HUELLEANDO POR LAS SIERRAS DE SAN LUIS
28 de junio al 01 de julio de 2013
EL VIERNES
Se avecinaba mi cumpleaños #53, los chicos andaban ocupados con exámenes universitarios y con Adriana no habíamos tenido las vacaciones de verano como habíamos planeado, debido al desafortunado viaje de los inyectores sucios (Extraño periplo de Valcheta a Beguerie).
Entonces se me ocurrió que tomando dos días de vacaciones en el laburo, podía armar un fin de semana largo artificial y hacer alguna salida de alguna importancia, algo más que una travesía mínima. Así nació este corto viaje “Huelleando por la Sierra de San Luis”, un destino a 900 km de casa que permite llegar cómodamente en el día. La idea la tomé de uno de esos memorables relatos del desaparecido y querido amigo Omar Bianciotto, por suerte aún disponibles en Internet.
Después de ese viaje de los inyectores sucios, Pampa 02 había retomado la buena senda en mis salidas solitarias pero faltaba que no me fallase saliendo con mi esposa: no toleraba otro papelón mecánico más. Revisé todo a rajatabla, le volví a ratificar la confianza y el viernes temprano salimos rumbo a San Luis con la esperanza de no tener que abrir el capot ni tirarme abajo para reparación alguna.
En particular le apuntamos a pasear por la zona alta de San Luis, por los alrededores de La Carolina, recorriendo alguno de los lugares clásicos (El Trapiche, Río Grande, Nogolí, San Francisco del Monte de Oro) y alguna que otra huella de las que no figuran en los mapas pero que se ven en gran número en el Earth Google.
En vez de ir totalmente por la RN07 desde el Acceso Oeste, hicimos un bypass sureño por Cañuelas, Roque Pérez, Chivilcoy y Chacabuco para escaparnos definitivamente del loco tránsito de Buenos Aires y alrededores. Son unos kilómetros más pero se gana en tranquilidad.
La RN07 no tenía mucho tránsito a partir de allí, aunque sufrimos algunas demoras debido a que están haciendo reparaciones y cada tanto habilitan a circular alternativamente en una sola dirección. Todo se soluciona al entrar al reino mágico de San Luis donde florecen las autopistas de doble mano, sin pozos y completamente iluminadas.
¡Que bueno y que seguro sería viajar si todo el país estuviera en ese mismo estado!
Pero como habiendo alternativas aún más "desparejas" no puedo dejar de usarlas, apenas pasamos Fraga, nos desviamos a la derecha por una pretendida RP31 de tierra que lleva “directamente” a El Trapiche, donde nos alojaríamos la primera noche.
La RP31 es apenas un camino vecinal transitado mínimamente en las cercanías de donde cruza algunas rutas de asfalto (RN07, AURP20 y AURP09); el resto está casi abandonado, con pasto alto al medio de la huella, lleno de guadales y bastante desparejo, es decir una maravilla. Seguramente fui el primer turista que pasó por aquí para llegar a El Trapiche.
Lentamente fuimos avanzando siempre a la espera de tener que volvernos por algún obstáculo insalvable pero no fue así. Se atraviesan un par de vadeos casi secos en esta época, que deben ser difíciles en épocas de crecida, ni hablar del barrial si llueve…
El final del tramo de tierra nos depositó en Las Barranquitas, un novel poblado al costado de la AURP09 que parece haber sido remozado recientemente, a muy pocos kilómetros de El Trapiche.
Para alojarnos allí, habíamos reservado por Internet unas curiosas cabañas de aspecto africano, dedicadas a alojar parejas exclusivamente, que era nuestro caso. Se trataba del Complejo Siyabona en las afueras de El Trapiche, cuyos interesantes detalles contaré luego.
Antes de las 17:00 ya estábamos instalados y todavía con luz diurna decidimos ir a dar una vueltita hasta la famosa ciudad de La Punta, que hace mucho me había llamado la atención y quería conocer. Estábamos a apenas 50 km de La Punta.
