DE VOLCANES Y BUITRERAS

UN RECORRIDO EXTRAÑO MERODEANDO EL PARALELO CUARENTA Y DOS

10 al 17 de Octubre de 2015

                Pese a que cualquier destino inexplorado me viene bien, el sur casi siempre logra inclinar la balanza a su favor. Hacía mucho que no volvía a Somuncurá y la el canto de las piedras me lo reclamaba, del mismo modo que lo hacían algunos incautos deseosos de conocerla.

                Para una semana completa la meseta de Somuncurá es demasiado ya que cansa a los más fanáticos, pero con un poco de ingenio armamos un viaje alternando algunos “duros mordiscos” meseteros con un poco de otras cosas algo menos sacrificadas (¿?)

                Ante mi sorpresa, de movida, se sumaron más de los esperados y el número de chatas nunca bajó de cinco o seis, subiendo y bajándose tripulaciones durante los preparativos.

                Finalmente quedamos cinco chatas, con algunos “nuevos” en el grupo de Viajeros:

·         Elsa Ons y Eduardo Cinícola en Toyota Hilux

·         Pablo y Matías Anastasio en Toyota Hilux

·         Claudio Guanciarrosa y Fabián en Land Rover Discovery

·         Tobhías Offer y Anabella Onorato en Nissan Patrol

·         Sergio Zerega y Jorge Montaña en Pampa 02

Quienes Fuimos >>>>>

                El plan original, ambicioso e incumplible como siempre, incluía un primer  “mordisco” a la meseta entre Yaminué y Comicó, encontrar la estación perdida de Aguada Troncoso (La Trochita), visitar el puente y el túnel del Río Chico, acceder a una serie de pequeños volcanes al sur de Mamuel Choique en el paralelo 42, explorar la zona norte de Piedra Parada alrededor del Cañadón de La Buitrera, recorrer un escarpado cañadón desde Paso del Sapo a laguna Taquetren,  intentar asomarse a la Mina Ángela desde Gastre, entrar al gigantesco cráter de Bajo Hondo y finalmente acometer la lagunita que está en la cima del Volcán La Buitrera a casi 2000 msnm, de nuevo en la meseta de Somucurá próxima a Gan Gan. Una pequeña vueltita…

                La semana elegida fue la que incluía el 12 de octubre como feriado. El punto de encuentro se fijó para el sábado 10 por la noche en Los Menucos, a 1400 km de Buenos Aires, para alojarnos en el motel del ACA y compartir la primera cena en grupo.

Así empezó todo…

SABADO 10: LARGO ENLACE A LOS MENUCOS

FLORENCIO VARELA - CABA (NUÑEZ) - CAÑUELAS - SALADILLO - AZUL - OLAVARRÍA - CORONEL PRINGLES - BAHÍA BLANCA - RIO COLORADO - CHOELE CHOEL - POMONA - VALCHETA - LOS MENUCOS

                Como ya dije, la idea era encontrarnos a la noche en Los Menucos.  Cada uno salió cuando pudo y entonces Jorge y yo lo hicimos a la medianoche del viernes desde Buenos Aires con el plan de dormir un rato en la ruta y estar a primera hora en Bahía Blanca para partir junto con los Anastasio. Tobhías salió el viernes temprano y se alojó la noche del viernes en Pringles por lo que acordamos esperarlo y salir los tres juntos desde Bahía Blanca. A eso de las 11:00 finalmente salimos y pasando por Choele Choel, donde nos pegaron un susto con los canas y los bidones de combustible por la supuesta imposibilidad de transportarlos, nos arrimamos a Valcheta, donde nos esperaban Claudio y Fabián que habían dormido en San Antonio Oeste y venían paseando.

                Mientras se reparaba algún neumático y cargamos combustible, nos arrimamos a dar un asomo a la estación ferroviaria de Valcheta, bastante alejada del ejido urbano, donde “descubrimos” un extraño triángulo de inversión de locomotoras que no había visto en viejas visitas.


Ruta Provincial 4 entre Pomona y Valcheta, puro desierto - FOTO: Sergio ZEREGA


Ruta Provincial 4 cuando atraviesa las Salinas del Gualicho - FOTOS: Sergio ZEREGA


Entrando a Valcheta - FOTO: Sergio ZEREGA


Estacionamos en estación Valcheta para curiosear un poco - FOTOS: Sergio ZEREGA


Estación Valcheta, humilde como todas las de la línea sur, pero muy bien cuidada - FOTO: Sergio ZEREGA


Andén y galpón de cargas de estación Valcheta - FOTOS: Sergio ZEREGA


Íconos del pasado ferroviario están presentes en Valcheta: una campana de bronce original y un "cartel electrónico" - FOTOS: Sergio ZEREGA


La vía se convirtió en autopista gracias a la foto artística de Claudio Guanciarrosa


El gigante y extraño triángulo de inversión de locomotoras de Valcheta visto de arriba


El vértice del triángulo de Valcheta visto desde el suelo - FOTOS: Sergio ZEREGA

                Tranquilos seguimos por la excelente RN23 hacia Los Menucos. Por Whatsapp nos enteramos que Elsa y Eduardo habían salido a las 5 de la mañana de Buenos Aires y se dirigían en un viaje non stop vía Chelforó (¿?) y que nos estaban esperando. Eduardo venía siguiendo la guía Firestone ya que no confía mucho en Viajeros Mapas...

                A las 20:30 todos estábamos en Los Menucos, listos para compartir la cena planeada de inicio de travesía.


Eduardo y su nuevo GPS - Foto: ELSA ONS

DOMINGO 11 : UN MORDISCO A SOMUNCURÁ

LOS MENUCOS - Comicó - SUBIDA ARROYO Comicó - MESETA DE SOMUNCURÁ - PUESTO EL 23 - BAJADA ARROYO TAMBELÉN - TAMBELÉN - Comicó - LOS MENUCOS - MAQUINCHAO - INGENIERO JACOBACCI


Preparando la salida desde el ACA de Los Menucos - FOTO: Claudio GUANCIARROSA

                Hoy era el día del “mordisco” de meseta. Originalmente nos dirigiríamos a Yaminué, pasando por Comicó, Tambelén y Laguna de Méndez. Desde allí subiríamos a la meseta y enhebrando una serie de lagunas haríamos un rodeo que desembocaba nuevamente en Tambelén y de allí avanzaríamos hasta Ing. Jacobacci para alojarnos allí.

                Llegando a Comicó, Eduardo nos sugiere subir a un mirador que había detectado cercano al cauce del arroyo Comicó antes de continuar la vuelta planeada. Efectivamente valió la pena conocer la subida del arroyo Comicó y asomarse al mirador. Una vez arriba se nos ocurrió hacer una vuelta similar a la estudiada saliendo también por Tambelén. El problema eran unos 5 km offroad (sin huella visible) que podían hacer totalmente imprevisibles los tiempos, pero nada mejor que un buen  desafío para iniciar una travesía. Tanto estudiar satelitales en Buenos Aires para  salirse de los planes en la primera ocasión...


