VIEJAS ASPIRACIONES CUMPLIDAS, PASÁNDOLA BOMBA
19 al 28 de Febrero de 2016
PRÓLOGO
Pese a los casi infinitos y fatigosos enlaces kilométricos que insumen los viajes a la Patagonia, estos poseen una rara atracción especial para muchos ya que no cuesta casi nada juntar amigos que quieran acompañarme a descubrir rincones todavía ocultos. A tal punto, que esta vez ni siquiera alcancé a cursar la clásica invitación general: unas pocas charlas acerca de mis intenciones sureñas y ya había once chatas dispuestas a acompañarme.
El eje central del viaje que propuse era lograr el postergado y ansiado enlace cordillerano entre el Parque Nacional Perito Moreno y el lago Posadas, el cual está en mis planes desde el año 2006 cuando visité la zona por vez primera y conocí a Eduardo Lada, quien me habló de esa posibilidad.
En esa época nadie había pasado excepto a caballo y a lo largo de todos estos años solamente algunas motos y cuatriciclos lo habían logrado, por lo que era hora que alguien lo intente con chatas 4x4.
No solamente sería para sacarnos un gusto personal sino que tal vez podría ser la mecha que encienda que en algún futuro no muy lejano se trace un camino que permita acceder al Parque Nacional Perito Moreno sin necesidad de hacer el largo camino de 90 km de ida y de vuelta por la RP37 que suele desalentar a los ocasionales turistas que intentan asomarse por la gran cantidad de combustible que es necesario llevar encima. Una vuelta redonda, además de acortarlo, siempre hace atractivo los recorridos.
Para engañar un poco los largos enlaces, el viaje se completaría con un relevamiento del río Deseado pasando por dentro de los Miradores de Darwin y por la costa norte de Santa Cruz con un campamento intermedio en Bahía Laura. Antes de meternos en el Parque Perito Moreno intentaríamos conocer el ignoto lago Guitarra. Y si todo salía bien y nos sobraba el tiempo (evento altamente improbable) trataríamos de descifrar el enigma del norte del lago Buenos Aires con la misteriosa RP45 que corre por encima de la frontera por Chile pero que no figura en ningún mapa. En definitiva, unos pocos 6000 km llenos de aventura.
Todos estos objetivos secundarios eran “sobrantes” que quedaron pendientes de viajes anteriores y que tal vez esta vez podríamos resetear.
El viaje se planteó para la última semana de Febrero ya que era la fecha límite para encontrar las mejores condiciones para el cruce, por el clima benigno y por la menor humedad de los mallines y de las trampas de piedra y lodo que solemos encontrar en esta zona cordillerana.
Al acercarse la fecha, el grupo inicial de once chatas se redujo al nada despreciable de ocho, lo cual fue una enorme satisfacción por la convocatoria y por otra un desafío de coordinación cuando se trata de lograr objetivos múltiples. Es sabido que cuando el grupo es grande siempre hay motivos para demorarse aunque con la calidad y experiencia de los participantes seguramente no llegaría a ser un problema insalvable. Y no lofue.
Quienes fuimos (enlace a otra página)
· Elsa ONS con Eduardo CINÍCOLA (Toyota Hilux Blanca manual) desde Santa Rosa
· Hugo PERRET (Legendaria Mickey Mouse) desde Rosario
· Edgardo “TAPE” ARRIOLA con Daniel (Nissan Patrol) desde Rosario
· Hugo Berry Rhys (Toyota SW4 gris manual) desde Buenos Aires
· Guillermo LOZA y Julio SASTRE (Toyota Hilux gris Automática) desde El Bolsón
· Germán “Lokito” HERNANDEZ con su hijo Manuel y su amigo Fabián (Toyota SW4 ) desde Mar del Plata
· José Alberto martín (Pitufo), su señora Areceli y su perrita (Toyota SW4 gris automática) desde Malargue
· Pampa con Alejandro BONNIN (Pampa 02) desde Buenos Aires
VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016: EL CLÁSICO ENLACE A BAHÍA BLANCA
Pese a las “zancadillas” habituales en el laburo cuando te vas de vacaciones, pude hacer uso del horario flexible de los viernes y salir de la oficina cerca del mediodía. Como tenía todo listo, a las tres de la tarde pude salir de casa rumbo a Bahía Blanca donde tenía que recoger a mi copiloto, Alejandro Bonnin, un gran amigo y ex-compañero de trabajo.
Mi otro querido amigo Pablo Anastasio, habitual compañero de travesías, que otra vez no había podido despegarse del laburo para participar de la expedición, se ofreció a alojarme en su casa con un asadito y no me quedó otro remedio que aceptar el convite, así que con esfuerzo llegué a eso de las 22:00 con la cocción a punto y con la sorpresa de encontrar a otro compañero de aventuras, Ricardo Silvano quien nos acompañó hace muchos años al Agua Poca y es el autor de las foto de portada de mi página.
El viaje empezaba de lo mejor, a tiempo y con amigos.
SÁBADO 20 DE FEBRERO DE 2016: ENCUENTRO EN TRELEW
Temprano por la mañana pasé a buscar a mi copiloto por la casa y salimos tranquilos rumbo a Trelew que era el lugar de encuentro del heterogéneo grupo. Pese a que no le pusimos mucho ritmo, nos fuimos enterando a través de Whatsapp que íbamos delante por lo que al pasar por Puerto Madryn hicimos un desvío para darnos un chapuzón, ya que el día estaba excelente y caluroso.
Increíble la cantidad de gente que había en la playa, a tal punto que la otrora solitaria Playa Paraná estaba atestada (el asfalto ya llega hasta allí). Para poder cambiarnos tranquilos, nos tuvimos que alejar todavía un poco más, pero valió la pena porque el agua estaba sensacional. Además pasé a ver el lote que compré en Estilo Solana aprovechando para salir a la RN3 por la traza del acueducto Trelew-Madryn.
La parada fue suficiente para que los demás nos alcancen y es así como a eso de las 20:00 las seis chatas que debían estar en Trelew, estaban allí, sin inconvenientes. Guillermo Loza y el Pitufo por partir del lado de la cordillera irían directamente a La Oriental.
Aproveché para registrar una estación ferroviaria de las que me faltaban, que sin querer se me cruzó por el camino, la hermosa y muy bien conservada estación TRELEW, integrada a una plaza en el medio de la ciudad.
No había sido la idea original alojarnos en Trelew porque habíamos pensado en un asadito en el Dique Florentino Ameghino pero como ya nos pasó otras veces, justo embocamos un día de fiesta popular (Día de la Energía) y no pudimos ni siquiera reservar lugar para camping.
Cenamos en una pizzería y quedamos en salir temprano de modo de comenzar el tiempo de aventuras a la brevedad. No había que dejar que los enlaces nos cansen.
DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 2016: EL DESEADO RÍO DESEADO
Salimos temprano desde Trelew por la aburrida RN3 rumbo a la aventura. Todo venía bien excepto unas vibraciones por encima de los 120 km/h producto del Slime que le tuve que poner a las cuatro cubiertas para tapar los infinitos agujeritos conseguidos en la anterior incursión al desierto puntano, hasta que al llegar a Comodoro Rivadavia, un poco antes del Chenque, Pampa 02 se plantó de golpe. De andar perfecto no quiso arrancar más.
