nuestra escala allí hasta que nos fuimos.
Un poco más adelante encontramos el accidente geográfico que le da el nombre, o sea el arroyo Venado, en el cual corría bastante agua cristalina. El puente ferroviario apartado del camino fue un imán y tuvimos que ir a verlo. Aproveché mientras Coco lo inspeccionaba para probar la doble super baja repechando el empinado y arenoso terraplén, sin problemas.
Continuamos el derrotero hasta CARHUÉ (#13) primero por caminos de tierra y después por uno de los accesos de asfalto. Después de cargar combustible, buscamos la estación y enseguida la encontramos y nos sorprendimos ya que fue refaccionada a nuevo y remodelada para ser ahora una coqueta terminal de ómnibus, lo que de algún modo la ha vuelto a la vida original. Además algún tren de carga llega hasta aquí.
Era un nudo muy importante ya que aquí confluían tres ferrocarriles: el Ferrocarril del Sud (FCS), por donde veníamos nosotros, El Ferrocarril del Oeste (FCO), que la unía con Trenque Lauquen con la excusa del Lago Epecuén y el Ferrocarril Midland, de trocha angosta, que la unía con Buenos Aires por una traza semi paralela al del FCS
Los tres están desactivados, con la excepción de la continuación del ex FCS hacia el sur, que de vez en cuando transporta granos hasta Bahía Blanca. También está desactivado el tramo que la une con Rivera.
Una señora paseando una nena por el andén se puso a charlar con nosotros y nos contó que su hermana vive en una estación en el medio de la nada, Yutuyaco, que estaba en nuestros planes futuros.
Desde aquí, hicimos trasbordo al FCO porque estar en la zona y no conocer las ruinas de Villa Lago Epecuén era sacrílego. Cambio de vías y tomamos el camino al pueblo fantasma a 12 km de allí.
Por supuesto pasamos por la estación ferroviaria, LAGO EPECUEN (#14) ahora remodelada, para ser una suerte de museo del desastre que llevó a la desaparición de la ciudad. Ahí me enteré, leyendo los afiches, que el fundador del emprendimiento turístico fue un tal Arturo Vatteone, que antes fue intendente de la ciudad donde vivo y que además también le dio el nombre la barrio donde vivo: Villa Vatteone. No lo sabía.
Luego fuimos a ver las ruinas de Villa Epecuén. Es muy difícil expresar con palabras lo que se ve allí. Uno piensa inmediatamente en una guerra, en lo que queda después de un bombardeo. Sin embargo un bombardeo no puede ser tan prolijo: todo, absolutamente todo está afectado y derrumbado sobre si mismo, como si no hubiera habido deflagración, excepto las calles de hormigón, que están impecables.
Y así fue: el agua salobre lentamente socavó cimientos, oxidó hierros, desgranó mamposterías, mató la vegetación. Como siempre, alguna edificación en avanzadas ruinas intenta resistir, pero es cuestión de tiempo, sólo lo hace para confirmar la regla.
Trepando a lo que fue uno de los hoteles más grandes, que tenía tres pisos, se toma real conciencia del desastre en forma brutal: calculo que más de diez manzanas a la redonda están en el estado descripto por haber estado sumergidas entre cero y 10 metros de agua salada. El baño termal, que tantos beneficios pregonaba y que fue el motor del balneario, fue mortal. No sé si las fotos pueden mostrar cabalmente lo que acabo de contar.
Encontramos a Don Pablo Novak, el único habitante del pueblo, que con sus jóvenes xx años aún recorre las calles con su bicicleta contando una y otra vez a los turistas lo que ocurrió y su curiosa historia de haber perdido todo por la inundación, decidiendo que nunca se iría de aquí, como ocurrió con la mayoría de los pobladores que se fueron Carhué. Una verdadera leyenda viviente.