Momentos del camino a Comicó - FOTOS: Sergio ZEREGA y Claudio GUANCIARROSA


Con los contrafuertes de Somuncurá de fondo, llegamos a Comicó - FOTOS: Elsa ONS y Claudio GUANCIARROSA


Calle principal de Comicó un domingo a la mañana temprano: casi no había nadie - FOTOS: Sergio ZEREGA

                Y nos largamos a recorrer este ignoto rincón de la meseta comenzado a  sufrir esa extraña sensación de “¿Quién nos manda a venir aquí?” mezclada con el placer de hacerlo.

                La trepada del arroyo Comicó fue un aperitivo excelente que culminó con la vista al mirador que había descubierto Eduardo, una verdadera postal de la meseta.


Saliendo de Comicó se atraviesa un vasto mallín que recoge las aguas del arroyo, dando un raro aspecto de fertilidad - FOTOS: Sergio ZEREGA


Naturalmente la huella pasa por establecimientos y puestos, pero es pública - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA y Elsa ONS


Remontando el cañadón del arroyo Comicó - FOTO: Elsa ONS


La huella empieza a subir, serpenteando por el cañadón - FOTOS: Elsa ONS y Jorge MONTAÑA


La Disco de Claudio encarando la subida final a la meseta por la grieta del arroyo Comicó - FOTO: Jorge MONTAÑA

 
El último tramo de la subida está tallado en la roca y es una verdadera cornisa - FOTOS: Jorge MONTAÑA y Elsa ONS


Pampa 02 negociando la subida - FOTO: Jorge MONTAÑA


La subida vista desde arriba, mientras los Anastasio la negocian y la retratan - FOTO: Sergio ZEREGA


El profundo cañadón del arroyo Comicó aloja algunos establecimientos en su interior: el milagro del agua - FOTO: Sergio ZEREGA


Las chatas en el mirador del Comicó - FOTOS: Sergio ZEREGA y Claudio GUANCIARROSA


Allá al fondo el pequeño poblado de Comicó en la parte baja del cañadón el arroyo homónimo  - FOTO: Jorge MONTAÑA


Vistas del cañadón del Comicó desde el mirador, un aperitivo de Somuncurá - FOTOS: Sergio ZEREGA


Los muchachos comentan: ¡Qué bueno está esto! (No sabían lo que les esperaba en la meseta...) - FOTOS: Elsa ONS y Jorge MONTAÑA


Amigos en la meseta, disfrutando de un viaje postergado por mucho tiempo - FOTO: Claudio GUANCIARROSA

                 Poco después del mirador, ya en la cima de la meseta, se sucedieron una serie de lagunas con agua y un típico puesto abandonado que valió la pena explorar. La arquitectura propia de la meseta en todo su esplendor aunque tal vez quien lo construyó haya elegido un mal lugar, muy expuesto a los vientos. No muy lejos de allí en una hondonada hay un nuevo puesto que seguramente reemplazó al que estábamos curioseando.


En la primera parte de la meseta, la huella era una autopista, para engañarnos - FOTOS: Sergio ZEREGA


Una de la infinitas lagunas que hay en la meseta. Esta es realmente muy bonita  - FOTO: Jorge MONTAÑA


Cerca de la laguna divisamos las ruinas de un importante puesto y una moderna antena - FOTOS: Sergio ZEREGA y Elsa ONS

 
Estacionamos entre las ruinas y nos mandamos a explorar - FOTOS: Sergio ZEREGA y Jorge MONTAÑA


Al acercarnos nos sorprendimos con el tremendo trabajo de apilado de piedras - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA y Jorge MONTAÑA

 
No solamente mucho trabajo de apilado sino también muy prolija la arquitectura somuncureña - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA y Sergio ZEREGA



Mas detalles de esta particular arquitectura, que maltratada por el clima aún resiste  - FOTOS: Sergio ZEREGA

 
A lo lejos, en el panorama desolado se aprecia la silueta del complejo volcánico del Cerro Corona,que se eleva hasta los 1600 msnm y
sobresale en la planicie de lava; más cerca un extenso pircado destinado a formar corrales  - FOTO: Sergio ZEREGA


No parece a simple vista pero hay vida entre las piedras - FOTO: Sergio ZEREGA


El pircado de un corral de piedra y a lo lejos el nuevo puesto que reemplazó al que está en ruinas,
construido más al reparo de los vientos que barren la meseta - FOTOS: Sergio ZEREGA y Elsa ONS

               Lagunas, humildes puestos, vegetación espinosa, piedras y más piedras, etc. no tardaron en comenzar minar los ánimos pero ahora había que dar la vuelta completa. Lentamente, por huellas visibles y desparejas abordamos el deshabitado “Puesto El 23” al borde una pequeña laguna donde se terminaban las mismas y que aprovechamos para almorzar al reparo del viento. Ahora venía lo difícil en serio: cinco kilómetros de offroad en la meseta, el summum del sufrimiento de los vehículos y de los pilotos.


Las "rutas" de la meseta de Somuncurá: 10 km/h es un excelente promedio...  - FOTO: Sergio ZEREGA


Una enfardadora de lana en el medio de la nada nos da el indicio de la cercanía de un puesto. Y así fue - FOTOS: Sergio ZEREGA


El puesto estaba a la vera de otra gran laguna, otra más de las infinitas que permiten la vida en la meseta - FOTOS: Elsa ONS


Y más adelante por esos tortuosos "caminos" llegamos al Puesto "El 23", también al reparo y a la vera de otra laguna - FOTOS: Sergio ZEREGA


Pero no estábamos solos. Tobhías había tomado un atajo offroad y nos esperaba para almorzar a la vera de la laguna - FOTOS: Sergio ZEREGA


El resto llegamos "vadeando" la laguna - FOTOS: Sergio ZEREGA


El Puesto "El 23", fin de los "caminos", estaba deshabitado pero no parecía completamente abandonado - FOTOS: Sergio ZEREGA


No estaba abandonado del todo, pero hace tiempo que nadie anda por aquí - FOTOS: Sergio ZEREGA


En la inmensidad patagónica de la meseta de Somuncurá, una parada para almorzar - FOTO: Claudio GUANCIARROSA

                Con la panza llena acometimos el penoso tramo y lentamente lo sorteamos: el track que teníamos dibujado era una poco pisada huella de animales en el pedregal plagado de arbustos espinosos, así que imaginen el resto. Al cabo de un buen rato de sufrimiento, apareció nuevamente una abandonada huella y volvimos a las “autopistas” de la meseta, que en este caso discurría por el cauce del arroyo Tambelén.

                En esta huella cruzamos varias precarias tranqueras, donde nos llamó la atención la macabra costumbre de colgar los zorros muertos en los alambrados. La sequedad del ambiente los mantiene como momificados dando un lúgubre aspecto que impresiona.

                Allí se reveló un problema en Pampa 02, que comenzó a hacer un ruido raro en el tren delantero: al revisar encontramos que un soporte de aluminio de la cola del diferencial se había roto, posiblemente herido de alguna batalla anterior. El "mordisco" a la meseta nos había roto un primer diente y no sería el único...

                La solución fue muy sencilla: un gigantesco precinto de plástico y seguimos sin problemas por el resto de la semana. Grandes los precintos!!!


