MÁS ALLÁ DE LA RN40
CAMINOS, HUELLAS OLVIDADAS Y TRAZAS INEXISTENTES EN EL OESTE PATAGÓNICO
PRÓLOGO
Como es habitual, al menos cada dos años recibimos el llamado de nuestra querida y lejana Patagonia para que la vayamos a visitar. Nos extraña…
Despojados casi completamente del tema confluencias, especie en vías de extinción ya que fueron prácticamente” exterminadas” con las expediciones de 2008 y 2011 cuando "arrasamos" los paralelos 47 a 50, ahora el objetivo era adentrarnos en territorios desconocidos, esos “agujeros en el mapa” que tanto nos atraen.
Originalmente teníamos pensada una misión uniendo el lago Posadas con la Estancia La Oriental en Santa Cruz, pero las averiguaciones respecto a las nevadas aun presentes nos hicieron desistir. Por esta vez, claro.
Los planes entonces se concentraron en explorar el oeste del lago Cardiel, en los confines de la Meseta de la Muerte, por donde se proyectó pero nunca se materializó el trazado de la RN40 entre Tucu Tucu y la Estancia La Federica, en el lago San Martín. Llegaríamos lo más directo posible a Gobernador Gregores por la costa atlántica y desde allí nos adentraríamos en el área, donde por lo menos había unos cuantos desafíos ó destinos incógnitos: la confluencia 49°S 72°O en el Alto Río Tar (¿se creyeron que no iba a haber una confluencia en el viaje?), el lago Cardiel Chico o Cabral, el río del Medio ó Arenisca, el río Lavas, etc…
La zona es complicada porque no hay información y porque las fotos satelitales no son de la mejor calidad; el tema principal es encontrar como subir a la meseta y ese era la dificultad a vencer. Creíamos que dos o tres días serían suficientes para acometerla.
Para el largo regreso, le echamos un ojo a la zona del lago Guitarra, en la Pampa del Asador, como una especie de plan B de modo de llegar a Lago Posadas por alguna vía inédita.
Como colofón el retorno lo haríamos utilizando todos los caminos, huellas o lo que sea al oeste de la RN40 de modo de recorrer, entre otros parajes, la RP41 desde Lago Posadas a Los Antiguos, bordear el lago Buenos para conocer el páramo desconocido de Ingeniero Pallavicini, luego contornear la frontera desde allí para llegar a Valle Huemules, luego Lago Blanco, Ricardo Rojas, Alto Río Senguer, Aldea Apeleg, Alto Río Pico, Río Pico, Corcovado, etc…
Todo esto en modestos nueve días, es decir desde un viernes hasta el domingo de la semana siguiente. Apenas unos 6500 km de pura Patagonia.
Como siempre lograr armar un grupo dispuesto a recorrer tantos kilómetros en tan poco tiempo es bastante difícil, pero como la masa crítica ya estaba, el viaje igual estaba decidido: Pablo Anastasio, Eduardo Cinícola, Adrian Lentini y yo no íbamos a faltar así que, de última, hasta con dos chatas arrancábamos.
Después de infinitas idas y vueltas, signadas por algunos problemas personales de participantes que ya se habían decidido a participar, finalmente quedamos cuatro chatas y ocho personas, con amplia mayoría bahiense:
· Pablo Anastasio y Eduardo Cinícola en la Costurera II (de estreno)
· Christian Germain y Marcelo Banco en la Flecha de Plata
· Miguel Lindner y Mauricio Persiani en el Torito Rojo
· Sergio Zerega y Adrián Lentini en Pampa 02
Una lástima que a último momento perdimos a dos copilotos de lujo: el inefable Chugo D´Onofrio (El dueño de "El Tractor", otro legendario R12 sucesor del de Cinícola) y Guillermo Loza, lo que imposibilitó que Eduardo Cinícola participase con la Cherokee I, que al final se quedó calentita en Bahía Blanca, velando las armas…
VIERNES Y SÁBADO
BUENOS AIRES - BAHÍA BLANCA - CHOELE CHOEL - VALCHETA - ING. JACOBACCI - EL MAITÉN - EL BOLSÓN
El viernes 11 de Octubre, por vías separadas y en chatas separadas, salimos Eduardo y yo desde Buenos Aires con el objetivo de agruparnos a la mañana temprano del sábado en Bahía Blanca y partir todos juntos: Eduardo salió temprano y paró a dormir en Bahía Blanca; Adrián y yo, después de laburar todo el día salimos a la noche, durmiendo un par de horas en la chata, en Coronel Pringles.
A las 8:30 del sábado estábamos todos en marcha pero un problema irresuelto previamente cobró dimensión: por tratarse del inicio de un fin de semana largo, la primera noche, la del sábado, se nos estaba complicando conseguir alojamiento en la costa chubutense: ni Puerto Madryn, ni Trelew, ni Camarones, ni Rawson, ni Dolavon, ni Bahía Bustamante, ni Comodoro Rivadavia tenían alojamiento disponible y menos para ocho de un saque. La única opción era dormir en las chatas y/o armar campamento sobre la RN03 pero después de un larguísimo enlace no era lo mejor…
Guillermo Loza nos salvó y nos enredó el viaje a la vez: nos ofreció alojarnos en su casa, pero …
en El Bolsón!!!La idea era atractiva pero trastocaba todo lo planeado ya que como mínimo invertía completamente el orden del viaje. Pero como somos expertos de la improvisación y en el arte de lo impensado, la idea nos pareció excelente, más aún cuando además nos ofreció recibirnos con un asado: ¡Al diablo con los planes originales!!!
De golpe cambiamos el rumbo y salimos disparados desde Bahía Blanca a El Bolsón, para lo cual el camino más corto era seguir la mítica Línea Sur. Es así como hilvanamos Río Colorado y Choele Choel por la RN22, luego torcimos hacia el sur por la RP04 hacia Valcheta, despues la RN23 hasta Ingeniero Jacobacci y de allí la RP06, vía Ñorquinco y El Maitén hasta El Bolsón. Incluyó unos 300 km de ripio bastante bueno y una copiosa lluvia entre Río Chico y Ñorquinco que nos hizo transpirar (y patinar en en el barro) un poco, sobre todo a los que ya teníamos 1500 kilómetros de manejo encima...
El premio no se hizo esperar: a las 21:00, casi puntualmente de acuerdo a lo calculado, estábamos en El Bolsón, donde Guillermo con su esposa Elcira tenían todo dispuesto como para disfrutar de una noche inolvidable en El Paraíso. Un terrible asado regado con buen vino, una sobremesa con buenos amigos y unas confortables camitas para recuperar energías.
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DOMINGO
EL BOLSÓN - CHOLILA - PN LOS ALERCES - TREVELIN - CORCOVADO - RIO PICO - ALTO RÍO PICO - PASO RÍO FRÍAS - ALDEA APELEG - ALTO RÍO SENGUER
A la mañana, los que no lo conocían se terminaron de sorprender con El Paraíso, ya que de día es aún mucho más lindo. Elcira y Guillermo tuvieron la amabilidad adicional de levantarse temprano para preparar el desayuno y compartirlo con nosotros. Unos genios, a los que les agradecemos enormemente el apoyo que nos dieron. Unos capos los Loza!!!
A las 9:00del domingo ya estábamos en camino sin saber muy bien por donde íbamos a hacer el enlace a Gobernador Gregores. Empezamos a deliberar por VHF y pese al riesgo de perder precioso tiempo que podría faltarnos al final se decidió en forma unánime esquivar todo lo posible el asfalto e intentar hacer el recorrido inverso que teníamos planeado para el regreso original y un poco más...
Somos amantes de la RN40 pero antes de su asfaltado, así que ahora íbamos a “inventar” una RN40 alternativa, sin asfalto, para llegar hasta Gobernador Gregores. El único problema era que íbamos a empezar por consumir la reserva de tiempo de antemano.
