CONFLUENCIOTERAPIA

(14 de octubre de 2006)

FOTOS

Una vez más y como corresponde, cedo el relato a Pampa, creador de esta tremenda maratón realizada en las Provincias de La Pampa, San Luis y Mendoza.

Quiero agradecer a la Sra. Fabiana Beatriz González, titular de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de Malargüe y a su equipo de colaboradores; especialmente a la Sra. Patricia Schuller, quién con sorprendente amabilidad, aportó soluciones a nuestras necesidades, dando muestras de un excelente profesionalismo. FELICITACIONES Y GRACIAS.

Un agradecimiento a:

El Bodegón de María - General Villegas y Ortega

Cabañas Luz de Plata - Comandante Rodríguez (oeste) 674

Cabañas Allavun - General Villegas (oeste) 1002

Cabañas Nehuén Mapú - Roca (oeste) y Villa del Milagro

Para tener en cuenta a la hora de elegir atención y calidad.

El RELATO de PAMPA

Prólogo: LA PREVIA
Este enloquecido viaje no fue una idea mía original. En realidad es una idea que tomé de Eduardo Cinícola, de Viajeros, que ya lo hizo dos veces años anteriores y me deleitó con sus peripecias.
Me parece fantástico aunar dos pasiones, la de “cazar” confluencias y la de practicar verdadero “Off Road”, con el objetivo final de conocer rincones impensados de nuestro país acompañado de muy buenos amigos.
Como siempre digo lo de la “cacería” es sólo una excusa.
Meses atrás le pusimos fecha y comenzamos a planear los detalles y todo anduvo bien hasta que alguien descubrió que nuestra aventura invadía el Día de la Madre.
Largas negociaciones con nuestras esposas culminaron la semana previa con el “permiso”. Nadie confesará qué tuvo que ceder para ello y que todos nos aseguramos asilo en la casa de algún otro colega, por las dudas….
Entonces, Pablo Anastasio, su cuñado Leandro y su hijo Matías en su Toyota Hilux (“La Costurera”), Osvaldo Fá y su hijo Fernando en la Legendaria Vitara bordó, Guillermo Loza y su hijo Rodrigo en la Montero V6, Federico Krause y su esposa María José en una Cherokee V8 y quien redacta, Pampa con Sebastián Calvi (extrañadamente Pampa Jr esta vez se borró, cosas del Día de la Madre….) en la otra Legendaria Vitara acordamos juntarnos a las 7:00 AM del sábado 14 de Octubre en Realicó para iniciar el recorrido.
Todos llegamos la noche anterior y dormimos en diferentes hoteles, después de viajar bajo un torrencial aguacero en las cercanías de Realicó, lo que preanunciaba barrito para las primeras confluencias.

Capítulo 1: TRES AL HILO ………..
De acuerdo a lo planeado, salimos temprano por la R188 hacia el oeste rumbo a la primera confluencia.
El día de hoy no debería tener grandes complicaciones off road en el recorrido pero sí podría haber problemas con los permisos de acceso, ya que la mayoría de las confluencias estaban en zonas rurales en campos privados. Los enlaces serían cansadores, ya que teníamos muchos Km por delante para tratar de llegar a Malargüe recorriendo, de paso el Cañón del Atuel.
Desviamos hacia el norte por un camino vecinal después de cruzar el meridiano 65 y a los pocos kilómetros una tranquera sin candado nos introdujo en una estancia que no recuerdo su nombre (aunque había un cartel que decía Laguna El Cuero) donde abordé al puestero con nuestras intenciones, a sólo 2 Km del objetivo. Los demás se quedaron en la tranquera esperando el permiso.
Parecía que arrancábamos mal ya que nos dijo que para él no había problemas pero que necesitaba el OK del administrador.
-
Y ahora? – pregunté
-
Tendría que venir, pero .. – me desanimó.
Mientras, Sebastián por la radio me informa que en la tranquera había llegado el Administrador y que Pablo ya lo había convencido de dejarnos pasar, así que nos mandamos hacia el primer objetivo, la 35ºS 65°O, en el límite entre La Pampa y Córdoba. Grande Pablito !!!!!
Después de rodear algunos potreros, pusimos las chatas a unos 200 m del objetivo y de allí, caminando, hasta lograr los grados sin decimales y las fotos respectivas. Primera fácil como para ir calentando motores y entusiasmar a los novatos.