Pese a que el atardecer estaba cerca no quisimos quedarnos allí, porque nos invadió una tristeza que no valía la pena profundizar y volvimos a nuestro ferrocarril original, el FCS, con la idea de acampar cerca la estación Vatteone, ya que de un viaje anterior, conocía a su morador y estimaba que podría ser un buen lugar.
Allá fuimos pero no encontramos a nadie. Para no incomodar, avisamos a un vecino de nuestra presencia y nos dirigimos al fortín abandonado, que parecía un buen lugar, lejos de miradas indiscretas. Al día siguiente pasaríamos a visitar a mi amigo Don Parajón.
La elección estuvo genial: encontramos un sitio entre los tamariscos que encubren al fortín con leña, al abrigo del viento, con una amplia visión del lago Epecuen y las luces de la ciudad de Carhué a la distancia donde armamos nuestras carpas y donde cociné mi clásico pollo al disco pero con sidra en lugar de cerveza: una nueva delicia !!!!!!!!!!!!!!!!
Entre la sidra del pollo, un buen vinito y el cansancio del día, no tardamos en irnos a dormir y descansar para continuar al día siguiente.
VIERNES SANTO, 22 DE ABRIL DE 2011
Amaneció lloviznando, mejor dicho apenas lloviznaba al levantarnos y desayunar y luego arreció justo al desarmar las carpas. Mal no vino porque así apuramos el trámite.
Pasamos por la estación ARTURO VATTEONE (#15) pero su morador aún no estaba. Le dejé una esquela en la puerta, agradeciendo el permiso que no pudimos pedirle y seguimos viaje. Adonde? A la próxima, por supuesto.
La próxima era TRES LAGUNAS (#16), hasta ese entonces siempre había un cartelito en la ruta y nada más. En realidad no es mucho más: la estación prácticamente abandonada, una escuela y una casa con una mujer y sus hijos.
Como vimos actividad en la casa, paramos a pedir permiso para ir a la estación. Nos atendió una amable mujer, que nos contó que siempre vivió allí, que fue empleada del ferrocarril trabajando en la estación. Con muchas ganas de conversar, Doña xxxx, nos contó que en la estación vive una persona pero que mucho no la cuida, que ella alquila a FerroExpreso Pampeano los terrenos de las vías hasta Vatteone para que pasten sus animales, que una vez tuvo que impedir que se lleven a una virgencita que está en el andén, que vive con sus hijos y que nunca se iría de allí
Por supuesto fuimos a visitar la estación, tomamos las fotos y seguimos camino a la siguiente, para nosotros punta de rieles, RIVERA (#17).
Por buena parte del recorrido seguimos una huella paralela al terraplén ferroviario, muy entretenida, ya que al ser terreno colinoso, la traza va describiendo grandes curvas. Un alambrado tenso no impidió continuar por ahí y volvimos fugazmente al asfalto para ingresar a la ciudad de Rivera por su acceso principal, muy bien cuidado. Enseguida ubicamos a la estación y pudimos comprobar que se trató de un nudo ferroviario de importancia por la cantidad de ramales que convergen y que todavía mantiene alguna ya que se nota que hay actividad con trenes de carga. En el andén encontramos estacionado un equipo para fumigar las vías con herbicida, del estilo al que Coco se armó para su zorra, aunque más tecnificado.
Habíamos completado el ramal Bolívar – Rivera en su totalidad, llegando al punto más alejado del viaje; a partir de ahora empezábamos a volver.
Siguiendo nuestro criterio de ir saltando entre ramales, todavía sin cambiar de prestador, (FCS), tomamos el ramal hacia el norte que pasa por Salliqueló, internándonos en una zona de médanos, la mayoría cultivados con soja o maíz.
Zona de raíces bien indígenas a juzgar por los nombres de las estaciones que recorreríamos y de suelo muy flojo compuesto por inmensos arenales que por comodidad nos indujo a andar en doble tracción.
