Como ya
todos saben, el Oeste Pampeano ejerce una fuerte atracción sobre mí y por lo
tanto no dejo pasar oportunidad de visitarlo cada vez más profundamente.
Los últimos
tiempos, con el prócer Nestor Queralt intercambiamos gran cantidad de mails con
información variada sobre la zona con el objeto de planear alguna travesía
mixta de bípedos y cuadrúpedos. Eso no llevó a juntarnos a conversar y allí
conocí a Pedro Gutovnik que aportó sus experiencias sobre la zona. Nos fuimos
dando cuerda día a día y si no lo pudimos concretar en conjunto fue por
cuestiones de fechas y obligaciones.
Ell fin de
semana del 8 de Diciembre se me volvió fácil de “alargar” convirtiendo el
viernes en “feriado”, así que en compañía de un viejo amigo, Sebastián Calvi, y
de mi hijo Pablo, decidimos largarnos solos por aquellos pagos, aunque más no
sea para investigar y lo publiqué en un
par de foros, invitando a quien le interese a que nos acompañe.
Mientras cargábamos los bártulos en la chata, recibo un llamado de Pedro Gutovnik, para decirme que “si arreglo todo voy con ustedes”. Genial, tal vez tendríamos a unos de los mejores acompañantes y conocedores de la zona con nosotros.
Vista general del recorrido
ENCUENTRO EN EL PARAÍSO Y UN ÁRBOL NO TAN SOLO
Nos
encontramos en “El Paraíso” en las afueras de Santa Rosa, sobre la ruta 14,
en el campo de un amigo que gentilmente nos lo facilitó, así evitamos el
armado de carpas y ganábamos algo de tiempo.
El viernes
tomamos la interminable ruta 14 hacia el oeste, primero de asfalto hasta Jágüel
del Monte y después con pesados
arenales, como es habitual, hasta Paso de los Algarrobos.
Teníamos el dato de un viejo y naturalmente
conservado almacén de campo en Árbol Solo y allá fuimos.
Entramos a Árbol Solo y cargamos combustible en la “YPF full” del lugar y Bartolomé
Álvarez, su dueño nos acompañó hasta el puesto de Mario, descendiente del dueño
del viejo almacén de “Lunaclick”. Para bien o para mal está tal cual estaba el
algún día del año 1974 cuando cerró y seguramente no muy diferente de algún
otro de 1924 cuando lo abrieron.
Es notable
que con el paso del tiempo nadie se haya tentado con empezar a desmantelarlo
pese a que seguramente sus actuales dueños podrían necesitarlo. Es un curioso
caso de respeto a la memoria, no muy frecuente en nuestro país. El riesgo es
que un día su estructura de adobe y chapa se rinda y no se pueda recuperar más;
creo que de todos modos es preferible así.
Más que contarlo, hay que verlo y sentir como uno se asoma al pasado entre medio de libros contables escritos en letra gótica, almanaques de 70 años atrás, envases de marcas tradicionales hoy desaparecidas, viejos enseres de campo, etc.
UN TRIANGULO DE LAS BERMUDAS AUTÓCTONO
Dejamos el “shopping Lunaclick” y desandamos los 8 arenosos kilómetros hasta la ruta 14 y
de allí nos llegamos hasta la ruta 143, cruzamos el río Salado, muy caudaloso
por estos días, y entramos en el triangulo pampeano de las Bermudas, limitado
por La Reforma, 25 de Mayo y Santa Isabel. Para darle un toque autóctono lo
rebautizamos Triangulo de las Bombachas, que es el pantalón típico de los
hombres de campo de la zona, los gauchos, en lugar de las foráneas bermudas.
Es una
vasta zona muy plana que alguna vez supo ser el cauce de la confluencia de los
ríos Salado y Atuel, cuando la vecina provincia de Mendoza dejaba pasar la
mayor parte del agua de ambos en vez de destinarla a riego como ahora. Hoy rara
vez tiene agua, pero aún se puede apreciar claramente que se trata de una zona inundable
o humedal como escuché que le dicen por aquí. Esta situación ha generado un
largo conflicto entre La Pampa y Mendoza por el derecho de aguas.