Sin desfallecer, seguí el protocolo de revisar si había chispa y si llegaba nafta a los inyectores, comprobando que esto último era el problema. Muy extraño ya que en forma precautoria, había puesto una bomba de nafta nueva antes de salir…
La cuestión que, como tenía una idéntica a bordo (la compré junto con la que iba a cambiar, recuerden este detalle para mas adelante) bajé el tanque de nafta, la reemplacé con la inestimable ayuda de mi copiloto y en una hora estábamos de vuelta en camino. Un amigo del trabajo, Jorge Guilenea, al enterarse de mi problema, se arrimó para ver si necesitábamos ayuda.
Los demás aprovecharon a hacer las compras en Comodoro para el primer campamento, que sería en el mar, si nos alcanzaba el tiempo. Esta detención había comprometido un poco el objetivo.
Seguimos raudamente adelante y en Fitz Roy dejamos la RN03 para tomar en forma fugaz la RN281 que se dirige hacia Puerto Deseado y dejarla en Antonio de Biedma para tomar la RP66 (ex RP1203) rumbo al puente sobre el río Deseado sobre la antigua traza de la RN03, ahora RP47.
Apenas tomamos el ripio, tuve el segundo incidente con Pampa 02: otra vez se detuvo instantáneamente y me entraron todas las dudas ya que ahora parecía haber presión de nafta. La cuestión que no quería arrancar por las buenas y se nos ocurrió remolcarla un poco a ver si así lo hacía. Y arrancó nomás, pero me dejó con una espina clavada enorme respecto a que iba a pasar en el futuro si esto ocurría en algún lugar comprometido. Hay momentos en que hay que jugarse y me jugué, reseteando mis dudas: Dios me iba a ayudar.
Al llegar al puente del Paso Gregores,, viendo que el río estaba seco decidimos “acortar” camino yendo directamente por el cauce en lugar de usar las huellas que habíamos estudiado prolijamente en el Earth Google y que trabajosamente Eduardo había volcado en sus mapas. Naturalmente por el río era mucho más corto en distancia y podía ser una buena posibilidad de recuperar las dos horas que le había hecho perder a la caravana. Ilusos...
Bueno, más corto era, pero eso no significó que fuéramos más rápido aunque indudablemente por los paisajes valió la pena. Como en la mayoría de los cauces secos, la tentadora superficie seca y lisa del cauce se transforma en una pegajosa trampa de barro que nos fue atrapando a todos prolijamente, por suerte de a uno.
Como era de esperar los Miradores de Darwin no llegaban nunca porque el avance era muy lento: no solo por las encajadas sino porque empezamos a curiosear en la infinitas cuevas que se sucedían en las paredes basálticas que encierran el cauce.
Se fue acercando el anochecer y nos abocamos a buscar un buen lugar para acampar al reparo del viento, que era bastante molesto e insistente. Teníamos previsto un pollo al disco así que era vital un lugar adecuado para cocinar.
Después de andar bastante, en un brazo secundario del río, al costado de unas imponentes paredes de pórfido donde se agolpaba un poco de espesa vegetación producto de cuando el río trae agua, encontramos el lugar adecuado y armamos el campamento.
Visto de lejos las carpas y las chatas eran minúsculas al lado de los acantilados donde nos asentamos, como si la naturaleza salvaje de la Patagonia nos ignorase. Pensábamos cómo debían sentirse Darwin y Moreno siglo y medio atrás cuando se aventuraron por estos desolados lugares sin más que sus botes o sus caballos.
Mientras algunos se ocuparon de armar las carpas, otros nos ocupamos de la cocina mientras se hizo completamente de noche. El pollo al disco a la cerveza con papas y cebollas se cocinó lentamente mientras le entramos a una buena picada y mientras desfilaban las primeras botellas de vino para festejar el inicio formal de la travesía.
Demás está decir que no sé si por el hambre o por el lugar ó porque realmente estaba bien hecho, todo el mundo se chupó los dedos y si sobró algo fue porque habíamos cocinado como para un batallón.
La noche agradable nos agolpó al lado del fuego, aprovechando el momento para que varios de los integrantes se terminen de conocer y para que los viejos conocidos recordemos viejos tiempos.
No muy tarde nos fuimos a acostar sabiendo que estábamos prácticamente dentro de los Miradores de Darwin.
LUNES 22 DE FEBRERO DE 2016: MIRADORES DE DARWIN Y LA DESOLADA COSTA SANTACRUCEÑA
La noche fue apacible hasta la madrugado cuando se levantó un viento muy fuerte que sacudió mucho las carpas; creo que todos estuvieron despiertos en esos momentos por lo que nos costó bastante despertarnos y levantar campamento. No obstante antes de las 9:00 estábamos en marcha por que, en teoría, deberíamos llegarnos hasta la cordillera después de recorrer toda la costa al norte de San Julián…
El primer desafió fue llegar al Paso Marsicano, el epicentro de los Miradores de Darwin. Paso Marsicano era el primer lugar más próximo al mar donde el río era vadeable con los arreos de ovejas.
Intentamos llegar a él siguiendo el cauce pero fue imposible ya que el río en esta zona es alcanzado por las mareas y entonces es una trampa de barro mortal aún en marea baja cuando la capa superior parece perfectamente seca trabajo que en forma superficial realizan conjuntamente el sol y el viento.
Por lo tanto buscamos las huelas que habíamos relavado en el Earth Google y llegamos al Paso Marsicano a través de la estancia Cerro del Paso, la cual está en una grieta serpenteante que nos lleva al río. Teníamos el permiso logrado desde Bs As para pasar por la estancia, así que no tuvimos inconveniente alguno.
En el Paso Marsicano pudimos ver los Miradores de Darwin desde adentro. El poco turismo que aquí llega lo hace desde las alturas del norte y casi nadie llega al cauce del río, conformándose con el espectáculo desde arriba. Creo que hay excursiones que aprovechando la alta marea también llegan aquí por agua.
Para nuestra satisfacción éramos parte del paisaje y pudimos verificar la perfecta descripción que hizo Darwin en 187x, cuando se aventuró con un bote desde Puerto Deseado hasta este lugar y lo contó en Viaje por la Patagonia Austral
Frase de Moreno encomillada.
En el Paso todavía se pueden apreciar los restos de una especie de muelles (o puentes) y subsisten dos construcciones que conformaban el Boliche del Paso, indudablemente un punto de detención y aprovisionamiento de las caravanas o arreos que cruzaban el río. En realidad en este sitio es donde “termina” el río y empieza la ría. Viendo el “zanjón central” se puede apreciar muy bien la amplitud de las mareas que alcanzan hasta seis metros de desnivel.
Conformes con el logro de estar aquí, desechamos seguir investigando aunque la zona da para hacerlo en detalle por la multitud de cuevas y acantilados que se suceden. Salimos a la RP85 disparados hacia el mar con el objetivo de poder visualizar en vivo algunos de los buques hundidos y los remotos faros que Earth Google nos vislumbró.
Las rutas aquí están invadidas de tranqueras que hay que abrir y cerrar prolijamente: son las reglas.
En algún momento la RP85 se bifurcó y tomamos por la que se denomina RP64 ya que la idea era ir a investigar un barco hundido que algún sagaz viajero había descubierto en las satelitales y entonces debíamos dirigirnos a las cercanías de la Punta Norte y la Bahía Oso marino (Ver con el IGM). La RP64, apenas una huella apenas marcada comenzó a bifurcarse sin motivo y siempre elegimos la más transitada si iba con rumbo al barco hundido. La cuestión que con esa “ruta” aparecimos en el casco de la estancia El Negro y lo atravesamos lentamente pero sin detenernos ya que pensamos que no era necesario. Veníamos con algo de atraso y parar a conversar puede tomar bastante tiempo aunque siempre sea agradable hacerlo.