Así llegamos a YUTUYACO (#18), una estación escondida en un monte con tranqueras y portones cerrados. Allí supuestamente vivía la familia de la señora que encontramos en Carhué, pero en ese momento no había nadie. Me conformé con tomar algunas fotos entrando por las vías, que están en uso.
El olfato confluenciero me puso en evidencia que estábamos a unos pocos kilómetros de una, así que no pude con el genio y entonces fuimos a buscar a la remota confluencia 37°S 63°O, ubicada 800 metros dentro de un campo recién cosechado pero repleto de abrojos. Coco no me quiso acompañar y se quedo preparando el mate y modulándome por la radio. Yo me fui caminando paralelo a un alambrado por un cuadro juntando abrojos a lo tonto, casi al final me dí cuenta que tenía que cruzarlo y no saben lo que fue cruzar el enorme cerco de abrojos. Todavía me los estoy sacando…
Relato oficial de la captura, AQUÍ
La 111# de mi cosecha ya estaba adentro, así que volvimos a las vías, ahora a otra estación de un poblado con nombre indígena: LEUBUCÓ (#19).
Siempre me sonó como un paraje de la zona de los ranqueles, pero concretamente está también en la provincia de Bs As.
Todo el pueblo está muy prolijito y también la estación, habitada por un matrimonio cuya señora es la hija del quien fue el último Jefe de la misma. Se nota claramente el sentido de pertenencia que eso genera por el cariño con que hablan de su estación y de los cuidados que pese a su indisimulada humildad, le dispensan, como mantenerla limpia y ordenada así como el proyecto a medias de repintarla.
Nos gustó Leubucó, está en buenas manos.
Nos faltaba la última estación que visitaríamos de este ramal “indígena”: SALLIQUELÓ (#20), la que pronto descubrimos al acercarnos a la ciudad por un ancho camino de ripio paralelo a las vías.
Muy bonita la ciudad, donde aprovechamos a reponer combustible y muy simpática la estación con su arbolado andén para pasajeros, por supuesto en desuso. La estación está convertida en un museo y está muy bien cuidada. Parece haber actividad de trenes cerealeros.
En Salliqueló encontramos otra muestra del famoso arquitecto Salamone: el típico matadero que se repite en otros pueblos de la zona,
Dejamos momentáneamente las “vías” para hacer un enlace vial para cambiar de prestador y de trocha: nos deslizamos entre campos sembrados hacia la punta de rieles del CGBA Sudoeste, VICTORINO DE LA PLAZA (#21), una prima hermana de nuestra querida Buchanan, que fue de algún modo la promotora de estos viajes.
Por qué otro motivo nos vendríamos a visitar esta ignota estación, sin pueblo siquiera, a más de 500 km de casa?
Victorino de la Plaza debe haber sido algún poblado de cierta importancia, pero ahora no es nada: una escuela, que parece en desuso, la sede de un club social y deportivo completamente abandonado pero milagrosamente intacto, dotado de una espléndida sala donde se debían proyectar películas entre otras actividades y el predio ferroviario, totalmente invadido por la vegetación, excepto una de las casetas auxiliares donde parece habitar alguna familia. Uno está acostumbrado a ver instalaciones abandonadas en el medio de la nada pero siempre son lugares de paso; en este caso la punta de rieles del ramal está en esa condición: no hay una ciudad de referencia, no hay una ruta, no hay un establecimiento fabril, no es un lugar emblemático, no hay nada. Nada de nada. Porque habrán elegido llevar un tren hasta ahí? Habrán pensado en llegar a Saliquelló y el proyecto se paró? No conozco la respuesta.