Empezamos por algo sencillo, que fue meternos por Cholila y recorrer el PN Los Alerces como para ir olvidando el asfalto disfrutando del paisaje. Se sucedieron así el lago Rivadavia, el lago Verde, el río Arrayanes y el lago Futalaufquen por un hermoso camino de ripio hasta llegar a la Intendencia del PN Los Alerces donde al tratar de meternos en una primera XX atrás de la misma fracasamos enseguida: no se puede andar inventando caminos por lugares donde hay mucho turismo y tanto control.
Seguimos hacia Trevelin pasando al costado de la laguna Terraplén y luego bordeando el río Percy, trazado completamente pavimentado. Un garrón…
Desde Trevelin tomamos la RP17 hacia Corcovado, la cual es de ripio pero en perfecto estado. Hasta aquí no creo que teníamos mucha diferencia de tiempo respecto a ir por el asfalto. Nos empezamos a dar cuenta que los ríos y arroyos tenían más agua de lo previsto
Más allá de Corcovado (donde fui gastado hasta el infinito por perderme dentro del pueblo) y después de cruzar el río homónimo, el camino se vuelve más interesante y menos transitado transformándose en la RP44, trepando hasta los 1200 msnm por un empinado zigzag muy pintoresco. Recuerdo lo duro que fue cuando en 1995 lo encaré con mi viejo Valiant II remolcando un trailer cargado a tope. Ahora hacerlo con las chatas es un juego de niños.
Unos carteles informan que este camino no se mantiene en invierno lo que hace suponer que se debe cortar por nieve. En la parte más alta encontramos aún algunos manchones pero al costado de la huella sin ser un problema. Luego de trepar al punto más alto, la ruta comienza a descender inmediatamente hacia el inmenso y ventoso lago General Vintter, donde nace el río Corcovado, previo paso por los accesos a los desconocidos lagos de pescadores como el Guacho y el Bertha.
Pasamos al costado del lago Vintter y luego nos adentramos en una zona de bosques curiosamente secos antes de ingresar a Río Pico, donde reaprovisionamos de combustible y aprovechamos para fotografiar el viejo bar “Los Muchachos” que admirablemente aún sigue en pie. En este lugar se filmó hace unos años la película argentina “El viento se llevó lo que”, que nunca vi pero que los pobladores de Río Pico recuerdan permanentemente con cariño. Vaya acontecimiento que debe haber sido veinte o treinta años atrás.
Hasta acá caminos más o menos transitables con un vehículo común, recorridos únicamente para demostrarnos que la vieja RN40 puede reinventarse manteniendo su espíritu aventurero mientras a su traza original se la come el asfalto.
El próximo tramo ya no era tan claro: cuando en la estación de servicio contamos de nuestra intención de llegar a Aldea Apeleg por la RP64 desde Alto Río Pico, el comentario fue que seguramente nadie la había recorrido desde el otoño pasado y que no nos iba a ser fácil porque seguro que los arroyos que había que vadear iban a estar completamente desbordados. Eso fue motivo más que suficiente para ratificar por dónde íbamos a seguir.
Rápido enlace a Alto Río Pico por la RP19 completamente poceada y allí doblamos a la derecha por la RP64 (le queda grande la calificación), cuyo originalidad es que en los mapas parece adentrarse temporalmente en Chile.
Lentamente va ascendiendo y empezaron a aparecer los vadeos. Primero grandes charcos y luego cauces desbordados que por momentos nos hacían atravesar más de 200 metros de zonas anegadas, como vadeando a lo largo. El piso era firme y el nivel del agua nunca pasó de los 50 cm siquiera en el arroyo Shaman, el más importante, hasta que llegamos al puesto abandonado de Gendarmería Arroyo Arenoso, en las inmediaciones del Hito VI-31.
Aquí la frontera discurre sobre la divisoria de aguas; como la zona es alta pero bastante plana, ocurre que los diferentes mapas muestran la frontera en diferentes lugares, a tal punto que en los del ACA, la RP64 entra y sale de Chile varios kilómetros. Los hitos fronterizos, que deben estar bien ubicados si alguien pícaramente no los corrió (cosa perfectamente posible porque encontrar gendarmes en la zona es más difícil que conseguir dólares a precio oficial) muestran que la RP64 está siempre del lado argentino; sin embargo el alambrado que parece oficiar de frontera está como doscientos metros al oeste del hito, dentro del territorio chileno.
Por supuesto nos arrimamos con las chatas y nos sacamos la foto en el hito, ”invadiendo” brevemente a los vecinos, donde medimos vientos de 50 km con ráfagas de 70 km/h, en un ambiente típicamente patagónico. Estuvimos a punto de acampar en el puesto abandonado pero la escasez de tiempo nos aconsejó seguir un poco más.
Los vados siguieron sucediéndose así como profundos huellones que nos hicieron transpirar un rato hasta llegar al desvío del paso habilitado como "Río Frías", que estando a solo 4 kilómetros merecía visitarse. Nuevamente encontramos el hito y accedimos a él pero ahora la posición del alambrado, donde estaba toda la cartelería fronteriza a ambos lados era inversa: el hito en Chile y el límite en Argentina.
Desandamos el camino y retomamos la RP64, ahora ya en buen estado, con rumbo a Aldea Apeleg, la cual está enclavada en un hermoso valle regado por el arroyo homónimo que sin duda provee de buenas pasturas para ganado. A llegar a la aldea, la cual era más grande que lo que imaginábamos, volvimos a comprobar la ausencia de gendarmes ya que el Puesto Río Frías no está abandonado pero si desierto. No se quien controla el tráfico fronterizo: por suerte del otro lado debe haber Carabineros que impiden que esto sea un colador.
Ya atardeciendo, para ganar algo de tiempo decidimos continuar hasta Alto Río Senguer, donde tal vez no sería difícil conseguir comida y alojamiento, para lo cual tomamos la vieja traza de la RN40.
Con las últimas luces del día llegamos a Alto Río Senguer, habiendo cumplido el objetivo de prácticamente no pisar el asfalto en nuestro derrotero hacia el sur.
Primero nos fuimos a reponer combustible y allí tuve la genial idea de preguntar si sabían si se podía rodear el lago Fontana, un viejo anhelo que no había considerado para este viaje. La respuesta fue que seguramente no era posible por el deshielo de la últimas nevadas y las lluvias reciente ya que el río traía mucha agua, es decir que nos tentó…
Conseguimos de casualidad alojarnos en una de las dos hosterías gracias a que un contingente se atrasó y le ocupamos el sitio. Durante la cena nos enteramos que llegaron, pero cómo se solucionó no nos enteramos.
Dado que todo nos había salido redondo hoy, para el día de mañana, envalentonados decidimos alterar los planes e intentar el rodeo: “total en medio día lo liquidamos, si son apenas unos 150 km, más de la mitad de ruta transitable”. El vadeo del río Unión (desagüe del lago La Plata en el lago Fontana) y unos 30 km de huella maderera en desuso no nos iban a llevar mucho tiempo…
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LUNES:
Como todos los días, arrancamos temprano y antes de las 9:00 ya estábamos en marcha por la RP57 (verficar) rumbo a la cabecera norte del lago Fontana, específicamente buscando el vadeo del río Unión, el cual es el responsable de desaguar el lago La Plata en el Fontana, un sitio que es uno de los paraísos de los pescadores con mosca.
La ruta está muy buena, apenas con alguna falta de mantenimiento por la temporada invernal, pero se puede hacer con cualquier auto. A medida que uno se interna en la cordillera los paisajes son cada vez más deslumbrantes hasta que el lago Fontana y los bosques que lo circundan te envuelven con su belleza.
Estuve dos o tres veces allí hace muchos años: en 1988 con mi esposa (los chicos no existían todavía) acampamos en las orillas del lago Fontana cuando andaba con una Jeep T-80 con una camper encima y años después, 1995 o algo así con mi viejo Valiant y un tráiler lleno de bártulos, del cual se rompió una punta de eje. Curiosamente este último percance fue la llave para que podamos encarar el vadeo del río Unión.
