CANQUEL 2019: Recorriendo mesetas chubutenses
HUELLAS ABANDONADAS Y SUS TESOROS ESCONDIDOS NOS VUELVEN A SORPRENDER EN EL INTERIOR CHUBUTENSE
9 al 16 de Noviembre de 2019
PRÓLOGO
Hace tres años, hipnotizados por la romántica y trágica historia de la Casa de Piedra, nos adentramos por zonas desconocidas del Chubut, incluso para muchos de los viejos pobladores de la zona.
Redescubrir el “Puesto Pepino”, visitar el trébol de aerolitos de Canquel en plena nevada y aterrizar en Narnia (Estancia la Juanita) desafiando a la naturaleza que nos tiró con todo lo que tenía por el solo hecho de atrevernos a hollar esos salvajes y solitarios rincones, nos dejaron varias espinas clavadas que solamente se podrían extraer repitiendo una travesía por la zona.
Pasaron más de tres años de aquel lejano Agosto de 2016 y prácticamente el mismo grupo reincidió: de los trece que fuimos en aquella oportunidad siete de ellos repetimos y los que no vinieron no se sumaron por especiales problemas personales. Los números son concluyentes respecto al magnetismo que la zona ejerció (y aún ejerce) sobre quienes nos aventuramos aquella vez. Simplemente nos pusimos algunos objetivos, le agregamos algunos tracks más a la telaraña que habíamos tejido hace tres años y fijamos fecha de salida: esta vez no sería en pleno invierno, sino promediando Noviembre, cambiando el frío, la lluvia y la nieve del crudo invierno por los fuertes vientos y el calor típicos de esta temporada del año.
Los objetivos fueron lo de menos, casi una formalidad: nos propusimos coronar un ignoto y aislado volcán a la vera de la vieja ex RN25, entrar a la meseta del Canquel por el sudeste por viejas huellas completamente abandonadas y tratar de llegar al Puesto Pepino con las chatas, como una forma de conquistarlo y fundar el Imperio Pepino coronando como Emperador a su original impulsor, Darío Granato, a través de una emotiva ceremonia que imaginamos en nuestras locas mentes. Otra construcción de piedra, el “Chalet” sería otro de los objetivos que descansaba en un círculo de 50 km de radio a investigar, sin más datos que estos que menciono.
Una serie de cadenas de favores entre viejos conocidos como Ruy Bermejo y Buty Myburgh nos permitió obtener por teléfono los contactos de los dueños de varios de los campos donde queríamos entrar a investigar, ahorrándonos la incertidumbre de llegar a un punto y quedar trabados por una tranquera cerrada o un puestero que no podía autorizarnos el paso. Casi teníamos todos los recorridos autorizados antes de salir.
Con puntos de salida bien diferentes temporal y geográficamente, de la partida seríamos:
Pablo y Matías Anastasio, con su nueva y reluciente SW4, desde Bahía Blanca, el domingo temprano
Guillermo Loza, con su fiel Hilux desde El Bolsón, acompañado de Julio Sastre, desde Bahía Blanca, también el domingo temprano
Daniel Nardo y Claudio Guanciarossa con el TLC “Queen Mary” blanco (Cariñosamente “la Gorda”) desde La Plata, el viernes por la mañana.
Pampa y Dario Granato con la Pampa 02 desde Buenos Aires, el sábado a la mañana.
Como somos muy previsibles, en lugar de fijar punto de encuentro en un Starbucks en Trelew o en Puerto Madryn o algo por el estilo, definimos que ese sitio sería un cráter en el extremo este de la Sierra Cuadrada, donde estableceríamos nuestro primer campamento y nuestra primera cena gourmet usando el disco de arado. Si se fijan en Viajeros mapas, hablamos del cráter 47-27 a unos tres km al oeste de la RP27. Solo Dios sabría si era posible acceder pero teníamos que empezar con todo…
Sábado 9 de Noviembre de 2019 - LA APROXIMACIÓN DE LOS ADELANTADOS:
FLORENCIO VARELA - SALADILLO - OLAVARRÍA - CORONEL PRINGLES - BAHÍA BLANCA - RIO COLORADO - SAN ANTONIO OESTE - SIERRA GRANDE
Cada uno partió a su ritmo al objetivo del domingo a la noche; en nuestro caso, Darío y el Pampa, salimos tranquilos el sábado temprano y después de un viaje sin sobresalto alguno, terminamos sin mucho cansancio en Sierra Grande, donde una inesperada llovizna nos recibió mientras nos alojábamos en el viejo pero bastante buen hotel Sierra Grande a la vera de la RN3. Cenamos en un inesperado excelente restaurante “La Posada de los Amigos” que nos sorprendió por su calidad y buena atención. Muy recomendable!
Nos fuimos a dormir temprano porque por la mañana debíamos encontrarnos en Trelew con el dueño de una de las estancias que deberíamos atravesar y asegurarnos las llaves de las tranqueras.
Claudio y Daniel habían repetido la historia el día anterior y durante el sábado estuvieron visitando familiares en Puerto Madryn y se terminaron alojando en Dolavon, donde nos esperarían para empezar juntos la parte inicial de la travesía.
Llegando a Sierra Grande - FOTOS: Darío GRANATO
Cena en la "Posada de los Amigos" - FOTO: Darío GRANATODomingo 10 de Noviembre de 2019: ENCUENTRO EN UN CRÁTER
SIERRA GRANDE - TRELEW . DOLAVON - 28 DE JULIO - LAS CHAPAS - LAS PLUMAS - RP53 (EX RN25) - SIERRA NEGRA - SIERRA DEL GUANACO - EL SOMBRERO - RP 23 - SIERRA CUADRADA
Después de un desayuno medio flaco, lo único criticable del Hotel Sierra Grande, cargamos combustible en el ACA y salimos para Trelew, donde nos encontraríamos con Gerardo, dueño de La Juanita y de La Esperanza, las dos estancias que necesitábamos atravesar en nuestro recorrido.
Llegando a trelew entre molinos eólicos y dinosaurios - FOTOS: Darío GRANATOUn capo Gerardo, nos vino al encuentro un domingo a la mañana en la YPF del acceso a Trelew y nos facilitó las llaves de la tranquera de La Juanita que nos permitía tener alternativas si nuestros planes originales fracasaban. Nos alertó que la huella sureña de acceso a su campo La Esperanza estaba completamente abandonada y que los zanjones derivados de las lluvias la habían destruido. Le estamos muy agradecidos por su ayuda, aunque finalmente, debido al devenir de los recorridos no fue necesaria la utilización de las llaves.
Las llaves mágicas - FOTO: Sergio ZEREGAA eso de las 11 de la mañana hicimos contacto con Daniel y Claudio en la entrada de Dolavon e inauguramos oficialmente la travesía. Darío de casualidad hizo contacto con Buty Myburgh, que venía del campo hacia Trelew y quedamos en encontrarnos en Las Chapas.
Como el tiempo para el encuentro en el cráter a nosotros nos sobraba, empezamos improvisando y cruzamos el río Chubut pretendiendo usar la ruta de ripio paralela al mismo que corre por el sur desde 28 de Julio hasta el Dique Ameghino. Primera frustración: a los pocos kilómetros una hermosa tranquera con candado identificada con una de las caolineras que trabaja en la zona cortaba el paso de lo que en el pasado fue una ruta provincial y debimos recular. ¿Sería toda así la travesía?
Entrando a 28 de Junio - FOTOS: Dario GRANATO
La vieja ruta sur al Dique Ameghino interrumpida por la tranquera de una caolinera - FOTOS: Dario GRANATO y Claudio GUANCIAROSSAEn Las Chapas nos encontramos con nuestro viejo conocido "Buty" que en 2016 nos franqueó la entrada a Canquel por el oeste desde la estancia La Cascada, quien se acordaba muy bien de nosotros y estaba contento que volvamos a la zona. Actualmente él está viviendo en otra estancia sobre la meseta, Tres Lagunas, donde nos ofreció pasar y acampar mencionando este encuentro a su puestero Agustín. Nos pidió que, si podíamos, “hiciéramos llover” ya que desde la gran lluvia de dos años atrás prácticamente no había llovido más y había una gran sequía. Prometimos hacer nuestro mejor esfuerzo, considerando que la vez pasada hicimos nevar y después se vino el diluvio universal.
También nos recomendó pasar por un pequeño oasis cercano al Puesto Salazar donde nos dijo que nos sorprenderíamos de su belleza y nos habló de un dinosaurio que estarían desenterrando por ahí cerca la gente del MEF (Museo Egidio Feruglio), el cual ya lo tendrían envuelto en un sarcófago de yeso. Seguimos agregando nuevos objetivos al viaje.