De nuevo en marcha, agradecimos al puestero quien nos sugirió que sigamos una huella hacia el oeste desde donde entramos al campo ya que llegaríamos igual a la RN188 pero podríamos visitar el Trifinio de San Luis, La Pampa y Córdoba. Así hicimos, pero no fuimos capaces de verlo; posiblemente por no conocer la posición exacta no lo vimos entre la espesa vegetación.
De nuevo en la RN188, seguimos hasta La Unión y de allí doblamos al norte por la RP3 en busca de la 35ºS 66ºO. De nuevo en una tranquera abierta de la Estancia San Antonio repetimos el esquema, pero ahora encontré directamente al dueño, quien nos autorizó inmediatamente e incluso me invitó a matear, cosa que no acepté para no perder tiempo.
El camino al casco pasaba a unos 1000 metros de la confluencia y allí nos mandamos en línea recta hacia el objetivo, con mucho cuidado sobre los médanos con vegetación a veces espinosa. Avanzamos lentamente con algo de off road y un alambrado nos cerró de nuevo el paso vehicular a 200 m del objetivo. No es muy fácil poner chatas sobre confluencias.
Otra vez a caminar un poco y meter el segundo gol del día sin mayores complicaciones.

La próxima ahora estaba bastante lejos porque la adyacente (35ºS 67ºO) ya había sido visitada y esta vez sólo queríamos vírgenes !!!!!!!!!
Doscientos aburridos kilómetros sobre la RN188 nos depositaron en General Alvear (Mendoza), donde la novedad fue que la Cherokee venía con alguna falla en alta, nada preocupante por el momento.
Repostamos combustible y de allí al corazón del desierto mendocino, primero atravesando una zona de chacras (Soitué) y luego por una arenosa, sinuosa y pesada huella poco transitada de unos 8 km de largo flanqueada por dos alambrados que dividían vaya a saber qué. Al final de la misma un puesto, a unos 1000 metros de la confluencia 35ºS 68ºO nos permitió pedir el obligado permiso, cosa que nos dieron al toque. El problema de la Cherokee se comenzó a agravar y cada vez que fallaba, la solución era apagar el motor y volver a arrancar, casi nada para el burro de arranque de una chata con caja automática…
Dejamos las chatas a la sombra, era más de mediodía y el sol del desierto empezaba a apretar fuerte y nos largamos a caminar por el monte ralo. Se podría haber intentado con las chatas, pero no hubiéramos avanzado más rápido y encima podíamos haber estropeado alguna cubierta.
Con bastante esfuerzo, ya que los salamines y demás vituallas alojadas en nuestros estómagos nos lastraban más de lo necesario, conseguimos llegar y obtener la tercera confluencia del día. El paisaje circundante, hacia el sur y hacia el oeste nos iba preanunciando las aventuras del día siguiente.
La salida fue lenta por el problema de la Cherokee y porque al hacer más calor la arena se había ablandado mucho después de nuestra pasada de ida. Con dificultad fuimos saliendo y allí decidimos continuar hacia Malargüe para ver si podíamos conseguir ayuda para Federico.

El único desajuste del viaje fue cuando quisimos llegar rápido al Cañón del Atuel sin pasar por San Rafael. Junto con Federico nos mandamos por uno de los caminos entre las quintas convencidos que todos nos seguían y resulta que perdimos el contacto radial; me traicionó el entusiasmo y sin quererlo fui responsable de una buena pérdida de tiempo. Hasta que pudimos volver a encontrarnos perdimos una preciosa media hora, que sumada a los problemas de la Cherokee y a la belleza del Cañón del Atuel, que nos obligó a muchas paradas fotográficas, nos impediría concretar la cuarta confluencia del día como habíamos planeado por falta de luz.
Recorrimos lentamente el Cañón, que realmente vale la pena y pese a conocerlo, no deja de sorprenderme. Los que no lo conocían quedaron maravillados. Llegamos a El Nihuil casi de noche y allí tomamos la decisión de no intentar la 35ºS 69ºO y tampoco hacer la aproximación a la imposible 35ºS 70ºO. Total, quedaban juntas para quien vuelva primero por la zona.
Ya de noche, raudamente recorrimos la ruta 40 hasta Malargüe sin complicaciones.