Seguimos de largo por otra huella que nos llevaba derecho al barco hundido cuando el último de la caravana, el Tape, me avisa que una chata de la estancia nos perseguía y que la señora que conducía estaba hecha una furia.
Inmediatamente detuvimos la marcha y me volví a ver qué pasaba. Efectivamente la señora estaba muy enojada porque habíamos pasado por el patio de su casa y no habíamos parado a saludar o a pedir permiso; para colmo la huella que iba al barco no era pública sino que era de su propiedad.
La señora Jenkins, de ella se trataba, no paraba de decir que éramos unos irrespetuosos, que después hablaban mal de los lugareños porque no dan permiso y retacean el acceso cuando los visitantes son los que generan esa actitud, etc., etc..
La verdad que la señora tenía razón y seguramente de haber parado a saludar aunque sea nos habría tratado con la amabilidad de siempre, así que les ofrecimos las disculpas del caso de la mejor manera posible explicando nuestra confusión respecto a que creíamos que estábamos sobre un camino público y que por eso no paramos. Al final cuando empecé a nombrarle algunos contactos que tenía de la zona, se calmó, nos entendió y después de un rato, nos indicó por donde llegar al barco hundido, el Walda II, que no era por donde nos habíamos metido y también nos dijo que un poco más adelante había otro directamente varado en la playa, el Ingrid, sobre la huella que lleva a Punta norte y Bahía Oso Marino. También nos dijo que deberíamos retroceder por la misma huella para volver ya que no se podía seguir hacia el sur por allí.
Conclusión: por más apurado que uno esté siempre conviene detenerse aunque unos minutos si uno pasa cerca de un puesto o casco habitado. No sólo se ahorran problemas sino que hasta en una de esas se consigue algún dato de interés.
Liberados del problema, seguimos rumbo a la costa y no tardó en aparecer el maravilloso azul del Mar Argentino y poco después el casco del barco hundido, con su llamativo color óxido emergió ante nuestros ojos. Según nos contó la señora Jenkins, no fue un naufragio por accidente, sino que fue hundido deliberadamente para crear un lugar donde se acumulen corales con propósito de buceo seguramente. Se debería tratar de un buque factoría o algo así ya que la playa estaba plagada de pedazos de aislamiento que se deben estar desprendiendo de sus bodegas refrigeradas.
Seguimos rumbo a Punta Norte atentos al segundo barco hundido, que no sabíamos con precisión dónde estaba. Desde un angosto cañadón alcanzamos a ver sus mástiles y bajamos a verlo. Se trata del Ingrid, el cual era más chico que el anterior pero en este caso parecía que recaló por algún motivo en una pequeña caleta y nunca más lo pudieron sacar. Llama la atención lo avanzado de su oxidación en contraste con los equipos de radar o comunicación en sus mástiles que parecen recién instalados aunque debe hacer muchos años que está encallado allí. Seguramente con baja marea sea posible acceder a él pero no fue nuestro caso: sólo pudimos sacarle lindas fotos.
Seguimos rumbo a Oso Marino, donde encontramos una caseta de pescadores deshabitada y dado que era hora propicia para comer algo, la intrusamos para guarecernos del viento y nos apiñamos en su interior para compartir un frugal almuerzo.
Dejamos todo como estaba, limpiamos y nos llevamos la basura como es habitual y terminamos de recorrer la Bahía Oso Marino hasta donde el terreno lo permite. Luego por otras huellas internas volvimos a la estancia El Negro y esta vez pasamos a agradecerle a la señora Jenkins la amabilidad de habernos permitido entrar pese a nuestro desplante inicial. Quedo satisfecha de nuestra actitud y creo que reparamos el error.
Ahora tomamos rumbos sur por la vieja RP83 que en muchos tramos va muy cerquita del mar: es el reino de la desolación, mas siendo un lunes donde ni siquiera hay pescadores ocasionales. La idea era apurar un poco el paso conociendo la enigmática bahía Laura a la pasada y tratar de por lo menos ir a dormir a Gregores después de reabastecer en San Julián.
Pasamos por el acceso a Punta Buque, que me hubiera gustado conocer para ver en vivo su caprichosa forma, donde hay una estancia que parece en actividad.
Al cabo de unos veinte kilómetros, en el medio de la nada, yo que venía adelante veo venir alguien caminando por la huella: no tenía caballo ni se veía puesto alguno en las cercanías, ni siquiera en los mapas del GPS que tan bien había detallado Eduardo.
Paré con cierto temor porque no cerraba la situación pero rápidamente comprendí que no tenía fundamento, cosas de porteños del conurbano…
El señor era un hombre joven, extremadamente cansado, que nos contó que la noche anterior estaba pescando en Bahía Laura (a unos veinticinco kilómetros de allí) y los había pescado el mismo ventarrón que a nosotros con la diferencia que se les había volado la carpa al mar… con las llaves del auto adentro!!!! Hacía más de doce horas que venía caminando buscando a alguien que lo ayude junto con su padre, que chiquitito apareció en el horizonte, obviamente sin éxito.
Al ofrecerle agua, nunca vi a alguien bajarse una botella completa con la velocidad que lo hizo este pobre cristiano.
Como no podía ser de otro modo, nos organizamos para que dos chatas retrocedan con ellos hasta donde pudieran obtener ayuda. Los dos Hugos, que venían solos los acomodaron en sus chatas y los llevaron hacia el norte; por suerte en la estancia de Punta Buque, había gente y arriba de un molino había señal de celular por los que los dejamos en buenas manos.
Para no quedarnos en el medio dela nada los demás seguimos hacia Bahía Laura y quedamos en volver a juntarnos en el Faro de cabo Guardián, que es el extremo norte de la bahía.
Pasamos frente al estancia Bahía Laura, importante pero actualmente desierta (no abandonada). Ya nos había dicho eso nuestros pescadores perdidos ya que acudieron allí sin éxito.
El camino al faro bordea un gigantesco “médano” de cantos rodados que daba la idea que nos separaba muy poco del cercano mar y de la bahía en sí.
Como andábamos con tiempo se nos ocurrió trepar al “médano” para ver el mar. No resultó muy sencillo subir pero lo hicimos y grande fie la sorpresa que pudimos ver el mar, pero un mar de cantos rodados y ni noticias de la costa. Desde ahí arriba se veía el faro y no tuvimos mejor idea que apuntarle derecho navegando ese océano de guijarros sueltos. Las chatas a fondo tratando de no encajarse lo que hubiera sido un dolor enorme de cabeza ya que no imagino como hubiéramos rescatado una chata varada en el mar de piedras sin nada firme alrededor. Dios sabrá porque hacemos estas cosas…
Pese a todo llegamos al faro Guardián con la sorpresa de encontrarlo rodeado de un nutrida colonia de pingüinos que parecen estar esperando el inminente derrumbe. La estructura del faro está en un estado calamitoso y es casi inexplicable que se halle en pie estando expuesta a los hirientes vientos patagónicos. Obviamente está fuera de servicio hace mucho tiempo.
Buscamos dónde estaría el auto de los pescadores perdidos y lo ubicamos en una isla frente al faro: naturalmente habían accedido con la marea baja, como estaba ahora, por lo que Elsa y Eduardo se cruzaron para ver que onda. Efectivamente encontraron el auto, un Wolkswagen Fox y dos pescadores más que acompañaban a los dueños del auto y que se quedaron a esperar, pescando…
Mientras tanto los Hugos se reintegraron al grupo y partimos rumbo a San Julián, que con suerte sería nuestro destino del día, exactamente del otro lado de la provincia donde hubiéramos querido llegar.