Encuentro en LAS CHAPAS con el amigo "Buty" - FOTO: Daniel NARDORetomamos el viaje hasta Las Plumas comentando con Darío lo interesante que sería recorrer en bicicleta el terraplén del extinto FCCC (Ferrocarril Central del Chubut) que se muestra zigzagueante alrededor de la RN25. Algo para el futuro pero arrancando desde el oeste con el viento de cola.
En Las Plumas llenamos todos los bidones para afrontar el potencial largo recorrido sin repostar si algo salía fuera de lo ideal; podíamos tener por delante hasta 800 km sin combustible en alguna de las alternativas. Aquí nos comunicamos por Whatsapp con Pablo y Guillermo que estaban confluyendo al encuentro en el cráter pero que ellos previamente se juntarían en El Sombrero (cruce de RP27 y RP53) unos 100 km antes para ir tirando juntos.
Dependiendo de nuestra suerte con el primer objetivo, el volcán de la Sierra Negra, tal vez nosotros los podríamos encontrar también allí. Después de cruzar el río Chubut, enseguida dejamos el asfalto el cual no pisaríamos más durante toda la semana y nos adentramos al interior provincial por la ex RN25, ahora convertida en RP53; esta ruta es una de las típicas patagónicas que tanto nos gustan, sin alambrados, con paisajes lunares, con muy poca presencia humana. Para nuestra sorpresa está en un estado excelente, preguntándonos cuál sería el motivo de esta situación extraña porque no lleva a ningún lugar en particular diferente a Paso de Indios, a donde se puede llegar por asfalto.
Postales de la RN25 - FOTOS: Darío GRANATO y Claudio GUANCIAROSSA
Repostando combustible en Las Plumas - FOTO: Darío GRANATO
Postales de la RP53 - FOTOS: Darío GRANATO y Claudio GUANCIAROSSA
La actual RP53 fue la vieja RN25 y los mojones azulejados lo confirman - FOTOS: Darío GRANATOA unas decenas de kilómetros asomó la silueta de la Sierra Negra, cuyo punto más alto es un extenso aparente cráter volcánico de unos 3 kilómetros de diámetro, con una laguna en su interior. Éste era nuestro primer objetivo del viaje y a su vez era el único que no teníamos idea de la posibilidad de acceso por tranqueras cerradas. Huellas para subirlo las habíamos relevado en las satelitales, las cuales lo rodeaban completamente con una única empinada subida por el sur para llegar a la laguna.
Si bien no es muy alto, alrededor de 600 msnm, al emerger aislado sobre la planicie de 200 msnm, su envergadura impresiona ya que lo ruta casi lo toca. Los accesos imaginados al este los encontramos pero apenas los encaramos, las malditas tranqueras nos negaron el paso. Mejor dicho, las tranqueras cerradas obedecen al robo de ganado que últimamente se ha venido produciendo en la zona, con lo que los malditos vendrían a ser los cuatreros y no las tranqueras. Mucho menos, los propietarios de los predios, que son los damnificados.
LA RP53 nos va acercando a la enigmática Sierra negra y su misterioso volcán - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA
El ignoto volcán al cual buscábamos acceder - FOTO: Earth GooglrCasi sin esperanzas buscamos el acceso oeste que felizmente nos permitió llegar a un puesto de la estancia “San Jorge” de Mario Nai, donde su puestero, don Sandoval salió a atendernos y nos franqueó el paso. Nos alertó de un cartel de “Prohibido Pasar” pero que no lo considerásemos y que la huella de subida era un desastre y que estaba muy rota, es decir que nos empujó definitivamente a intentarla.
La estancia "San Jorge" tenía la tranquera sin candado y pudimos acceder - FOTOS: Darío GRANATOLa encaramos, estaba muy en desuso pero no era para tanto; a poco de andar encontramos un establecimiento abandonado donde parecía que se perdía pero buscando un poco la encontramos y la seguimos. Lentamente y llena de curvas iba subiendo circunvalando la sierra copiando exactamente el dibujo de escritorio que teníamos en el GPS. Al llegar al extremo sur doblamos violentamente a la izquierda y la subida se hizo muy empinada rumbo al cráter. La vegetación dio paso a la roca desnuda y allí comprobamos el carácter volcánico de esta formación: la típica roca negra de aspecto esponjoso, producto de la lava solidificada. Al llegar arriba, se abrió ante nuestros ojo el imponente cráter y al fondo la laguna que habíamos intuido en las satelitales.
Una bonita huella marcada por la falta de vegetación que había vuelto a aparecer con fuerza después de la roca volcánica, producto del sedimento que el viento fue depositando en su interior a lo largo de milenios, nos conducía a la laguna.
Una huella muy borrada y muy enroscada asciende a la Sierra Negra por el sur - FOTOS: Darío GRANATO
Después de trepar y trepar la huella nos depositó en un inmenso cráter con una laguna a lo lejos - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSADe repente, por la radio VHF escuchamos a Pablo modulando: no podía estar tan cerca y además iba a llegar a El Sombrero por la RN25 a muchos kilómetros de aquí, separados por las serranías del Valle de Los Altares. Para nuestra sorpresa estaba en Las Plumas, a más de 50 km y lo escuchábamos perfectamente! Claro, nuestra altura y la ausencia de obstáculos hacia Las Plumas permitieron la comunicación directa a esa distancia.
Aprovechamos para coordinar que nos encontrásemos directamente todos en El Sombrero ya que entre terminar nuestra exploración y salir del cráter, seguramente él se nos iba a adelantar.
Nos llegamos a la laguna, donde encontramos un petiso molino y algunas precarias instalaciones abandonadas. No tenía demasiada agua pero algo había. Nos tentamos a asomarnos al labio norte del cráter para apreciar la inmensidad patagónica desde la alturas y tuvimos una interesante excursión off road sin huellas hacia arriba que por supuesto bien valió la pena.
La laguna en el interior del cráter del volcán - FOTOS: Darío GRANATO
La laguna, con muy poca agua, posee dos petisos molinos, lo que indica que hay depósitos subterráneos - FOTO: Sergio ZEREGA
Inspeccionando los llamativos molinos destruidos por el viento - FOTOS: Darío GRANATO
El fondo seco de la laguna - FOTOS: Sergio ZEREGA
Dejamos la laguna con la idea de asomarnos al labio norte del volcán - FOTOS: Sergio ZEREGA
Empezamos a subir y la laguna queda allá abajo dentro del cráter - FOTOS: Darío GRANATO
Asomados al borde norte del cráter después de una dura subida offroad entre rocas volcánicas - FOTOS: Darío GRANATO
La vista de la planicie es espléndida - FOTOS: Sergio ZEREGA
Allá lejos se alcanzan a ver los cerros que encierran a Las Plumas - FOTOS: Darío GRANATOCumplido el objetivo desandamos el camino comprobando la fuerte pendiente de acceso al cráter que habíamos intuido en la subida sin llegar a dimensionarla completamente. La RP53 continuó en excelente estado, atravesando la pintoresca Sierra del Guanaco y cayendo la tarde llegamos a El Sombrero, donde Pablo y Guillermo nos estaban esperando desde hacía un rato. El grupo ya estaba conformado y quedaba llegar a la Sierra Cuadrada y armar el primer campamento.
Al desandar la huella de subida nos dimos cuenta de lo empinada que había sido
FOTOS: Darío GRANATO (x2), Sergio ZEREGA y Claudio GUANCIAROSSA
Particular forma del cerro El Sombrero - FOTOS: Guillermo LOZA
Encuentro en "El Sombrero" - FOTO: Darío GRANATOLa RP27 hacia el sur también estaba en muy buen estado y nos fue acompañando una tenue llovizna que aplacaba el polvo y nos obsequiaba hermosos arcos iris paralelos y simultáneos como nunca antes habíamos visto mientras nos acercábamos al objetivo.
Con la Meseta de Canquel a nuestra derecha, la imaginación volaba mientras recorríamos raudamente su contorno oeste y luego el borde norte de la Sierra Cuadrada. La tormenta se fue, preanunciando un buen campamento.
