Como no podía ser de otra manera las historia de Coco y de Buchanan se entrelazan a través de las vías.
Coco es originario del oeste de la provincia de Buenos Aires, más precisamente del poblado de Abel, un pequeño caserío nacido alrededor de la estación del ferrocarril, como muchos otros pueblos del interior.
Resulta que Abel es una estación del Compañía General Buenos Aires, al igual que Buchanan y es probable que algún tren haya pasado por ambas estaciones alguna vez, casi seguramente algún carguero a vapor que llevaba productos al puerto de La Plata.
Estación Abel, hace algunos años
Coco trabajaba en en el campo en la estancia San José y más de una vez estuvo encargado de subir animales al tren mediante el embarcadero o brete de la estación, que aún está en pie.
Entrada de la estancia San José y el Embarcadero o Brete de la estación Abel
Buchanan y Abel comparten actualmente el mismo destino: el olvido y el abandono. Buchanan nunca tuvo pueblo pero Abel si, sin embargo el pueblo y la estación corrieron la misma suerte: se murieron cuando el tren dejó de pasar.
El andén de la estación y las ruinas del típico Almacén de Ramos Generales del
pueblo
Después de Abel, hacia La Plata, la otra estación cercana, donde Coco pasó su juventud es Larramendy, que por supuesto corrió la misma suerte, lo mismo que el pueblo e inclusive la imponente Iglesia.
Estación y nomenclador de Larramendy
El galpón y la insólita Iglesia de Larramendy
Años después, Coco emigró hacia Buenos Aires y recaló en Florencio Varela, donde vive actualmente. Siempre fue un entusiasta de los trenes y grande fue su sorpresa cuando descubrió un ramal abandonado de trocha métrica en los suburbios de Florencio Varela, con una estación hermana a Abel incluida; más grande aún cuando supo que esas vías lo unían de algún modo con su pueblo natal.
La pasión por los trenes y el recuerdo de su juventud lo animaron a intentar lo imposible: revivir ese olvidado ramal encabezando la resistencia a su desaparición y a la destrucción de la otrora espléndida estación de Buchanan.
Así empezó la historia de Buchanan, la estación sin pueblo, que sin duda tenía raíces muy antiguas.
Buchanan y Abel no sólo comparten actualmente el mismo destino de olvido y abandono: también comparten el cariño y la pasión de Coco por los ferrocarriles.