CANQUEL 2019: Recorriendo mesetas chubutenses
HUELLAS ABANDONADAS Y SUS TESOROS ESCONDIDOS NOS VUELVEN A SORPRENDER EN EL INTERIOR CHUBUTENSE
9 al 16 de Noviembre de 2019
Martes 12 de Noviembre de 2019: CRUCE DE SIERRA MESA, EL GUADAL GRANDE Y LA IRA DE PEPINO
LAGUNA COLORADA - CRUCE DE SIERRA MESA - ESTANCIA LA MESETA - ESTANCIA LAS VUELTAS - GUADAL GRANDE - CLUB SUDAFRICANO TRES MANANTIALES - PUESTO PEPINO - TRES LAGUNAS
Después de una excelente noche, un poco más fresca que la anterior pero sin nada de viento y nada de lluvia, el día amaneció perfecto. Mientras desayunamos y empacamos, Matías, que había salido a sacar unas fotos desde las alturas, nos informa que había visualizado una huella unos 500 metros al sur del cauce seco donde acampamos.
Era una excelente noticia porque es habitual que los cauces secos a medida que se comienza a ascender para atravesar una serranía, se estrechan y grandes piedras terminan matándonos la ilusión de seguir adelante. Una huella y una estancia en las alturas marcada por el IGM eran una excelente señal.
Avanzamos por el cauce mientras nos resultó fácil y donde se comenzó a complicar buscamos la huella, que muy borrada, existía. Nos montamos sobre ella y comenzamos a ascender lentamente flanqueados por los cerros que se iban acercando y estrechando el paso; cada tanto se perdía como resultado de la fuerza del agua de los torrentes durante las fuertes lluvias pero con paciencia la volvíamos a encontrar.
El cruce de estas sierras, en este preciso lugar una especie de transición entre la Sierra Mesa y la Sierra Chaira se había puesto muy entretenido para manejar y fundamentalmente muy interesante como exploratoria.
A nuestras espaldas, muy abajo y hacia el este, la huella nos regalaba unas increíbles y preciosas vistas de la multicolor Laguna Colorada mientras se dejaba volver a transitar seguramente después de muchos años de olvido vehicular.
Antes de llegar a la máxima altura, llegamos a una terraza desde donde apreciamos la estancia La Meseta, tan abandonada como la huella pero evidentemente de pasado importante. Allí la huella parecía terminar aunque más abajo volvía a verse: no hubo otro remedio que tirarse por una pendiente bastante irremontable para por lo menos conocer la estancia.
El hermoso campamento una mañana luminosa como pocas - FOTOS: Darío GRANATO
Un buen desayuno para estar preparado para el desafiante recorrido que teníamos
planeado y ya estábamos próximos a partir - FOTOS: Sergio ZEREGA y Darío GRANATO
Matías descubrió esta huella borrada que se adentraba en la Sierra Mesa, lo
que era un buen indicio - FOTOS: Matías ANASTASIO y Claudio GUANCIAROSSA
La verdad que era un ejercicio de imaginación encontrar la continuidad de esa huella - Claudio GUANCIAROSSA
La colorida Sierra Mesa lentamente nos abducía a través de la tenue huella abandonada - FOTOS: Sergio ZEREGA
Y valía la pena dejarse abducir para transitar estos paisajes - FOTOS: Darío GRANATO
Costaba seguir la huella que de vez en cuando mostraba alguna pista - FOTOS: Darío GRANATO y Claudio GUANCIAROSSA
De repente, la huella desapareció y una bajada sin retorno nos mostró la estancia La Meseta - FOTOS: Sergio ZEREGA
No había opción, bajamos y después veríamos lo que hacer
FOTO: Sergio ZEREGAY llegamos a la estancia La Meseta. Un par de galpones de zinc impecables, una pileta para bañar las ovejas, una casa principal rodeada de árboles y un embalse del arroyo que la atraviesa completaban el panorama desolador.
Como en el caso del Chalet de Piedra, el abandono parece haber sido intempestivo ya que permanecen muchos elementos que podrían haberse retirado y que indudablemente se han conservado por lo aislado del lugar y el difícil acceso.