En esa oportunidad, cuando se rompió el trailer, vino en nuestra ayuda gente de las cabañas del complejo “Pueblo Brondo” que viendo que estábamos con niños pequeños colaboraron en retirar todo lo que había en el trailer con una camioneta y por supuesto, terminamos alojados allí varios días hasta que pude reparar el eje en Alto Río Senguer. Nunca olvidé el momento porque en esas épocas alojarme en cabañas de ese nivel era prohibitivo y altero mucho el presupuesto de las vacaciones. Como imaginarán un Valiant II en esas latitudes era una rareza total así que nos convertimos en la atracción del complejo y todo el mundo nos conocía. El propio dueño de las cabañas, Juan Carlos Brondo se quedó muchas veces a conversar con nosotros.
Resulta que mientras buscábamos la bajada al vadeo del río Unión, vemos venir una camioneta de frente que dado lo angosto del camino, terminamos cruzándonos ventanilla de por medio.
Al bajar el vidrio para saludar, reconozco a Don Juan Carlos Brondo y entablamos una conversación:
Seguramente usted no se acuerda, pero yo lo conozco hace mucho, - le digo
La verdad que no recuerdo, me contesta
Y si le digo un Valiant II con un tráiler roto, no le dice nada?
Ahora si, cómo no me voy a acordar! Un loco con un Valiant II y chicos pequeños con un tráiler cargado como para una mudanza!! Hace muchos años de eso, yo ya no tengo más las cabañas, las vendí y me hice una casa para vivir aquí. ¿Qué andan haciendo por acá en esta época?
Andamos de “exploración”. De aquella época me quedó el recuerdo de alguien vadeando el río y ahora vine con amigos a ver si podíamos hacerlo
Que bueno!, pero sabés como encararlo?
No, ni ahí, estamos de autodidactas nomás…
Menos mal que nos encontramos, no creo que se hubieran animado sin saber los secretitos. No es muy difícil pero te adelanto que la entrada y la salida no se unen por una línea recta. Es muy ancho y tiene bastante caudal ahora. Síganme que si se animan yo los guío.
Don Brondo nos llevó hasta el punto de vadeo, que por otra parte no íbamos a encontrar tan fácil, de hecho ya nos habíamos pasado la entrada. Al llegar allí se nos cayeron las mandíbulas: un río de más de 100 metros de ancho con mucha correntada y extrañamente quieto que denotaba profundidad respetable. Efectivamente no creo que nos hubiéramos arriesgado sin algún conocimiento previo ya que podíamos terminar, con suerte, flotando en el Fontana si algo salía mal. Además no sabíamos que venía después.
Juan Carlos me indicó que había que hacer una especie de semicírculo en el río para esquivar los pozones y que luego, el tramo de camino maderero entre la cabecera del lago La Plata y la hostería Ciervo Rojo donde se inicia el camino de la costa sur no nos sería fácil ya que encontraríamos barro, troncos caídos, arroyos desbordados y nieve, pero que seguramente podríamos pasar.
Quedamos en que yo sería el primero en pasar y que Don Brondo me daría las indicaciones por VHF. Tomamos todas las precauciones posibles (subir todo lo que se pudiera mojar por encima de un metro, dejamos puestas las eslingas, los malacates listos, etc . excepto salvavidas porque no teníamos) y me largué con decisión y cagazo.
Una sensación indescriptible navegar en tanta agua con correntada, sobre todo al ir con cierto rumbo rio abajo parecía una flotada, pero las indicaciones de Juan Carlos no me hicieron superar los 80 cm de agua (algo así como la rueda completa tapada). y por otra parte el piso firme permitieron alcanzar la costa sur sin dificultad. Del lado del acompañante entroóbastante agua debido a que la correntada venció los burletes pero nada que no se soluciones quitando el tapón del piso.
Con mi experiencia previa los demás fueron pasando con relativa tranquilidad excepto Miguel que fue el único que no recibió instrucciones radiales. De este modo los cuatro cruzamos el charco y agradecimos a la distancia a Don Brondo sin el cual nos hubiéramos quedado con las ganas…
No era aún medio día y teníamos unos 15 km de huella y luego ruta. Supuestamente el escollo más bravo ya lo habíamos superado con la ayuda de los Dioses.
Pasamos frente a las instalaciones abandonadas del aserradero Carvajal, donde mudas y oxidadas, yacen las viejas maquinarias, así como un viejo puesto de madera parece extraído de alguna serie del Lejano Oeste. Falta que aparezcan los vaqueros…
Alcanzamos la cabecera del lago La Plata y vimos desde enfrente el complejo de cabañas que ha crecido mucho en cantidad y calidad respecto a mi recuerdo. Está también la pasarela peatonal para cruzar el río, que ahora la deben usar para llegar a las cabañas quienes llegan en avioneta a la pista de aterrizaje que hay junto al lago. Un lugar bien exclusivo que ahora debe estar tan lejos de mi alcance como veinte años atrás…
Encontramos la punta del camino maderero, coincidente con el track de Eduardo en Viajeros Mapas y empezó la “diversión”: manejo serpenteante en el bosque hasta que empezaron a cruzarse arboles y ramas caídas, más profusas a medida que nos adentrábamos en el bosque y que íbamos ganando altura. Los copilotos y los malacates trabajaron por doquier corriendo ramas o bien guiando por atajos para esquivarlas. El ritmo de marcha se redujo.
En un momento nos percatamos de haber abandonado el track de Eduardo, sin saber si efectivamente le habíamos errado o no ya que entre tanto enjambre de ramas, bien pudimos haber dejado atrás una bifurcación sin verla. Si bien siempre seguimos una huella clara, el rumbo que íbamos tomando era opuesto a donde queríamos llegar que era la Hostería Ciervo Rojo llevándonos hacia la frontera chilena.
A media que subíamos, a eso de los 900 metros, porque nos dirigíamos hacia la divisoria de aguas, además de los troncos caídos empezaron los manchones de nieve y el barro, cada vez más difíciles de sortear. Estuvimos punto de recular ya que el avance era muy lento, fuera del track y nos alejaba del objetivo. Pero por suerte apareció el anegado arroyo Las Flores , la huella torció 90° y se empezó a acomodar hacia el objetivo, aunque siempre haciéndonos renegar con los tres elementos: nieve, barro y troncos caídos. A eso de las 17:00s finalmente llegamos a la Hostería, que luce bastante abandonada y no creo que permanezca abierta siquiera en temporada alta.
Lo que nos debía llevar no más de una hora nos había llevado cinco y prácticamente estábamos casi en el mismo sitio que ayer por la noche, es decir muy cerca, a 50 km de Alto Río Senguer.
No era para lamentarse porque fue un día glorioso pero seguíamos gastando el precioso tiempo que íbamos a necesitar en la Meseta de la Muerte.
Decidimos apurar un poco el paso por la RP21 y pese al cansancio avanzar hasta que la noche nos detenga. Dudamos entre Rio Mayo y Ricardo Rojas y decidimos éste último, ya que nos dejaba mejor parados para continuar el recorrido del día siguiente sin sacrificar objetivos.
Entonces, antes de entrar a Alto Rio Senguer, doblamos en la RP38 y bajamos hacia el sur hasta la ruta internacional que lleva a Paso Coyhaique donde viramos al oeste para llegar al ignoto pero prolijo pueblito de Ricardo Rojas (Ex Centro Rio Mayo), donde milagrosamente encontramos alojamiento en una casa particular/hostería que tenía lugar para 8 personas y además un lugar común donde podíamos cocinarnos algo y compartir una sobremesa. Marcelo Banco empezó a sorprendernos con el arsenal de cosas ricas que había traído y casi todos degustamos un riquísimo guiso de lentejas.