Desde Paso
de los Algarrobos por una pretendida Ruta 104 le apuntamos hacia Puelén pero
con la idea ,que si la ruta 16 se extendía hacia el este y la encontrábamos,
nos desviaríamos por ello en forma directa hacia la meseta basáltica donde
visitaríamos la cueva de Halada y el volcán Agua Poca.
Al pasar
sobre el meridiano 37°S, nos percatamos que estábamos a apenas 9600 metros de
la confluencia con el meridiano 67°W. Si bien no podíamos invertir mucho tiempo
para ir a “cazarla”, al menos sacamos las fotos necesarias para informarla como
visita incompleta. Un cuadradito en blanco en mi mapa personal de confluencias
seguramente me recordará que alguna vez la tendré que convertir en visita
exitosa.
La “ruta”
16 apareció de acuerdo a nuestras fotos satelitales y la tomamos derecho pa´l
oeste; primero discurre por la cuenca de los ríos y después sube por las
bardas, donde aparecieron los primeros vestigios de actividad volcánica. No
había huellas de paso reciente en casi todo el recorrido hasta el Puesto Valle
Bonito, alternando monte con pesados arenales.
SUBIENDO
A LA MESETA BASÁLTICA
Así cruzamos la ruta asfaltada 151 entre 25 de Mayo y Santa Isabel y nos adentramos
de lleno en la meseta, alcanzando una altura de unos 600 msnm en forma lenta y
gradual.
Los signos
de vulcanismo son evidentes: negras formaciones de roca porosa aparecen por
todos lados y una gruesa arena oscura se ve donde la vegetación aún no pudo
progresar. El camino se vuelve muy entretenido porque necesita ser sinuoso para
esquivar las macizas formaciones de los escoriales. De vez en cuando alguna
pampita verde con caballos (salvajes ?) le da una nota de color ya que se
asemejan a un mar verde con negros islotes.
El acceso
que teníamos previsto para la Ruta de los Manantiales (Los Carrizales,
Pajaritos, Buta Ranquil y Los Ramblones) tenía un tranquera que si bien no
tenía candado estaba llena de carteles que sugerían no entrar, así que seguimos
de largo buscando la huella que accede directamente al volcán Agua Poca y a la
Cueva de Halada, unos kilómetros más al oeste.
Encontramos
la huella, pasamos frente al Puesto Agua Poca, rodeamos el volcán a unos 3 km por su ladera este y llegamos al
Puesto Redundante es decir al Puesto “El Puesto”. Allí nos recibieron muy
amablemente sus moradores, encabezados por Don Felipe Gonzalez, su dueño.
Con la
mateada inevitable, les contamos qué andábamos haciendo por esos lares, es
decir que queríamos conocer las cuevas de Halada, escalar el volcán Agua Poca y
capturar una confluencia geográfica.
Vaya a saber que pensaban de nosotros ........
LA CUEVA
DE HALADA
La cueva de
Halada se hallaba a 1500 metros de la casa y uno de los peones nos guió hasta la entrada, perdida en el medio del
monte a nivel del piso. Es algo verdaderamente curioso; según lo que leímos en
un artículo tomado de la Revista Salamanca Nº10, Grupo Espeleológico Argentino,
Buenos Aires, 1998, que transcribo a continuación
"Descripción topográfica y geológica de la caverna
Halada y su entorno”
La
Caverna Halada, se halla ubicada en la Provincia de La Pampa, Departamento
Puelén. El nombre de esta cavidad, alude a quien supuestamente fuera su
descubridor, un antiguo poblador de la zona, Don Martín Halada.
Se halla en el paraje conocido como "El Puesto", al noroeste de los
puestos Buta Ranquil, Los Pajaritos y Martín.