Al entrar en la RP27 se nos venía encima una tormenta - FOTO: Darío GRANATO
Tormenta a la que rápidamente alcanzamos - FOTOS: Darío GRANATO
La inestabilidad nos regala una explosión de arco iris - FOTOS: Darío GRANATO (x3) y Claudio GUANCIAROSSA
Por si fuera poco, dos a la vez - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA
Al llegar a la Sierra Cuadrada, la tormenta había cesado - FOTOS: Darío GRANATO (x3) y Claudio GUANCIAROSSACon la última luz diurna llegamos a su extremo oriental en cuyo faldeo estaba el cráter 47-27 donde pretendíamos recalar, a unos tres kilómetros de la ruta y a unos 200 metros sobre el nivel de la misma.Y acometimos la subida pero a medida que ascendíamos el terreno, apto para circular, se iba tapizando de piedras notando que sería difícil encontrar un lugar apto para campamento, sumado a que el viento soplaba bastante fuerte y atentaría con el fogón previsto para los pollos al disco y a que ya prácticamente era de noche.
Habíamos visto un claro sin piedras a la pasada unos cientos de metros antes y decidimos cambiarlo por el cráter así que volvimos y nos instalamos mientras una tenaz llovizna quería hacer abortar la cena gourmet prevista. Prendimos fuego igual y apostamos a ganarle, lo que finalmente ocurrió y así pudimos disfrutar de una exquisita cena a la luz de la luna y casi nada de viento. La Patagonia nos recibía de la mejor manera: un campamento en el medio de la nada con una apacible noche de luna llena en compañía de excelentes amigos.
Abandonamos la RP27 con la peregrina idea de llegar al cráter 47-27 y acampar allí - FOTOS: Claudio GUANCIAROSSA y Darío GRANATO
El lugar de campamento que no pudo ser - FOTO: Earth Google
Campamento nocturno en el medio de la nada cocinado pollo al disco - FOTOS: Darío GRANATO
Lunes 11 de Noviembre de 2019: EXPLORANDO EL DESCONOCIDO SUR DE LA SIERRA CUADRADA
SIERRA CUADRADA - ESTANCIA LA PORTEÑA - CASA DE PIEDRA - FALLIDO INTENTA A LA ESPERANZA - LAGUNA COLORADA - CRUCE DE LA SIERRA MESA - GUADAL GRANDE - NICOLAS MYBURGH - FALLIDO A PUESTO PEPINO - TRES MANANTIALES
La noche de la cena apacible se convirtió en una noche de viento y lluvia que aflojó al amanecer. Nos obligó a demorar un poco el desarmado de las carpas ya que estaba todo mojado pero no más que eso.
Bastante temprano arrancamos producto que el amanecer era próximo a las cinco de la mañana, así que antes de las ocho ya estábamos en marcha con la mente puesta en conquistar Puesto Pepino esa misma noche amparados en los tracks que teníamos para subir a la Meseta de Canquel por el sur de la Sierra Cuadrada pasando por la estancia La Esperanza. El día nos depararía otros destinos…
Primer desvío de la RP27 fue una tentadora huella que entraba a la estancia El Molle desde donde suponíamos que podríamos acceder a La Porteña, haciendo uso de los típicos atajos que nos terminan alargando el camino. A poco de andar a través de un alambrado viejo pero alambrado al fin, el desvío a La Porteña se desdibujaba entre la vegetación. Estábamos muy lejos del punto de interés y sin permisos de acceso como para meternos en problemas, así que reculamos y buscamos el acceso directo a La Porteña un poco más al sur, donde un portal con dos enormes troncos petrificados nos marcaba el inicio. Rápidamente llegamos a la primera estancia de todas las que debíamos atravesar, La Porteña, que guardaba una rica historia asociada al Presidente Perón.
Amanecer en campamento de Sierra Cuadrada - FOTOS: Darío GRANATO
Después de una noche agitada de lluvia y viento, costaba levantarse; el único, el fotógrafo - FOTOS: Darío GRANATO
Esto es acampar en el medio de la nada - FOTOS: Darío GRANATO
La RP27 hacia el sur de la Sierra Cuadrada - FOTOS: Darío GRANATO
A falta de madera común, las estancias señalizan con troncos petrificados - FOTOS: Darío GRANATOUna reseña del Perón patagónico, rescatada de Wikipedia:
En 1900, cuando Juan Domingo contaba con cinco años, la familia Perón-Sosa se embarcó en el vapor Santa Cruz con rumbo a la costa marítima de la Patagonia Argentina, a unas estancias de los alrededores de Río Gallegos: Chaok-Aike, Kamesa- Aike y Coy-Aike, o sea en los inicios de un caserío que se ubicaba en antiguos asentamientos tehuelches.
En 1902 se mudaron más al norte, primero al pueblo chubutense de Cabo Raso, en donde sus parientes lejanos apellidados Maupás tenían propiedades en La Masiega, y posteriormente, en febrero de 1904 se trasladaron a la localidad de Camarones, con motivo de la designación de Mario Tomás (su padre) para desempeñarse interinamente como juez de paz, el 19 de diciembre de 1906. Poco después volvieron a trasladarse, esta vez a la finca de su propiedad que denominaron La Porteña, ubicada en la sierra Cuadrada, a 175 km de la ciudad de Comodoro Rivadavia, y más tarde fundaron otra que se llamó El Mallín.
La historia está bastante bien detallada en una nota de la Agencia Periodística Patagónica: “Los días juveniles de Perón en una estancia patagónica” http://appnoticias.com.ar/app/los-dias-juveniles-de-peron-en-una-estancia-patagonica/
Y había despertado nuestra curiosidad, motivo por el cual nos asomamos a ver qué podíamos descubrir y de paso preguntar por otros enigmas de la zona, como el misterioso Chalet de Piedra.
La estancia es de una construcción bastante humilde y tuvimos la suerte que como estaban esperando a la comparsa de los esquiladores, su encargada Dora Chaile, sobrina bisnieta de Perón estaba allí, una completa casualidad. Ello nos permitió que casi en primera persona hayamos podido escuchar la confirmación de lo que habíamos leído en Internet.
También nos permitió fotografiar muchas cosas, entre otras el humilde friso que recuerda la fundación del establecimiento, los carretones usadas a principios de siglo para transportar la lana y hasta la famosa gorra del General Perón que se encuentra allí atesorada junto con otros recuerdos. Tuvimos la suerte de ser algunos de nosotros los pocos que la vieron en vivo.a
Nos despedimos de la amable Dora, que además nos dio algunas pistas más del Chalet de Piedra, que ella conocía pero no nos pudo dar muchas más precisiones de su posición y seguimos hacia el oeste rumbo a la Meseta de Canquel. De acuerdo a lo que nos dijo, seguramente en la estancia La Florida de los Thomas podrían indicarnos mejor y hacia allí fuimos.
Elegimos ir por la huella de “abajo” hasta el acceso a La Florida, que está bastante elevada respecto al pedemonte de la Sierra Cuadrada. Subimos unos doscientos metros y en un abrigado y escondido cañadón, una hermosa y profusa arboleda escondía a La Florida, donde nos detuvimos en la tranquera para parlamentar. Enseguida aparecieron los Thomas padre e hijo, quienes también nos confundieron con los esquiladores que estaban esperando.
Por supuesto que rápidamente les explicamos que cualquier cosa menos pelar ovejas y que teníamos intenciones de llegarnos a La Esperanza, claro está si nos franqueaban el paso. Como todos nos dijeron que hace rato que nadie andaba por ahí y que no sabían si era posible pero que no tenían problemas en dejarnos pasar. Al consultarlos sobre el Chalet de Piedra, nos dieron la precisa: siguiendo la huella que atraviesa La Florida, al llegar a la otra estancia, El Descanso (Según los Thomas, perteneció a un tal Dickanson y su nombre tal como indica el IGM, desconocido para ellos, probablemente haya sido una deformación de dicho apellido), debíamos volver a bajar al llano y lo íbamos a encontrar en una de las huellas que se desprenden del camino de “abajo”.
Agradecidos por el permiso y los datos, seguimos adelante por una bonita huella de cornisa donde venían arreando una enorme cantidad de ovejas para la esquila que se venía inminente. Al encontrar El Descanso bajamos según las indicaciones y seguimos por el llano hacia el oeste hasta que se abrió una huella hacia arriba completamente abandonada y la encaramos. A lo lejos un montecito bien verde presagiaba algo y los corazones empezaron a latir fuerte. Al acercarnos un brillante techo de zinc apareció entre los árboles y ahí supimos que estábamos frente a uno de los objetivos del viaje: el Chalet de Piedra, una construcción completamente inesperada, estaba ahí para que la descubramos y disfrutemos.