Llama mucho la atención el embalse que habían construido desviando el caudal del arroyo, ahora casi seco, que les debía proporcionar una gran reserva de agua para las épocas de sequía. Más llamativo aún es la gran cantidad de trozos y troncos enormes de madera petrificada diseminados por todo el sitio, a tal punto que muchos de ellos fueron utilizados para construir el enrocado de la represa.
Como siempre ocurre, en estos lugares uno trata de ponerse en el lugar de los pioneros que con enormes esfuerzos se llegaron hasta aquí seguramente con la esperanza de labrarse un venturoso futuro y luego tuvieron que abandonarlo todo.
Cuántas esperanzas y sueños debieron haber sido sepultados por el destino…
Estaba muy claro que a esta estancia hacía muchos años que nadie llegaba, al menos por acá... FOTOS: Sergio ZEREGA y Claudio GUANCIAROSSA
Lo primero que apareció es un galpón con corrales que aparentaban estar en buenas condiciones pese al abandono
FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA y Sergio ZEREGA
Un poco más adelante llegamos a lo que sería el casco, humilde. pero también entero como el galpón
FOTOS: Sergio ZEREGA (x2) y Darío GRANATO (X2)
Nos arrimamos a curiosear, aunque la entrada estaba medio bloqueada... - FOTOS: Pablo ANASTASIO y Sergio ZEREGA
Por las unas rendijas pudimos espiar el interior. Muchas cosas estaban como si fueran a volver
pero claramente hace muchos años que estos está así - FOTOS: Pablo ANASTASIO y Sergio ZEREGA
Cosas que quedaron por ahí, a la buena de Dios (Medio trabado el diferencial!) - FOTOS: Sergio ZEREGA
Una de las construcciones se la llevó puesta el tiempo - FOTOS: Darío GRANATO
El arroyo que atraviesa el casco tuvo un puente - FOTOS: Darío GRANATO y Sergio ZEREGA
Y lo más importante, tenía un dique construido con una presa de tierra - FOTOS: Sergio ZEREGA y Darío GRANATO
Detalle del terraplén del dique y del hueco donde seguramente estaba la compuerta- FOTO: Sergio ZEREGA y Pablo ANASTASIO
Todo indica que regaban con el dique, cultivando en terrazas - FOTO: Sergio ZEREGA
La sorpresa final es que la zona está repleta de grandes troncos petrificados, como en la zona de Sierra Cuadrada - FOTOS: Sergio ZEREGAEscudriñando el paisaje descubrimos que la huella no terminaba aquí sino que continuaba trepando a la sierra aunque no sabíamos su destino. En la cara este de estas serranías el IGM marcaba otra estancia, Las Vueltas, un poco más al sur, nos llevaría a ella? Podríamos entonces bajar al Guadal Grande? Era cuestión de intentarlo para saberlo.
Comenzamos a subir más fuertemente y la huella seguía clara pero aún más abandonada que la anterior y en varios sectores, con alta vegetación al medio. En algunas partes estaba tan deteriorada que la tuvimos que reinventar por los costados y en otros acomodar algunas cuantas piedras para poder pasar.
Al cobrar altura, la huella se convirtió en un claro caminito de cornisa que era fácil de ver y difícil de transitar porque en muchos lugares el agua se debe haber canalizado a lo largo generando profundos zanjones que había que sortear “a caballito” con serio riesgo de vuelco debido a su profundidad. Si queríamos revisar el estado del chasis de las chatas eran unas fosas perfectas.
Con esfuerzo llegamos a la divisoria de aguas donde torció hacia el sur, signo inequívoco que nos llevaría a la otra estancia.
Y así fue. Al cabo de unos kilómetros de enroscada trayectoria en bajada, la estancia Las Vueltas apareció y de lejos no lucía abandonada. Sin embargo, al acercarnos comprobamos que no hace tanto tiempo como La Meseta, tampoco está operativa y nadie vive al menos permanentemente en ella.