Desandamos el camino del faro, volvimos a pasar por la estancia Bahía Laura y seguimos con rumbo alejándonos del mar. Hicimos un breve desvió para conocer el minúsculo poblado pesquero de Bahía Laura sobre el lado sur de la bahía, donde el faro Campana nos mostró el futuro cercano del faro Guardián: arrodillado en el suelo con sus hierros retorcidos rendido a los vientos patagónicos y al abandono.
El largo enlace a San Julián va enhebrando estancias discurriendo entre cañadones donde los cascos se protegen del viento hasta que al atardecer llegamos a la RN03 a la altura del arroyo Salado apenas a 60 km del nuevo objetivo.
En San Julián nos alojamos en unas cabañas donde nos pudimos apilar todos y fuimos a cenar a un restaurante de la costanera. Por suerte desde allí pudimos hacer contacto con Guillermo Loza que ya estaba en La Oriental esperándonos a unos 500 km de distancia. Acordamos que él se arrime a la estancia Sierra Andia para intentar llegar al lago Guitarra a la pasada de nuestro derrotero a La Oriental; si salía bien recuperábamos el retraso y nos poníamos al día con lo programado.
Así terminó este largo día de paseo marítimo
MARTES 23 DE FEBRERO DE 2016
CUANDO PUDIMOS ”ESCUCHAR” LA MÚSICA DEL IGNOTO LAGO GUITARRA
El día había sido largo y costaba mover la tropa; sin embargo era imperioso salir lo más temprano posible ya que las chances de recuperación eran ciertas siempre que el lago Guitarra no fuera inexpugnable.
Para inducir la partida rápida, tome la delantera y me largué solo por la RP25 con la consigna de esperarlos en la YPF de Gregores después de comprar provisiones.
Esta salida anticipada, con desayuno “on board” permitió andar tranquilo por el ripio aprovechando para disfrutar el paisaje sin preocuparse por la velocidad. No es que hay mucho para ver en este enlace, pero guancos y ñandúes hay todos los que uno quiera, cosa que entretuvo a mi copiloto que estaba ávido de fotografiarlos.
En menos de dos horas y media estábamos en Gregores, donde aprovechamos a comprar algunas vituallas en La Anónima (especialmente huevos y panceta para la receta infaltable del Pampa) y después nos fuimos a la estación de servicio a esperarlos. Durante la espera se me ocurrió que no sería mala idea comprar una bomba de nafta de repuesto, más por cábala que por necesidad y aproveché la espera para conseguir una. Fanático yo? No voy a quemar dos bombas en un mismo viaje…
Al rato cayeron todos, poco antes de mediodía y en poco tiempo nos pusimos nuevamente en marcha. Tomamos la RN40 hasta Las Horquetas (con bastantes parches aunque la carpeta es nueva) y luego nos desviamos por la RP37 que conduce al Parque Nacional Perito Moreno.
Al aproximarnos a la estancia Sierra Andia tomamos contacto con Guillermo Loza, que puntualmente nos esperaba en el lugar convenido. Allí reagrupamos y enseguida, ya inflados de ansiedad le apuntamos al casco de la estancia por los tracks que habíamos sabido conseguir.
A poco de andar una chata nos alcanza para ver que hacíamos por allí: era Fabian el encargado de Sierra Andia, quien al mencionar que éramos amigos de Eduardo Lada no tuvo problema alguno en dejarnos continuar y además darnos algunas indicaciones que podrían ser de utilidad por si nuestro plan A fallaba. Según él, alguien había subido alguna vez al Guitarra pero por Cerro Pampa, no por donde planeamos nosotros, que a su parecer sería muy difícil por las piedras que hallaríamos. En las satelitales se veía lisito….
La estancia está metida en un profundo cañadón antes del primer escalón para subir a la meseta del Asador donde se enclava el lago Guitarra. El primer escalón es empinado pero fácil ya que hay una huella bien marcada utilizada por la estancia.
Una vez que alcanzamos el primer escalón la cosa se complica porque el segundo es muy pedregoso y presenta el característico borde acantilado de las mesetas santacruceñas; como en otros casos hay que hallar la grieta que permita alcanzar el plato de la meseta.
Sin haber visto satelitales, en el terreno es muy difícil verlas pero por suerte teníamos dos o tres lugares detectados que podían darnos la chance de subir y tortuosamente fuimos subiendo hasta pegarnos a los acantilados. Desde la RP37 ya habíamos subido unos 500 metros en un corto trecho.
Mágicamente, las grietas aparecieron y si bien no eran sencillas de transitar con paciencia y algo de habilidad las pudimos sortear para posicionarnos en la meseta del Asador a 1250 msnm a siete kilómetros del desconocido lago Guitarra.
Como en toda meseta patagónica sin huellas previas, transitarlas es aterrador pero es el precio por descubrir las maravillas ocultas que venimos a buscar.
Llevo casi una hora recorrer ese trecho, terriblemente alargado por la ansiedad pero el esfuerzo valió la pena: por primera vez siete vehículos pudieron asomarse a los acantilados que encierran al lago Guitarra unos 70 u 80 metros más abajo del plano de la meseta.
Desde esta altura es posible verlo en su totalidad, con sus diez km de largo, sus tres km de ancho máximo y su curioso contorno que efectivamente rememora la silueta de una típica guitarra criolla. El azul intenso de sus aguas, que cambia su tonalidad con las nubes que se mueven a toda velocidad es sencillamente extraordinario. Alió la pena el esfuerzo de llegar aquí, un anhelo postergado por años, solo empañado por la ausencia de pablo Anastasio que tanto trabajó para estudiar su acceso. No te preocupes pablo que la próxima vez venimos y acampamos en sus orillas.
El plan era seguir el contorno y bajar por el este del lago pero dado la hora y el éxito logrado, decidimos no arriesgarnos a meternos en una ratonera y no poder llegar a una hora prudente a La Oriental: Guillermo me confirmó que Eduardo lada había respondido a mi pedido e iba estar asando un guanaco de bienvenida y no era cuestión de desaprovecharlo.
Volvimos sobre nuestros pasos y bajamos a la RP37 por el mismo camino que habíamos accedido, no sin antes imaginar nuevos desafíos ya que la zona pinta lindo: por ejemplo todo indica que también se podría llegar al pueblo de lago Posadas visitando los ignotos lagos Olnie I y II.
La bajada nos permitió pareciar tres cerros muy pintores que enmarcan la meseta del Asador por el sur: el cerro Iglesia, el cerro Ventana y el Cerro Pampa (el nombre no le puse yo, estaba de antes…)
Pasamos a agradecer a Fabián contándole que ahora tiene acceso directo al Guitarra y nos dirigimos raudos a La Oriental, previo paso por el control de acceso al Parque Nacional Perito Moreno.
Efectivamente llegamos a La Oriental, donde en el quincho el mentado guanaco (en realidad un chulengo) estaba en pleno proceso y lucía muy pero muy bien, al comando de mi querido amigo Eduardo Lada. Habíamos llegado a tiempo y lomejor, que el programa de viaje después de casi 3000 km estaba en fecha y el tiempo previsto para el cruce de La Oriental a Lago Posadas estaba intacto.