Curioseamos la estación en ruinas, preservada sólo por el monte que lentamente la está cubriendo como último recurso. Entre los yuyos encontramos tumbado boca abajo el nomenclador; quisimos levantarlo pero nuestros elementos no alcanzaban. Se nos ocurrió que alguna vez podríamos volver a devolver la identidad a la estación. Por qué no? El lugar está genial para hacer un campamento nocturno con la excusa de reponer el nomenclador. No me extrañaría que volvamos un día de éstos, ya una vez lo hicimos…
Vinos pasar unos autos y nos agarró la duda respecto a que avisen a la policía, no es muy normal una chata adentro una estación abandonada trabajando con un malacate.
Dejamos todo como estaba y nos “tomamos” el CGBA con la idea de llegar a Patricios como cuando arrancamos desde Villegas.
A los pocos kilómetros cruzamos la RN 33 y entramos a GARRÉ (#22), un prolijísimo pueblo con calles de asfalto y bicicletas tiradas por las veredas donde la estación convertida en Biblioteca Popular, parecía a estrenar aunque por supuesto por trenes imaginarios. Un par de jovencitas jugaban en el banco del andén y nos miraron curiosas.
Continuamos el recto derrotero y la próxima fue TRONGÉ (#23), la cual también está siendo remodelada a nuevo para algún uso comunitario. El poblado es más modesto, con calles de tierra y parece que aquí todo es Trongé, ya que así se llama la calle principal
Siguiendo las “vías”, ya que por momentos el camino se trazó sobre el extinto terraplen llegamos al siguiente objetivo, GIRODIAS (#24). Es otro tranquilo pueblo con calles de tierra, un poco menos modesto que el anterior, ya que supo tener una pequeña estación de servicio y se destaca un viejo almacén de chapas acanaladas con característicos carteles de publicidad de gaseosas de los años 60. La estación también la están remodelando a nuevo como las anteriores, seguramente para algún uso comunitario, lo que al menos te permite tener una mueca de satisfacción al ver que no todo se perderá…
Un monumento a la madre es testigo de lo que está ocurriendo allí.
Seguimos. En algún momento cruzamos la traza del Rosario – Puerto Belgrano (próximamente lo recorreremos) caracterizada por los puentes reticulados dobles de diferente luz que la hacen inconfundible. Así entramos a SALAZAR (#25), ya un pueblo de cierto de tamaño con calles asfaltadas que nos luce su vieja estación pintada de celeste y blanco, aparentemente funcionando como una escuela. Al ser un feriado es difícil adivinar si no hay carteles.
Ya era bastante largo pasado el mediodía así que antes de arribar a la siguiente hicimos una breve escala para almorzar en una arboleda al lado del camino. Aprovechamos para recalentar el pollo al disco de anoche y le agregamos arvejas para estirarlo. Estaba para chuparse los dedos…
Y continuamos, ahora hacia MONES CAZON (#26). Allí otro viejo y tranquilo pueblo muy parecido a Salazar, nos recibe con su estación pintado de rosa y blanco, tanbien convertida en una escuela. No obstante no está tan cuidada como nos veníamos acostumbrando. En Mones Cazón nos llama la atención un enorme galpón con el clásico logo de Ford, seguro testigo de esplendores pasados.
Después de una serie de rodeos ya que no podíamos copiar la desaparecida traza ferroviaria, el próximo destino fue ASTURIAS (#27) donde la estación se ha convertido en una coqueta vivienda campestre particular aparentemente dentro de una estancia. Entramos por la tranquera abierta, curioseamos, sacamos fotos y nadie apareció.
En lo que sería el frente de la estación hay un pequeño caserío que no llega a ser un pueblo.
MAGDALA (#28) es la siguiente parada de nuestro expreso imaginario. No hay claros caminos entre Asturias y Magdala: sólo huellas poco transitadas y encantadoras, claro ¿a quien se le puede ocurrir hacer este periplo?
Magdala nos recuerda a Buchanan ya que es un edificio del mismo tipo, sólo que mejor conservado. Se ve que hasta aquí alcanzó el presupuesto original para las sólidas y lujosas estaciones de estilo francés del CGBA. Aparentemente el edificio es usado como un Jardín de Infantes y como curiosidad, no llegan trenes sino que llegan barcos, como se puede apreciar sobre el andén.