A simple vista no parece complicado pero bajo la profusa vegetación espinosa hay un mar de piedras filosas - FOTO: Jorge MONTAÑA


El dicho "pasamos como por alambre caído" no aplica exactamente en Somuncurá ya que en
su parte inferior están pircados y no es tan fácil sortearlos  - FOTOS: Sergio ZEREGA


Cada uno buscaba el mejor "camino" pero nadie lo encontró.
Y eso que teníamos un track "clarito" sacado de las satelitales - FOTO: Jorge MONTAÑA


Para que vean de que se trata, vean como se vivía el "rock & roll" en la Disco de Claudio - VIDEO: Sergio ZEREGA


Después de un par de penosas horas off-road encontramos la "huella"  :):):)  - FOTO: Sergio ZEREGA


Aunque les parezca mentira esta huella la sentíamos como una autopista recién inaugurada - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA


Algo extraño en una tranquera nos detuvo para ver de qué se trataba - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA




Nos sorprendió algo sobrecogedor y macabro...  - FOTOS: Sergio ZEREGA, Claudio GUANCIARROSA y Jorge MONTAÑA


Eran cadáveres de zorros baleados "prolijamente" acomodados en los postes de las tranqueras.
Seguramente quieren transmitir algún mensaje pero no lo entendimos: digno de LOST... - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA y Jorge MONTAÑA


Si se fijan bien, casquillos de balas mantienen abiertas las mandíbulas  FOTO: Eduardo CINICOLA


Repuestos de la sorpresa, seguimos la huella bajando por el cañadón el Tambelén, hasta que un ruido
metálico en la tracción delantera raro me hizo detener a revisar - FOTOS: Sergio ZEREGA


Un soporte del diferencial delantero se había roto y en ciertas posiciones el cardan
 rozaba con la carcaza del embrague. Por suerte existen los precintos... - FOTO: Sergio ZEREGA



El amplio cañadón del Tambelén se convierte en un angosto cañón serpenteante cada vez
más bonito al bajar de la meseta - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA, Elsa ONS y Sergio ZEREGA

                Bajando a Tambelén, el arroyo con bastante agua, mutó el paisaje de la árida meseta en un simpático valle con álamos y con pastura que increíblemente recordaba un vallecito cordobés.

                Allí culminó el “mordisco” de meseta que habíamos planeado como aperitivo, con tiempo suficiente para volver a Los Menucos y de allí movernos a Ing. Jacobacci para alojarnos en el inefable Hotel Cumelcán, como siempre que andamos por la zona.

                En Los Menucos hubo que purgar los frenos de la Patrol de Tobhías, ya que habían chupado aire por un “O” ring del tanquecito de reserva del líquido de frenos. Estas chatas viejas…


Finalmente bajamos de la meseta y el paraje Tambelén nos volvió a mostrar el milagro del agua.
Pocos kilómetros más atrás era casi el desierto total - FOTO: Sergio ZEREGA


Cerramos el circuito volviendo a pasar por Comicó - FOTO: Sergio ZEREGA


 
Mientras reagrupábamos, se inició una actividad recurrente de los días venideros, consecuencias del "mordisco" a la meseta:
infinitas pequeñas pinchaduras que nos obligaron a darle duro a los parches rápidos y a los compresores - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA


Siempre la Patagonia te despide el día con algún cielo espectacular - FOTO: Sergio ZEREGA


Fin del día cenando en Ingeniero Jacobacci - FOTOS: Claudio GUANCIARROSA

 

 

LUNES 12 DE OCTUBRE:

No levantamos temprano a desayunar con la novedad que todos teníamos una ó más cubiertas en llanta. La meseta nos había tratado bastante bien pero se ocupó de dejarnos su recuerdo en los neumáticos: al inflarlas y verificar con agua jabonosa los laterales eran pequeños coladores que no justificaban emparcharse por la lentitud del desinfle. Solamente compramos esos aerosoles de parchado rápido por si acaso, aunque no obstante alguno, como Claudio, tuvieron que recurrir a los tarugos en masa...

Aprovechamos para aprovisionarnos de cosas frescas y salimos por la RP6 a hacer un poco de arqueología ferroviaria para después meternos en los escoriales del paralelo 42 con la esperanza de poder acampar dentro del cráter de alguno de los mini volcanes.

La RP6 estaba inusualmente sin serrucho molesto, lo que nos permitió circular sin problemas. Pasando Ojo de Agua, hicimos un breve desvío para tratar de ubicar una parada de la Trochita llamada Futa Ruin, cuya posición era coincidente en varios mapas.

Una tranquera sin candado, una huella que nos llevaba derecho al sitio nos dio la esperanza de hallar algo. Sin embargo, al llegar a las vías no encontramos un solo vestigio que denotara su presencia en el pasado con la sola excepción de un casco de una estanca cercana que podría haber sido el motivo de esa parada: no había restos de escombros, n andén, ni desvío ni nada, pero la menos lo intentamos.

Retomamos la RP6 ahora con el objetivo de ir por otra parada esquiva de la Trochita: Aguada Troncoso. A diferencia d ela anterior ahora todos los mapas la ubicaban en lugares distintos y muy dispersos, por lo que optamos por subirnos a las vías y recorrer palmo a palmo para tratar de encontrarla dentro del área que suponíamos. En esta zona la traza ferroviaria hace grande curvas y contra curvas para ganar altura lo que le dando un aspecto interesante. A poco de andar, en uno de los rulos, encontramos un apartadero con cambio de vías, un aljibe y restos de una demolición: no podía ser otro sitio que Aguada Troncoso el cual no coincidía con ninguna de las coordenadas de los diferentes mapas. La más cercana era la que se leía del IGM.

Por allí pasaba una huella que se dirigía a un puesto y para verificar que efectivamente era el lugar que buscábamos nos dirigimos a él para preguntar. Mientras recorríamos la huella, descubrimos el profundo cañadón que aloja el cauce de la Aguada Troncoso geográfica. El puestero, sorprendido de nuestra presencia,  nos confirmó que efectivamente esa era la parada de la Trochita que queríamos. Una figurita difícil de la ferroarqueología había caído…

Si bien yo ya lo conocía entramos al poblado de Río Chico aunque lo hicimos por la “puerta trasera”: cruzamos el puente de la RP6 y luego llegamos vadeando el río al centro de pueblo, justo frente a la estación, que se llama Cerro Mesa. Allí hay varias formaciones abandonadas donde dimos rienda suelta a nuestros espíritus de niños, por ejemplo corriendo por los techos de los vagones, como en las películas del oeste.  Vistos de cerca los vagones de la Trochita parecen de juguete.

Era cerca de mediodía y se imponía el almuerzo, por lo que decidimos arrimarnos al puente y al túnel del río Chico por donde pasa la Trochita, un lugar que hace algunos años sirvió de escenario para lo mismo. Pese a conocerlo, es realmente muy lindo y valía la pena que el resto del grupo lo conociera. El cañón por donde hicieron pasar la traza es increíble, con el río allá abajo y el puente embocando en el túnel.