Su boca de entrada es visible solo desde muy cerca pues se halla al ras del
suelo; es de forma circular, de 1 m de diámetro aproximadamente. Su
ingreso debe practicarse en forma vertical a través de un conducto en forma de
tubo de unos 2 metros de extensión, para alcanzar el piso de la cavidad.
Esta presenta un desarrollo horizontal con una suave pendiente hacia el
interior. Las galerías son amplias hacia los laterales, con una altura promedio
de 1,60 m. Posee un conducto principal que se ramifica en tres galerías
secundarias de poca longitud. Variados derrumbes impiden avanzar en ellas.
Las galerías son secas y no presentan espeleotemas tales como estalactitas,
estalagmitas, columnas, etc. Muchos sitios del cavernamiento se
encuentran cubiertos por depósitos detríticos basálticos y arena fina.
Las tareas de relevamiento topográfico, permitieron determinar que la longitud
total es de 369,50 m, con un desnivel máximo de 10,24 m respecto a la boca de
entrada. La altura máxima es de 2,20 m y su ancho máximo es de 22,90 m.
Los cuatro
nos metimos en su interior, no sin algo de inquietud por lo que pudiéramos
encontrar. Al cabo de un rato, tomamos confianza y broma va, broma viene, nos
cansamos de sacar fotos e imaginar historias y situaciones dentro de la
caverna, las que seguramente Pedro se encargará de contar en alguna oportunidad,
como el es caso de los escorpiones de las 18:30, que tanto preocuparon a mi
hijo. Es una sensación única estar en semejante recinto subterráneo natural.
El primer
objetivo del viaje lo habíamos cumplido. El peón que nos acompañaba no quiso
entrar.
LA
CONFLUENCIA INCOMPLETA Y UN CHIVO DE AQUELLOS
De vuelta en el Puesto El Puesto, les pedimos permiso para acampar allí y le compramos un chivo a la parrilla para compartirlo por la noche con ellos. Dejamos a Jorge, el peón que nos guió hasta la cueva, encargado de cocinarlo y nosotros aprovechamos para intentar capturar la confluencia 37°S 68°W que estaba a menos de 10 km del puesto.
Desandamos
el sendero que nos trajo hasta aquí y mientras Pedro se encargó de visitar el
ojo de agua de Agua Poca y fotografiar la caballada, nosotros, con la Vitara
nos adentramos en el monte achicando la distancia a la confluencia a 3,2 km.
La cercanía
del atardecer y el recuerdo del chivo a la parrilla nos hicieron desistir de
alcanzarla caminando, ya que el regreso sería nocturno y corríamos el riesgo de
no encontrar la huella por la que llegamos y de estropear cubiertas por no
detectar filosos obstáculos. Además podíamos perdernos el chivo. Alguna vez
volveré para capturarla, después sólo se trata de una excusa para viajar. Igual
la publicaríamos como incompleta.
Otra vez en
El Puesto, el chivo y dos piches nos estaban esperando listos para ser
degustados, lo que hicimos con voracidad y por supuesto regados con un buen
vino, que siempre llevo en la chata para estas ocasiones. Don Felipe Gonzalez y familia lo merecían.
Después de
cenar armamos el iglú debajo de los árboles y Pedro abrió su dormitorio en
planta alta unos metros más lejos. Nos acostamos y nos dormimos como troncos
hasta la mañana siguiente pese a que las vacas estaban bastante conversadoras.
EL
ASALTO DESINFLADO AL AGUA POCA
Temprano en
la mañana, salimos con la intención de escalar el volcán Agua Poca con las
chatas; según don Earth Google, una línea de relevamiento símico debía
llevarnos directo a la base del mismo. Sin embargo desde la huella que ya
habíamos transitado no encontramos vestigios de la misma, pese a que sí
hallamos un caño a modo de estaca en la posición estimada del arranque de la
sísmica. No habiendo camino que seguir, decidimos crearlo, así que buscamos lo
que nos pareció mejor y empezamos a andar a campo traviesa, esquivando filosos
alpatacos y troncos quemados de jarillas.