Según nos contaron fragmentariamente perteneció a un tal Juan Slebuch (o algo así) y que hasta no hace mucho lo estuvo ocupando pero la inundación de hace unos años anegó la Laguna Colorada donde tenía sus animales y no le quedó casi nada, así que abandonó todo y se fue…
Se nota que fue una decisión inesperada porque muchas cosas estaban como si la huida hubiese sido muy rápida. Apenas estaban con candados las puertas, cerradas las ventanas y el resto quedó como si alguien fuese a volver. Un panel solar quedó como mudo testigo de la actividad pasada lo mismo que una pila de leña perfectamente cortada y un par de palas apoyadas contra las paredes.
La construcción es muy llamativa, completamente diferente a las de todas las estancias de la zona, con sus paredes de piedra perfectamente dispuestas, con un techo de chapas de zinc a cuatro aguas y rodeada de una nutrida arboleda regada por un abundante manantial. Realmente valió la pena hacer el esfuerzo de encontrarla.
Curiosamente, de acuerdo al IGM también el establecimiento se llamaba La Esperanza, igual que nuestro próximo destino.
Aprovechamos la sombra y la hora para almorzar en ese magnético lugar antes de seguir adelante por la huella de “abajo” que hasta ahora se había comportado de maravillas, pese a las advertencias de Gerardo respecto de los zanjones, aunque claro está todavía circulábamos por zonas habitadas.
Al volver a la huella de “abajo”, después del desvío al Chalet de Piedra, la misma comenzó a verse deteriorada. Evidentemente el acceso a las últimas estancias después de La Florida y El Descanso es por “arriba”.
Algunos zanjones transversales muy erosionados fueron apareciendo pero sin mayores dificultades para sortearlos y en algunos tramos había que buscar un poco la huella medio desdibujada, pero siempre aparecía.
Tuvimos un pequeño susto cuando en un tramo que la huella se perdía, me distraje un instante y dejé a la Pampa 02 en situación muy comprometida al meter la rueda trasera al borde de una profunda grieta y dejarla a décimas de grado de volcarla. La rápida asistencia de los muchachos con dos malacates me sacó sin riesgo de la situación aunque por un rato sentí que el último tramo de mi tracto intestinal se colmaba de interrogantes (lo había escrito en una forma más vulgar pero me pidieron guardar las formas).
Comenzamos el ascenso al abra de la Sierra Mesa que nos depositaría en el “golfo” donde se aloja La Esperanza, cuando la huella se convirtió en un largo zanjón transversal fruto del escurrimiento de las aguas. Lo peor que no sólo la huella estaba intransitable sino que al ganar altura, como es natural el tamaño de las piedras adyacentes crecía y era cada vez más difícil transitar por los laterales de la misma. A 1500 metros del abra decidimos cortar porque la velocidad de avance era extremadamente lenta y pese a los asomos a pie, no teníamos certeza qué pasaba después del abra. No tenía sentido invertir casi todo el día renegando sin saber si todavía restaba lo más difícil, ya que esto mismo en bajada hubiera sido terrible.
Ante esta imposibilidad volvimos al punto de salida del Chalet de Piedra y como plan B optamos por dirigirnos al sur, bordeando por el oeste la Sierra Mesa e intentar alguno de los cruces que habíamos dibujado para aterrizar en el Guadal Grande y si esto fuera imposible, el plan C sería subir a El Descanso e intentar el camino de “arriba” de nuevo a La Esperanza. El plan D finalmente sería usar la llave de la tranquera de La Juanita, lo que hubiera significado casi toda una jornada adicional de marcha para, finalmente, lograr subir a la meseta del Canquel.
La huella al sur arrancó bien pero al meterse dentro del cauce seco de la Laguna Colorada se desdibujó hasta desaparecer; solamente se veía bien en los lugares más altos no alcanzados por el nivel de agua cuando la laguna está llena pero sin embargo no era problema alguno porque el fondo seco estaba más que bueno para transitarlo, incluso bastante rápido y divertido.
Por otra parte el fondo de la laguna comenzó a sorprendernos con sus variados colores: barro seco marrón claro, arena blanca y vegetación verde, rojiza y amarilla nos hacían olvidar que estábamos en una de las zonas más desérticas de la Patagonia.
Al acercarnos a las estribaciones de la Sierra Mesa también su aspecto nos deslumbró transportándonos a coloridas serranías norteñas y un ancho cauce seco se abrió ante nosotros en coincidencia con un bypass loco que habíamos imaginado desde el escritorio. Por supuesto lo abordamos y avanzamos varios kilómetros hasta que lo avanzado de la tarde nos obligó a aprovechar un precioso lugar de campamento en un reparado recodo del río con abundante leña para el fogón.
Cómodamente armamos el campamento y mientras tanto Guillermo se ocupó de preparar unos exquisitos bifecitos de cerdo al disco con cebollas y morrones más un delicioso puré de papas.
Al calor del fogón y degustando unos buenos vinos se nos hizo de noche bajo un manto de silencio sepulcral iluminados por una luna llena que casi hacía innecesaria la luz artificial.
El día había sido largo y uno por uno fuimos cayendo en los brazos de Morfeo. En mi caso estaba tan lindo que me quedé leyendo en la Kindle sentado sobre un médano cercano hasta pasada la medianoche. Pequeños placeres que nos damos los travesistas. Mejor lugar, imposible…
Martes 12 de Noviembre de 2019: CRUCE DE SIERRA MESA, EL GUADAL GRANDE Y LA IRA DE PEPINO
Después de una excelente noche, un poco más fresca que la anterior pero sin nada de viento y nada de lluvia, el día amaneció perfecto. Mientras desayunamos y empacamos, Matías, que había salido a sacar unas fotos desde las alturas, nos informa que había visualizado una huella unos 500 metros al sur del cauce seco donde acampamos. Era una excelente noticia porque es habitual que los cauces secos a medida que se comienza a ascender para atravesar una serranía, se estrechan y grandes piedras terminan matándonos la ilusión de seguir adelante. Una huella y una estancia en las alturas marcada por el IGM eran una excelente señal.
Avanzamos por el cauce mientras nos resultó fácil y donde se comenzó a complicar buscamos la huella, que muy borrada, existía. Nos montamos sobre ella y comenzamos a ascender lentamente flanqueados por los cerros que se iban acercando y estrechando el paso; cada tanto se perdía como resultado de la fuerza del agua de los torrentes durante las fuertes lluvias pero con paciencia la volvíamos a encontrar.
Al cobrar altura, la huella se convirtió en un claro caminito de cornisa que era fácil de ver y difícil de transitar porque en muchos lugares el agua se debe haber canalizado a lo largo generando profundos zanjones que había que sortear “a caballito” con serio riesgo de vuelco debido a su profundidad. Si queríamos revisar el estado del chasis de las chatas eran unas fosas perfectas.
El cruce de estas sierras, en este preciso lugar una especie de transición entre la Sierra Mesa y la Sierra Chaira se había puesto muy entretenido para manejar y fundamentalmente muy interesante como exploratoria.
A nuestras espaldas, muy abajo y hacia el este, la huella nos regalaba unas increíbles y preciosas vistas de la multicolor Laguna Colorada mientras se dejaba volver a transitar seguramente después de muchos años de olvido vehicular.
Antes de llegar a la máxima altura, llegamos a una terraza desde donde apreciamos la estancia La Meseta, tan abandonada como la huella pero evidentemente de pasado importante. Allí la huella parecía terminar aunque más abajo volvía a verse: no hubo otro remedio que tirarse por una pendiente bastante irremontable para por lo menos conocer la estancia.
Un par de galpones de zinc impecables, una pileta para bañar las ovejas, una casa principal rodeada de árboles y un embalse del arroyo que la atraviesa completaban el panorama desolador.
Como en el caso del Chalet de Piedra, el abandono parece haber sido intempestivo ya que permanecen muchos elementos que podrían haberse retirado y que indudablemente se han conservado por lo aislado del lugar y el difícil acceso.
Llama mucho la atención el embalse que habían construido desviando el caudal del arroyo, ahora casi seco, que les debía proporcionar una gran reserva de agua para las épocas de sequía. Más llamativo aún es la gran cantidad de trozos y troncos enormes de madera petrificada diseminados por todo el sitio, a tal punto que muchos de ellos fueron utilizados para construir el enrocado de la represa.
Como siempre ocurre, en estos lugares uno trata de ponerse en el lugar de los pioneros que con enormes esfuerzos se llegaron hasta aquí seguramente con la esperanza de labrarse un venturoso futuro y luego tuvieron que abandonarlo todo.