Después del almuerzo, llegó la hora de pasar a la fase eruptiva: el paralelo 42 con su escorial y su puñado de pequeños conos volcánicos nos esperaba. Una leve e intermitente falla en la alimentación eléctrica en Pampa 02 nos preocupó un poco, pero no le dimos mucha importancia porque era esporádica y parecía un problema derivado del sensor de proximidad de la alarma.

Bajamos hacia el sur de Rio Chico por una huella que discurre por las márgenes altas del cañadón que lo contiene hasta que le apuntamos a sudeste donde se recortaban los conitos volcánicos.

La estepa patagónica fue dando paso a un escorial que parecía un archipiélago de islas de lava donde como dentro un laberinto íbamos avanzando más o menos de acuerdo con los tracks dibujados en el escritorio de casa.

Había una tenue huella que cada tanto desaparecía pero que nos fue conduciendo a uno de los pequeños complejos eruptivos. La idea era ver si nuestro próximo campamento se hacía dentro de un cráter y hacia allí fuimos.

En las cercanías del cráter, encaramos la pronunciada pendiente y con esfuerzo, pusimos las chatas en el labio del cráter, una sensación única. Antes de tirar las chatas adentro bajamos a pie para ver si valía la pena y si se podía acampar allí.

Realmente estaba lleno de piedras y había muchísimo viento por lo que decimos no bajar, aunque valió la pena entrar allí para ver el “panorama desde el centro de un cráter”. Como leerán más adelante, menos mal que no nos tiramos…

Decidimos avanzar un poco más hacia otro complejo unos kilómetros más al oeste para lo cual debíamos rodear este primer cráter por el sur. En plena trepada y sin aviso Pampa 02 se planta y no quiere arrancar más. El aviso intermitente se confirmó: algún kilombo eléctrico había.

Primero desconectamos la alarma pero nada. Entonces verificamos si llegaba nafta a los inyectores y comprobamos que ese era el problema, ya que investigando un poco más no se sentía que la bomba de combustible, adentro del tanque, no funcionaba.

No me preocupé mucho ya por experiencias anteriores llevo bomba de repuesto, así que sin dudar bajamos el tanque y la cambiamos. Antes de colocarlo de nuevo, probamos y andaba perfectamente, así que pusimos todo en su lugar como si nada hubiera pasado.

Al intentar arrancar de nuevo, todo muerto, incluyendo todas las luces de la chata…  Y ahora ?????

Ya se estaba haciendo tarde y el apuro es mala compañía cuando uno está en problemas, por lo que decidimos buscar un lugar al reparo, armar el campamento, comernos el guiso de lentejas que Pablo nos venía prometiendo, tomarnos unos vinos y mañana temprano ver lo que había pasado.

Me remolcaron un poco hasta un lugarcito reparado del viento despejado de piedras y armamos el campamento, juntamos leña para un fogón y traté de olvidarme del problema por una noche, lo que pude lograr por enorme compañerismo reinante en el grupo.

La buena onda ni siquiera pudo ser atenuada por la llovizna que nos envolvió en plena cena de guiso de lentejas. Ya estábamos más que satisfechos con el guiso cuando Anabella se puso a preparar un en el disco de arado un revuelto  con cebollas, papa rallada y pollo. Lo empezó haciendo para ella pero terminamos agrandándolo para volver a comer todos unos exquisitos segundos platos gourmet. Bien Anabella por la iniciativa!!!

Cansados nos fuimos a dormir. En mi caso preocupado por resolver el problema el día siguiente, pero eso no impidió un sueño reparador.

MARTES 13 DE OCTUBRE:

Martes 13, lindo día para resolver un kilombo.

Con mucha paciencia empezamos por resolver el problema eléctrico desconectando la bomba, que todo indicaba que se había cortocircuitado habiendo provocado quemada general de fusibles.

Después de revisar los infinitos fusibles, como siempre en los lugares más incómodos e invisibles del vehículo encontramos el que había saltado, por lo que restablecimos el servicio.

La fase siguiente fue sacar el tanque de nuevo. La novedad fue que el soporte de la bomba se había cortado por fatiga y justo se había apoyado sobre el positivo…

Conclusión: la falla original no había sido la bomba sino que la rotura del soporte provocaba falsos contactos a masa (el origen de las fallas intermitentes) y en la última colocación se terminó de cortar (la razón del cortocircuito). La primera vez que desarmamos no nos dimos cuenta porque no se había terminado de desprender. La armamos sin el soporte a fuerza de precintos, aseguramos la masa y asunto arreglado. A las 9:30 ya teníamos todo listo para salir y salimos.

Pensándolo bien, se podría haber provocado un incendio y explosión del tanque. San Volcán estaba con nosotros…

Retomamos la marcha desandando las huellas por el escorial con la idea de ir por El Saltillo por accesos no convencionales. Sin embargo, uno de los volcancitos que habíamos dejado a un costado nos mostró un flanco por donde curiosearlo y por supuesto nos tentamos.

Una bruta trepada en arena suelta nos permitió asomarnos al borde del cráter y el borde del cráter nos mostró que podíamos acceder a su interior, así que ni lo dudamos y finalmente metimos las chatas adentro un volcán.

Desde la olla, apreciamos que su labio oeste, bastante más alto que el resto, era “subible” y no podíamos dejar de coronarlo. Y lo hicimos.

Por supuesto que no fuimos los primeros, ya que nos encontramos en su cima, desde donde se domina todo el escorial completo, una clásica torrecita del IGM con su respectiva placa identificadora. Estos cartógrafos no son ningunos tontos para elegir puntos para triangular…

Lo interesante de esta vista panorámica es que nos permitió apreciar la correspondencia exacta con lo que se veía en las satelitales, es decir el archipiélago de islas de lava que conformaba el escorial que protege a esos mini volcanes. No siempre es así, como verán más adelante.

Dimos por cerrada la etapa de trepar volcanes (por ahora) y  el objetivo mutó a  llegar a El Saltillo por su margen norte, para tener una perspectiva diferente a la convencional.

Salimos a la RP4, subimos por la Cuesta del Platero y bajamos al río Chico de nuevo, donde la huella dibujada en los GPS tenía una tranquera sin candado, un buen indicio.

Hermosa huella muy poco pisada que nuevamente se adentró en escoriales (El Saltillo es claramente una zona volcánica también) y varias tranqueritas sin candado alentaron la posibilidad de llegar al objetivo.

Sin embargo, ya a pocos kilómetros del objetivo, un tenso alambrado bastante nuevo y una tranquera con un maldito candado nos detuvo. No nos animamos a pasar igual por razones obvias.

Desandamos el camino hasta la RP4 para probar por la otra margen del río, por la estancia Los Luises. Al volver detectamos una tenue huella que salía hacia el sur pero de momento la desestimamos.

Cruzamos el río, subimos una cuesta y nos metimos en la huella a Los Luises, pero nuevamente una tranquera con candado nos paró.  Fuimos caminando hasta el casco de la estancia y no había nadie lo que nos indujo a entrar pero al echarle un ojo al río, vimos que no sería muy sencillo circular por las acantiladas márgenes y desde allí todavía faltaban unos 5 km al El Saltillo.