Y nos fuimos rápido por las autopistas pasando por El Volcán y contorneando Potrero de los Funes para poder llegar todavía con luz diurna. Me sorprendió gratamente una ciudad moderna y con mucha amplitud que está como superpuesta al paisaje desértico al oeste de las sierras. Es más grande de lo que pensaba y se nota que está aún en pleno desarrollo. No es muy común ver ciudades completamente nuevas, donde por ejemplo no se ve un solo tendido aéreo.
Uno de sus sitios emblemáticos es la reproducción a escala natural del Cabildo Histórico enclavado al norte de la ciudad, cerca de las áreas universitarias. Realmente llama la atención semejante construcción allí, completamente fuera de contexto. Tal como reza la página web del emprendimiento, la explicación es la que sigue: “En conmemoración del Bicentenario, San Luis, primera provincia como ciudad Cabildo en adherirse al movimiento Revolucionario, construyó en La Punta, ciudad fundada en el Siglo XXI, la réplica exacta del Cabildo Histórico, símbolo por excelencia de la Revolución de Mayo de 1810. Está destinado a actividades recreativas, turísticas, culturales, pedagógicas y de interés histórico. La réplica incluye la Plaza de Mayo, que en la época de la Colonia estaba dividida en dos sectores: La Plaza de la Victoria y la del Mercadeo. Además la réplica de la Pirámide de Mayo, del primer aniversario del 25 de mayo, en 1811.”
Más información aquí: http://www.cabildo.sanluis.gov.ar
Su interior es un interesante museo, con muy logradas réplicas de personajes y situaciones de época que vale la pena recorrer. La construcción es realmente muy bien lograda y de muy buena calidad.
Casi al atardecer emprendimos el regreso a las cabañas, pero ahora lo hicimos por un nuevo y atractivo camino de montaña que une Potrero de los Funes con La Punta, una delicia para manejar. Desde el mirador de donde se aprecia la ciudad de La Punta y más allá, la sierra de las Quijadas logramos unas excelentes fotos de la puesta de sol.
En Potrero de los Funes aprovechamos y nos dimos una vuelta al embalse por dentro del circuito de carreras embebido en forma permanente dentro del poblado. Al revés de otras ciudades que le prestan sus calles a las carreras, aquí parece ser que el autódromo le cede la pista a la cuidad para que se use como calles. Es lugar es bonito pero extraño; no encaja para mi gusto un autódromo en una villa serrana, pero en gustos no hay nada escrito.
En vez de volver a El Trapiche por la autopista, vi en el GPS unos caminos secundarios y nos metimos por allí pese a la incipiente noche. Accedimos así a la reciente comuna de Estancia Grande y atravesamos El Durazno por lo que ellos denominan el Camino de las Pulperías, un pintoresco recorrido entre las sierras en buena parte empedrado lo que le confiere un toque muy particular que enhebra boliches y restaurantes. Era de noche y mucho no pudimos apreciar por lo que nos propusimos volver a recorrerlo de día.
De noche y ya con bastante frío, llegamos a nuestra cabaña, donde cenamos frugalmente y nos dispusimos a descansar para sacarle el jugo al sábado desde temprano
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
HUELLEANDO POR LAS SIERRAS DE SAN LUIS
28 de junio al 01 de julio de 2013
EL SÁBADO
No nos levantamos temprano. Veníamos de unas semanas previas de duro trajín de de trabajo más el largo día de viaje que nos habían dejado exhaustos. Como este viaje era sin planes, el plan se iría desarrollando solo.
Desayunamos tranquilos y después de cargar los bártulos en la chata nos pusimos a charlar con los dueños del Complejo Siyabona. Y se nos fueron dos horas…
Resulta que Gabriela y Pieter, ella argentina y él sudafricano, tenían muchas cosas para contar y mostrarnos, así que nos atraparon con sus historias. Ambos se conocieron trabajando en un crucero y decidieron establecerse en algún lugar de Argentina. Recalaron en San Luis, en El Trapiche, donde al menos una parte del año las temperaturas son como en Sudáfrica y entonces Peter no se congelaba del todo.