La salida oeste de la estancia La Meseta estaba tan abandonada como la que habíamos hecho pero existía - FOTO: Pablo ANASTASIO
Este era su interesante aspecto, una maravilla! - FOTOS: Sergio ZEREGA
Después de una curva aparecieron problemas y paramos a investigar y deliberar - FOTOS: Guillermo LOZA
La inspección ocular determinó que no era infranqueable, así que volvimos a buscar las chatas - FOTOS: Guillermo LOZA
Pampa 02 iba adelante por lo que me tocó abrir la marcha - FOTOS: Guillermo LOZA y Darío GRANATO
La ventaja es que la cuadrilla vial me iba despejando el paso (no todos trabajaban!) - FOTOS: Darío GRANATO
Seguimos aunque veníamos medio inclinaditos... - FOTOS: Guillermo LOZA
Pero pese a la foto pasé sin problemas y ahora era el turno de la Costurera III - FOTOS: Guillermo LOZA
Que también paso sin problemas - FOTOS: Guillermo LOZA
El momento de la Gorda que, por supuesto pasó sin despeinarse - FOTOS: Sergio ZEREGA y Darío GRANATO
Misión cumplida - FOTO: Darío GRANATO
La huella estaba bien marcada pero muy deteriorada. A veces tuvimos que ir por el costado...
FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA (x3) y Darío GRANATO
Un cauce temporario había destrozado la huella y tuvimos que buscar por donde atravesarlo - FOTOS: Darío GRANATO
Seguimos y llegamos a la divisoria de aguas (punto más elevado del cruce) - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA (x3) y Sergio ZEREGA
Cruzada la divisoria de aguas, ya empezamos a asomarnos al Guadal Grande - FOTOS: Sergio ZEREGA
Ahí arriba encontramos fósiles marinos!!!! - FOTO: Darío GRANATO
Ya en pleno descenso se nos presentó la otra estancia que nos indicaba el IGM, Las Vueltas - FOTOS: Sergio ZEREGALa salida hacia el guadal confirma nuestra presunción ya que la huella lucía muy descuidada y sin uso reciente. El desarrollo es mucho más suave ya que las pendientes son mucho menores y al cabo de un rato conseguimos poner las chatas del otro lado de las Sierras Mesa y Chaira, pisando el fondo seco del Guadal Grande, donde rápidamente encontramos la huella por la que suponíamos lo atravesaríamos con rumbo a la conocida estancia del viaje anterior, Tres Manantiales.
Antes de virar hacia el norte, quisimos curiosear de qué se trataba un establecimiento que habíamos visto en el IGM unos kilómetros hacia el sur denominado “Club Sudafricano”. Una tranquera con un grueso candado nos dijo que no y no quisimos hacer ninguna cosa rara para atravesarla quedándonos con la espina.
Desandamos la huella que atravesaba el fondo del guadal pero al cabo de un rato torció hacia el oeste alejándose del borde sur de la Meseta de Canquel al que queríamos acceder. Como el piso era transitable optamos por apuntarle a “Tres Manantiales” a guadal traviesa por más de 20 kilómetros atravesando todo tipo de suelos: arena dura, arena blanda, barro, piedras y vegetación rala, disfrutando esa extraña sensación de libertad de elegir por donde circular sin otro reparo que lo que a uno le parece mejor o más divertido.
Al acercarnos a la base de la Meseta de Canquel, tuvimos que hacer una serie de esquives por la gran cantidad de rocas pero finalmente encontramos la punta de la huella, que atravesando la estancia “El Manantial”, que está habitada y en uso, para luego retomar una huella conocida del viaje anterior y dirigirnos a Tres Manantiales.