Allí mientras esperamos a dos emisarios que se corrieron al pie al puesto cercano para ver si lográbamos permiso, nos deleitamos con la flora patagónica, especialmente con la Stillingia Patagónica ó Colliguaja Patagónica y sus ramas multicolores, que nunca había visto antes en mis extensos recorridos por el país.

Decidimos volver atrás y probar la incipiente huella que no habíamos relevado con destino sur, sin tener idea de adonde nos llevaría con la esperanza de que en algún momento tuerza hacia El Saltillo.

Eso no  ocurrió y seguimos bajando hacia el sur en forma paralela al río Chico. En un puesto habitado que encontramos, una señora, Dominga, nos informó que la huella seguía hasta un puente que cruza el río Chico, pero que era muy mala y que no se responsabilizaba si rompíamos las camionetas o no s accidentábamos. Imaginen el desenlace…

Seguimos hacia el sur y efectivamente la huella empeoraba pero nada que ver con lo que la señora Dominga nos había dicho: cruzamos la Aguada de la Cerveza, entramos a un escorial, trepamos a una pampa, nos metimos en un angosto cañadón y luego encontramos una camino transitado con destino al río donde un puente reconstruido recientemente nos permitió cruzarlo, aunque a unos 15 km de El Saltillo. Este camino conducía a Cushamen, teníamos que buscar cómo llegar a El Saltillo sin retroceder tanto.

Cruzamos el puente y empezamos a mirar a la derecha buscando por donde “subir” a El Saltillo; en una curva parecía partir una huella pero la desestimamos y poco más adelante nos desviamos en el acceso a un puesto donde el camino “normal” a El Saltillo parecía próximo. Llegamos al puesto donde terminaba la huella y continuamos por un cañadón en subida bastante entretenido, bien offroad. Avanzamos hasta estar a apenas a 600 metros del camino “normal”, cuando comenzaron las dificultades: allí un grupo a pie se adelantó para ver si valía la pena encarar los primeros inconvenientes quienes a poco de andar nos informa que un salto vertical de unos dos metros impediría definitivamente el avance, muy cerquita de la solución. Retrocedimos hasta el camino principal pensando en que deberíamos volver hasta Cushamen pero nos acordamos de la huellita desestimada antes y volvimos a buscarla.

Efectivamente, la huellita existía, estaba medio destruida pero iba en la dirección correcta y mejoraba a medida que avanzábamos. Unos kilómetros y nos pusimos en el camino normal a El Saltillo, adonde después de abonar el peaje en la estancia adyacente tuvimos finalmente el placer de contemplar esa increíble maravilla de la geografía patagónica muy bien escondida en la meseta.

Si bien ya la conocía, no dejó de maravillarme nuevamente, sobre todo ahora que la pude ver con bastante más agua que en Febrero del 2010.

Nos había costado caso todo el día llegar por haber intentado llegarle por otro lado pero valió la pena el trabajo de exploración. Después de las muchas fotos que tomamos entre todos, comenzamos a volver y no conformes con lo hecho, hicimos una aproximación al río aguas abajo pensando en llegar al puente, pero alambrados y la geografía nos volvieron al camino con presteza.

Después de cargar nafta en Cushamen, donde llegué remolcado los últimos 300 metros para evitar trasvase de bidones,  nos dirigimos a Gualjaina por la RP12, donde nos hospedaríamos en la Hostería Mirador Huancache para reponernos de las dos intensas jornadas con campamento en el medio.

Llegamos tarde y nos costó conseguir lugar donde ir a cenar pero lo conseguimos.

Mañana les cuento un poco de este precioso lugar y sus vicisitudes.

MIERCOLES 14 DE OCTUBRE DE 2015

Gualjaina es una localidad ubicada en el Departamento Cushamen, al noroeste de la provincia del Chubut, en la Patagonia andina. Cuenta con 1.183 habitantes según el Censo del 2010 y está a la vera del arroyo homónimo, el cual confluye unos kilómetros al norte con el Río Chubut.

El primer nombre conocido de este paraje fue "Woolkein", en la pronunciación que le dio Musters a la palabra en el idioma puelche (de los gününa küne). Posteriormente el mismo nombre se fue deformando al ser pronunciado por indígenas de lengua mapuche, llegando a ser el mismo que Francisco Pascasio Moreno mencionó como Gualjaina y también como Gualgaina cuyo significado es "abra" o "cañadón”.

Actualmente se ha convertido en un destino turístico de interés por ser la puerta de entrada con razonables servicios, a la excepcional zona de la Caldera de Piedra Parada.

La Hostería Mirador Huancache donde nos alojamos resultó ser un amigo de nuestro compañero de viaje Claudio Guanciarrosa, quien cinco años atrás descubrió este lugar y con la ayuda del municipio, en aquella época construyó y actualmente opera este maravilloso lugar, muy apreciado por turistas extranjeros que adoran lo bello y salvaje de la zona.

Daniel y Laura, sus propietarios, nos trataron de maravilla y nos contaron muchas historias de pago chico de sus inicios y algunas actuales que no se pueden creer, como la negativa del Intendente a suministrar Internet al pueblo por las razones que fácilmente imaginarán.

 http://www.miradorhuancache.com.ar/

Después de desayunar y de inflar por enésima vez las cubiertas, decidimos explorar la costa norte del Chubut entrando por el puente de Fofo Cahuel, para lo cual deberíamos retroceder un poco por la RP12, aprovechando para conocer la pasarela sobre el río Chubut cercana a la confluencia del Gualjaina  y de paso curiosear el vadeo que practican  el verano y que Daniel nos aconsejó no arriesgarnos.

La novedad para quienes se animen por estos lares hacia el fin del verano es que donde ahora está pasarela habrá un puente vehicular y entonces el acceso a la zona que vamos a explorar será mucho más sencillo. Ni hablar la comodidad que supondrá para los sufridos pobladores el poder cruzar aquí en lugar de vadear o hacer rodeos de casi 100 km.

Salimos a la RP12 por el pequeño poblado  de Costa del Chubut y en Fofo Cahuel, supervisados por el cerro homónimo que con 1300 msnm domina la escena, cruzamos el Chubut y nos adentramos en la desconocida RP66 que fatalmente te lleva a Gastre cortando camino. A poco de andar nos descolgamos por una huella que recorre las sierras que bordean el Chubut por su flanco norte.

La huella sube bastante e increíblemente casi sobrepasa la altura del Fofo Cahuel, el cual fuimos rodeando por el este, disfrutando de desérticos pero muy bonitos paisajes.

Teníamos la intención de “tirarnos” al río Chubut por un largo y enroscado tobogán que teníamos dibujado y encontramos una huella recién abierta que casi coincidía con nuestro dibujo y supusimos que era lo que buscábamos. Por bastante tiempo  fueron paralelas y muy cercanas pero finalmente se separó bastante; ya estábamos en el baile, así que decidimos seguirlas hasta el final para curiosear: las ventajas de andar con planes flexibles.