De acuerdo a lo que nos informaron los dueños de la hostería, nuestro siguiente tramo en la RP51 tenía un par de vadeos en la zona del arroyo Chalía que no creían que nos pudiesen detener y que no sabían de la existencia de un camino público entre Valle Huemules e Ingeniero Palavicini, por lo que podríamos encontrar alguna tranquera con candado. De los dos vadeos, el pronóstico fue que si pasábamos el primero, corto pero profundo, el del arroyo Chalía, largo y poco profundo, lo podríamos superar porque el vado tiene calzada de hormigón.
Después de un excelente día de travesía, nos fuimos a dormir para volver a salir temprano el día siguiente
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MARTES:
El ambicioso objetivo del día era llegar a la zona del lago Guitarra en la Pampa del Asador, siempre esquivando todo el asfalto posible, sin pisar la RN40.
El itinerario consistía en salir de Ricardo Rojas por la RP51, pasar por Lago Blanco, dirigirse al Hito 50 por la RP55 en Valle Huemules, bajar por la frontera hasta Ingeniero Palavicini pasando por El Portezuelo, rodear el lago Buenos Aires por el norte, tocar Perito Moreno y Los Antiguos, tomar la RP 41 a Paso Roballos (El camino del Zeballos), luego ir a Lago Posadas y finalmente subir a algún lugar de la Pampa del Asador y acampar en el lago Guitarra, al lado de un fogón…
En realidad era delirante, pero de eso se tratan nuestros viajes. Sabíamos de la existencia de al menos tres potenciales problemas:
1) El parte de transitabilidad de la Provincia de Chubut anunciaba desde hacía tiempo que la RP51 era intransitable por desbordes del arroyo Chalía y por huellones. La suerte y las dificultades sorteadas el día anterior más la información de los locales nos hicieron desestimar lo que decía dicho parte. Más de una vez habíamos comprobado que la información vertida en los mismos está escrita para inducir a que los desaprensivos no se metan y de ese modo no tener que ir a rescatarlos sobre todo si se meten solos. En el peor de los casos, no era para nosotros un problema sino una diversión.
2) El enlace entre valle Huemules, El Portezuelo e Ingeniero Palavicini no existe en los mapas aunque se ve clarito en el Earth Google. Podía ocurrir que alguna tranquera infranqueable en zona de estancias importantes nos frenase. En este caso la solución era desandar unos 30 km y volver a la RN40 en Paso Río Guenguel y abandonar el tramo de Ingeniero Palavicini: perdíamos un objetivo pero hasta ahorraríamos tiempo.
3) El parte de transitabilidad de la Provincia de Santa Cruz decía que la RP41 entre Los Antiguos y la Estancia La Frontera era transitable con precaución pero sólo 4x4 (sin problemas entonces) pero el tramo siguiente entre dicha estancia y Paso Roballos lo daba intransitable por acumulación de nieve. Tampoco lo quisimos creer, nosotros podríamos pasar igual.
Desayunamos y nos largamos por la RP51 hacia el sur. La ruta, típicamente patagónica, tiene un aire a la vieja RN40, sube por un cañadón a la meseta y luego baja hacia el arroyo Chalía.
A los pocos kilómetros, al bajar al valle, encontramos el vadeo corto y profundo del arroyo Chalía Medio: mucha correntada pero lo pasamos sin darnos cuenta. El arroyo Chalía principal aún no se veía dentro del fondo del ancho valle, hasta que casi en el borde sur apareció y allí se nos vino el mundo abajo: un torrente de impresionante velocidad y de más de 100 metros de ancho pasaba por encima del supuesto vado de hormigón formando una especie de vertedero de aguas marrones.
No queríamos aceptar la realidad de tener que recular, así que me calcé los wader para catearlo; apenas caminé 10 metros sobre el fondo de hormigón con el agua a la rodilla y sentía que el agua me arrastraba hacia el “vertedero”. Me volví casi convencido que era imposible.
Igual quise probar a verlo desde arriba de la chata y fue peor: apenas el agua pasó los zócalos se sentía la fuerza del torrente, agravada por la velocidad que se notaba hacia adelante que hacía perder toda referencia. Por acá no se iba a poder pasar sin serios riesgos.
El riesgo era ser arrastrado de costado por la correntada y caer en el escalón del vado de cemento, que irremediablemente hubiera conducido a rodar por el río con riesgo de vida.
Miguel probó con el Torito Rojo más pesado y sintió la misma sensación. Y eso que estábamos a pocos metros de la margen; lo que sería en el medio, posiblemente más profundo.
Ya casi frustrados intentamos ver si rio arriba o río abajo había algo mejor, ya que aquí el riesgo mayor era el escalón. Pero al buscar lugares más tranquilos sólo conseguíamos alargar el cruce sin saber lo que había abajo. Game Over: el parte de transitabilidad era correcto y no tuvimos otro remedio que recular. El temprano inconveniente nos obligó a descartar la incursión por Valle Huemules ya que ahora implicaba hacer más de 150 km con la duda de las tranqueras y eso sólo nos hacía perder el día casi completo.
Una verdadera lástima no poder asomarnos a esa injustamente desconocida y olvidada zona del oeste chubutense que fue escenario de varios intentos de colonización con rasgos muy similares a los del Far West americano. Recomiendo la lectura del libro de Alejandro Aguado, “La conquista del Oeste del Chubut” donde se cuenta la rica historia y muchas anécdotas jugosas y macabras de lo acontecido allí a principios del Siglo XX. Tierra de aventureros, pioneros y de bandoleros, casi como nosotros…
Como siempre debían quedarnos al menos tres días para la travesía al oeste del Cardiel, si seguíamos intentando con recorridos fuera de programa, los afectaríamos irremediablemente, así que lo descartamos con todo el dolor del alma.
Volvimos a Ricardo Rojas, desandamos la RP26 hasta Rio Mayo y con todo el dolor del alma tuvimos que pisar la RN40, casi toda asfaltada hasta Perito Moreno, donde retomamos el recorrido planeado, sin demoras pero con un pedazo del itinerario descartado, el primero hasta el momento.
Desde Perito Moreno, tomamos la RP43 hasta Los Antiguos, donde vimos que los arroyos que bajaban de la meseta del lago Buenos Aires corrían furiosos hacia el lago, como confirmando que algo pasaba en la cordillera con el clima, ya que no era lo esperado.
Hacía mucho no visitaba Los Antiguos, desde 2006, y me sorprendió lo remozado y moderno que está y cuesta creer lo que había ocurrido allí en 1991, cuando el Hudson lo sepultó en vida. Ha resurgido con fuerza y ahora tiene cierto aire al San Martín de los Andes de sus comienzos.
Raudamente encaramos la RP41 y pese a lo que nos había pasado en Chubut empezamos a descreer nuevamente de los partes de transitabilidad: el primer tramo decía que era “sólo 4x4” y la realidad es lo que lo podría estar haciendo con mi Honda Fit. Seguro que lo del segundo tramo era sólo para desalentar por si acaso. Como siempre, esta ruta regala paisajes de locura, para mi gusto es la más pintoresca dela país y eso que aún no la conocía con aspecto invernal…
En el puente del río Zeballos, donde la Estancia La Frontera, había un cartel de “Ruta Intransitable”, pero obviamente, lo obviamos y seguimos.
El estado de la ruta cambió: no se veían huellas recientes, en sectores había algo de barro y alguna que otra cárcava tallada por el agua. Nada difícil por ahora; sin embargo el río Zeballos y sus afluentes, el Lincol, el Canalele, etc… se mostraban desbordados y furiosos aunque no afectaban la calzada. Así fueron los 20 km siguientes desde La Frontera hasta que empezamos a subir y superamos los 900 msnm; allí la nieve empezó a aparecer, primero al costado y luego en forma de manchones que con un poco de pericia los pudimos superar. A 1100 msnm un manchón nos tuvo entretenidos un buen rato pero Christian se las ingenió para abrirnos el camino. A 1200 msnm parecía que lo teníamos dominado y que no faltaba mucho empezar a bajar pero….