Cuántas esperanzas y sueños debieron haber sido sepultados por el destino…
Escudriñando el paisaje descubrimos que la huella no terminaba aquí sino que continuaba trepando a la sierra aunque no sabíamos su destino. En la cara este de estas serranías el IGM marcaba otra estancia, Las Vueltas, un poco más al sur, nos llevaría a ella? Podríamos entonces bajar al Guadal Grande? Era cuestión de intentarlo para saberlo.
Comenzamos a subir más fuertemente y la huella seguía clara pero aún más abandonada que la anterior y en varios sectores, con alta vegetación al medio. En algunas partes estaba tan deteriorada que la tuvimos que reinventar por los costados y en otros acomodar algunas cuantas piedras para poder pasar. Con esfuerzo llegamos a la divisoria de aguas donde torció hacia el sur, signo inequívoco que nos llevaría a la otra estancia.
Y así fue. Al cabo de unos kilómetros de enroscada trayectoria en bajada, la estancia Las Vueltas apareció y de lejos no lucía abandonada. Sin embargo, al acercarnos comprobamos que no hace tanto tiempo como La Meseta, tampoco está operativa y nadie vive al menos permanentemente en ella.
La salida hacia el guadal confirma nuestra presunción ya que la huella luce muy descuidada y sin uso reciente. El desarrollo es mucho más suave ya que las pendientes son mucho menores y al cabo de un rato conseguimos poner las chatas del otro lado de las Sierras Mesa y Chaira, pisando el fondo seco del Guadal Grande, donde rápidamente encontramos la huella por la que suponíamos lo atravesaríamos con rumbo a la conocida estancia del viaje anterior, Tres Manantiales.
Antes de virar hacia el norte, quisimos curiosear de qué se trataba un establecimiento que habíamos visto en el IGM unos kilómetros hacia el sur denominado “Club Sudafricano”. Una tranquera con un grueso candado nos dijo que no y no quisimos hacer ninguna cosa rara para atravesarla quedándonos con la espina.
Desandamos la huella que atravesaba el fondo del guadal pero al cabo de un rato torció hacia el oeste alejándose del borde sur de la Meseta de Canquel al que queríamos acceder. Como el piso era transitable optamos por apuntarle a “Tres Manantiales” a guadal traviesa por más de 20 kilómetros atravesando todo tipo de suelos: arena dura, arena blanda, barro, piedras y vegetación rala, disfrutando esa extraña sensación de libertad de elegir por donde circular sin otro reparo que lo que a uno le parece mejor o más divertido.
Al acercarnos a la base de la Meseta de Canquel, tuvimos que hacer una serie de esquives por la gran cantidad de rocas pero finalmente encontramos la punta de la huella, que atravesando primero la estancia “El Manantial”, que está habitada y en uso, nos depositaba en “Tres Manantiales”, dónde de causalidad encontramos a su propietario Don Nicolás Myburgh, a quien habíamos consultado telefónicamente días previos para lograr el permiso para andar por sus dominios.
Se acordaba muy bien de los locos y únicos turistas del Canquel que un frío y lluvioso día de un crudo invierno se aparecieron con siete chatas pidiendo permiso para acampar en uno de sus galpones.
No podía creer de dónde habíamos venido y ni siquiera sabía de la existencia de las dos estancias abandonadas que redescubrimos. Tampoco entendía como se nos había ocurrido tratar de llegar por la huella “de abajo” en desuso de hacía muchísimos años y mucho menos cuando le contamos que intentaríamos llegar con las chatas al Puesto Pepino, que está dentro de su propiedad.
Respecto al Puesto Pepino nos contó que él entiende que la historia que tres años atrás nos había traído aquí, en realidad estaba un poco novelada ya que descreía de la romántica existencia del italiano que quería construir un castillo para su amada sino que en realidad sobrevolaba la historia del Puesto Pepino, un personaje chileno, un tal Recio Muñoz, que se decía que había construido el puesto aunque no se podía explicar el porqué de ese lugar y de la particular forma constructiva. Siempre supimos que la historia podía no ser cierta pero nosotros siempre la vamos a dar por buena para no quitarle el encanto que nos trajo ya dos veces hasta aquí.
Dejamos a Nicolás en sus quehaceres, estaba herrando un caballo, y nos encaminamos a la Meseta de Canquel por nuestra conocida Subida de Badosky, tan empinada y bien mantenida como siempre, con el objeto de hacer noche en Puesto Pepino.
El cielo se empezó a oscurecer presagiando una tormenta que horas atrás era impensable pero no nos desanimamos. Rodeamos el Pozo Barragán con el objetivo de encontrar el único acceso no acantilado sobre su esquina noreste, una rampa de poca inclinación aunque de suelo desconocido. La huella que rodea Barragán nos acercó a 1.5 km de ese punto, muy cerca de la laguna León, a solamente 3 km en línea recta de Puesto Pepino. Mientras la llovizna se largó, hicimos un fatigoso campo traviesa plagado de piedras y vegetación pinchuda, más el paso de un tenso alambrado (disponíamos de permiso para acostarlo) hasta arrimarnos al borde acantilado del Pozo Barragán desde donde divisamos la rampa por la que pretendíamos entrar.
Mientras la llovizna arreciaba y el cielo se ponía cada vez más oscuro nos arrimamos a la rampa y la empezamos a relevar a pie para decidir las próximas acciones. La verdad que ofrecía algunas dificultades pero estaba para encararla excepto por la duda de un sector unos 500 metros más adelante donde la vegetación no nos dejaba ver qué había debajo. Cuando iniciamos la caminata para chequearlo, a lo lejos notamos que una lluvia intensa se venía hacia nosotros desde el centro del pozo mismo. Casi instantáneamente retumbaron unos truenos y unos rayos que nos hicieron recular hacia las chatas ya que la excursión se estaba volviendo peligrosa. No alcanzamos a llegar a las chatas que nos alcanzó la gruesa lluvia acompañada ahora de un pequeño granizo y nos empapamos. Por suerte no fue más que eso pero dentro de las chatas fuimos testigos de la copiosa lluvia y el nutrido granizo que duró varios minutos, cambiando radicalmente el paisaje.
Pareciera que la ira de Pepino por invadir sus dominios se había descargado sobre nosotros, quitándonos ahora la posibilidad de intentar la bajada. Es curioso, hace tres años nos sorprendió la nieve dejando todo blanco y ahora volvía a ocurrir lo mismo, en forma de granizo.
No quedó otra que tocar retirada y buscar algún lugar decente donde acampar ya que aquí los únicos lugares sin piedras estaban inundados o llenos de barro.
Como siempre la salida fue más fácil que la entrada pese al barro y enseguida estuvimos en la huella. Pensamos en ir a acampar al Puesto Barragán pero no recordábamos que tuviéramos algún reparo y lo descartamos, probamos con otro puesto de una laguna cercana pero tampoco era adecuado así que optamos por irnos a probar suerte a lo de Buty Myburgh, a “Tres Lagunas”; algún galpón aunque sea conseguiríamos.
Desandamos algo de camino conocido y tomamos una huella nueva para nosotros que nos llevaba a “Tres Lagunas”; a medida que nos acercábamos se notaba que la lluvia había sido muy intensa y en algunos lugares casi peludeamos en el barro.
Llegamos a “Tres Lagunas” casi de noche y allí nos atendió muy amablemente Don Agustín Pinillao, quien al saber que éramos amigos de Buty se deshizo en colaborar para que podamos acampar en el galpón, que curiosamente se le había inundado con la lluvia. Nos contó que habían caído más de 20 mm en 25 minutos y un torrente atravesó el casco de la estancia y parte se le metió en el galpón.
Nos dijo que la laguna frente al casco estaba seca y resulta que ahora lucía con mucha agua. Habíamos cumplido con creces con el pedido de Buty en el encuentro casual de Las Chapas.
Nos acomodamos como pudimos y utilizamos el galpón para calentar el guiso de lentejas de Pablo y deleitarnos como de costumbre, regado con unos buenos vinos por cierto.
Todos durmieron en las chatas excepto Darío y yo que decidimos tirar las colchonetas en una parte seca del galpón y no dormir enroscados en la vastedad del habitáculo de Pampa 02.
Otro largo y entretenido día patagónico lleno de emociones había concluido.
Miércoles 13 de Noviembre de 2019: INESPERADA NEUTRALIZACIÓN EN UN OASIS
El día despuntó perfecto, desaparecieron las nubes, con el sol a pleno. Contemplando ahora el panorama del casco de la estancia, de haber llegado antes de las lluvias seguramente hubiéramos acampado bajo los árboles sobre el pastito verde, justo por donde había pasado el torrente…
Increíble, nadie podía imaginarse que por allí podría haber pasado una pequeña avalancha de agua y barro que al menos nos hubiera complicado el sueño.