Consiguieron el terreno donde actualmente está el complejo, que lo compraron por Internet, y con sus propias manos construyeron todo lo que actualmente está aquí: desde las cabañas de troncos hasta la decoración en sus más mínimos detalles, pasando por la plomería y la electricidad, fueron realizados con su propia mano de obra.
Para hacer algo distintivo y diferente a lo que ya había en la zona, las cabañas las construyeron siguiendo un estilo sudafricano muy simpático y acogedor. Alojar parejas también fue una elección para diferenciarse del resto de la oferta local, aunque el ambiente es completamente familiar.
No son muy conocidas aún ya que recién inauguraron a principios el 2013 pero su futuro es auspicioso, sobre todo por las ganas que le ponen a cada cosa que hacen. Además de las cabañas hay una pileta de natación y un quincho completamente equipado para poder hacer un asadito o cosa por el estilo. Nos hubiéramos quedado más tiempo escuchando sus historias y proyectos pero se nos iba el día. Recomendamos visitarlos, no se van a arrepentir, son dos personas encantadoras y el lugar es de primera.
Había planeado algo durante el desayuno pero ya estaba desactualizado antes de empezar ya que el tiempo sin duda no nos iba a alcanzar. Igual empezamos como si nada, yendo a recorrer la parte del Camino de las Pulperías que nos faltaba, el que pasa por Virorco y llega a El Durazno.
Cargamos combustible en El Trapiche y le apuntamos a Virorco, donde había visto una huella no muy larga hacia el oeste que iba a un “Puesto Pampita” y a una mina abandonada.
A lo largo del camino nos llamó la atención las marcas de un incendio muy reciente que de casualidad no destruyó una de las “pulperías”, ya que le llegó casi encima. Lo quemado estaba muy extendido y debió ser medio dantesco.
Antes de Virorco una tranquera cerrada pero sin candado nos para, pero pregunto a un poblador y me dice que pase sin problemas. Nos metemos.
En el GPS me aparece la bifurcación prevista pero hay otra tranquera. La huella que no tenía en mente seguía interesante así que cambié de planes y seguí por la de la derecha, que efectivamente pasaba por Virorco, donde aparentemente terminaba. A la vuelta vería que pasa en la tranquera con rumbo al Puesto Pampita.
En Virorco, resulta que la huella seguía y nosotros con ella, adonde nos lleve. Más adelante una encantadora lagunita y otra bifurcación. Seguimos por la derecha rumbo vaya a saber dónde.
La huella de la derecha rumbo a Virorco
Encantador caminito serrano, antesala de lo que vendría
Una de las tantas bifurcaciones. Y ahora? Y bueno, vayamos por la derecha...El paisaje valía pena y avanzamos sin problemas hasta un puesto “Las Casas Blancas”, donde pregunté si podía seguir y hasta donde llegaría. Muy amablemente el poblador me dijo que no había problemas y que el camino llegaba hasta una escuela, unos kilómetros más adelante.
Por supuesto seguimos, atravesando unos encantadores montes que bordeaban un arroyo que invitaban a quedarse. Encontramos la Escuela Nro 124 “Germán L. Alleman” al final del camino y si bien estaba desierta, se nota que está en uso. Unas fotos y pegamos la vuelta hasta la bifurcación de la lagunita. Ni miramos la hora, pero sentimos que en su orilla era el momento de tomar unos mates en semejante océano de tranquilidad. Se escuchaban los sonidos del silencio.
Al rato, pasó una Vitara bordó corta descapotable con cinco personas a bordo que siguió por el camino que tomaríamos nosotros, así que se podía tomar más riesgo al no estar solos en la zona.
Seguimos después de la mateada avanzando por la huella, que comenzó a ramificarse. Opté por seguir siempre por la menos marcada buscando aventura sin atender por donde andaba la otra Vitara. En un recodo la vimos retrocediendo por otra de las huellas y nos hicieron señas como para seguirnos. Ahora nosotros íbamos delante.