En una curva con pronunciado peralte con vista al sur, justo frente al Cerro Zeballos, una acumulación de nieve de unos 50 metro s de largo y entre 1 y 3 metros de espesor nos frenó en seco: no había forma de encararla sin serio riesgo de rodar por un precipicio. Intentamos esquivarla pero invariablemente caíamos en lugares con pendiente barrosa muy peligrosa y además irremontables, por si más adelante no podíamos seguir. Una verdadera lástima ya que hacia adelante ya se veía el descenso y parecía que no había problemas: otra vez comprobamos la veracidad de los partes de transitabilidad, ahora los santacruceños.
La cuestión que ahora si estábamos al horno con los tiempos: eran las 17:00 y, cerca del objetivo, tendríamos que recular y hacer un rodeo de más de 300 km para juntarnos con la salida que teníamos planeada. O sea que habíamos perdido otra área de interés de nuevo, de modo que la Pampa de Asador y el lago Guitarra se descartaban para seguir preservando los tres días para la travesía al oeste del Cardiel.
El regreso fue un entretenido cambio de ideas por radio para ver qué hacíamos: desde quedarnos en la zona y hacer un hermoso campamento de montaña hasta viajar toda la noche hasta Gobernador Gregores para recuperar tiempo perdido, pasando por pernoctar en Perito Moreno y arrancar muy temprano el día siguiente.
Mientras se desarrolla la discusión radial aprovecho para contarles algo que descubrimos con Eduardo Cinícola respecto al Zeballos; deliberadamente no digo que se trata de monte, cerro ó algo similar. Cuando estábamos detenidos por la nieve frente al Zeballos, Eduardo insistía en que no era él quien estaba frente a nosotros sino que en realidad el Zeballos era una aguja que se veía más atrás de mucha mayor altura, corroborada por mapas del IGM y por sus curvas de nivel.
El Zeballos cercano era de sólo 2260 msnm y el otro, el lejano, de 2720 msnm. Si alguien merecía el nombre, era el más alto. En todos lados se menciona al cercano como Monte Zeballos sin siquiera mencionar el otro, lo cual es muy llamativo y solamente explicado por la facilidad con que se ve uno u otro. La altura no le quita mérito al cercano ya que es muy bonito pero no dejar de ser raro.
Buscando en Internet, unos andinistas que dicen ser los primeros en ascenderlo se refieren al cercano y pese a la altura mayor, ni mencionan el otro pico. Un informe geológico en inglés nos dio una pista ya que sin identificarlos menciona a un Cerro Zeballos y a un Monte Zeballos en la zona. Y si eso realmente era así, cuál era cada uno?
Un viejo mapa del IGM en escala grande 1:100000 xxx nos confirmó la presunción: Ambos se llaman Zeballos: el cercano y conocido es el Cerro Zeballos y el macizo que se encuentra detrás, apenas visible desde la RP41, es el Monte Zeballos, en el seno de la meseta Cuadrada, un desprendimiento menor de la del Lago Buenos Aires.
Volviendo a la discusión radial, les cuento que increíblemente primó la opción de dormir en Perito Moreno, donde arribaríamos tipo 21:00 pero con la firme intención de salir a 5:00 de la mañana, un hito jamás cumplido en expediciones de Viajeros.
En Perito Moreno tuvimos la suerte, como el día anterior, de conseguir dos cabañas para cuatro personas cada una al costado del río Fénix, con un comedor de uso común al complejo donde pudimos hacernos la comida cómodamente.
Marcelo Banco nos deleitó con unos churrasquitos de lomo a la plancha para chuparse los dedos y lo complementamos con el arsenal de sopas, jardineras, fiambres y demás vituallas.
Antes delas 23:00 todos nos fuimos a dormir rápido para el madrugón de mañana.
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MIERCOLES:
Believe or not , todos estábamos desayunando antes de las 5:00 y salimos no más allá de las 5:15, cuando todavía era de noche para hacer los 360 km que nos separaban de Gobernador Gregores. No era la idea utilizar los casi 300 km de impecable asfalto de la RN40, pero la nieve de la RP41 se había tragado nuestro plan original y nosotros nos tuvimos que tragar el sapo.
No recuerdo a qué hora despuntó el sol pero si puedo afirmar que el madrugón fue ampliamente compensado con el espectáculo de un amanecer patagónico que casi nunca vemos por estar durmiendo.
Como ya dije la RN40 hasta Casa Riera está impecable y es fácil sostener un ritmo por encima de los 100 km/h. Les aviso a los que quieran sentir el espíritu de aventura recorriendo la RN40 en Santa Cruz, que se vayan munidos de mucha imaginación, porque actualmente es una autopista donde el paisaje pasa tan rápido que ni se ve.
La anécdota de este tramo fue que a 50 km de Perito Moreno, Marcelo Banco se dio cuenta que se había olvidado la campera en la hostería, así que pegaron la vuelta para buscarla. Igual nos alcanzaron antes de Gregores, así que mejor no preguntar cómo hicieron.
Los últimos 60 km antes de Gregores están en construcción y son de ripio; aquí cambiaron la traza de la vieja RN40 y adoptaron la de la antigua RP25 de modo que ahora, por razones comerciales, la RN40 pasa por la ciudad en lugar de ir tangente al este del lago Cardiel.
A las 9:00 estábamos cargando combustible en la YPF de Gregores y de allí salimos hacia el Cardiel, rumbo a la verdadera aventura. Mientras tanto, me comuniqué con el Sr. Marcelo Martinez, dueño de las estancias La Angelina y Dos hermanos, ambas atrás del Cardiel, para avisarle que andaríamos por sus pagos y para consultarlo por el clima de los días previos. Marcelo me informó que efectivamente se había adelantado el deshielo y que imaginaba complicado el vadeo de los ríos que tendríamos que cruzar para subir la meseta de la Muerte. No tanto el río Infante pero sí el río del Medio o Arenisca, que seguro tendría mucho caudal y que normalmente arrastra grandes piedras.
Marcelo me volvió a recordar que las huellas y/o picadas sísmicas que le había consultado desde Bs As iban a estar en muy mal estado (si es que las encontrábamos) ya que por lo menos hacía 30 años que nadie las pisaba. O sea que teníamos diversión asegurada!
Saliendo de Gregores hacia el lago, por lo que antes era la RP29 y ahora es la RN40 y debido a que gracias a los recortes al final andábamos “sobrados” de tiempo, Eduardo nos instigó a asomarnos a una laguna Honda, similar a la que descubrimos el 2008 sobre la meseta del Lago Buenos Aires, siempre que la tranquera de la estancia Cañadón Molinari estuviera abierta. Y la tranquera estaba abierta, así que nos metimos confiando que 8 km eran un toco y me voy…
Bueno eran 8 km en línea recta pero la huellita era completamente retorcida buscando subir a la meseta y cuando llegamos arriba era un pedregal. Christian y Marcelo agarraron la punta y se alejaron siguiendo fielmente la huella; los demás a 4 km de la laguna quisimos ir a campo traviesa para abreviar…
Para abreviar, los offraders nos aburrimos de esquivar piedras y a 2 km del objetivo decidimos abortar mientras Christian se seguía acercando tortuosamente y entonces lo comisionamos a conseguir la foto mientras los demás reagrupamos en una laguna seca y de paso almorzamos mientras lo esperábamos.
Felizmente, la garra que le puso Christian le permitió llegar al inmenso cráter lleno de agua en su fondo y con ello al menos pudimos conocer por fotos tan sensacional y escondido lugar. Efectivamente es muy parecida a la laguna Honda de la meseta del lago Buenos Aires que conocimos en el 2008.
