MI TERCERA EXCURSIÓN AL OJOS DEL SALADO Y OTROS VOLCANES
(LA TRAVESÍA REBELIÓN DE LOS RULEMANES Y OTRAS ROTURAS)23 al 30 de Marzo de 2013
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DIA 3: UN DIA DE RÉCORDS PERSONALES
Fui mi mejor noche desde que vengo a la montaña: no pase frío, dormí de corrido y ni tuve que levantarme a orinar. Ni siquiera hice uso del habitual Ibuprofeno preventivo. Según algún registro, la temperatura había bajado hasta -12°C, pero la verdad que no me di cuenta.
Todo lo contrario le pasó a Matías, que según me dijo, no pudo pegar un ojo en toda la noche y, por supuesto, se levantó sintiéndose bastante maltrecho. Por suerte los primeros rayos solares, cual espinaca para Popeye, lo volvieron a la “normalidad” y pareció recuperar la vitalidad y el ánimo.
No fue el único que la pasó mal. Andy, José, Hugo y Tonga tampoco se sentían muy bien. Andy era el más afectado a tal punto que decidió que él se quedaría en el campamento a esperarnos de nuestro intento al Ojos.
Así, todos los planes se trastocaron. No cerraba volver a este campamento sino que la idea era mudarnos a otro sitio para optimizar los recorridos y el uso de combustible; sin embargo en primera instancia se aceptó la propuesta y entonces no desarmamos las carpas, cargando en las chatas lo mínimo indispensable para una emergencia, es decir abrigos, bolsas de dormir, agua, comida y el combustible estrictamente necesario.
Mientras preparábamos todo surgió la propuesta de Andy de volverse a Cortaderas en la SW4 acompañado de José, que tampoco se sentía bien, lo que nuevamente nos hizo revisar los planes: así no tenía sentido dejar el campamento armado aquí y entonces, sobre la marcha, decidimos levantarlo.
Las motos, que si tenían previsto volver aquí, con el nuevo plan también modificaron los suyos y dado que habían traído una moto en la Toyota blanca de apoyo de Eduardo Molina, le cedieron la chata a Eduardo Cinícola, que pasó de copiloto a piloto y entonces en principio ataron su suerte a la nuestra, ya que tenían en donde trasladar cómodamente sus petates con un lujo de chofer.
Increíblemente nos pusimos en marcha antes de las 10:00 con destino al Ojos. Por dónde regresaríamos, sólo Dios lo sabía.
La huella dentro del cauce del Cazadero continuaba muy buena, comenzando a elevarnos lenta pero firmemente por la denominada Quebrada del Carbón, en principio en dirección al Walther Penck. Llegó un punto donde la huella vehicular se convirtió en camino de herradura y debimos abandonar la quebrada para subir por una importante pendiente a nuestra conocida meseta pedregosa transitada en los viajes anteriores cuya cota es 5200 msnm y donde a poco de andar, nos montamos sobre los viejos tracks que usamos en el pasado para la aproximación final al Ojos.
Sin duda que este acceso es mucho menos traumático y más rápido sobre todo porque evita gran parte del mar de piedras que constituye la meseta y también la difícil trepada que hay a la salida del otro campamento. Habrá que ver cómo evolucionan los alambrados y/o los peajes.
La Toyota 2.8 de Germán y Guillermo venía con problemas desde la mañana, al parecer la bomba inyectora no andaba bien y a veces se ponía en tres cilindros. Varias veces Germán intentó recomponerla pero sin mucho éxito, no obstante continuó avanzando a fuerza de coraje y paciencia.
Desde allí nos tiramos a la quebrada que contiene a la laguna Vinícola y la Vega de Piedra y que venimos utilizando habitualmente para arrimarnos al Ojos y luego para bajar al viejo campamento de las otras expediciones. Esta quebrada no tiene nombre, pero me parece apropiado bautizarla como Quebrada de MARLÚ, como homenaje a la recientemente desaparecida compañera de Federico Kirbus, que tanto hizo para que muchos emprendamos estos viajes. Estoy seguro que así aparecerá en la próxima edición de Viajeros Mapas.
Por suerte, vemos que hay tan poca nieve como el año pasado, así que avanzamos confiados y sin mayores problemas hasta la cota de 5500 metros, hasta una especie de balcón-mirador del Ojos y de las lagunas. A Germán, cada vez le costaba más trepar.
En ese punto queda la Toyota de los motoqueros. Acá ellos toman la delantera hacia el Ojos, Eduardo Cinícola se pasa a la L200 de Nacho, estableciendo un récord de cambios de montura en un solo viaje: ya iba por el cuarto. Se venía la hora de la verdad para todos.