Cruzamos un par de encantadoras lagunas de altura zigzagueando por las sierras y ganando altura alcanzamos el famoso colectivo abandonado que había escuchado existía por ahí. Lamentablemente ya no está completo puesto que le han cortado el techo seguramente con la idea de removerlo definitivamente. Según averigüé era un micro que traía mineros a la zona y por algún motivo desconocido quedó ahí y nunca más se movió. Como muchas cosas abandonadas, una sombra ya pronto será gracias a la depredación.
La huella continuaba y seguimos hasta un abra a 1400 msnm que nos proporcionó una espectacular vista área de la zona, donde decidimos esperar a la otra Vitara y charlar con ellos.
Se podría apreciar desde allí los vestigios del incendio que no estaba del todo apagado, la silueta del Morro, el Sololasta, el Tomolasta y los diques La Florida y Esteban Agüero.
Mientras esperábamos se acercó un poblador a caballo, Santiago, quien posiblemente lo hizo para averiguar que hacíamos por allí y nos trató muy amablemente, informándonos que la huella, en malas condiciones, seguía bastante más, “hasta bien arriba”.
En eso llegó la abarrotada Vitara bordó, de donde no terminaban de bajar tripulantes…
Resulta que quien manejaba era Luis, antiguo dueño de la estancia Los Manantiales, que la había vendido como 15 años atrás y estaba ahora con su familia recordando viejos tiempos. Él nos confirmó que antiguamente la huella llegaba hasta su estancia y que venía a tratar de recorrerla.
Por supuesto le cedimos la delantera al que conocía y seguimos con ellos hacia el norte. La huella estaba sin tránsito hacía mucho tiempo y bastante estropeada pero con cuidado no era difícil. En la pantalla del GPS empezó a aparecer cerca la ruta Río Grande – Nogolí, por lo que me entusiasmó poder llegar a ella y retomar mi plan original sin retroceder ni un metro. Llegamos a un abra de 1490 m y comenzamos a descender al río Los manantiales y desde allí ya se veía la ruta que nombré antes!
Pero al llegar al río, a sólo 4 km de la salida, un alambrado, una tranquera sin candado y un intimidante cartel de “Propiedad privada – NO PASAR” nos frenó. Santiago, que nos había seguido acompañando a caballo, nos desaconsejó entrar sin permiso.
Van a llamar a la policía, no son gente de la zona y no son amigables – nos terminó de acobardar
Fue un buen intento, lastima que nos quedamos en la puerta. Nos despedimos de Luis y sus hijos, que se iban a quedar a hacer un asadito y emprendimos el regreso, por la misma huella, porque para nosotros las 15:00 hs era muy tarde para tener que llegar a La Carolina al atardecer.
Intercambiamos los mails para intercambiar fotos e impresiones. Quien sabe tal vez apareciese alguien mientras almorzaban y ellos consigan la autorización y así nos enteraríamos.
El consuelo fue que ahora, al desandar el mismo camino, íbamos a poder sacar las fotos que la ansiedad de avanzar nos había llevado a dejar de lado. Fue así que descubrimos las bocaminas donde trabajan los mineros del colectivo abandonado y que paramos a ver en detalle lo que quedaba del mismo.
Desandamos toda la huella disfrutando del paisaje y volvimos al Camino de las Pulperías para visitar El Durazno de día, lo que indudablemente valió la pena. Toda la urbanización esta diseñada con mucho gusto.
Desde El Durazno salimos a la AURP09 y volvimos a El Trapiche, donde dado el día tan lindo decidimos rodear el embalse la Florida para conocerlo de una buena vez. Un hermoso camino acompañado de una atractiva bicisenda que copia el terreno nos depositó sobre los murallones que dieron origen al mismo, que dan una buena idea de la magnitud de la obra. Parece mentira que arroyitos tan pequeños puedan aportar tanto volumen de agua al embalse.