Típico pueblo de campo, es tan campestre que los carteles de las calles están todos construidos de discos de arado, toda una rareza que por supuesto es muy simpática.
Magdala se conecta con la RP 65 con un ancho camino de tierra paralelo a la traza que nos conduce a la próxima estación, GIRONDO (#29), la cual nos cuesta ubicar porque parece que se la tragó el monte. Al final GPS mediante la divisamos entre la profusa arboleda y entramos a pie a verla. Efectivamente se la tragó el monte lo que permitió a que pese a estar completamente abandonada, permanezca sustancialmente intacta: tiene todo sus atributos, sus carpinterías, sus pisos y hasta algo del mobiliario original.
Inclusive pudimos jugar a que abríamos la boletería y que el “fantasma de Coco” me vendía un pasaje a Buchanan.
Parece haber sido usada bastante tiempo atrás como vivienda y curiosamente no pudimos encontrar los nomencladores, se ve que alguien se los llevó para adornar su propiedad. Pensábamos con Coco que bien vendrían todas esas aberturas para Buchanan, seguro que encajan a la perfección. Y si hablamos con ADIF?
La siguiente parada tendría un condimento especial: BELLOCQ (#30) no sólo era una estación más del recorrido sino que el pueblo alberga la famosa iglesia melliza de Larramendy, de la cual ya tuve oportunidad de contar su historia en mi página web. (Para leerla o releerla, clic aquí)
La estación aquí quedó tragada por el pueblo ya que se edificó todo alrededor, incluso sobre la traza y sólo la encontramos gracias al GPS y al olfato. De nuevo aquí la construcción es la económica y el edificio se lo usa como un Jardín de Infantes.
Pero el plato fuerte es la Iglesia: a diferencia de Larramendy ésta está impecable, excepto porque un tornado le sopló la cúpula hace muchos años. El resto parece recién inaugurado: tiene todo el mobiliario, los vitrales, el altar, los confesionarios, absolutamente todo. Lo mismo ocurre con la casa auxiliar.
Confirmo que salvo estos “detalles” las dos iglesias son exactamente iguales; ahora no me lo contaron, lo pude constatar en persona.
Ya se nos estaba acabando la luz diurna, por lo tanto comenzamos a apurar el trámite, casi seguros de no poder completar el recorrido planeado hasta Patricios.
Pasamos casi sin parar por CENTENARIO (#31), otra copia de Buchanan utilizada como vivienda en un pueblo casi inexistente, antes de ingresar a CADRET (#32), un poblado un poco más ambicioso y muy prolijo. La estación sigue aquí el estilo arquitectónico francés, ahora pintado de bordó y blanco, reconvertida de nuevo como Jardín de Infantes.
El nomenclador no lo vimos en su lugar pero al salir del pueblo encontramos una extraña construcción de bienvenida al pueblo que lo luce en su coronamiento junto a una veleta. Llamativo destino de algo tan pesado…
Sólo quedó luz para una más, LA SOFIA (#33), una más del estilo Buchanan pero bastante venida a menos. No alcanzamos a arrimarnos porque al ver los recorridos en el mapa me percaté que cuando volvamos a a completar las que nos faltan, tendremos a pasar por aquí nuevamente.
Se hizo de noche u además los caminos empezaron a mostrar signos de las lluvias de los días anteriores y no era para meterse a renegar a oscuras. Buscamos la huella que nos sacó a 9 de Julio, nos montamos sobre la RN 5 y nos volvimos contentos a casa después de 1282 km de los cuales más de 700 fueron de tierra. Nos quedaron pendientes un puñado de estaciones antes de Patricios que volveremos a buscar apenas podamos.
Una maravilla de viaje por ignotos parajes en menos de 48 horas.