Terminamos en un puesto más o menos bien equipado, el puesto de Don Romero, quien no tuvo inconvenientes en recibirnos y atender nuestras consultas. La huella terminaba allí en un cajón montañoso infranqueable y Don Romero nos confirmó que estábamos cerca del río pero que nunca le habían abierto el camino que tan bien le vendría.

Conversamos un rato y nos contó de su cantera artesanal de lajas arriba de un cerro y nos dio permiso para ir a curiosearla. Una huella que trepaba lindo nos puso en las alturas desde donde dominábamos toda la zona. La parte superior del cerro tenía varios tajos abiertos e incluisve estaban las herramientas (cincel y martillo) con las cuales extraen las lajas, de unos colores muy particulares por cierto.

Unos arbustos que nos ofrecieron reparo nos invitaron a almorzar y aprovechamos para degustar los típicos huevos con panceta de mi autoría, a los cuales les sumamos aros de cebolla.

La huella que no habíamos encontrado estaba a apenas 3 km de este lugar muy debajo de los cerros. Un alambrado caído nos incitó a ver si la podíamos interceptar desde aquí.

Terminado el almuerzo trepamos un cerro bastante empinado de piso flojo y desde allí la vimos, sólo que unos centenares de metros más abajo. Ganas de bajar enloquecidamente había pero realmente era bastante temerario y sin retorno. Algunos casi nos largamos pero finalmente le hicimos caso a la decisión del grupo de no arriesgarnos tanto. Desandamos la huella de la cantera y la del Puesto Romero y volvimos a la troncal original.

La huella siguió serpenteando entre los cerros subiendo y bajando. Alguno de los desvíos previstos tenían tranquera con candado por lo que no nos apartamos nunca de ella y de este modo llegamos al mismo lugar que habíamos estado más temprano, pero del otro lado del río, donde están construyendo el puente. El año que viene no hará falta dar toda esta vuelta, aunque valió la pena la exploración.

Ahora el objetivo pasó a ser unos “Raros Pliegues” que había divisado en Google Earth: un profundo cañadón mostraba uno de sus laterales notablemente ondulado como si no lo hubieran planchado, realmente una situación muy poco común que me tenía muy intrigado.

La huella comenzó a ascender en forma muy serpenteante por paisajes que empezaban a sorprendernos por su belleza.

Al llegar a la zona de los “Raros Pliegues” menos mal que tenía el waypoint exacto desde donde se veían porque a simple vista no era posible distinguirlos. Aguzando la vista los pudimos ubicar pero nada que ver con lo se notaba en las fotos satelitales. Mis compañeros de travesía se cansaron de bromear conmigo por haberles hecho hacer 2000 km para ver sólo eso…

La cuestión que si si bien no eran tan fáciles de ver, los “Raros Pliegues” existían y constituían una curiosidad y al menos yo la sacié; igualmente es difícil de explicar cómo se generaron.

Seguimos adelante y nos comenzamos a meter en la gran caldera del extinto volcán de Piedra Parada, que nos comenzó a deleitar con su sinfonía de formas y colores.

La nota triste de este tramo fue que desde un puesto unos perros salieron a corrernos y uno de ellos se suicidó debajo la chata de Pablo. Como correspondía y pese a no ser los responsables, Pablo y Claudio se apersonaron al puesto cercano para comunicarles la infausta noticia y dar las disculpas del caso. Por suerte la señora que los atendió entendió la situación y no se enojó con nosotros. Era lo menos que podíamos hacer; por un rato las radios, que siempre venían a full permanecieron en silencio, todos quedamos afectados. Por el suceso.

Pasado el mal trago, la tarde se comenzó a apagar y llegó el momento de encontrar un lugar de acampe. Había alguna idea de llegar hasta Piedra Parada y acampar al lado del río pero los tiempos no daban y de ese modo nos perdíamos tal vez lo más interesante del paisaje de la caldera del volcán por lo que desestimamos seguir mucho más.

Los paisajes se ponían cada vez más interesantes hasta que llegamos a lo que serían las nacientes del Cañadón de La Buitrera, donde encontramos un puesto muy grande deshabitado que era un excelente lugar para acampe, pero el problema es que no teníamos permiso y podía suponer un problema. Justo en ese momento apareció un poblador con una chata y le consultamos al respecto. Dijo ser el primo del dueño del puesto y que no nos hiciéramos problemas  que acampemos en sus alrededores.

La cuestión que en un costado de la arboleda armamos el campamento y cuando ya estábamos prendiendo el fuego, se aparece un R12 azul con cara de pocos amigos a preguntar que hacíamos ahí: era el dueño…

Le explicamos lo que habíamos hablado con su primo y pese a que después de una amable charla accedió a dejarnos acampar, era evidente que mucho no le gustó la situación, lo cual mirándolo bien era atendible. Pero no pasó a mayores…

El lugar era ideal, salvo lo que les conté recién, y había mucha leña disponible por lo que decidimos cocinar y comer algo como la gente en lugar de las habituales latitas y sopitas instantáneas. Le tocó el turno a mis promocionados fideos al disco, para lo cual eché mano de todo lo disponible para lucirme.

RECETA

Llevó su tiempo la cocción, el cual aprovechamos para charlar y compartir unos excelentes momentos entre amigos, vino va, vino viene, vino va, vino va, vino va…

Al cabo de casi hora y media, los fideos estaban para chuparse los dedos y todos quedaron súper conformes y satisfechos: comida gourmet en el centro de la caldera de un volcán, casi nada.

No obstante luego aparecieron más vituallas y elementos espirituosos para ir combatiendo el frío, que pasó a ser el protagonista al caer la noche.

JUEVES 15 DE OCTUBRE DE 2015

El día amaneció espectacular y todos estuvimos arriba temprano. Buen desayuno al calor del fogón, tostadas incluidas, y muy rápido, montamos en nuestras cabalgaduras para conocer a fondo la caldera del gigantesco volcán de Piedra Parada. El plan del día era recorrer lo más posible de la zona para que al fin del día estemos cerca el último objetivo cercano a Gan Gan: teníamos muchísimos kilómetros por delante y muchas cosas por ver.

Había un camino que nos habían adelantado que podía estar cerrado que es el que recorre por fuera el Cañadón de La Buitrera por su lado oeste, pero igual lo intentaríamos .

Y vaya que valió la pena: este camino atraviesa el domo central de la caldera de Piedra Parada dando una clase magistral de geología con paisajes de formas y colores muy difíciles de imaginar.

Me animo a decir que por la densidad de atractivos por kilómetro debe ser uno de los más lindos e intensos de la Argentina, pese a que muy pocos lo conocen.

La cuestión fue que no encontramos impedimentos y lo recorrimos completo disfrutando cada metro y cada perspectiva hasta culminar con la frutilla del postre: la gigantesca, inexplicable y solitaria Piedra Parada, al borde del río Chubut, puerta de acceso al Cañadón de la Buitrera.

Todo esto que comenté se encuentra del lado norte del río Chubut frente a la excelente ruta ripiada RP12 conectado por un moderno puente de hormigón  que permite que con cualquier vehículo se lo pueda recorrer. No es exclusivo para 4x4.