En uno de los tantos miradores del circuito, yo tenía el dato de un geocaché, así que probamos a intentar descubrirlo.
Buscar un geocaché es una especie del búsqueda del tesoro moderna, cuyas detalles pueden leer aquí: http://www.geocaching.com/. Es una interesante actividad aunque todavía no me entusiasmé demasiado, excepto que tiempo atrás planté uno en Buchanan, con el cual unos cuantos renegaron bastante...
Casi nos damos por vencidos después de revisar multitud de piedras sin encontrar nada. Al final, casi a 6 metros de la posición informada, de casualidad vi algo rojo y era la tapa del "tupper" donde estaba el pequeño libro de visitas. Estuvo entretenida la actividad. Gracias GRIMPOL por habernos proporcionado este buen momento!
El rodeo del embalse regala hermosas postales. Y eso que la vegetación no estaba en su mejor época
Nos detuvimos en el mirador que mencionaba como pista el geocaché
Dejamos nuestro registro y agregamos una piedrita en el tupper del geocaché GLBF1EN9El plan original de la mañana era hacer el camino Rio Grande – Nogoli, luego ir a San Francisco del Monte de Oro, subir la Cuesta Larga y recorrer la Pampa de la Invernada para ir dormir en La Carolina. Obviamente no nos daba el tiempo para semejante vuelta, así que se me ocurrió subir hasta la parte más alta del camino a Nogolí y de allí tomar un track teórico que había relevado del GE para ir directo a Carolina bajando en el valle de Pancanta. Lo que no sabía si era practicable pero no podía dejar de asomarme.
Volvimos a completar el tanque en El Trapiche y nos embarcamos a disfrutar de las infinitas curvas del hermoso camino pavimentado que cruza las sierras y pasa a más de 2000 msnm. El paisaje es espléndido y el camino es muy divertido y seguro para manejar, asfaltado por supuesto.
Llegamos al punto donde deberíamos haber salido si no se nos cruzaba el cartel de NO PASAR y pudimos identificar exactamente nuestra posición anterior en el río Los Manantiales. Efectivamente había un camino y también una tranquera con los mismos carteles pero con candado; así sin permiso, hubiese sido difícil salir de la trampa. No obstante había unas huellas recientes que atravesaban la tranquera. Luis habría podido pasar? Al regreso a casa, me contacté con ellos pero me confirmaron que NO habían sido ellos.
Resulta que mi track teórico estaba en el punto más alto del camino, bien por el filo de las sierras. Antes de arribar al punto de acceso cruzamos a unos arrieros y les pregunté por el mismo. La respuesta fue buena y mala: “el camino existe y está muy deteriorado (lo bueno) pero atraviesa la estancia Pancanta y tiene varios candados (lo malo)
Igual me llegué hasta la punta del track para curiosear y efectivamente ya la primera tranquera tenía candados. Game over.
Ya casi de noche, desandamos la cuesta, ahora en bajada y tomamos la RP09 para arrimarnos a La Carolina, donde llegamos con los últimos rayos de sol. Empezó a hacer bastante frío y nos alojamos en la cabaña “El Refugio” que teníamos reservada en el mismo pueblo, que parecía desierto.
No creo que haya habido más turistas que nosotros esa noche allí.
Mientras Adriana preparaba la cena, hice el plan para mañana, el que no íbamos a cumplir tampoco en su totalidad.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Como nos acostamos temprano, pese al frío, a las 8:00 estábamos listos para salir a rodar. Mi plan era tratar de llegar, previo paso por Cañada Honda, por huellitas hasta el Chispeadero y luego empezar a volver por la Gruta de Intihuasi, y pernoctar de nuevo por El Trapiche o algo así, de modo de tener todo el lunes para regresar tranquilos.