De vuelta a la RN0, enseguida nos asomamos al lago Cardiel. Un día soleado, luminoso y con poco viento nos regaló unas postales del lago con un intenso color celeste como pocas veces se puede apreciar. Fuimos recorriendo la margen norte del lago por la RP29 hasta finalmente dejarlo atrás a través de la meseta Cascajosa para entrar en la zona de los accidentes geográficos con doble nombre que pretendíamos recorrer para caerle al lago Tar desde el norte, previo paso por el lago Cabral (ó Cardiel Chico) y por la confluencia 49°S 72°O después de vadear los ríos Infante (ó Rabón) y Del Medio (ó Arenisca).
Teníamos detectado un solo ascenso factible a la meseta de la Muerte desde el Earth Google, posiblemente debido a la que imágenes disponibles son todas de baja calidad y encima con nieve se dificultaba su lectura.
Ese ascenso era bastante al norte de la estancia abandonada de Río del Medio y casi a la altura de la estancia La Angelina. Como desde esta última teníamos un track más o menos claro hasta la trepada elegimos ir por allí, que de por sí auguraba muchos km a campo traviesa, como para entrar en calor.
Apareció la bifurcación a La Angelina y nos mandamos. Una lenta pero larguísima trepada nos elevó desde los 300 msnm hasta más de 1200 msnm por entre piedras volcánicas por doquier.
Sin darnos cuenta ya habíamos subido parte de la meseta, por lo que empezamos a confiar en el éxito de la empresa, aunque todavía nos quedaba bajar hasta el rio Infante, subir y bajar hasta el rio del Medio y por último subir otra vez a la parte occidental de la meseta. Antes de bajar al río Infante, una laguna color mate cocido con leche, la laguna Blanca, nos robó espacio en la memoria de las cámaras.
Al llegar al río Infante no encontramos la estancia tal como los mapas del IGM decían, pero la huella seguía hacía el norte y la seguimos. Pocos km después divisamos la estancia así como también los vestigios de la huella que buscábamos del otro lado del río. Mientras buscábamos por donde vadearlo, terminamos metiéndonos en la estancia, que se la ve en actividad pero desierta debido a que es un establecimiento de invernada. Su veranada es la estancia “Dos Hermanos” en la costa del Cardiel.
Si bien para entrar a la estancia vadeamos el río, no encontramos como conectarnos con la huella que se veía arriba a lo lejos. Christian y Miguel que venían más atrás encontraron un lugar de vadeo que permitía acceder a la huella y reculamos para ir por donde ellos.
Después del vadeo nos montamos a los vestigios de huella, que al principio coincidía casi plenamente con el track imaginado; después de trepar un rato se empezó a abrir rumbo al norte y la seguimos porque curiosamente no se veía como subir el último tramo hacia la meseta entre el rio del Medio y el Infante: la vieja huella seguro lo sabía.
Avanzamos un buen trecho hasta que nos pareció que se alejaba definitivamente de nuestro rumbo oeste y encima nos pareció ver una trepada que si era posible abandonándola. Y la abandonamos a cambio de campo traviesa. Efectivamente la primera trepada era posible pero al llegar más arriba vimos que todavía no accedíamos a salvar el labio superior acantilado de la meseta, por lo que empezamos a rodearla muy lentamente, con rumbo NO. Se puso complicado por las grandes piedras pero a fuerza de coraje pasamos hasta que encontramos el escote redondeado que buscábamos para subir. El asunto fue que cuando llegamos a él, la vieja huella que abandonamos al principio también pasaba por ahí: evidentemente quien la trazó sabía las dificultades…
Así que nuevo nos montamos a la vieja y abandonada huella, que por momento debíamos dejar por lo dañada que estaba pero nos llevaba claramente hacia el oeste, hacia nuestro imaginado vadeo del rio del Medio. Al llegar a una laguna hicimos contacto con el track dibujado que aún hoy mirando las satelitales no me doy cuenta porque no pudimos recorrerlo ya que se ve claramente.
La cuestión que finalmente la huella dobló hacia el sur hacia la estancia Rio del Medio, probablemente el motivo de su pasada existencia. A partir de allí por unos 7 u 8 km habíamos previsto circular por una picada sísmica muy vieja que tenuemente se podía ver.
Vadeamos un zanjón y seguimos la picada, que en realidad más que picarnos nos trituró: si bien no tenía piedras, la vegetación había vuelto sobre ella y creo que logró que nunca tuviésemos cuatro ruedas apoyadas encima subiendo y bajando sin rodeos ya que era 100% rectilínea.
Empezaba a atardecer cuando la picada atravesó un cañadón por el cual ahora había dos hilitos de agua pero se notaba que había circulado mucho más no mucho tiempo atrás y era un tremendo lodazal escondido bajo una tenue capa de barro seco por el fuerte viento y el sol. Abajo era todo barro así que cuando los primeros lo pisamos nos enterramos irremediablemente.
A duras penas nos desencajamos y en vista de lo que se venía más adelante decidimos acampar como se pudiera en los sectores planos: no tenía sentido peludear en el barro para luego tener que desensillar de noche sobre la ladera inclinada que seguía, así que decidimos buscar los pocos sitios más o menos secos y arrancar a la mañana siguiente. Estábamos a unos 5 km del río del Medio.
Al anochecer el viento arreció y medimos ráfagas de hasta 90 km/m sobre una base constante de 50/60 km/h. Sólo armamos las carpas Adrian, Mauricio y yo, el resto decidió dormir en las chatas.
Preparar la cena fue un kilombo: no había reparo que permitiese que los calentadores funcionasen así que cada pareja se metió en su chata y cocinó como pudo. Por suerte teníamos las sobras del guiso de lentejas de Marcelo que facilitaron la cocción y nos dieron el calorcito que hacía falta ya que la noche, sumada al fuerte viento, auguraba mucho frío.
Esta noche, pese a ser temprano, no hubo sobremesa, ni siquiera radial. Cada uno se metió en su cucha y a dormir, arrullados por el vientito que nunca paró de soplar. ¡Que lino es dormir en una buena carpa cuando hay mucho viento!!!
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JUEVES:
Y a la mañana el viento siguió soplando, sólo que nuestro ánimo estaba renovado y se soportaba mejor. Efectivamente había hecho mucho frío por la noche y para nuestra sorpresa los lodazales estaban congelados así como los hilos de agua que recorrían el cañadón.
Costó un poco desentumecerse, pero la alegría de no tener que luchar contra el barro, que congelado, se había convertido en hormigón nos hizo arrancar bastante temprano otra vez.
Creo que no eran mucho más de las 9:00 cuando arrancamos nuestro día D: si subíamos a la Meseta de la Muerte temprano el éxito estaba casi asegurado; si no, todavía teníamos la chance de un gran rodeo por el sur pero trataríamos que no sea así.
La sísmica con el sol se veía claramente aunque por supuesto no nos reveló de qué se trataba circular por ella. Siguió tanto o más tortuosa que el día anterior, sobre todo al principio donde además había que vencer una fuerte pendiente por encima de la dura vegetación.
Después de trepar esta cuesta se abrió frente a nosotros el valle del río del Medio, aún a 4 km de distancia. Cerca pero lejos en función del terreno a recorrer. La sísmica era clara pero de terror, así ahora que le apuntamos al supuesto punto de vadeo, bien a campo traviesa, total era igual o mejor que la sísmica. Si íbamos a sufrir que sea por la distancia más corta: tomamos la hipotenusa del triángulo que teníamos dibujado.
Así lentamente nos fuimos arrimando al río, lo que no fue nada fácil, pero finalmente alcanzamos su ribera y frente a nosotros la trepada que teníamos dibujada y que desde lejos veníamos entusiasmándonos porque parecía perfectamente potable.
Pero llegados al lugar, ya pasado largamente el mediodía, la cosa no era tan simple como parecía: el río del Medio tenía un caudal respetable y estaba minado de grandes piedras que se adivinaban dentro un agua lechosa que no permitía distinguir mucho; la huella de subida, clarita en el Earth Google tenía una pendiente crítica, era muy angosta (probablemente erosionada por los años) y en su parte alta tenía manchones de nieve y casi seguro zonas con barro. Nada imposible, pero empezamos a dudar debido al tiempo disponible.