Nos despedimos de Agustín y el derrotero siguió bajando al Puesto Salazar donde nos habían dicho que había una sorprendente arboleda y que en las cercanías, gente del MEF (Museo Egidio Feruglio de Trelew) tenían “enyesado” un fósil bastante completo.
El lugar de los fósiles es denominado como Scarritt Pocket
Como resultado de la Expedición Scarritt del Museo Americano de Historia Natural, realizada en 1933-34, G.G. Simpson descubrió un importantísimo yacimiento fosilífero de mamíferos en el área conocida con el nombre de Rinconada de los López (al sur del puesto R.Zalazar). La locación principal donde se recolectaron los fósiles fue denominada Scarritt Pocket en honor al benefactor de la expedición.
Más detalles científicos, especímenes identificados y exploraciones en otras áreas de la zona se pueden consultar enhttps://repositorio.segemar.gov.ar › bitstream › handle › EL SOMBRERO
La bajada al Puesto Salazar es hermosa y descubre un panorama sorprendente ya que en el valle una arboleda propia de la cordillera apareció como de la nada. Al aproximarnos, un arroyo con bastante caudal explicaba su presencia. Pasto verde y abundancia de leña eran una invitación a un campamento pero recién eran las diez de la mañana.
¿Y saben qué? Rompiendo todos los hábitos, en forma unánime decidimos hacer una larga neutralización para disfrutar de este milagro natural y hacer lo que nunca hacemos: disponer de tiempo para descansar, tener largas horas de charla de bueyes perdidos o hacer lo que se nos cante, sin el apuro de completar un recorrido. Absolutamente inédito.
Elegimos el lugar, juntamos leña como para incendiar el mundo y prendimos una fogata que no se apagaría más hasta casi medianoche, una especie de nuestra propia llama olímpica.
Efectivamente, no hicimos demasiado, cada uno se dedicó a lamer sus heridas, a lavarse en el arroyo, a salir a caminar, a leer, a mantener el fuego, a tomar mate o simplemente disfrutar del “dolce far niente” (Menos mal que el Profe Edu Cinícola no nos estaba viendo…).
En las caminatas encontramos varias instalaciones destruidas tipo tapera y un cementerio abandonado con dos o tres cruces muy precarias arrancadas por el viento o por los espíritus inquietos de los allí enterrados; en determinado momento vemos acercarse un jinete por la bajada: era Agustín que venía a dejar un caballo y llevarse otro y aprovechamos para interrogarlo sobre el pasado de este asentamiento.
Según nos contó Agustín, antes había mucha población en la zona y también existía un destacamento policial del cual solo queda la tapera que visitamos. Ese destacamento estaba a cargo de un tal cabo Iglesias. La hija de Iglesias, una niña según nos comentó, está enterrada en el pequeño y cercano cementerio que hallamos en la caminata de regreso al campamento. Además en ese mismo cementerio también está enterrado un tal Perelmuter (o algo así) de origen alemán.
Agustín también nos contó que a los detenidos en el destacamento policial los hacían trabajar plantando árboles, de ahí lo forestado de ese lugar. Encontramos también algunas palas en uso que seguramente son para encausar la vertiente de agua que baja de las sierras y así mantener el lugar irrigado.
Nos dijo que aquí había un destacamento policial, que el lugar se llamaba Rinconada de los López y que después de una serie de dueños, ahora era propiedad de los Myburgh.
Por supuesto no faltó la picada del mediodía y la cena fue el clásico de los huevos fritos con panceta y cebolla del Pampa acompañados de una tonelada de papas fritas preparadas por Pablo. Parecía comida para un batallón pero cuando nos quisimos acordar no quedó nada y ante la desesperación el sobrante de guiso de lentejas con los huevos que habían sobrado terminaron en el disco a modo de novedosa tortilla, de la cual por supuesto tampoco quedó nada.
Entrada la noche, con un ululante viento que avivaba el fogón como si fuera una fragua nos dedicamos a ver cómo se derretían las botellas de vino. Si esto no es estar al pedo…
Párrafo aparte para mi campamento particular. Armar la carpa al lado de un arroyo donde el ruido del agua era intenso y adormecedor, con el viento sacudiendo el sobretecho, es una sensación maravillosa que el dinero no puede comprar. Ni hablar de ser despertado por el canto de bandurrias a pocos metros de la tienda…
Jueves 14 de Noviembre de 2019: NO SE TODAVÍA CÓMO TERMINAMOS EN GAN GAN
Había que seguir. Costó dejar ese idílico lugar pero lentamente desarmamos el campamento, apagamos el fogón “olímpico” y partimos nuevamente. Todavía había muchas cosas para investigar por la zona antes de salir hacia Paso de Indios.
Costó encontrar la huella de salida; como si este lugar encantado no quisiera que nos fuéramos, nos la ocultó prolijamente pero como siempre la hallamos.
Otro puesto tapera abandonado un poco más adelante marcó el fin del oasis y entramos de nuevo en el desierto donde ahora sí la huella sólo la podíamos seguir con ayuda del GPS y se notaba que hacía mucho que nadie la pisaba. Profundos zanjones secos cortaban el paso y hacían lento nuestro avance en el medio de la rala vegetación que había invadido la huella.
El paisaje mutaba al desierto rápidamente y a poco de andar encontramos el puesto de Roberto Salazar, que indudablemente estaba habitado aunque no había nadie en ese momento, bastante cerca de la posición donde nos habían dicho que moraba el fósil enyesado. Pasamos respetuosamente cerrando las precarias tranqueras y seguimos, ahora bordeando un profundo tajo en la tierra de unos 4 a 6 metros de profundidad cavado por un mísero arroyito que en modo alguno mostraba dotes de semejante poderío pero indudablemente ayudado por poco frecuentes pero terribles lluvias. Cualquier falta de atención en el manejo podría haber ocasionado un desastre.
A lo lejos vemos venir un paisano y varios perros cargando lo que nos pareció leña y al cruzarnos nos detuvimos a conversar. Era don Benjamín Salazar que había ido a buscar comida para sus pocas chivas que según nos contó se estaban muriendo de hambre ya que cerca del puesto no hay nada comestible. Increíble el esfuerzo de este buen hombre de caminar varios kilómetros al sol para traer un raído atado de mata negra para sus animalitos.
Nos ofrecimos a ayudarlo a ir a buscar más y llevárselo con las chatas para aliviarle el trabajo pero no quiso porque había que cruzar el zanjón y que el lugar era muy lejos…
Nos quedamos charlando un buen rato de historias de la zona y nos ayudó a armar el rompecabezas de las mismas que permitió confirmar algunos misterios como el del cementerio de Rincón de los López y desmitificar algunas leyendas como la de nuestra mítica Casa de Piedra.
Él también nos habló del chileno Recio Muñoz, de su muerte pasando un alambrado, indicando que el indio Pepino era en realidad un peón o ayudante del chileno, sin ninguna noticia de su patrón italiano constructor de catedrales. Según sui versión fue recio quien construyó la Casa de Piedra y que luego ese lugar lo compró un tal Ramos, que luego se lo vendió a Cristóbal Myburgh, abuelo de Nicolás Myburgh de “Tres manantiales”.
Esta versión se contrapone al texto que originalmente nos trajo a esta zona, donde el que se muere pasando un alambrado es precisamente Pepino. El mito de Pepino solo se seguiría manteniendo vivo por nuestra decisión, las evidencias no lo convalidaban y se caía a pedazos.
Nos pidió yerba y azúcar, a lo que accedimos gustosamente y de paso le dejamos unas cuantas cosas de almacén más que no íbamos a necesitar y se puso muy contento y ante el volumen ahora si accedió a que al menos lo acercásemos a su casa. Cargué la mata negra en el techo de la Vitara, a Benjamín de copiloto y lo llevé de regreso. Habíamos hecho la buena acción del día…
Seguimos hacia el oeste y el curioso Cerro Toro Negro se volvió omnipresente mientras el paisaje mutó a cerros de tierra multicolores muy parecidos a los de los desiertos riojanos y que indudablemente deben ser hogar de fósiles prehistóricos, lo que corroboraríamos más adelante con otro puestero.
Al acercarnos y rodear el Toro Negro ahora apareció un desierto de arena con médanos y todo que amagaba tragarse la huella pero pasamos sin problemas, hasta que llegamos al puesto de don Laureano Tromán, amigo de Agustín, a quien también aprovechamos para interrogarlo por las huellas de la zona y otros asuntos.