Primero nos dimos una vuelta por el pueblo, que estaba aún más desierto que cuando llegamos. Creo que no encontramos nadie pese a que a paso de hombre lo recorrimos casi todo. Visitamos la zona del rio donde los pirquineros buscaban el oro, que todavía conserva sus aguas de color amarillo; se me ocurrió volver a subir el empinado camino al Tomolasta pero realmente estaba muy malo y me llevaría mucho tiempo para ir a un sitio que conocía. Adriana respiró aliviada porque las cornisas, de lejos, no la convencían mucho…
Una densa neblina cubría todo, lo que preanunciaba un día radiante. A poco de andar por el Camino de los Cerros en dirección a Intihuasi, la niebla se disipó y confirmó el pronóstico.
Pocos kilómetros más adelante nos descolgamos hacia el sur por el camino que lleva a Cañada Honda, donde nace un río que luego nos acompañaría todo el día. Un loop de varios kilómetros nos condujo por encantadores paisajes serranos pasando por el paraje que le da nombre y por un viejo y casi abandonado cementerio. En esta paz no se debe morir nadie…
Volvimos a la ruta de asfalto y retrocedimos un poco para tomar la RP38, de tierra, que nos llevaría a la huella (teórica) para intentar llegar al Chispeadero. Mate va, mate viene se nos ocurrió que no sería mala idea llegar el lunes un poco más temprano a BA para evitar el tránsito de un día de semana, lo que implicaba recortar algo de recorrido serrano; en ese momento aparece una huellita a la derecha con un cartel indicando “La Ciénaga”, que está en Mapear y que nos podía devolver a la RP39 al norte de Intihuasi ofreciendo el recorte que veníamos pensando. Dejaríamos el Chispeadero para otra vez.
Todo salió redondo. La huella casi no estaba pisoteada y nos metía por entremedio de las sierras atravesando profundos cañadones y proporcionando increíbles paisajes invernales.
Tuvimos que abrir (y cerrar por supuesto) una decena larga de tranqueras, atravesar puestos y emprendimientos mineros abandonados y apreciar una cantidad inimaginable de cercos pircados para delimitar propiedades y potreros.
250
Cuesta imaginar todo lo que debió costar hacer esas construcciones manualmente y por eso se me ocurrió hacer unos números:
Un campo de una legua de lado completamente pircado implica 4 x 4800 m (lado) x 0,50 m (ancho) x 1,00 m (alto) x 2.60 ton/m3 (densidad de las piedras) = 24960 toneladas
Sólo para tener una idea del volumen de lo que estamos hablando, un camión semirremolque carga 30 toneladas máximo, lo que implica 24960/30 = 832 camiones grandes cargados a tope.
Una persona típicamente puede mover, a mano, sin acarrear de muy lejos, digamos 2 toneladas por hora (1 m3 de piedras lo que significa construir dos metros del muro que puse como ejemplo), o sea que si trabaja 8 horas podría acarrear en un día 16 toneladas.
Esto implica 24960/16 = 1560 días de trabajo o sea 390 días de una cuadrilla de cuatro personas en forma permanente!. Un año, cuatro personas sin parar y sin hacer otra cosa, para un solo campo !! (Siempre y cuando no haya que acarrear mucha distancia las piedras)
Realmente es difícil pensar como se construyeron tantos y tantos kilómetros de pircados. EN GE se ven cientos de kilómetros a simple vista.
El final de la huella nos depositó sobre la RP 39 a tiro de piedra de la gruta de Intihuasi, nuestra próxima detención. El asfalto del camino de los cerros nos llevó rápidamente casi hasta adentro de la gruta, la cual por cierto es increíblemente grande e interesante.
Desde allí, gracias a los datos de Omar Bianciotto, nos fuimos a Piedra Pintada para ver pinturas rupestres en un sitio increíblemente bello y tranquilo a los pies del Sololasta. Pese a que está bien equipado con escaleras para llegar hasta las pinturas no parece que las visite mucha gente, sobre todo si no se cuenta como gente a los tarados que escriben su nombre sobre las pinturas. Llegarse hasta acá para hacer ese daño, no se puede creer, sobre todo porque no es un lugar de paso muy accesible.