El Cañadón de la Buitrera merece un párrafo aparte: es una profunda hendidura vertical de unos 50 o 60 metros de altura que se adentra unos 7 u 8 km dentro de la caldera del volcán, alojando un pequeño curso de agua. Debe ser muy interesante recorrerlo por completo pero la falta de tiempo hizo que nos adentráramos apenas unos miles de metros, más que suficientes para quedar completamente atónitos con su belleza e imponencia.

Hoy meca de escaladores que como arañas trepan sus laderas, en el pasado supo alojar a los antiguos habitantes de la zona ya que sus paredes y cuevas los protegían de las inclemencias climáticas. No llegamos a verlas pero más adentro hay pinturas rupestres que confirman lo anterior. Es inexplicable que esta maravilla, al igual que El Saltillo sean tan poco conocidas por el público en general.

Por suerte se lo ha clasificado como reserva natural y de algún modo está a salvo de la depredación humana y felizmente se permite el acceso peatonal para poder conocerlo.

Alguna vez volveré para recorrerlo completo.

Llegado a este punto, cerca de mediodía, la caminata y la ribera del río frente a la Piedra Parada, fue un buen lugar para improvisar un indispensable almuerzo para recuperar energías.

Nos quedaba por delante aún un largo derrotero: un camino paralelo al río al lado del puente por su ribera norte que nos permitiría llegar a Rincón de los Leones sin volver a pisar las mismas huellas lo tuvimos que descartar debido a un brillante y reluciente candado por lo que no quedó otro remedio que recular un poco.

Por suerte teníamos una opción que, más larga pero con poca duplicación, nos volvía al derrotero pensado sin sacrificar casi nada de lo que queríamos ver; sólo nos demandaba un poco más de tiempo.

Volvimos hacia atrás, un poco más allá de la magnífica huella que nos reveló el multicolor interior de la caldera de Piedra Parada y después de unos kilómetros paralelos al río comenzamos a ascender fuertemente por otra pintoresca huella con muy lindas vistas del río Chubut y del cerro Fofo Cahuel.  Trepamos hasta poco más de 1000 msnm donde de algún modo nos asomamos de nuevo a la caldera desde lo que sería uno de los labios del cráter. Desde allí bajamos a su interior y nos volvimos a topar con unos cuantos kilómetros de la huella que habíamos transitado ayer antes de acampar. La verdad que son tan feos los paisajes que es un pecado volver a recorrer lo mismo…

Llegamos al sector donde acampamos la noche anterior y una huella XX (dibujo teórico de escritorio) que nos sacaba hacia el norte rumbo  a la RP4 nos tentó pese a que no era lo previsto: el entorno del valle por donde nos teníamos que meter nos sacó de programa.

En realidad la huella era tenue pero existía a tal punto que se podía apreciar una pisada reciente de vehículo y pese a que nos dejaba fuera del Cañadón de los Loros y el Rincón de los Leones, nos podía dar más tiempo para gastar luego en el volcán La Buitrera de Gan Gan.

Avanzamos mucho admirando los paisajes, hasta que una inesperada tranquera nos detuvo. La huella reciente nos aconsejó no violarla aunque era fácil ya que indudablemente habría alguien del otro lado….

Volvimos al plan original retrocediendo de nuevo hasta la zona del campamento. Ahora sí recorreríamos el Rincón de los Leones y el cañadón de los Loros, solo que con menos tiempo puesto que en vez de acercarse, Gan Gan se había alejado.

De nuevo estábamos metidos en un camino poco transitado pero extremadamente interesante, como toda la zona de Piedra Parada. Le pusimos bastante ritmo, únicamente interrumpido por una manguera de gasoil de la Patrol de Tobhías que nos obligó a una larga parada para repararla.

Llegamos a la RP13 donde el paisaje se volvió más estepario y en tren de “ahorrar” camino decidimos eludir el paso por Gastre, cortando derecho por la laguna Taquetren y el paraje Colelache para salir directamente a mitad camino entre Gaste y Gan Gan por la Pampa de Talagapa.

A medida que nos acercábamos a la RP4 y por consiguiente a los bordes de la meseta de Somuncurá, el cielo se puso muy gris y en las alturas de los cerros comenzamos a ver un reciente manto de nieve de la noche anterior que con el cielo como estaba, amenazaba repetirse. Bajó mucho la temperatura y al llegar a Gan Gan hacía mucho frío.

Después de los intensos días vividos, como es natural, los integrantes del grupo empezaron a tener expectativas diferentes para lo poco que quedaba de la travesía, producto del cansancio y de las particulares situaciones personales.

Así es como Tobhías, Pablo y Claudio decidieron descartar la expedición al volcán La Buitrera y después de repostar combustible siguieron con destino a Puerto Madryn, aunque luego el estado del camino y el clima los hizo llegar sólo hasta Telsen.

Elsa, Eduardo, Jorge y yo nos quedamos en Gan Gan ya que decidimos darle una chance al volcán La Buitrera y sus alrededores.

Nos alojamos en nueva hostería recién inaugurada “Lo de Mary”, un lugar muy acogedor que era muy necesario para que Gan Gan pueda ser tenido en cuenta como punto de detención: hace unos años no había prácticamente nada.

Cenamos en el mismo hotel y durante la cena decidimos intentar también conocer el gigantesco cráter Bajo Hondo, pese a que la gente del hotel nos alertó que podíamso llegar a encontrar tranqueras cerradas.

VIERNES 16 DE OCTUBRE  DE 2016

Nos levantamos temprano ya que el día podía ser muy largo si teníamos problemas con las tranqueras. Para llegar a Bajo Hondo debíamos alejarnso unos 70 km de Gan Gan hacia el este y si teníamos problemas de candados, deberíamos desandarlo para arrimarnos a La Buitrera. La salida de la zona sería por El Caín hacia Maquinchao en lugar de ir por la costa como los demás.

Durante la noche había nevado un poquito y los parabrisas estaban totalmente cubiertos por un fino manto de hielo y nieve. El cielo gris bien plomizo auguraba que el mal tiempo continuaría y no nos dejaba ver el borde de la meseta, donde seguramente había nevado bastante.

Tomamos la RP4 rumbo al este y lentamente va ascendiendo para sortear una lengua de la meseta, cerca de los 1000 msnm. La presunción de la nevada nocturna se hizo realidad y tuvimos la oportunidad de poder apreciar el paisaje somucureño cubierto de un fino pero infinito manto blanco. Podríamos llegar a la cumbre de La Buitrera unos 800 metros más arriba?

Encontramos la bifurcación que nos llevaría al gigantesco cráter de Bajo Hondo aunque un cartel que indicaba “Propiedad Privada Estancia El Guanaco” nos desanimó un poco , ya que justamente el “Camino del Guanaco” era uno de los que la gente de la hostería nos había marcado como interesantes pero vedados.  No por eso no íbamos a intentarlo…

La huella era una típica de Somuncurá: apenas marcada y llena de piedras como para andar a paso de hombre. La cuestión que fuimos avanzando con alguna que otra tranquera sin candado y ya bastante cerca del cráter, nos abrimos de la huella principal y a poco de andar terminamos adentro del mismo casi sin darnos cuenta: claro, es difícil darse cuenta de su carácter de cráter desde el nivel del suelo puesto que tiene unos cuatro km de diámetro. Primer objetivo cumplido.