Nos acomodamos en las carpas y en los dormis de la estancia acto seguido nos dispusimos a degustar el guanaco, regado por mucho y buen vino, con ensaladas de la huerta del invernadero de la estancia cultivadas por la querida Sully.
La sorpresa de todos, Lada incluido ya que nunca lo había cocinado así, fue que nuestro guanaco resultó exquisito y encima es una carne magra. Una maravilla para festejar la llegada al lago Guitarra y para templar el ánimo para los días venideros.
Terminado el asado nos mudamos a la casa principal a comer el postre, donde el amigo Hugo Berry nos deleitó con unos postres de origen galés con los que nos chupamos los dedos, del mismo modo que con los whiskies del mismo origen que aportó. A mí no me gusta tomar whisky pero esta vez pude hacerlo de buena gana.
Nos fuimos a dormir y hacía frío, pero nadie lo sintió….
MIERCOLES 24 DE FEBRERO DE 2016:
EL ÉPICO CRUCE DESDE LA ORIENTAL AL LAGO POSADAS
No nos levantamos muy temprano. Por un lado había que estar descansado para el reto que nos esperaba y por el otro debíamos esperar la llegada de la octava chata, que venía desde Malargüe al comando del Pitufo.
Actividad fabril en el patio de La oriental poniendo todo a punto: revisión de nuemáticos, recarga de combustible, desayuno, mateadas, etc.
Suponíamos que el cruce nos demandaría un día y medio o dos por lo que descontábamos un campamento en la montaña, así que teníamos que tener todo previsto.
Eduardo Lada no nos iba a poder acompañar en todo el cruce como estaba previsto ya que le aparecieron nuevos huéspedes en la estancia que debía atender, así que nos pusimos a repasar sus puntos de vista sobre nuestros tracks sobre Earth Google. En la mayor parte de los recorridos estábamos de acuerdo excepto en su propuesta por dónde subir la primera cuesta, que no coincidía con ninguna de nuestra variantes y no nos parecía viable. Él nos acompañaría hasta la laguna Piedra Clavada y nos indicaría en el sitio el lugar por donde él subió alguna vez con su cuatriciclo.
Cerca de mediodía apareció el Pitufo con su SW4 acompañado de su esposa y de una perrita caniche, así que no tardamos en arrancar la multitudinaria caravana de ocho chatas. Si lográbamos pasar la huella quedaría bien marcada…
Rápidamente subimos a la zona de Piedra Clavada, la que varios ya conocíamos y que maravilló al resto por las impresionantes vistas del Lago Belgrano y del Monte San Lorenzo.
Llegado a la vera de la laguna, Eduardo nos mostró su vía de acceso sugerida y la verdad que desde allí no parecía tan difícil, así que optamos por hacerle caso, al menos para el Plan A.
Nos despedimos de Eduardo y comenzamos con el vadeo perimetral de la laguna Piedra Clavada para sortear el primer obstáculo, el cual habíamos explorado con Elsa el año pasado: casi un kilómetro con el agua a la altura de los zócalos como aperitivo.
Una vez traspuesta la hermosa laguna, llegamos a un extenso mallín donde confluyen varios arroyos que bajan de las montañas vecinas el cual tuvimos que ir cruzando buscándole la vuelta porque los pequeños pero profundos afluentes eran trampas inocentes que nos hacían perder mucho tiempo.
Cruzada la parte baja nos quedaba subir por el costado de otro mallín que bajaba del cerro que queríamos escalar enfrentando la pared que nos había indicado Eduardo. A medida que subíamos parecía cada vez más empinada y cuando la tuvimos a tiro nos convencimos que era por allí porque alcanzamos a ver incipientes marcas de huellas de cuatriciclos. Sin verlas, no sé si la encarábamos.
Nos reagrupamos en la base de la trepada y por unanimidad me mandaron a mí para verificar si se podía subir; al fin y al cabo yo era el que los metí en este lío…
Sin más, levanté la vadera y encaré para arriba en segunda baja bien alegre. Efectivamente era muy empinada pero el piso erra bastante firme por lo que no tuve demasiados problemas en llegar arriba, excepto por esa rara sensación de subir mirando al cielo ya que por el ángulo no se alcanza a ver el terreno. La recompensa fue inmejorable: el cerro San Lorenzo parecía tan cerca que casi se podía tocar con la mano aunque por lo menos teníamos casi 2000 metros de desnivel. El paisaje general era alucinante con formas y colores como la recóndita Patagonia nos tiene acostumbrados.
Después de mi éxito, los demás se largaron hacia arriba y rápidamente reagrupamos frente al mirador del San Lorenzo: la travesía en serio había empezado !!
Desde ahí arriba evaluamos las opciones, básicamente seguir por los filos hasta donde se pueda o largarse por el cauce de los arroyos que terminan en el lago Posadas. Los cauces vistos de arriba eran tentadores pero casi siempre se ponen complicados por angosturas o grandes piedras, sobre todo cerca de sus nacientes; los filos son más transitables, pero inevitablemente alguna vez hay que bajar y a veces eso no es posible. Eduardo había recomendado seguir por los filos pero no nos pudo precisar hasta donde.
Seguimos por los filos que nos quedaban al oeste, que se mostraban más transitables y en las satelitales parecían ofreces bajadas con pendientes teóricas potables; además ofrecías vistas aéreas geniales.
Los primeros tramos fueron perfectos, es decir lisos y con piso firme pero al intentar subir a un escote encontramos un poderoso pedregal que dio bastante trabajo sortear: quienes encaramos el pedrero anduvimos esquivando grandes piedras y quienes lo esquivaron amagaron encajarse en el terreno suelo. Pero todos pasamos.
Luego sobrevino el inicio de un cañadón con un plano inclinado de piedra suelta que nos llevaba al cauce que habíamos querido evitar por ahora, lo sorteamos surfeando de costado con acelerador a fondo, una sensación hermosa siempre que no pierdas potencia. Daba gusto ver las chatas de costado como caballos de desfile, algo muy divertido. También lo superamos con alguna encajadita parcial sin consecuencias.
Más adelante el filo se cortó abruptamente y debimos subir por una cresta empinada un poco más al este que se mostraba muy firme y a partir de allí un gran playón que invitaba a andar rápido para ganar distancia. Y allí sobrevino el gran problema: el traicionero “mallín de piedras” que ya nos había castigado en viajes anteriores se “comió” a cuatro de las chatas a la vez y por desgracia bastante separadas entre si debido a la velocidad que veníamos desarrollando. Germán y el Pitufo estaban enterrados hasta las muelas a 50 o 60 metros del terreno firme, mientras que Hugo Perret y el Tape se habían encajado más cerca, a tiro de eslinga o malacate debido a que habían visto las consecuencias de los que venían delante. Hugo Berry y Elsa rescataron rápidamente a estos dos últimos, mientras Guillermo Loza y yo nos quedamos en la zona firme sin arriesgar.
El asunto era traer esas dos chatas a tierra firme, lo cual implicó el uso intensivo de malacates y multitud de eslingas para cubrir la distancia, con el consecuente trabajo de recoger y quitar eslingas a ritmo de malacate. Además, sobre todo al inicio hubo que anclar las chtas que estaban sobre firme porque únicamente con su peso no alcanzaba Nos llevó casi cuatro horas hacer zafar de la varadura a las dos chatas más alejadas.
Evidentemente no podíamos seguir por ahí. O abandonábamos el filo ahora o reculábamos buscando algún lugar más atrás donde bajar. Durante la larga maniobra de rescate los más rezagados nos dedicamos a caminar las supuestas bajadas para ver si eran practicables, lo que a priori no parecía muy halagüeño.