Omar había regresado al camino principal para ir a Paso del Rey pero yo había visto una huella clara que iba vadeando varías veces el río Cañada Honda, por oeste del Sololasta, así que allá fuimos.
La huellita estaba muy buena y entretenida revelando paisajes insospechados. Tan bueno estaba el lugar y el clima, que se nos ocurrió que sería buena idea parar en algún lugar a cocinar algo al disco para disfrutarlo del todo. Juntamos un poco de leña de algunos árboles secos y en uno de los tantos vadeos del Cañada Honda paramos a sacarnos el gusto: carne no teníamos pero nos cocinamos una tortilla de cebollas, papas, arvejas y queso de rallar para chuparse los dedos.
Lo único que faltaba era llegar a Paso del Rey por la huella que veníamos para lo cual teníamos siempre la duda que una tranquera con candado nos hiciera recular. Pero no fue así, unos cuantos vadeos más y unas cuantas tranqueras más y salimos al camino de tierra Paso del Rey – La Carolina y de allí fuimos hacia la RP39.
Entramos a Paso del Rey y nos deslumbró lo bucólico que es este sitio, que parece detenido en el tiempo. Sólo hay un par de casas y los restos de una capilla histórica en un parque perfectamente cuidado. Se respira paz y tranquilidad aquí.
Salimos por la puerta trasera de Paso del Rey por una espectacular huella en desuso que pasa por un sector densamente arbolado por el costado de una pirca y que desemboca donde la RP39 deja de ser de asfalto y vadea el rio cañada Honda, donde pegamos la vuelta hacia La Florida: era hora de regresar.
Para hacer un acostumbramiento lento al asfalto, antes de llegar a La Florida, lo volvimos a dejar por un camino de tierra con destino a Saladillo, Juan Llerena y Villa Mercedes. El primer tramo hasta Saladillo es muy desparejo y lleno de guadales y todavía es un camino serrano de cierto interés. Se vuelve a vadear otra vez el Cañada Honda, que aquí ya tiene un poco más de caudal.
Después de Saladillo el tramo asfaltado hasta Juan Llerena, está en muy estado y creo que anduve más por la banquina que por la ruta. Es un tramo superaburrido, salvo por los pozos.
Juan Llerena es un típico pueblo de campo alrededor de una estación ferroviaria y no me quedó otro remedio que sacar algunas fotos de la estación y de algunas otras curiosidades del pueblo. Me llamó la atención una pequeña locomotora prácticamente nueva sobre las vías, aunque antes y después de Llerena las vías están abandonadas. Habrá alguna idea de recuperación del ramal?
Por la RP02, asfaltada en perfecto estado, llegamos a Villa Mercedes, donde cargamos combustible y de paso hicimos un vuelo rasante por la famosa Calle Angosta, sólo para conocerla más allá de Los Chachaleros.
Pido disculpas a Juan Panthro que no pasé a conocerlo personalmente pese a su gentil invitación, pero andábamos cortos de tiempo. Prometo pasar en la próxima.
Ya casi anochecía cuando retomamos la RN07 con rumbo a Laboulaye, donde habíamos reservado para pasar la noche de modo de quedar a tiro para llegar temprano a la tarde a casa.
A la altura de General Paunero, hay una confluencia que nunca visité y aun sabiendo que no podría abordarla por falta de luz, igual me asomé hasta sus cercanías como para saber si en otra oportunidad podría hacerlo. Por un camino vecinal sinuoso y arenoso me acerqué a 800 metros, pero sin luz y sin tiempo no pude agregar otra a mi lista.
Sin problemas, llegamos a Laboulaye y nos alojamos en el Hotel Colonial, muy lindo y cómodo.
Al día siguiente, desayunamos y el rl regreso a casa lo hicimos por el mismo camino que a la ida, es decir por Junín, Chacabuco, Chivilcoy, Roque Perez y Cañuelas. En algo menos de ocho horas estábamos en casa, después de un excelente fin de semana puntano. Una excelente forma de festejar mi cumpleaños