Mientras tomábamos fotos un paisano a caballo se acercó con cierto recelo para averiguar quiénes eran los extraterrestres que invadían sus dominios.  Al principio estuvo parco pero al final se aflojó y se conformó con nuestras repetidas explicaciones que somos argentinos curiosos de conocer nuestro país. Por si acaso no le dijimos de nuestras intenciones de alcanzar la RP67 sin volver a Gan Gan para que no nos niegue el paso, sino que le dijimos que sacaríamos unas fotos desde otras perspectivas…

Cruzamos el cráter en forma diametral y pasamos por el puesto de dónde provenía el paisano, el cual conocíamos por Earth Google. Para nuestro regocijo el camino seguía hacia el oeste y por supuesto continuamos por él con un enorme signo de interrogación.

Signo de interrogación que tuvo respuesta cuando unos kilómetros más adelante una tranquera con candado nos detuvo. Game Over?.  No todavía, porque una bifurcación hacia el sur nos renovó la esperanza.  El rumbo no era el deseado pero al menos todavía no reculábamos.

En un momento torció al oeste y cuando parecía que íbamos bien, se metió en un cañadón y desembocó en un puesto donde el camino terminaba. Game Over de nuevo? No todavía.

Con pocas esperanzas  fuimos a ver al puestero para ver que se podía hacer. Al preguntarle por llave de la tranquera, nos responde que la tenía él, pero no la ofreció directamente.

Costó una larga y elíptica charla convencerlo pero la historia que inventamos de que nos habíamos equivocado de camino y que llegaríamos muy tarde a Gan Gan si teníamos que volver al final resultó convincente. Don Gonzalo Alegría, el nombre del puestero, aceptó que lo llevásemos para que nos abra el candado y que luego lo devolviésemos al puesto.

Como agradecimiento le dejamos  unos cuantos paquetes de lo que no consumimos (fideos, polenta, latas, etc.) ; curiosamente que nos rechazó de plano la típica botella de vino que usamos en estos casos.

Don Alegría se puso tan contento con el regalo que fue al galpón y sacó una Hilux nuevita y nos acompañó para que no tengamos que volver a traerlo.

Milagrosamente, o mejor por insistidores  sorteamos la tranquera con candado, nos despedimos de Don Gonzalo, quien nos aseguró que no había más candados hasta la RP67.

Curiosa situación la de esta tranquera ya que sin violar nada se puede llegar a ambos lados de ella, lo que implica que si de algún modo la cruzás sin dejar rastros, nadie te puede acusar ya que el acceso es libre a ambos lados. Tal vez tenga que ver nuestro apartamiento de la huella principal para meternos en el cráter.

Pasamos cerca del casco de la estancia “El Guanaco” y efectivamente salimos a la RP67 sin sobresaltos, excepto una breve y densa granizada que nos pegó un pequeño susto.

Ya en la RP67, unos kilómetros al norte, apenas pasando la estancia xxxxx, nos desviamos a la derecha por lo que llamaos el “Acceso Sur” al Volcán la Buitrera, que prometía un suave ascenso por un sinuoso cañadón con “apenas” 23% de pendiente máxima. Si el suelo ayudaba, no sería difícil…

Hasta llegar a un puesto que estuvo abandonado pero ahora en reconstrucción recorrimos una huella bien marcada, luego empezó el campo traviesa, buscando el cañadón.

Para evitar un largo rodeo, como las pendientes lo permitían, cruzamos un cerro y desde su cima pudimos disfrutar de una vista imperdible de nuestro cañadón, que desde lejos parecía accesible; sin embargo nos inquietaba el uniforme manto níveo de la parte alta del volcán, ya que las pendientes precitadas en seco serán posibles, pero cubiertas de nieve…

Igual por supuesto que seguimos, ingresando al cañadón, el cual desde cerca ya no era tan simple. Un pequeño curso de agua lo convierte en un tramposo mallín por el que hay que circular con cuidado para no encajarnos.

Varias veces debimos cruzar el arroyito para ir buscando el camino y acercarnos a la nieve , la cual apareció “de golpe” después de una curva a 90° que nos puso adelante un perfecto tobogán blanco en subida.

Cuando pisamos la alfombra blanca supimos que nuestro límite estaba cerca; estábamos a 1600 msnm en un terreno fangos, con piedras y cubierto de nieve donde era muy difícil adivinar la trayectoria correcta. Avanzamos lentamente hasta rebasar los 1700 msnm y allí decidimos que seguir era arriesgar demasiado  a romper algo y sólo éramos dos chatas. La Buitrera y sus pequeñas lagunas en la cima quedaron ahí nomás, a la espera de otro intento futuro con clima más benigno.

Sacamos las fotos de rigor empantanados en la nieve y descendimos bastante fácilmente siguiendo nuestras huellas de subida. El puesto en reconstrucción estaba con la puerta abierta y nos proporcionó un buen lugar donde cocinar al reparo y disfrutar de nuestro merecido almuerzo, esta vez provisto por Elsa, que nos arrimó las sabrosas bolsas de alimentos termoestabilizados marplatenses “Sabor de reyes” con los que nos chupamos los dedos.

Sólo quedaba emprender el regreso, el cual haríamos por El Caín. Seguimos por la RP67 hacia el norte, atravesando la insólita y hermosa Pampa de Talagapa mientras nos adentrábamos en el corazón de Somuncurá con sus clásicos cerros truncos. AL cruzar el límite provincial y entrar en Río Negro, el estado de la ruta, ahora RPXXX  cambió por su falta de mantenimiento y lluvias recientes.

No era para encajarse pero anduvimos unos cuantos tramos patinando en el barro hasta llegar al cruce a El Caín, dónde de nuevo mejoró.  No sé por qué siempre pasa que muchos de los caminos interprovinciales están en mal estado , como si fuera una cuestión política…

Llegamos a El Caín, la única población de cierta importancia enclavada en la misma meseta de Somuncurá. El lugar es muy bonito pero debe ser muy duro vivir aquí, alejados de la civilización y con un clima que en gran parte del año es terriblemente inclemente.

No obstante el pueblo está bastante lindo y prolijo y ahora hasta dispone de una hostería para desarrollar el turismo.

Una breve parada para repostar combustible desde los bidones en el medio del pueblo y retomamos el camino rumbo a Maquinchao, ahora con un camino de ripio en excelentes condiciones.

Sin novedades llegamos a Maquinchao donde paramos a cargar combustible y a decidir cómo seguir. Era viernes al atardecer con todos los objetivos prácticamente cumplidos.

Elsa propuso seguir “non stop” hacia Buenos Aires de modo de llegar temprano el sábado. A todos nos pareció buena idea y así emprendimos el largo regreso a casa, turnándonos cada dos horas para manejar descansados.

De acuerdo a lo planeado el sábado temprano estábamos en casa, felices de otra increíble travesía. Curiosamente, los otros integrantes del grupo, que se habían descolgado para llegar antes todavía estaban de viaje cerca de Bahía Blanca…

Hasta la próxima