Por su boca nos enteramos de varias cosas: que la salida imaginada por El Sampal existía pero no iba a ser posible debido a tranqueras con candado y alambrados, que había salida a la RP24 por camino bueno a través de una impecable e importante estancia de la cual no recuerdo el nombre, que la Casa de Piedra del Puesto Pepino en realidad fue la “casa de gobierno” del Cacique Canquel (cada vez aparecían más versiones diferentes de la leyenda) y que él conocía la ubicación de un gran “dinosaurio” completo pero que no la revelaría hasta que alguien le pague lo suficiente. Según dijo entregó una muestra al Museo Egidio Feruglio y corroboraron la veracidad pero al no pagarle, nunca lo pudieron encontrar, aun cuando salieron a buscarlo por su cuenta.
Nos despedimos del pícaro Laureano y seguimos nuestros tracks a El Sampal pese a la información negativa, total, de última, desandábamos el camino pero por lo menos nos asomaríamos un poco.
El desvío a Bajo del Diablo atravesando la Meseta de la Media Luna se descolgó a la derecha de nuestro camino frente a la sorprendentemente rojiza Laguna Payahile y lo seguimos. Un par de tranqueras abiertas, subimos a la meseta y descendimos al gran Bajo del Diablo, donde en el fondo divisamos una estancia. Nos llegamos hasta allí con el objeto de preguntar pero, si bien se veía activa, nadie apareció. No se veía huella que siguiera más adelante hacia El Sampal así que retornamos, no sin antes intentar por una imaginaria que habíamos dibujado por el medio del bajo esquivando la estancia en dirección a El Sampal. De a tramos algún vestigio había pero era muy tortuosa y debido a la información previa, decidimos desistir volviendo a subir a la meseta de la Media Luna. Ahí arriba un desvío hacia el oeste nos indujo a cortar camino y acertamos ya que al cabo de varios kilómetros salimos a la huella original principal, apenas pasando la colorada laguna Payahile.
A partir de allí la huella se trasformó en un buen camino transitado y pasando por la estancia xxxxx (no recuerdo el nombre), terminamos saliendo a la RP24, desde donde raudamente nos dirigimos a Pasos de Indios, donde los sedientos tanques de combustible y los respectivos bidones volvieron a colmar su capacidad para seguir viaje.
Mientras íbamos viajando a Paso de Indios no sé cómo salió la idea de ir a intentar por segunda vez el ascenso al volcán La Buitrera al norte de Gan Gan y después darle un mordisquito a Somuncurá en lugar de apuntarle a Telsen buscando el campo de aerolitos que alguna vez me había sugerido el Sargento Pasaleña de Federico Kirbus.
La cuestión es que enseguida hicimos planes y decidimos ir hacia el norte tratando de hacer noche en Gan Gan. Tomamos primero la RP25 costeando el río Chubut, cruzándolo por el Paso Berwin y allí seguimos la “otra” 40, la RP40, luego la RP58 hasta El Escorial y finalmente la RP58 y la RP67 hasta Gan Gan. En estos dos últimos tramos el paisaje se vuelve muy interesante y la ruta estaba en muy buenas condiciones, lo que nos permitió llegar a destino bastante temprano.
Nos alojamos en el hotel LO DE MARY frente a la estación de servicio donde además nos cocinaron unos exquisitos pollos al horno con papas fritas, puré y ensaladas para saciar el hambre que traíamos, aunque no tengo la menor pista del motivo ya que si algo hicimos en este viaje fue comer…
Viernes 15 de Noviembre de 2019: FALLIDA BUITRERA Y SOMUNCURÁ NOS DA UN BRUTO TARASCÓN
Frugal desayuno en el hotel, inútil y frenética búsqueda de gomerías para inflar las cubiertas y temprano salimos hacia el norte por la pintoresca RP67 que, lenta pero firmemente, te va subiendo a la meseta de Somuncurá disfrutando sus habituales bucólicos y misteriosos paisajes de piedra y viento.
La idea era tratar de trepar al volcán La Buitrera a unos pocos kilómetros de la ruta por alguno de los numerosos tracks que habíamos imaginado en el 2015, de los cuales únicamente habíamos usado uno el día que la inesperada nevada a mediados de octubre nos impidió llegar a Elsa y a mí en el viaje a los volcanes sureños de 2016.
Elegimos uno de ellos y cuando nos juntamos en su inicio sobre la ruta para encarar un ancho cañadón con un enjuto arroyo a campo traviesa, vemos a lo lejos dos paisanos a caballo que venían casualmente (¿?) hacia nosotros. Obviamente nos quedamos a esperarlos por las dudas.
Y como no podía ser de otro modo, se arrimaron a ver que hacían cuatro chatas allí detenidas. Eran de la estancia Talagapa, se llamaban Elio y Héctor y estaban armados ya que andaban cazando zorros y por supuesto les llamó poderosamente la atención que quisiéramos subir a La Buitrera y más que supiésemos de la laguna que había en su cima. Nos pidieron que no entráramos sin pedir permiso para no comprometerlos y por supuesto accedimos no sin antes preguntar dónde podríamos hacerlo. Nos dijeron que sobre la Pampa de Talagapa había un puesto, que probásemos ahí. No sé si fue bueno o malo el casual encuentro, capaz nos habíamos ahorrado un problema…
Seguimos y desembocamos en la siempre sorprendente Pampa de Talagapa pese a que ya pasé por aquí muchas veces: una llanura perfecta, con una ruta llamativamente recta que la atraviesa rodeada de las típicas montañas de Somuncurá. La cruzamos y casi sobre el final encontramos el puesto que nos habían mencionado, nos desviamos y paramos a parlamentar con el puestero.
En ese momento había mucho viento y lloviznaba así que Marcos, que así se llamaba el puestero, me hizo pasar y me invito a tomar mate con tortas fritas. Como los anteriores compañeros, no se animó a dejarnos pasar pero como contrapartida me pasó el nombre y el teléfono del dueño, que vive en Trelew, así que la tercera será la vencida para La Buitrera. De paso habrá que investigar si no hay alguna otra cosa que ver en la zona, que seguro hay…
Antes de despedirnos me llenó una bolsa de tortas fritas para que reparta con el grupo y quedamos en vernos pronto, con el permiso bajo el brazo.
La serpenteante RP67, dejó la Pampa de Talagapa y siguió ascendiendo a la meseta, ahora bordeada por lagunas con abundante agua y llamativamente con flamencos hasta llegar al límite provincial de Chubut con Rio Negro, donde se convierte en RP8 que, como casi siempre, su estado de conservación no es tan bueno como el de su tramo chubutense.
Había mucho viento y era hora de parar a comer algo así que nos abocamos a buscar un sitio con un poco de reparo, tarea nada fácil por estos lares. Probamos con un punto llamado Almacén Corbalán, que resultó un puesto de cierta importancia pasada que tal vez haya sido lo que su nombre indica pero sin el resguardo eólico que buscábamos así que continuamos buscando.
Y encontramos un pequeño monte regado por un humilde manantial que alguna vez alojó un puesto a juzgar por los restos derrumbados que proporcionó lo que buscábamos e hicimos la parada gastronómica que necesitábamos. Esta vez volvimos a la normalidad de las latitas de jardinera, lentejas, queso, salamines y esas cosas.
Mientras comíamos decidimos los pasos a seguir que fueron hacer un poquito de Somuncurá duro saliendo por Prahaniyeu y después acampar en Tambelén y si todo iba bien, terminar desembocando en Valcheta a través de laguna de Mendez y Yaminué. Plan bastante tranquilo.
Pero Somuncurá posee esos extraños y misteriosos poderes que, como un canto de sirena, engañan a los viajeros y entonces nos hizo pisar el palito de salir hacia el este por Cerro Ventana, un extenso y tortuoso periplo, desestimando inexplicablemente el plan original.
El palito lo pisamos porque el primer tramo de la huella que se dirige hacia el este es muy bueno y permite andar a buen ritmo. Cuando el terreno se empieza a poner difícil, ya se ha hecho una buena parte del recorrido y al estar bastante cerca de la mítica cueva donde vivió Don Honorio Vicente, uno termina cruzando el Rubicón y por ende ya no hay vuelta atrás: los kilómetros y las horas se suman y retornar es claramente muy duro y para adelante uno tiende a creer que la cosa mejorará. Ilusos nosotros y en mi caso particular peor porque hace nueve años ya había experimentado lo mismo y lo repetía con alegría.