Salir de "Las Vueltas" tuvo sus vueltas... - FOTOS: Darío GRANATO
Naturalmente es obvio que hace mucho que nadie anda por acá - FOTOS: Sergio ZEREGA
Lenta y suavemente íbamos bajando al Guadal Grande - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA
Hasta que lo pisamos - FOTOS: Darío GRANATO y Claudio GUANCIAROSSA
Tremenda planicie inundable, tapizada de pequeños cantos rodados y casi nada de vegentación - FOTO: Darío GRANATO
Pese al auspicioso "Cierre la Tranquera", que la presumía abierta, el "Club Sudafricano" no nos dejó entrar
FOTOS: Darío GRANATO y Sergio ZEREGA
Nos quedaba recorrer el Guadal hacia el norte para tratar de subir a Canquel, disfrutando de la libertad
de ir por cualquier parte. La última inundación había borrado las huellas si las había - FOTOS: Darío GRANATO
Al querer avanzar en línea recta, en un momento la planicie se convirtió en un pedrero - FOTOS: Darío GRANATO
Pero un cauce arenoso nos permitió encontrar la salida del laberinto - FOTO: Darío GRANATO
Ya casi en el borde del Guadal encontramos una pala cargadora y una chata abandonadas inexplicablemente allí - FOTOS: Darío GRANATO
Embocamos la huella de subida desde el guadal a la estancia El Manantial - FOTOS: Sergio ZEREGA
Al ganar altura, la huella nos regaló una vista impactante del Guadal Grande que habíamos cruzado casi completamente - FOTO: Sergio ZEREGA
La estancia El Manantial estaba sin gente claramente está habitada y con mucho cuidado debimos atravesarla sin permiso
FOTOS: Sergio ZEREGAEn “Tres Manantiales”, de causalidad, encontramos a su propietario Don Nicolás Myburgh, a quien habíamos consultado telefónicamente días previos para lograr el permiso para andar por sus dominios. Se acordaba muy bien de los locos y únicos turistas de Canquel que un frío y lluvioso día de un crudo invierno se aparecieron con siete chatas pidiendo permiso para acampar en uno de sus galpones.
No podía creer de dónde habíamos venido y ni siquiera sabía de la existencia de las dos estancias abandonadas que redescubrimos. Tampoco entendía como se nos había ocurrido tratar de llegar por la huella “de abajo” en desuso de hacía muchísimos años y mucho menos cuando le contamos que intentaríamos llegar con las chatas al Puesto Pepino, que está dentro de su propiedad.
Respecto al Puesto Pepino nos contó que él entiende que la historia que tres años atrás nos había traído aquí, en realidad estaba un poco novelada ya que descreía de la romántica existencia del italiano que quería construir un castillo para su amada sino que en realidad sobrevolaba la historia del Puesto Pepino, un personaje chileno, un tal Recio Muñoz, que se decía que había construido el puesto aunque no se podía explicar el porqué de ese lugar y de la particular forma constructiva. Siempre supimos que la historia podía no ser cierta pero nosotros siempre la vamos a dar por buena para no quitarle el encanto que nos trajo ya dos veces hasta aquí.
Dejamos a Nicolás en sus quehaceres, estaba herrando un caballo, y nos encaminamos a la Meseta de Canquel por nuestra conocida Subida de Badosky, tan empinada y bien mantenida como siempre, con el objeto de hacer noche en Puesto Pepino.
El cielo se empezó a oscurecer presagiando una tormenta que horas atrás era impensable pero no nos desanimamos. Rodeamos el Pozo Barragán con el objetivo de encontrar el único acceso no acantilado sobre su esquina noreste, una rampa de poca inclinación aunque de suelo desconocido. La huella que rodea Barragán nos acercó a 1.5 km de ese punto, muy cerca de la laguna León, a solamente 3 km en línea recta de Puesto Pepino. Mientras la llovizna se largó, hicimos un fatigoso campo traviesa plagado de piedras y vegetación pinchuda, más el paso de un tenso alambrado (disponíamos de permiso para acostarlo) hasta arrimarnos al borde acantilado del Pozo Barragán desde donde divisamos la rampa por la que pretendíamos entrar.
Mientras la llovizna arreciaba y el cielo se ponía cada vez más oscuro nos arrimamos a la rampa y la empezamos a relevar a pie para decidir las próximas acciones. La verdad que ofrecía algunas dificultades pero estaba para encararla excepto por la duda de un sector unos 500 metros más adelante donde la vegetación no nos dejaba ver qué había debajo. Cuando iniciamos la caminata para chequearlo, a lo lejos notamos que una lluvia intensa se venía hacia nosotros desde el centro del pozo mismo. Casi instantáneamente retumbaron unos truenos y unos rayos que nos hicieron recular hacia las chatas ya que la excursión se estaba volviendo peligrosa. No alcanzamos a llegar a las chatas que nos alcanzó la gruesa lluvia acompañada ahora de un pequeño granizo y nos empapamos. Por suerte no fue más que eso pero dentro de las chatas fuimos testigos de la copiosa lluvia y el nutrido granizo que duró varios minutos, cambiando radicalmente el paisaje.