En Malargüe cargamos combustible y nos fuimos a cenar al “Bodegón de María” (recomendable 100%) donde repusimos energía que necesitaríamos para el día siguiente.
Allí decidimos que Federico y Osvaldo se quedaran en Malargüe tratando de solucionar el problema de la Cherokee mientras los demás nos metíamos en el valle del Potimalal desde Bardas Blancas. Si podían repararla, se perdían sólo una confluencia pero podían seguir el resto del viaje y sino, al menos quedaban en algún lugar civilizado para ver como volverse; de todos modos, Osvaldo se acoplaba con el resto en Bardas Blancas. No podíamos arriesgarnos con un problema, a cuestas a intentar hacer casi 700 km en el medio de la nada, como prometía el día siguiente. Era una lástima, pero había que hacerlo.
Federico así lo entendió y agradecemos que haya sido así.
Nos fuimos a dormir apurados para dale duro el día siguiente, en unas cabañas que Osvaldo había conseguido con esfuerzo con sus contactos con la Secretaría de Turismo.

Capítulo 2: CON EL UNIMOG NO PUDIMOS PASAR…..
Con el entusiasmado del agitado día que imaginábamos, pese al cansancio, a las 7:00 AM estábamos todos listos para salir de acuerdo a lo planeado durante la cena.
Osvaldo había conseguido el nombre de un taller para intentar asistir a Federico y ponerlo en pista de nuevo.
Salimos hacia el sur las tres chatas de avanzada, una de cada marca japonesa, con rumbo sur hacia Bardas Blancas flanqueadas por los volcanes de la Payunia a la izquierda y por la cordillera recientemente nevada a la derecha. El día estaba perfecto, sin una sola nube.
Al cruzar el río Grande y dirigirnos hacia el oeste buscando el cauce del Potimalal, muchas piedras sobre el asfalto, producto de derrumbes, preanunciaban que en los caminos secundarios podríamos tener problemas debido a las lluvias torrenciales de los días anteriores.
Al llegar al puesto de Gendarmería de Potimalal donde avisamos de nuestra intención de alcanzar la 36ºS 70ºO, un uniformado muy amable nos dijo:
-
No van a poder ir por el camino que bordea el Potimalal más de 6 km. Todo está muy feo,  nosotros no pudimos pasar con nuestro Unimog – seguramente intentando disuadirnos para evitar tener que venir a rescatarnos después. Domingo no se labura …..
-
Y bueno, llegamos hasta acá, así que al menos vamos a sacarnos una foto hasta donde se pudo llegar – le mentimos piadosamente para que no se diera cuenta que sólo había logrado darnos más ganas de pasar igual.
-
Vayan y después me cuentan a la vuelta – concluyó.
Obviamente nos juramos hacer lo imposible por pasar como sea, así que encaramos hacia el sur. El manso arroyito que me había descrito Mug era un torrente no muy fácil de vadear con caudalosas aguas marrones y el camino estaba bastante dañado pero transitable con precaución.
Llegamos hasta el supuesto corte de camino y si bien no era fácil, sin duda era posible, así que nos pusimos manos a la obra y empezamos a acomodar piedras para pasar. Después de un rato, la Montero V6 hizo punta y pasó sin problemas, excepto el último tramo donde la capa de barro asemejaba transitar sobre una colchoneta inflable. Uno a uno pasamos las tres chatas.
El camino siguió malo pero transitable serpenteando por paisajes increíbles enhebrando precarios puestos y algún que otro vadeo tranquilo hasta que llegamos al punto más próximo a la confluencia sobre un vallecito que descendía al Potimalal, coincidiendo con un puesto que estaba en plena parición de chivos.
Dejamos las chatas y encaramos los escasos 800 m que nos faltaban. El problema es que además teníamos que subir unos 250 m (casi 30% de pendiente). Para empujar a la tropa, puse en juego un champagne Bianchi Chablis refrigerado en el torrente si la alcanzábamos. Todos se prendieron con la propuesta, como era de suponer. El único problema era si el gendarme nos hacía prueba de alcoholemia, razones tendría….
Con muchísimo esfuerzo, liderados por los más jóvenes, finalmente llegamos a la confluencia y disfrutamos del logro y del paisaje espectacular que nos rodeaba. La bajada fue más fácil. La gravedad es genial para abajo.
Al llegar descorchamos el noble líquido y brindamos por la cuarta conquista.
Con esta a mí sólo me falta una sobre el paralelo 36 para cruzar todo el país.
Por la radio escuchamos que Osvaldo nos tenia a la vista, había pasando por los cortes del camino y estaba muy cerca, pero sin Federico. Buscaba donde estaríamos atascados de acuerdo a las explicaciones del gendarme, sin éxito, por supuesto.
Nos contó que mientras Federico visitaba al mecánico, él se había hecho una escapada hasta los magníficos Castillos de Pischeiras, para hacer unas tomas para su programa.