Llegar a la legendaria cueva es muy tortuoso pero la posibilidad de pisar ese mágico lugar con su increíble historia logra que te lo aguantes. Para los amantes de estos solitarios lugares, las historias increíbles de poquísimos estoicos pobladores que te tocan el alma, son insoslayables y teníamos que llegar.
Cuando llegamos, cerca de las cuatro de la tarde, el viento arreciaba con ráfagas de hasta 80 km/h pero en el interior de la cueva había paz. Después de nueve años el tiempo y algún desaprensivo visitante habían hecho lo suyo y prácticamente sólo quedaba el espacio vacío. Los utensilios y otros humildes enseres de los cuales había sido testigo ya no estaban como hace una década atrás excepto algún resto de latas oxidadas. http://www.lodelpampa.com.ar/Relatos/Apas2010/apas2010_40_somuncura.htm Sin embargo las paredes de piedras apiladas y traídas de vaya a saber dónde prácticamente estaban incólumes, como el espíritu del viejo Honorio que se sentía en el aire. Otra vez volvía a preguntarme cómo se las arregló para vivir allí con sus más de ochenta años a cuestas.
Una gran alpacheta en las cercanías de la cueva nos permitió encontrar lo que tal vez sean las últimas pertenencias de Honorio que aún permanecen allí: una bombilla y un mate que por supuesto dejamos allí tal como estaba. Tal vez el fantasma de Honorio todavía las esté usando …
Retomamos el camino en el punto donde volver era irracional y seguir adelante también. El tramo de meseta donde 5 ó 6 km/h es una velocidad promedio supersónica nos entretuvo, por decirlo de algún modo, por más de cuatro horas, donde no quedó pieza de las chatas que no se mueva o tornillo que no se afloje. En mi caso un soporte se partió y tuve que retirar el amortiguador suelto para no perderlo.
Todos nos preguntábamos fastidiados qué hacíamos allí comentando que con esta dosis era más que suficiente como no para retornar otra vez. La típica fase 2 de Somuncurá que sucede al entusiasmo de visitarla.
Por supuesto que a la altura del cerro Paramela ya la intención de salir por Cerro Ventana se había evaporado por cuanto implicaba cinco o seis horas más de tortura con pernocte intermedio incluido sin un lugar exento de piedras o al reparo del abrumador viento. La cercana Subida (Bajada) del Naciente podría proporcionarnos el resguardo necesario antes que cayese la noche.
La RP60 que baja de Valcheta (huella de similares características a la que nos ocupaba) apareció y la tomamos presurosos de abandonar el Averno pedregoso que nos envolvía.
Felizmente al empezar a recorrer la bajada encontramos el sector cercano al arroyo que la acompaña que Claudio nos venía anunciando desde un buen rato porque lo conocía de su anterior visita, con una esponjosa superficie de pasto verde y sin viento como para acampar con cierta comodidad y detuvimos la marcha.
Armamos el campamento, prendimos un fuego y nos abocamos a preparar la última cena del viaje: fideos y mejillones en salsa al disco en cantidad industrial, los que literalmente comimos a paladas.
En la sobremesa, la ausencia de viento, el silencio aplastante y el cielo pleno de estrellas nos transmitían la sensación que habíamos salido del planeta Tierra. Nos fuimos a acostar casi sin hablar para disfrutar el momento, de algún modo la paga al esfuerzo por llegar aquí.
Somuncurá empezaba a curar nuestras heridas y pasarnos a la fase 3, empezar a preguntarnos cuando volveríamos a dale un nuevo “mordisquito”.
Aclaro que por si alguien no conoce mi historia previa ya he venido cuatro o cinco veces experimentando este proceso de entusiasmo, frustración y nostalgia en ese orden.
Hay algunas excepciones como el imperdible alegato de Eladio abrumado por las particularidades de la meseta http://www.patagonia4x4.com.ar/phpbb3/viewtopic.php?f=1&t=51593, de donde rescato parecidas sensaciones:
A poco de la caída del sol armamos un campamento y Alejandro prendió el fuego para lo que sería un asado riquísimo. La noche era calma, sin viento y lentamente nos fue envolviendo la oscuridad; luego de comer nos pusimos a jugar con las estrellas, buscando las conocidas, viendo algunos satélites y fascinándonos con ese cielo. La luna iluminaba todo. En un momento que la conversación ceso, el silencio más puro que jamás haya percibido se hizo presente, aunque duro poco, ya que siempre uno lo rompe para decirle al otro: -que silencio-.
Nos fuimos a dormir cada uno a su cucha, y en medio de la noche sentí el deseo de ir al baño. Me levante y me encontré con un espectáculo que nunca en mi vida había presenciado: una semi esfera perfecta de estrellas inmensas, claras, parecían diamantes sobre un terciopelo negro y en silencio absoluto. Dios nos había regalado una noche sin siquiera una brisa, y como aquí no hay grillos, parecía que estaba en el espacio. jamás había estado en un silencio tan imponente y abrasador; Orión ya se recostaba contra el horizonte, y con esta visión, volví a dormir.
https://inta.gob.ar/sites/default/files/inta_crpatagonianorte_eeavalleinferior_bueno_jorge_jornada_plotier_2018.pdf Tal vez sirva para sacar algún dato más
Buenas Noches…
Sábado 16 de Noviembre de 2019: EL INICIO DEL REGRESO A CASA
Pese a estar casi afuera, salir de la meseta por la Subida del Naciente no fue tan cómoda como imaginamos. Evidentemente las lluvias copiosas en algún momento pasado habían dañado mucho la huella y como casi nadie la usa, sólo se recompone con el escaso tránsito y los obligados desvíos.
Además Cona Niyeu aún estaba aún lejos y nos llevó un par de horas bajar de la torturante meseta hasta dejarla completamente atrás. Como anécdota un extraño golpe sordo en la Vitara nos comenzó a preocupar y cuando lo descubrimos, estábamos a un tris de perder la rueda de auxilio, cuyo fatigado soporte estaba por dar las hurras junto con la rueda (y el disco de arado!), los que podrían haber ido a parar a cualquier parte. La subimos al portaequipaje y seguimos.
Atravesamos raudos el humilde poblado de Cona Niyeu y ya por una excelente ruta de ripio nos dirigimos a Arroyo Ventana, nuestro destino original desde la meseta, donde paramos a repostar combustible desde nuestros bidones y a picar algo mientras tanto. Se acercó a nosotros un poblador a charlar y nos contó la inesperada historia de cuando se inundó el pueblo hace dos años y nos mostró hasta donde había llegado el agua, a casi un metro de altura dentro de las casas. Algo imposible de creer mirando el entorno.
Seguimos adelante con la idea de salir en forma medio aburrida bordeando la meseta por abajo hacia Aguada Cecilio, donde el grupo se comenzaría a disgregar.
Sin embargo todavía nos esperaba una grata sorpresa final. Después de dejar la RP5 tomamos la RP58 hasta arroyo Los Berros, la cual se encajona en una larga grieta que aloja el arroyo Corral Chico y a lo largo del mismo se disponen los parajes de Corral Chico, Lonco Vaca y Sierra Paileman.
Los paisajes son muy bonitos, con mucho verde y con bastante población dispersa. Fue cómico cuando en el GPS mis compañeros vieron que la ruta se metía de nuevo en el macizo de Somuncurá, me preguntaron si no había otra alternativa…
Y así fue que nos fuimos despidiendo de las mesetas patagónicas, un largo raid de más de 1000 km por donde pocos andan y pocos disfrutan como nosotros.
Antes de llegar a Aguada Cecilio un “piquete” nos detuvo: una carrera de safari patagónico obligó a la policía a cortar el tránsito por un rato y aprovechamos para ver pasar las motos y areneros mientras nos empezamos a despedir.
Se desprendió Guillermo de la caravana para volverse solo a El Bolsón mientras que los demás le apuntamos al norte: Pablo, Matías y Julio enfilarían directo a Bahía Blanca, Claudio y Daniel pensaban quedarse en Rio Colorado y Darío y yo andaríamos hasta donde razonablemente pudiéramos llegar sin riesgo de cansancio. Terminamos en Coronel Pringles, asegurando que el domingo al mediodía, al menos yo llegaba para almorzar con la familia, que finalmente son quienes me facilitan disfrutar de estos placeres de conocer remotos lugares en compañía del mejor grupo de amigos.
Como no hay dos sin tres, habrá otro Canquel en el futuro y seguramente también Somuncurá nos volverá a dar un nuevo mordisquito.
Hasta la próxima