Parecía que la ira de Pepino por invadir sus dominios se había descargado sobre nosotros, quitándonos ahora la posibilidad de intentar la bajada. Es curioso, hace tres años nos sorprendió la nieve dejando todo blanco y ahora volvía a ocurrir lo mismo, en forma de granizo.
No quedó otra que tocar retirada y buscar algún lugar decente donde acampar ya que aquí los únicos lugares sin piedras estaban inundados o llenos de barro.
La conocida subida de Badosky nos vuelve a mostrar la inmensidad del Guadal Grande - FOTO: Sergio ZEREGA
Escenas de la subida de Badoski, con clima cambiante - FOTOS: Darío GRANATO
Transitando la superficie de la Meseta de Canquel, ahora con cielo más despejado - FOTOS: Darío GRANATO
Al acercarnos al Pozo de Barragán para tratar de llegar al Puesto Pepino, una tormenta se abalanzó sobre nosotros - FOTOS: Darío GRANATO
La tormenta fue corta pero muy intensa: mucha precipitación seguida de un nutrido granizo - FOTOS: Darío GRANATO (x3) y Sergio ZEREGA
Fue suficiente para hacernos desistir de bajar al Pozo y una vez decidido (la bajada era impracticable embarrada), apareció un arco iris como confirmando que era la decisión correcta. Pepino nos descargó su ira al desafiar conquistar su territorio
FOTOS: Pablo ANASTASIO y Darío GRANATO
Violín en bolsa y salimos a buscar un lugar donde acampar antes que anochezca
FOTO: Sergio ZEREGAComo siempre la salida fue más fácil que la entrada pese al barro y enseguida estuvimos en la huella. Pensamos en ir a acampar al Puesto Barragán pero no recordábamos que tuviéramos algún reparo y lo descartamos, probamos con otro puesto de una laguna cercana pero tampoco era adecuado así que optamos por irnos a probar suerte a lo de Buty Myburgh, a “Tres Lagunas”; algún galpón aunque sea conseguiríamos.
Desandamos algo de camino conocido y tomamos una huella nueva para nosotros que nos llevaba a “Tres Lagunas”; a medida que nos acercábamos se notaba que la lluvia había sido muy intensa y en algunos lugares casi peludeamos en el barro.
Llegamos a “Tres Lagunas” casi de noche y allí nos atendió muy amablemente Don Agustín Pinillao, quien al saber que éramos amigos de Buty se deshizo en colaborar para que podamos acampar en el galpón, que curiosamente se le había inundado con la lluvia. Nos contó que habían caído más de 20 mm en 25 minutos y un torrente atravesó el casco de la estancia y parte se le metió en el galpón.
Nos dijo que la laguna frente al casco estaba seca y resulta que ahora lucía con mucha agua. Habíamos cumplido con creces con el pedido de Buty en el encuentro casual de Las Chapas.
Nos acomodamos como pudimos y utilizamos el galpón para calentar el guiso de lentejas de Pablo y deleitarnos como de costumbre, regado con unos buenos vinos por cierto.
Todos durmieron en las chatas excepto Darío y yo que decidimos tirar las colchonetas en una parte seca del galpón y no dormir enroscados en la vastedad del habitáculo de Pampa 02.
Otro largo y entretenido día patagónico lleno de emociones había concluido.
El clima cambiante nos concedió unos minutos más de luz para movernos a Tres Lagunas - FOTOS: Sergio ZEREGA
Todos los bajos estaban encharcados - FOTOS: Darío GRANATO (x3) y Sergio ZEREGA
Las lagunas secas (según Buty) se llenaron de agua en un rato. Habíamos cumplido la promesa de hacer llover - FOTO: Sergio ZEREGA
Ya de noche, llegamos a Tres lagunas - FOTOS: Sergio ZEREGA