A casi nivel +5600, una trepada furibunda y con muy mal piso deja pasar a la Bartola de Diego, a la Toyota de Hugo y a la Mitsubishi de Nacho, todas con derroche de potencia. La Toyota de Germán definitivamente no puede con ella y la Pampa 02 casi se rinde después de varios intentos: sus devaluados 95 HP no le alcanzaban para tomar velocidad suficiente. Sin embargo, ahí Eduardo me aconseja desinflar bastante y me anima a hacer un intento más.
La cuestión que con 10 libras, con mi primera de baja supercorta y con el motor a fondo, rozando las 7000 RPM (y con un cagazo bárbaro de mi parte cuando veía la aguja del tacómetro en la zona roja) resultó que conseguí derrotarla y de ese modo seguir hacia arriba. El corazón me explotaba y no quise ni mirar los calzoncillos…
Mientras tanto las motos regresan con la noticia que habían acariciado los 6000 msnm pero sin tocarlos. Raúl Hellberg, que fue quien más alto llegó con las dos ruedas, nos cuenta su experiencia en los seismiles, uno de los muchos récords personales de la expedición:
En el momento que llegamos al balcón mirador, recuerdo que sentía un poco de incertidumbre sobre si seguir más arriba o darme por conforme con lo hecho hasta allí.
Pensaba en un largo camino de regreso, acompañando nuestra camioneta y la posibilidad de contratiempos, así que mientras más temprano emprendamos el regreso mejor....
Pero al final decidimos hacer un último esfuerzo y partimos con Adrián y Eduardo para tratar de llegar hasta donde termina el track ya relevado. (Creo que eran como 5 km)
A medio trayecto nos encontramos con Hugo y Tonga, que estaban esperando al resto de las camionetas y les preguntamos cuál era el abra a la cual había que apuntar.
A partir de allí, creo, fue cuando nos separamos un poco. Eduardo se quedó sacando fotos y se atrasó y con Adrián, en algún momento nos desencontramos.
El abra se veía cerquita, pero la pendiente se incrementó, el piso no ayudaba y la rueda trasera se comenzó a enterrar..."hasta acá nomás llega el boleto" pensé para mis adentros.
Allí mismo me bajé de la moto, saque algunas fotos, consulté el gps que estaba en la mochila para ver si estaba sobre el final del track de Eduardo, me confundió el altímetro, que marcaba 5800 mts y lo hice recalibrar usando la altura por satélites.[luego revisando el track verificamos que había pasado cómodamente los 5900 metros] Hasta caminé unos 20 pasos buscando huellas hacia arriba, pero la agitación que me produjo me hizo dar cuenta que no era buena idea.
Trato de recordar lo que pensaba en ese momento y solo me viene a la mente que me quería rajar enseguida. No me sentía mal para nada, no había mucho viento y el frío se aguantaba bien, pero estaba solo y pensaba que cualquier cosa que me pasara, me pondría en una situación crítica.
A continuación di vuelta la moto, que costó un buen esfuerzo, y comencé a bajar rápidamente. Por suerte a los pocos metros me lo encontré a Adrián que me estaba esperando, había perdido la huella y un pequeño montículo le tapaba ver el lugar donde yo estaba.
Más abajo nos encontramos con las camionetas que venían subiendo, saludos de despedida y a comenzar el regreso....
Ahora en frío y frente al teclado pienso: que lástima no haber hecho un par de intentos para tratar de subir un poco más. En fin, en ese momento, el panorama parecía imposible...
A partir de allí, después de la bruta trepada, las pendientes se aplanaron bastante aunque había que andar con mucho cuidado por la gran cantidad de piedras filosas y acechantes. Estábamos a los nada despreciables 5700 msnm y cambiar una cubierta era equivalente a correr una maratón con una vaca en brazos, así que no quedaba otra que andar con todos los radares encendidos.
No hablamos del clima, que si bien por las fotos parece perfecto, en realidad hacía un frío de la ostia. No se me ocurrió hacer una copia el pronóstico de aquellas fechas, pero llamativamente más de un mes después, aún no nevó y el pronóstico actual parece el de los días de nuestra expedición; va un copia de la pantalla del sitio que usamos para ver cómo venía la mano en ese aspecto.
Noten que la temperaturas, aún de día, estaba siempre varios grados bajo cero, sin contar el vientito...
No es de aquella época pero el clima fue similar a lo que se ve aquí . Fuente: http://www.mountain-forecast.com/peaks/Nevados-Ojos-del-Salado/forecasts/6000Estábamos siguiendo el track que Eduardo, Denis y el Doc Alonso habían hecho el año pasado cuando rozaron los 6000 m hasta que llegamos a una “bifurcación”. Hugo Perret y yo apostamos por la XX-04, el ramal desconocido, y los demás siguieron por lo “seguro”.
La XX-04 nos seguía haciendo subir firmemente y pasamos cómodamente la cota 5800 con buen pronóstico, rodeados de penitentes. Seguimos subiendo y a 5884 msnm, un pequeño derrumbe nos paró.