Sin embargo, aun cuando el cauce ya convertido en un bonito arroyo, se veía muy profundo allá abajo, al acercarnos fuimos descubriendo que con cuidado y sobre todo con posibilidades de eventual retorno se podía bajar, curiosamente cerca de uno de los tracks teóricos que teníamos relevados. No podíamos ver la bajada final al río pero descontábamos que la suerte estaría de nuestro lado y si no, tendríamos un lugar para acampar un poco menos expuesto al viento de los filos. Todas eran suposiciones porque tampoco sabíamos si nuestro arroyo era transitable, pero a veces el offroad es una cuestión de fe…
Cuando todos volvieron a tierra firme, propusimos hacer el descenso por donde habíamos caminado, alertando que podíamos encontrar sorpresas al final pero que si no bajábamos, no lo sabríamos.
Nos aseguramos de transitar sobre firme ya que las piedras movedizas estaban por todos lados; sin embargo moviéndonos cerca de unas grandes rocas el piso era firme y fuimos rodeando un cerro que nos puso frente a una bajada bastante abrupta con mucha piedra pero que con cuidado pudimos sortear y ubicarnos en una especie de gran escalón previo a la bajada al arroyo. El nuevo problema que ahora teníamos era que el escalón era un exponente representativo de los odiados mogotales que habíamos sufrido en la meseta de la Muerte el año pasado y moverse allí era torturante.
Desde arriba parecía lógico moverse por el escalón paralelo al arroyo para bajar al mismo por donde tenía menor altura, pero esos pocos kilómetros nos podía tomar varias horas de sufrimiento, así que optamos por tratar de tirarnos al arroyo cuanto antes, lo que implicaba más bajadas intimidantes pero no tan tortuosas. Al menos el sufrimiento duraría poco.
Todo indicaba que pese a que estábamos a unos diez kilómetros del Puesto El águila, donde se reiniciaba la huella, íbamos a pasar la noche allí. El lugar estaba bueno así que no era gran problema.
Los copilotos se dividieron y se ocuparon de rastrear las posibles bajadas, pero al menos las más próximas eran muy abruptas y para colmo el arroyo estaba plagado de enormes piedras; sin embargo Hugo Perret descubrió un punto por donde se accedía a un mallín seco que bajaba suavemente al arroyo y nos mandamos para allí. Si había que acampar, sería al lado del agua, que siempre es conveniente.
Lo que parecía imposible, terminó siendo sencillo; muy fácil y rápidamente habíamos bajado al cauce del arroyo y si llegaba a ser amigable, hasta podíamos llegar a completar el cruce en el día, algo impensado horas atrás.
El único en problemas era el Tape, que también había bajado pero aguas arriba y venía peleando a las grandes piedras y se acercaba a nosotros.
Cuando todos nos reagrupamos decidimos encarar el arroyo a ver qué pasaba. Y el arroyo, a partir de este punto se portó bien: cruzando de una a orilla a otra, vadeándolo mil veces fuimos avanzando sorteando obstáculos uno tras otro y la distancia al Puesto El Águila se achicaba incesantemente.
Por momento empezamos a imaginar vestigios de huella que confirmaba que íbamos por el rumbo correcto. Un alambrado con una tranquerita precaria confirmó nuestras presunciones y antes que caiga el sol teníamos a la vista el ansiado puesto.
No se imaginan la cara del puestero cuando vio llegar la bandada de chatas!!! El pobre Don Valdéz, que así se llama nos confesó que pensó que llegaban aviones puesto que el silencio dela montaña hacía rato que escuchaba rugir los motores pero nunca imaginó que por allí vendrían vehículos y en tal cantidad. Nos confirmó que alguna vez pasaron motos y cuatriciclos pero no más que eso, algún que otro loco caminando y recientemente uno con una bicicleta (¿?).
Se puso muy contento que se haya hecho una conexión con el sur, ya que allí pese a tener camino a lago Posadas se encuentra muy aislado y rara vez llega alguien por aquí. De hecho no spidió que allegar al pueblo le recordásemos a su patrón los encargos que le había hecho…
A toda costa quería que nos quedásemos a tomar mate y charlar pero ahora nos había agarrado el apuro de llegar a lago Posadas y alojarnos y cenar como la gente (¿?) para festejarel haber logrado el ansiado enlace, que durante diez años me taladró la cabeza.
Realmente ahora con el track relevado y nuestras huellas marcadas estimo que en tres horas se puede hacer en ambos sentidos (solo me queda la duda de cómo subir el último pedregal, pero seguro se puede), lo cual lo convierte en una interesante opción para llegar al Parque Perito Moreno y despuntar el vicio del offroad.
Quien sabe dentro de algunos años sentiremos el orgullo de haber sido quienes dieron el puntapié inicial de una nueva espectacular ruta de montaña, una digna continuación de la actualmente espectacular RP41, la joyita turística santacruceña no muy conocida como se debe.
La huella desde El Águila en adelante es precaria pero muy pintoresca: las montañas se comienzan a tapizar de árboles y los arroyos se encajonan entre altísimas paredes de granito para caer, literalmente, en el lago Posadas. Lamentablemente comienza a anochecer y nos perdemos la espectacular vista del lago posadas desde arriba cuando llegamos a los inesperadamente amplios caracoles de bajada que tanto nos habían llamado la atención en las satelitales.
Cuando los alcanzamos nos desorientamos un poco ya que un alambrado nos cortaba el paso pero mirando bien una huella precaria lo esquivaba. Al entrar al camino ancho grande fue la sorpresa de encontrar semejante obra con destino a la nada (aunque ahora después de nuestro paso puede empezar a tenerlo) y el terrible estado de abandono después del descomunal esfuerzo de dinero que debe haber costado construirlo. El abandono se nota porque al haber hecho el movimiento de suelos y no haber continuado con el alcantarillado y la conducción ordenada de las aguas, ahora está a merced de la naturaleza y está lleno de grietas y derrumbes. Si se mantiene así, esto terminará siendo la parte complicada del cruce…
En esas condiciones, fue bastante peligrosa la bajada porque la hicimos a oscuras. Interesante debe haber sido ver nuestro desplazamiento desde lejos: ocho chatas con luces que iban y venían de todas direcciones bajando por la ladera de una montaña.
Una vez abajo llegar a Lago Posadas fue un trámite pero lo que fue difícil fue alojarnos y ni que hablar de cenar todos juntos. Al final conseguimos sitio en la Hostería Lago Posadas y tuvimos que cenar apiñados comprando pizzas y empanadas en una rotisería que de casualidad estaba abierta aprovechando que una de las habitaciones tenía una mesa con sillas. No conseguimos un restaurante abierto…
De todos modos estábamos muy felices: el largo viaje había valido la pena y habíamos logrado el objetivo.
JUEVES 25 DE FEBRERO DE 2016
LA SIEMPRE ATRACTIVA RUTA 41
Nadie se levantó temprano. Ya de alguna manera el viaje se había “terminado”. Después del desayuno vinieron las primeras” deserciones”: Germán venía con un problema en el caño de escape y quería repararlo así que se iría para el lado de Perito Moreno o Comodoro para intentar repararlo.
Los demás de momento quedamos juntos y acordamos recorrer tranquilos la RP41 y si todo venía bien ir a acampar al norte del lago Buenos Aires, en Ingeniero Palavicini, un destino mil veces postergado.