Y que como fue imposible darle solución a la Cherokee, Federico emprendió el regreso a Capital y él salió a nuestra caza.

El viaje de regreso fue sin problema excepto al volver a pasar por el “corte” que se había deteriorado con los sucesivos pasos de nuestros vehículos. La Toyota de Pablo requirió que mi legendaria le tire un cable, ya que se colgó por el largo, pero nada más.
Al pasar por el puesto de Gendarmería le avisamos a nuestro informante que el camino estaba rehabilitado y le confirmamos que tampoco pudimos pasar con el Unimog, je, je...

Capitulo 3: UNA PICADA NO PRECISAMENTE DE QUESO Y SALAMINES
Volvimos a la ruta 40 con destino a El Zampal disfrutando del entorno volcánico cordillerano que la rodea.
El río Grande nos sorprendió al llegar a “La pasarela”, donde el ancho cauce de más de 150 m a la altura de Bardas Blancas ahora se reducía a una garganta de no más de 15 m cortada sobre terreno de lava volcánica. Como si el río se hubiera puesto de canto para pasar……
Un poco antes de El Zampal doblamos hacia el este apuntando a la 37ºS 69ºO.; a poco de andar, la “ruta” se internó por el cauce de un río y prácticamente no lo abandonó por más de 30 km. Dicho río, llamado Seco Cinta Roja es a cada paso una sinfonía de colores que recuerda los paisajes norteños de Purmamarca. Uno va manejando pensando lo que debe ser este cauce cuando llueve, disfrutando de los pintorescos “guardarails naturales” de sus barrancas. Recomendable 100% para conocerlo, incluso hasta con un vehículo normal si está como ahora. No hay que perdérselo, es una maravilla oculta del sur mendocino.
Al salir del cauce por el Bordó Alto del Payén, ascendimos hasta la Altiplanicie del Payén, donde una meseta de aproximadamente 1900/2000 m de altura es vigilada por el impresionante Volcán Payén, excluyente amo y señor del paisaje.

Si aparece mucho la palabra Payén es porque el volcán te abruma con su presencia.
La atravesamos toda dejando el volcán a nuestra izquierda ametrallado por nuestras cámaras fotográficas hasta que nos metimos en la RP180 enfilando hacia el sur casi derecho a la confluencia.
A unos 10 km de la misma, una vieja picada sísmica nos indicaba el camino directo, a tal punto, que abandonamos la idea que traíamos que era entrar por un cauce seco que habíamos visto en el Earth Google; sin duda la picada nos arrimaba y el cauce no sabíamos si era transitable.
Encaramos la larga y tortuosa picada con la legendaria Vitara Blanca y atrás me siguieron los demás: era un muestrario de piedras redondas y/o filosas, de alpatacos y de cortes hechos por el agua de lluvia, donde no podíamos avanzar a más de 10 km/h. Yo pensaba: “vamos a  llegar pero mis compañeros me dejan degollado como ofrenda marcando la confluencia”.
Sobre los últimos kilómetros aparecieron los cauces que íbamos a seguir, uno de ellos muy interesante, pero seguimos por la sísmica hasta arrimarnos a menos de 900 m, donde volvimos a la tracción a pata. Osvaldo, que no tenía ganas de caminar fue “obligado” a investigar si se podía salir por el cauce, siempre con contacto radial, mientras los demás poníamos en cero los GPS sobre la confluencia. La quinta de la serie acababa de caer.