Bajamos para ver cómo sortearlo y ahí sentimos todo el peso del apunamiento. Sólo rodear las chatas a pie, sin hacer esfuerzos especiales, requería parar a tomar aire. Las piedras eran fácilmente acomodables con el malacate pero pese al entusiasmo y a las buenas perspectivas de seguir subiendo, ni siquiera nos lo planteamos.
+5884 metros estaban muy bien para nosotros; por debajo quedaban muchos famosos picos cordilleranos alcanzados únicamente por alpinistas. Realmente uno se siente el dueño del mundo ahí arriba y con eso nos fue suficiente.
No hablé de mi copiloto: el pobre Matías permanecía mudo y quieto como una estatua; desde los 5200 metros se había desconectado del mundo y no parecía él mismo, siempre dispuesto a charlar y a colaborar. Si bien no tenía síntomas serios, sin duda no la pasó muy bien ahí arriba y por las dudas le suministré algo de oxígeno. Apenas bajamos un poco se recompuso.
En cuanto a mí, ya me estoy convenciendo de haber tenido algún antepasado sherpa, ya que salvo cuando quise caminar a los +5884, nunca sentí siquiera un mínimo dolor de cabeza. Una verdadera suerte.
El otro grupo, con la Bartola y la L200 llegó un poco más arriba superando cómodamente los 5900 metros pero tampoco pudo alcanzar los ansiados 6000 metros. Eso sólo quedó reservado para Pablo Pexa y Aldo que lo hicieron caminando. Pexa alcanzó la increíble marca de 6039 y Aldo pisó los 6000 !!!
Hugo y yo, satisfechos decidimos empezar a bajar, sin tentarnos por llegar un poco más arriba por el otro track; la hazaña personal estaba más que lograda.
Yo estaba particularmente satisfecho porque con este logro coronaba los esfuerzos de tiempo, trabajo y dinero de implementar las múltiples modificaciones de Pampa 02. No puedo decir que con una Vitara estándar no se puede llegar hasta acá, pero seguro será muy difícil para quien lo intente: con las modificaciones a la suspensión, a el rodado y a la relación de la reductora, algo se me simplificaron las cosas. Un largo de proceso de prueba y error con las modificaciones de mi chata se coronaba exitosamente con una terrible prueba exitosa a escala natural.
De este modo todos alcanzamos nuestro récord personal de altura con este viaje. Creo que solamente Eduardo quedó un poco más abajo que la vez pasada y no recuerdo si Pexa estuvo un poquito más arriba en el Uturuncu en Bolivia, pero ahí nomás.
Acordamos con el resto del grupo que regresaríamos por la vía norte, bajando por la Quebrada de MARLÚ recorriéndola de punta a punta hasta el viejo campamento y luego tomando por la salida del escorial, ruta diferente que la que usamos para la entrada.
El plan original de hacer un segundo campamento fue abandonado por aclamación: todos necesitábamos descanso a menos altura, el día había sido agotador.
Como es natural, el descenso fue más sencillo y el único incidente hasta llegar al cauce de la laguna Vinícola fue que en un momento toqué abajo (posiblemente por el menor despeje de las ruedas desinfladas) y a partir de allí tuve caño de escape libre todo el regreso.
Las motos, la Toyota motoquera manejada ahora por Guillermo y Germán con la suya habían emprendido el regreso, aunque no sabíamos por dónde. Huellas por la Quebrada de Marlú no había, salvo de los cuatris que sabíamos habían merodeado por ahí días anteriores.
Yo conocía el camino por haberlo hecho ya dos veces, así que me hice cargo de la guiada. Había dos sectores problemáticos, justamente los que la hacen impracticable en sentido contrario: dos canaletas muy encajonadas con fuerte pendiente que trataría de evitar. La primera de ellas la evitamos tirándonos por una pendiente feroz que metía miedo pero que tenía menos incertezas que la canaleta. Ahí aprendí, por la trayectoria de la camioneta, porqué las piedras grandes que había abajo habían ido a parar ahí: aunque quería corregir, inevitablemente la chata enfilaba hacia ellas, era el cauce natural de la bajada.
Para la segunda hicimos un bypass por los filos que habíamos abierto con Pablo Anastasio cuando Denis y Eduardo quedaron atascados en los penitentes.
El resto del regreso a la RN60 fue largo y tortuoso en algunos tramos pero por tracks conocidos.
Detrás de nosotros, además de la Bartola y la L200 unos kilómetros más atrás, nos venían siguiendo unas negras nubes que amenazaban nevada. De los motoqueros ni rastros, sin duda habían desandado el camino del día anterior cuando se asomaron a la primera canaleta y vieron la dificultad. Volvieron por Cazadero Grande.
Antes de las 22:00 todos estábamos de regreso en el Hotel de Cortaderas con la satisfacción de la misión cumplida. No quedó otro remedio que juntarnos a cenar para compartir las inolvidables vivencias de los dos días previos: una cena más que merecida.
Y de paso ver para donde seguíamos...
Buenas noches