La “reducida” caravana de siete chatas salió rumbo al sur del Lago Posadas para conocer el istmo o península que lo separa del lago Pueyrredón y ver desde abajo y de día los caracoles por donde bajamos la noche anterior. A la pasada nos desviamos para conocer el Arco de Piedra del lago Posadas, anunciado sin estridencias por un perdido cartel en el camino pero que vale la pena visitar.
Tenía en mente una huella que en 2006 se me negó por culpa una tranquera con candado que unía la península con la RP41 cerca de Paso Roballos; por supuesto que no podíamos dejar de intentar vencerla, por lo que la encontramos y la seguimos. Sube rápidamente por la costa norte del lago Pueyrredón y proporciona hermosas vistas de la costa de enfrente y de las montañas que rodean el cerro San Lorenzo. Estaba muy poco transitada y suponía que cuando llegásemos a la tranquera fatídica correría la misma suerte pero esta vez no fue así y salimos a la RP41, donde nos encontramos al rato con el Pitufo, que se había vuelto a Lago Posadas en algún momento porque no encontraba su teléfono.
La RP41 es genial en casi todo su recorrido. Al acercarnos al desvío a Paso Roballos, se puede apreciar el lago Columna y una serie de lagunas muy bonitas enmarcadas por coloridos cerros de formas caprichosas.
Como andábamos ya sin planes estrictos decidimos visitar Paso Roballos donde tal vez en Gendarmería encontraríamos reparo para almorzar, ya que había bastante viento.
A la pasada vimos un hito fronterizo sobre un pequeño cerro y por supuesto no tardamos en poner las chatas alrededor de él como es habitual cuando podemos acercarnos.
Desde allí nos llegamos al puesto fronterizo y los gendarmes nos atendieron maravillosamente y nos ofrecieron su salón de usos múltiples para que almorcemos. Era un buen momento para sacar el disco y hacer de una buena vez los típicos huevos con panceta que ya tenían unos cuantos kilómetros de zarandeo, ya que había un hogar preparado para usar como cocina.
Un punto saliente para la suspensión de la Pampa 02, ya que al revisar las dos docenas de huevos, no había ni uno solo roto !!
Mientras me encargaba de bajar los utensillos y los ingredientes, los gendarmes nos prendieron el fuego y además se armó una descomunal picada, total ya no había que reservar nada.
Afuera el día estaba espléndido pero había un viento infernal, por lo que ahí adentro era el lugar ideal. Distendidos de las “obligaciones” de la travesía, compartimos un rato muy agradable entre amigos y con los gendarmes que nos contaban anécdotas del lugar y sus visitantes. Valió la pena asomarnos a este remoto paso fronterizo.
Mientras estábamos allí cruzó la frontera desde Chile un italiano en una poderosa moto BMW, que más adelante sería parte de nuestra historia.
Dejamos Paso Roballos y continuamos con nuestro plan por la fantástica RP41. No hay mucho para contar más que es un placer manejar tranquilo por ella disfrutando de su entorno.
A poco de andar nos encontramos al italiano de la moto que se había caído al derrapar en el ripio y por suerte con su experiencia había zafado de lastimarse; con un enorme esfuerzo había logrado levantar su pesada moto para lo cual había descargado todo lo que llevaba encima. Lo ayudamos y para que no se le complicase el manejo le ofrecimos llevarle la carga en alguna de las chatas, al menos hasta Los Antiguos donde volvía el asfalto, lo que aceptó de buen grado.
Continuamos nuestro derrotero y cuando entramos a la parte boscosa del camino, un poco antes de la estancia La Frontera, Pampa 02 volvió a detenerse en seco como días atrás. Una rápida revisión me hizo concluir que otra vez no había presión de nafta, es decir que había vuelto a fallar la bomba…
De nuevo el operativo cambio de bomba ya que por suerte mi corazonada de Gregores me había proporcionado un repuesto. Me remolcaron hasta un sitio cómodo y en una hora volvimos a ponerla en condiciones. El tanque de pampa 02 baja y sube solo.
La bomba esta vez parecía haberse trabado ya que al medirla tenía continuidad pero no se movía. Esto confirmaba que en esta travesía la pasamos bomba!!!
La demora hizo que Hugo Perret, que venía manejando solo, decidiera seguir solo para emprender el regreso tranquilo ya que su plan no era venir con nosotros a Pallavicini.
Si más contratiempos seguimos caminos y en Los Antiguos nos encontramos con el tano que nos estaba esperando. La demora por mi inconveniente nos quitó la posibilidad de llegar de día a Pallavicini por lo que reprogramamos y decidimos ir a dormir a Perito Moreno y continuar mañana. Invitamos al tano a que se sume a nuestro grupo así cenábamos juntos, sobre todo si conseguíamos sitio en las cabañas a la vera del río Fénix, que sabíamos tenían un SUM donde cocinar y cenar cómodos. Hugo Berry tenía unas salsas caseras precocinadas al vacío que no podían volverse a origen…
Esta vez, como llegamos de día, me fui a asomar al histórico río Fénix, aquél que alguna vez el Perito Moreno intentó desviar su curso en forma manual para demostrar la poca consistencia y la labilidad del criterio de divisoria de aguas para delimitar la frontera con Chile en esa zona, que de haber prosperado la zona del lago Buenos Aires, incluyendo Los Antiguos no sería argentina.
Durante la cena, el tano “Pino” Parodi nos contó su vida arriba de las motos y de su viaje en solitario recorriendo Chile y Argentina, con la idea de llegar al Fin del Mundo, Ushuaia. Un verdadero personaje muy simpático.
VIERNES 26 DE FEBRERO DE 2016
EL LADO B DEL LAGO BUENOS AIRES Y VALLE HUEMULES
En Perito Moreno se desprendió otra chata integrante del grupo: Guillermo Loza y Julio Sastre se volvieron derecho a El Bolson. Quedamos sólo cinco para intentar llegar a Valle Huemules desde el lago Buenos Aires, una idea mil veces postergada por estar siempre al final de los viajes. Es una zona desconocida y despoblada, donde el límite con Chile está materializado por el río Huemules y que desde las imágenes satélites luce muy interesante.
Tomamos la RP45 que pasa por detrás del aeropuerto de Perito Moreno y que copia, desde lejos, la costa norte del lago Buenos Aires. El primer objetivo era el poblado (¿?) de Ingeniero Palavicini, que está justo enfrente Los Antiguos y donde hay un paso fronterizo.
Al acercarnos a la frontera el camino se acerca al lago proporcionando unas impresionantes y espléndidas vistas, de la enorme superficie lacustre. El día ayudaba porque estaba soleado y completamente despejado.
La ruta nos llevó al puesto fronterizo, donde una barrera nos detuvo. Un gendarme salió a atendernos y cuando le preguntamos por el pueblo, la respuesta fue: “esto es el único poblado”
El puesto de Gendarmería está ubicado en predio arbolado, al pie de una empinada cuesta que te lleva a Chille, a pocos metros de la frontera. Un par de gendarmes con sus familias viven allí en un lugar bonito pero bastante aislado, aunque la señal de celular de Los Antiguos los liga al mundo.
Le preguntamos si se podía bajar al lago para aprovechar de conocerlo de cerca y de paso aprovechar para almorzar allí y nos dijo que si. Nos abrió una tranquera y una serpenteante huella nos llevó a la costa, donde en una pequeña playa, un club de pescadores de curioso nombre “Del Tío Tor” tiene unas precarias instalaciones ya que parece ser el único lugar donde poder bajar lanchas fácilmente.