Ya en Buenos Aires, mirando las satelitales, descubrí que el cauce principal “casi” nos depositaba sin esfuerzo sobre confluencia, sin tener que sufrir la picada sísmica. Con el diario del lunes es más fácil……

Osvaldo nos informa que el cauce está bueno y que mejora a medida que avanza hacia el oeste buscando la RP180, así que decidimos probar suerte por ahí para recuperar algo del tiempo “perdido” en el Potimalal y en la picada sísmica. Avanzamos muy rápido, excepto en unas piedras “trialeras”, que nos dieron un poco de trabajo y nos reunimos con Osvaldo, que nos esperaba sobre la ruta.


Capítulo 4: NOCTURNA EN LA TRASTIENDA DE LA PAYUNIA
Era casi de noche y todavía teníamos esperanza de llegar al puesto El Puesto para no dejar sin atender los chivos que Don Felipe González nos debería tener a la parilla.
La tarea no era fácil, ya que teníamos que atravesar la zona “sin caminos” de noche: una nocturna con tracks teóricos en el medio del monte. El champagne había hecho estragos en nuestro cerebro.
Le pegamos sobre la ruta 180 hasta que hallamos un puesto donde preguntar cómo ir al puesto Ñireco, desde donde supuestamente sería fácil continuar el camino. En ese puesto, los hermanos Bordo y Lino nos indicaron como pudieron (imagínense porqué); el primer intento de avance nos sacó de nuevo a la ruta como si nada. Testarudos, retornamos y encaramos por la otra bifurcación y ahí comenzó la verdadera travesía nocturna. La huella era clara excepto cuando atravesábamos salitrales donde se perdía y costaba encontrarla. No obstante la distancia a Ñireco se acortaba y supuestamente desde allí el camino era fácil. Con la Notebook, veníamos navegando haciendo “Mapa Móvil” con el Oziexplorer y todo parecía bajo control.
Finalmente llegamos a Ñireco y pese a las indicaciones de un puestero medio dormido, nos perdimos en el salitral que lo rodea y le erramos al camino: terminamos varios km más al sur en el Salitral de los Chilenos, donde dado lo avanzado de la hora, acordamos armar campamento y seguir con la luz diurna. Los chivos tal vez se habían salvado y por unas horas extendieron su vida, al menos por nosotros.
Armamos las carpas bajo un cielo plagado de estrellas con un silencio sepulcral que casi no nos dejaba dormir. Mejor dicho no nos dejaban dormir los ronquidos y otras exhalaciones no identificadas que venían siempre de la carpa de al lado.