Trabajando duro, primero vadeando a pie para encontrar los problemas y luego paleando y clavando estacas en la subida y usando los malacates la íbamos a trepar pero calculamos que nos llevaría lo que quedaba del día. Llegados arriba tendríamos un solo día más para recorrer 50 km inexplorados posiblemente con bastante nieve y vaya a saber que otra cosa más. Tener que recular por algún inconveniente geográfico irreversible nos ponía en retirada con el tiempo justo para volver a casa y con las manos vacías: sin el lago Cabral y sin la confluencia.
Dudamos bastante, incluso analizamos movernos más hacia el norte por el río para investigar alguna subida más simple, pero todo tenía el mismo problema: no valía la pena hacer un esfuerzo faraónico sin tiempo para aprovecharlo plenamente. El “derroche” de tiempo del viaje de ida ahora nos pasaba la factura ya que aquí necesitábamos un par de días más…
Demás está decir que ya está planteada una expedición específica por aquí.
Con pocas esperanzas de hallar otra subida, ya que GE no nos había mostrado nada en anticipo, intentamos llegar a la estancia rio del Medio siguiendo el curso del río pero enseguida el mismo se encañonó y tuvimos que recular hasta el ancho valle que habíamos cruzado que luego entroncaba con la parte baja del cañadón barroso donde acampamos. Con suerte no tendríamos que repetir la tortuosa sísmica…
No la repetimos pero casi: alternamos tramos bastante lisos con otros problemitas complejos pero al menos eran variados. Luchamos con pedregales, algunos mallines y zanjones profundos con agua pero finalmente alcanzamos la abandonada estancia de Rio del Medio, sin ningún esbozo de poder hacer algo sencillo para subir a la meseta el otro lado del río.
El plan entonces mutó a ponerle todas las fichas a remontar el rio Tar desde la RP31 el día siguiente y por lo menos llevarnos la confluencia 49°S 72°O. Para ello teníamos que volver a la costa occidental del lago Cardiel, rodearlo hacia el sur vadeando el rio homónimo, encontrar la RN40 y llegar a dormir a Tres Lagos para volver a salir temprano el viernes por el camino al lago San Martín.
La salida de la estancia Rio del Medio fue sencilla porque si bien estaba completamente abandonado, el acceso alguna vez fue un camino bien trazado así que le pudimos imprimir velocidad a nuestro avance. El mismo sube una especie de cadena montañosa que separa al río del Medio del río Infante; al llegar al valle de éste último nos quedamos boquiabiertos con el paisaje: parecía que nos habíamos trasladado a la Puna catamarqueña.
Un profundísimo valle de montañas coloridas, donde en la ladera de enfrente se dibujaba un camino largo que “sube y se pierde”, que indudablemente era nuestra salida y que por supuesto tenía un correlato similar para descender hasta el río Infante.
Contentos los que manejábamos, bajamos por la huella zigzagueante y pasamos al costado de un rústico puesto habitado aunque desierto en ese momento, que supusimos sería el Puesto Rabón, aunque el IGM lo indicaba más al norte. Enseguida después vadeamos el río Infante, bastante más caudaloso que aguas arriba en el día de ayer y trepamos la subida que habíamos visto desde arriba, rodeando el cerro Bayo. Una vez arriba, no faltó mucho para encontrarnos en el punto de salida cuando bifurcamos rumbo a La Angelina el día de ayer. Es todo tan vertiginoso que parecía que hacía varios días pero sólo habían pasado apenas poco más de 24 horas…
Retomamos el camino que rodea el Cardiel por el oeste, dejando atrás las estancias Cerro Bayo, Dos Hermanos y San Pedro antes de encontrar el vadeo del río Cardiel.
Este río tiene mucho caudal, ya que suma lo que les aportan el del Medio, el Infante y el Lavas pero por suerte el cauce allí es ancho y plano. Por si acaso usamos el método del wader para verificar profundidad y obstáculos. Siendo comisionado el que escribe para tal misión.
Lo recorrí completamente sin encontrar obstáculos y con una profundidad máxima de 70 cm en un breve trecho. Cerca de la zona central me llamaron la atención unas “olitas” medio raras y para mi sorpresa en lugar de encontrar piedras encontré enormes truchas remontando el río para desovar. Casi me tiro para atrapar alguna…
Con esta información Miguel hizo punta y se mando a cruzar y lo hizo sin problemas excepto que a la salida, donde yo no siquiera llegue a caminar porque casi no había agua y era pedregoso, se encajó hasta los ejes y quedo varado con la trompa en seco.
Prestamente se largó Christian a hacer el cruce sabiendo que en esa zona había que pisar fuerte. De nuevo el cruce sin contratiempos pero al pasar al costado de Miguel, llegó a sacar la chata del agua pero también se encajó feo.
Ahora había que medir que hacer porque no era cosa de encajar las cuatro chatas, así que antes que Pablo pasara recorrieron la costa y concluyeron que la huella de salida era unos 50 metros rio arriba, para lo cual había que navegar un poco paralelo a la costa donde había 20 cm de agua. Eso hizo Pablo y realizó el cruce perfectamente. Lo mismo hice yo y de ese modo pudimos acometer el rescate de los dos encajados.
Dio bastante trabajo sacarlos pero a fuerza de tironeos de esligas y malacates los pudimos sacar de la incómoda posición. Costó mucho más sacarlo a MIguel ya que debimos recurrir a los dos malacates y a usar las otras chatas de ancla.
Mientras tanto, seguíamos viendo las truchas, motivo por el cual concedimos una licencia a los pescadores para que nos procuren la cena. En tal caso acamparíamos aquí ya que el lugar estaba bueno y había agua y leña. Total, el día de mañana se resolvía arrancando de nuevo temprano…
Los ingentes esfuerzos de los pescadores fracasaron, ya que las truchas seguían su curso rio arriba y ni bola a los señuelos. Así las cosas, retomamos el plan de dormir en Tres Lagos.
La huella de salida no estaba tan transitada como del otro lado del río y hacía un gran rodeo para salvar un gigantesco cañadón, pero en general estaba buena y no tardamos en alcanzar la RN40, todavía en construcción por aquí y llegar de noche a Tres Lagos, donde repostamos combustible, cenamos opíparamente unos megacanelones en el comedor que atiende a los obreros que trabajan en la construcción de la ruta 40 y conseguimos alojamiento cómodo y económico en un albergue comunal, tal y como si lo hubiésemos planeado.
Cierre perfecto para la antesala del día “D” de la expedición.
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VIERNES
Otra vez sopa, otra vez a levantarse temprano. Gran entusiasmo en la tropa para hacernos de la remota confluencia 49°S 72°O hizo que las 8:30 estuviéramos en camino por la RP31 rumbo al lago Tar, un entretenido camino que gracias al cielo despejado nos permitía apreciar las nevadas montañas cordilleranas y parte del Campo de Hielo Continental sur. Inclusive en algún momento pudimos ver el Chaltén.
A poco más de media hora de andar, el curioso lago Tar de aguas marrones, aquél de la leyenda de los cocodrilos, apareció ante nosotros. También se presentó la silueta imponente del solitario peñón Kach Aike de 992 msnsm y el puente del río Tar, el cual deberíamos remontar por más de 30 km, buena parte por supuestas huellas y finalmente a campo traviesa.
La huella comenzó buena y transitada hasta la bifurcación a la estancia La Bernarda, luego aunque clara, se notaba que hacía mucho que nadie la pisaba, excepto los cientos de guanacos en manada que se nos cruzaban a cada rato. Cárcavas profundas, pequeños vadeos y algo de barro nos fueron acompañando hasta el final del camino, la estancia abandonada 12 de Abril, a orillas del río Tar y a 8.5 km de la confluencia.