Almorzamos allí frente al magnífico lago y luego nos dispusimos a apuntarle a lo desconocido: el camino a Valle Huemules.
Retrocedimos unos kilómetros desde el puesto de Gendarmería y tomamos hacia el norte. Primero a través de una huella abandonada que debió ser el antiguo camino para evitar ir mucha distancia hacia atrás y luego retomamos por un camino bien marcado, que curiosamente casi no figura en ningún mapa. Cruzamos el río Fénix, que a diferencia de los que ocurre en Perito Moreno, acá tenía un caudal interesante.
Nos fuimos metiendo por un valle paralelo al límite trasandino por detrás de la meseta del río Guenguel encontrando algunas estancias deshabitadas aunque no abandonadas. El paisaje se volvió atractivo al circular entre montañas donde aparecían pequeños manchones de lengas, algo de cierto parecido a la RP41 cerca de Los Antiguos.
Se respiraba soledad y estar cerca de una frontera, sin aparentes controles alimenta todo tipo de fantasías acerca de contrabandistas y prófugos y eso hacía más interesante el recorrido. Claro está que hablamos el lado argentino, no creo que sea lo mismo algunos kilómetros al oeste.
De repente en un recodo del camino surge una hermosa laguna llamada “de los Gendarmes” y en un promontorio se alza una cruz de metal que atrajo nuestra atención y por supuesto fuimos a curiosear.
Una placa recordaba a un gendarme “Lionel Casimiro Martinez” caído en cumplimiento del deber, sin hacer ninguna otra mención. Al volver a la chata, mirando el mapa del IGM, resulta que esta laguna, llamativamente, se denominaba antiguamente “de los Carabineros”.
¿Qué extraña historia se esconderá aquí? Hasta hoy que estoy escribiendo no he podido dar con indicio alguno de lo que aquí pasó. Solo mi amigo Alejandro Aguado llegó a decirme que había escuchado una vez algo pero que no recordaba detalles. Si alguien sabe algo, agradeceré mucho la información para sacarme la duda.
Más adelante, bastante alejada del camino y más cerca de la frontera, alcanzamos a ver otra cruz similar, pero no fuimos a ver. El día iba a ser muy largo.
Pocos kilómetros más encontramos un puesto deshabitado con una caballeriza, muy cerca de la frontera. Buscábamos el destacamento abandonado de Gendarmería “El Portezuelo” pero no tenía aspecto de ser ese lugar.
El destacamento apareció más adelante, estratégicamente ubicado sobre una extensa planicie que proporcionaba una muy buena visión periférica. Efectivamente estaba abandonado hace mucho y sus épocas de funcionamiento debió ser muy importante para controlar la frontera, ya que el río Huemules allí no tiene más de un palmo d agua y es muy fácil cruzarlo. En el lugar las lengas ya son más profusas y de mayor tamaño.
Por supuesto nos animamos a visitar su interior, que está bastante conservado pese al abandono y al duro clima invernal.
Cerca del río vimos una estancia en actividad y quisimos ir a curiosear pero una tranquera con candado nos lo impidió y retomamos el camino hacia Valle Huemules.
A poco de andar el Tape reporta problemas: se le rompió un amortiguador trasero y decide sacarlo; mientras hacíamos el desarme se arrima un paisano a caballo que venía de la estancia a ver si necesitábamos algo. Ahí nos enteramos que la estancia era argentina pero que en ella trabaja personal chileno que se desplaza diariamente desde el poblado de Balmaceda que está muy cerca. Cruzan la frontera cruzando el río…
Repuesto el problema continuamos hacia Valle Huemules, atravesando una zona muy boscosa muy bonita hasta que en una tranquera prácticamente se “termina” el camino: es el límite entre Santa cruz y Chubut. Parece que a Chubut no le interesa esta zona y entonces la huella se torna apenas visible cruzando el ancho Valle Huemules; nos entró la duda de que al llegar a la ruta internacional rebotásemos contra una tranquera cerrada, pero por suerte no ocurrió.
Allí el copi del Tape se dio cuenta que en Ingeniero Palavicini se había olvidado la campera en un arbusto con los documentos dentro, así que no le quedó otro remedio que volverse y tratar de recuperarla.
Al estar cerca del paso internacional, no podíamos dejar de ir a curiosear el famoso Hito 50 y hasta allá llegamos acompañados de un viento infernal que parece ser normal. Paso Huemules es un puesto fronterizo extraño ya que se encuentra en el medio de una llanura, lo cual no es lo que uno se imagina al pensar en nuestros límites trasandinos.
Cumplido el ritual de conocer los pasos fronterizos, volvimos sobre nuestros pasos en franca retirada: rodeamos la mítica estancia valle Huemules, atravesamos el viejo poblado de Lago Blanco y para cerrar una herida pendiente tomamos la RP38 hacia Ricardo Rojas, que hace unos años se nos había negado por el desborde del arroyo Chalía. Eduardo y yo, los sobrevivientes de aquella expedición queríamos sacarnos la duda de lo que había bajo el torrente imposible, ya que suponíamos que ahora estaría seco. Esta ruta es muy solitaria y se daña mucho con las lluvias por lo que al acceder está llena de carteles diciendo “Sólo 4x4”; en realidad en esta época del año no es así pero de todos modos es muy solitaria, aunque como ocurre en estos casos, esta característica se vuelve interesante para el viajero ávido de cosas nuevas.
Al llegar al arroyo Chalía el contraste con el año anterior fue notable: sólo era un mísero hilo de agua que atravesaba el vado de hormigón oculto por el torrente. Menos mal que no nos arriesgamos la vez pasada porque a la parte central le faltaba un paño y eso seguramente nos hubiera metido en muy serios problemas por el grave riesgo de vuelco y arrastre.
Satisfecha al curiosidad entramos en modo cuenta regresiva: ya sin objetivos que cumplir había que apurar el regreso, así que para acortar decidimos seguir por el ripio hasta Alto Río Senguer con la idea de ir a dormir a Gobernador Costa, donde en teoría nos reencontraríamos con el Tape.
Al anochecer finalmente llegamos a Gobernador Costa con tiempo de alojarnos decentemente y poder tener la ultima cena en la parrilla de “El Petiso”, ya que a partir de allí el grupo se desmembraría del todo.
SABADO 27 DE FEBRERO DE 2016
ENLACE A BAHIA BLANCA
Como dije, el grupo se desmembró: Alejandro y yo salimos muy temprano para llegar a hora decente a Bahía Blanca. Elsa con Eduardo y Hugo Berry siguieron nuestros pasos horas más tarde, mientras que el tape y el Pitufo siguieron hacia el norte rumbo a Bariloche.
Para nosotros el enlace fue tranquilo a las 20:00 estábamos cenando en la casa de Alejandro, sin dificultad alguna. La maldición de las bombas de nafta se calmó…
No tanto para Hugo Berry que antes de Gaiman tuvo problemas con el motor y tuvo que ser remolcado por Elsa hasta a la casa de unos parientes y revisar con calma lo que había pasado, que luego supimos que se le agarró un pistón, un verdadero garrón.
Algo más serio, aunque con mucha suerte le pasó a Hugo Perret entre Trelew y Madryn: se le salió una rueda trasera a alta velocidad , la cual cruzó la ruta sin encontrar a nadie y después no la podía encontrar. Felizmente, además de no lastimarse y no lastimar a nadie, además pudo volver a armar y seguir viaje. Los fierros son así.
DOMINGO 28 DE FEBRERO DE 2016
ALMUERZO EN CASA