Capítulo 5: LA GULA QUE ACABÓ CON LOS CHIVOS
Temprano, apenas salió el sol, todos nos levantamos y nos preparamos para salir. Un caldén que estaba la noche anterior ya no estaba porque fue serruchado por alguno de los roncadores anónimos. El lugar de acampe era increíble: estábamos en el borde de un inmenso salitral en el medio de la nada; pocas veces uno puede estar en un lugar así.
Encontramos un puestero que nos aconsejó desandar el camino a Ñireco porque lo que pensábamos encarar desde allí directo al este según él estaba muy cerrado por el monte. Pese a que la idea me tentó, no la empujé para evitar “roces” (de las espinas en las puertas de las chatas) innecesarios.
Entonces, desandamos el camino y pese a ser de día nos costo bastante hallar la salida en Ñireco (Nunca la hubiéramos encontrado de noche) pero finalmente el cortafuego que habíamos detectado en los satelitales apareció y nos condujo al puesto Jagüel de Moya, en la extensión mendocina de la pampeana RP16.
Habíamos logrado el cruce que no figura en los mapas, abriendo una nueva posibilidad para locos como nosotros de llegar al norte de Neuquén.
A eso de las 10:00 AM estábamos en la entrada del puesto Agua Poca, que de acuerdo a los charcos que encontramos ahora no era tan poca en estos días.
El volcán homónimo estaba ahí como el año pasado y raudamente nos dirigimos al puesto El Puesto, donde decidiríamos como seguir.
Encontramos a Don Felipe González y familia, que habían tenido que comerse los chivos debido a nuestro faltazo; sin embargo nos recibieron muy amablemente como es su costumbre.
Siendo la 10:30 AM, la gula se nos hizo visible y tuvimos que preguntar si todavía podíamos aspirar a degustar algún chivo y don Felipe nos dijo:
-
Si, por supuesto, a eso de las 12:30 los puedo tener listos.
Enseguida rehicimos planes: dos horas para conocer la Cueva de Halada y alguna otra cosita más……
Después de comer, tipo 13:30 emprendíamos el largo camino a casa.
Nos fuimos a la extraña Cueva de Halada, donde pasamos largo rato divirtiéndonos en ese curioso lugar, donde Osvaldo realizó las entrevistas para el programa de televisión: un lujo difícil de empardar.
La foto con los ocho integrantes mirando por el hueco de acceso quedará en el recuerdo: faltaba Rodrigo Loza, que se tuvo que sacrificar para apretar el disparador……
Después, con el compromiso de no pasar de las 11:30, mientras los demás me esperaban, intenté por segunda vez el ascenso al volcán Agua Poca munido de mi inefable “Protepinch” anti-alpatacos gentilmente obsequiado por el maestro Néstor Queralt.
A unos 700 m del volcán, un poco más cerca que la otra vez, aborté por tiempo. La tercera será la vencida.
Mientras regresaba, encontré el Geocaché que en S37 00.465 W68 06.747 dejé el año pasado. Le agregué unos caramelos de coca para quien encuentre el frasco que prueba mi paso por ahí. Me gustaría que alguien alguna vez me pueda contar que le parecieron, total es fácil llegar hasta ahí.

Volvimos al puesto de nombre redundante donde los chivos estaban listos: sin duda saboreamos los más ricos del planeta, lo que cerró con broche de oro las alternativas del viaje.
Almorzamos en la misma cocina de los González, que no se cansaron de colmarnos de atenciones mientras nos contaban de la dura vida en ese remoto paraje, donde increíblemente estuve dos veces en menos de un año y encima me quedaron ganas de volver.
Nos despedimos de los González y desandamos el camino a la ruta 16, donde doblamos hacia el este hasta el asfalto de la R151 y de ahí al sur para encontrar la Ruta del Desierto, pasando por Puelén.

A partir de allí, después de reponer combustible en 25 de Mayo, comenzamos el largo camino a casa de todos, que culminó para los bahienses a las 23:00 del lunes y para los porteños a las 3:30 del día siguiente.

EPILOGO
Si bien no pudimos lograr todas las confluencias, completamos casi todo el recorrido y la pasamos de primera, sin desperdiciar un solo minuto. Creo que salvo para dormir y cargar nafta, el único momento notable de detención fue en honor de los pobres chivos.
Las tres confluencias de La Pampa que nos faltaron, la 37ºS 68ºO, la 37ºS 67ºO y la 36ºS 67ºO quedaron agrupaditas como para un nuevo viaje que seguramente planearemos para el año que viene. Hay mucho para recorrer por la zona.
Una experiencia excepcional por lo intensa y variada, con un grupo bárbaro que no se achicó ante nada, al cual sólo le faltó tiempo para concretar todos los objetivos propuestos, los que sabíamos de antemano, eran casi imposibles.
Uno tiene que subir alto la varilla para intentar pasarla, después el resultado es lo de menos, lo que vale es lo que se vive en el intento.
No fue la Travesía de las 10 Confluencias 10 y poco importa frente a lo que vivimos; digamos que hicimos CONFLUENCIOTERAPIA; que, resumiendo, se trata de pasar un fin de semana con amigos de veras, recorriendo remotos lugares de nuestro país a un ritmo enloquecedor, quedando cansado como si te pasara una aplanadora por arriba, comiendo los mejores chivos del planeta y... buscando los esquivos ceros de los minutos y segundos en el GPS.