El puesto o humilde casco de la 12 de abril está abandonado de una forma extraña. Hay elementos que ante un abandono del lugar debieran habérselos llevado: una guitarra, ropa, utensilios de cocina, etc. El almanaque más reciente data de 2010 pero todo luce como si fuera mucho más lejana la fecha de abandono. Debió ser algo repentino, inesperado e irreversible.
A parir de aquí, offroad del más puro y duro, siguiendo el valle del río: un poco por el cauce, otro poco por sus márgenes, fuimos avanzando lentamente sin cruzarlo hasta llegar a 4 km del objetivo, donde tuvimos el único inconveniente mecánico del viaje: en una empinada cuesta Pampa 02 rompió una homocinética como producto de tornillos que se aflojaron de un soporte del diferencial delantero. Nada serio ya que permitía circular en simple baja y además podía usar el bloqueo trasero. Preventivamente decidimos dejarla allí y subirnos a las otras chatas, no tenía sentido arriesgarse a otra rotura sin necesidad.
A 3 km de la confluencia no quedó otro remedio que vadear el río Tar, lo que no fue muy sencillo por el carácter lechoso de sus aguas y por las grandes piedras de su lecho. Seguimos ahora por la margen este pero subiendo a los filos que parecían más transitables.
La confluencia estaba a la vista, sobre una ladera que tenía manchones grandes de nieve porque, claro está, al remontar 30 km de río habíamos ganado bastante altura y rozábamos los 1000 msnm, nivel al que empieza a aparecer la nieve. El clima se empezó a descomponer, nublándose en forma muy gris y había un viento que superaba largamente los 80 km. Parecía que llegaríamos muy cerca con las chatas cuando nos asomamos al valle de un afluente del Tar que debíamos cruzar. El terreno pareció darnos un respiro puesto que la ladera tenía una suave pendiente y estaba tapizada de piedras poco filosas, al menos hasta llegar al afluente.
A partir de allí quedarían unos 500 o 600 metros de mallín y algo de nieve que en el peor de los casos salvaríamos a pie. El éxito estaba casi asegurado.
Christian se mandó y a poco de andar las piedras cedieron y se enterró hasta los ejes: bajo las piedras había una pegajosa capa de barro que no tenía sustento alguno. El terreno nos engañó completamente.
Miguel, con el único malacate en servicio, se acercó un poco con cuidado para tratar de sacarlo. Al comenzar a tironear, pese a haber buscado una zona “dura”, el Torito también se encajó y no podía salir hacia arriba. Quedaba libre la chata de Pablo, que afectado por el “mal de las confluencias” en lugar de esperar se mandó hacia arriba por un filo a la luz de las encajadas. Cuando requerimos que se vuelva para ayudar nos comunica que él también había caído en una trampa parecida y que necesitaba ayuda…
Las tres chatas encajadas mal y Pampa 02 lo suficientemente lejos como para ir a buscarla sin correr riesgo de empeorar la situación. Estábamos al horno con papas y encima enojados entre nosotros.
Ni Pablo ni Christian podrían salir por sus propios medios, todo quedaba en manos del Torito Rojo.
Teníamos disponible el malacate del Torito, un hacha y un par de gruesas estacas y la única opción era escapar “hacia adelante”. Si esto fallaba la única opción era pasar la noche aquí esperar a que el frío congelase todo y ayude a salir, igual que en el barrial de ayer, pero ahora estábamos urgidos por el tiempo,
Las estacas se podían clavar con un dedo así que había que encontrar algún lugar que milagrosamente fuera diferente al resto. Casi en el límite del cable del malacate encontramos un área un poco más firme con una roca mediana que podía ayudar a sostener las estacas.
Las clavamos y rezamos para que aguanten; al tirar se movía todo pero alcanzó para despegar el Wrangler en bajada y poder llevarlo hasta la “isla” dura. Sin embargo todavía había que sacar la Toyota de Christian y después ver como salir de allí. El Torito había quedado paralelo a la Toyota a unos 20 metros y entonces intentamos girarla desde allí para traerla a la “isla”. Acomodamos el Jeep y lentamente pudimos sacar a la ballena encallada trayéndola a la “isla” también.
Faltaba salir de la pedregosa ladera blanda, lo que logramos subiendo muy lentamente en forma lateral, como pisando las curvas de nivel hacia arriba de a una, y por supuesto, caminando delante par evitar sorpresas. Casi una hora nos llevó el operativo que nos puso en el filo por donde avanzó Pablo, que también seguía enterrado.
Sacar a Pablo fue fácil con el malacate y de ese modo todos estábamos liberados. Habíamos zafado de un gran kilombo, agravado por la ansiedad de conseguir una confluencia esquiva.
A 800 metros de la confluencia decidimos, por lo avanzado de la hora y para no hacer nuevas cagadas, no seguir con las chatas y lograr la confluencia a pie. Pese al fortísimo viento no tardamos demasiado en alcanzarla y darnos la enorme satisfacción de cumplir el objetivo para lo cual habíamos invertido una semana y habíamos rodado mas de 3000 km. Los que habíamos merodeado por la zona en 2010 nos sentimos reconfortados de no haberla dejado caer en otros manos (teléfono para Hugo y Ranie jajajaja) y los novatos más felices aún porque debutaron con un captura de las difíciles.
Sacamos las fotos de rigor y de paso le echamos un vistazo al track por el cual debiéramos haber bajado desde el lago Cabral, que estaba a seis o siete km de allí. Parecía posible aunque con estos suelos nadie sabe. Es indudable que para andar por estos lares el fin del verano debe ser mejor ya que no hay agua en los ríos y el barro y la nieve no molestaran tanto.
Como siempre ocurre, con el terreno ya conocido, el regreso fue relativamente sencillo, sólo que alguna que otra encajada. Inclusive la fiel Pampa 02, en simple y ocasionalmente usando el bloqueo trasero, prácticamente pudo salir sin ayuda de todo el tramo offroad hasta la 12 de Abril.
Se había terminado la travesía, sólo faltaban apenas unos 2800 km para volver a casa para lo que disponíamos de dos días y de lo que quedaba de hoy. Pese a estar a no más de 20 km del lago San Martín lo tuvimos que sacrificar… Insaciables !!!
Una vez en huellas y rutas transitables normalmente, le pusimos ritmo al regreso, y con una detención en Tres Lagos para cargar combustible, llegamos relativamente temprano a Comandante Piedrabuena, sobre la RN03, donde cenamos y nos alojamos perfectamente.
SABADO Y DOMINGO
Para variar salimos de nuevo temprano ya con rumbo a casa. Para destacar que en San Julián me encontré con mi amigo Eduardo Lada para agradecerle los contactos de Gregores y que al llegar a Comodoro, mi copiloto se enteró por teléfono de un problema familiar que lo obligó a tomarse un avión para llegar más rápido a Bs As.
Conseguir el pasaje y demás nos demoró un poco y me obligó a manejar mucho más de lo esperado y entonces, en lugar de tratar de llevar a Bahía Blanca el sábado a la noche, paramos a dormir en General Conesa. Miguel y Mauricio igual siguieron solos a Bahía Blanca porque el cansancio se los permitía.
Al día siguiente, antes de mediodía estábamos en Bahía Blanca, donde Eduardo volvió a hacerse de su Chero I y así, los dos en solitario, pudimos llegar a Buenos Aires al atardecer.
Intensos nueve días en la Patagonia habían llegado a su fin.
En nombre mio y de Pablo, que impulsamos la idea de este loco viaje, un enorme agradecimiento al grupo por confiar en nosotros. Estoy seguro que la pasaron muy bien y también estoy seguro que este viaje va a ser responsable de otro futuro viaje patagónico pronto ya que hemos descorrido el velo de una zona completamente desconocida que vale la pena seguir explorando.
Hasta la próxima