Avanzamos
casi dos km y una cerrada formación de alpatacos nos cerró el paso.
Empezamos a
practicar rodeos y cada vez estábamos más cerca pero siempre aparecían los
celosos y filosos guardianes vegetales del volcán. Al ponernos a 600 metros
frente a un nuevo obstáculo insalvable para las chatas, Sebastián intentó
llegar caminando y mientras buscaba por dónde, encontró la línea sísmica apenas
visible entre la vegetación.
Nos
volvimos a buscarla pero al llegar a ella, pinchamos un neumático cada uno.
Ahora el problema era Pedro que tenía un solo auxilio. Con todo el dolor del
alma abortamos el acercamiento, ya que no tenía sentido seguir avanzando con el
riesgo de quedarnos sin auxilio en un lugar tan aislado. Ser prudentes nos daba
excusa para volver alguna otra vez y de
paso traer a los bípedos de Néstor por
aquí. Mientras cambiábamos las cubiertas, en un llamativo arbusto alineado con
la sísmica, coloqué mi primer “geocaché” para que algún otro lo venga a buscar,
iniciando una nueva actividad geográfica relacionada con los GPS ( ver
www.geocaching.com) . El regreso lo hicimos por la sísmica y resulto muy
sencillo y seguro, ya que si bien la vegetación casi la cubrió completamente,
los alpatacos no tenían tamaño inquietante. Efectivamente, la sísmica no es
visible desde el camino de acceso, pero ahora tenemos el track para acercarnos
rápidamente. Sin duda que este volcán merece algunas chatas y/o motos en el
interior de su cráter. Será una foto inolvidable.
REMONTANDO
HACIA EL NORTE HACIA CHOS MALAL PAMPEANO
Siendo
mediodía del sábado decidimos continuar hacia el norte con destino Chos Malal y
La Humada. Después del puesto El Puesto (sigue la redundancia) tomamos unos
senderos que varías veces se bifurcan con dirección norte. La geografía es
variada: por momentos se circula por la meseta basáltica y sus escoriales, en
otros por pesados arenales, en otros por huella que discurren por el monte
espeso. Siempre con los altos volcanes de La Payunia vigilando nuestro paso.
De repente,
una formación de granito rosado aparece mágicamente frente a nosotros: estamos
en el extraño paraje de Chos Malal donde además hay un salitral y un disperso
asentamiento humano de origen indígena. También hay una escuela y un
comedor-albergue provincial.
Allí encontramos una comisión de topografía de la provincia haciendo relevamientos y ahí Pedro recabó datos suficientes para retomar sus investigaciones relacionados con los meridianos Quinto y Décimo, que a inicios del siglo pasado definieron los actuales límites provinciales. Pedro sugirió ir a medir “in situ” la posición del meridiano que divide a La Pampa de Mendoza, donde muere la ruta 14 y nos pareció buena idea
.
Los
cálculos de consumo daban que el combustible nos alcanzaría para llegar a La
Humada desde Mendoza si las huellas que suponíamos existían. Seguimos un poco
al norte, cruzamos las tranqueras del Puesto Las Rozillas y al llegar a la ruta
14 doblamos hacia el oeste. Ésta es un anchísimo cortafuego que no discurre paralelo a los paralelos; seguro algún error
topográfico cuando se trazó. Al llegar al límite interprovincial, vemos que se
materializa en un alambrado y se cruza de provincia abriendo una tranquera.
A partir de
allí el “camino” es una muy poco transitada, sinuosa y por ende divertida
huella en el monte mendocino. El puesto El Piquinal aparece en el medio de la
nada y preguntamos al puestero por donde nos conviene ir. Nos dice que hay una
huella que sale hacia el noreste que nos lleva directamente a La Humada y le
hacemos caso.
Continua
divertido porque es bastante sinuoso y agreste, atraviesa un par de salitrales
secos y en un momento se convierte, de acuerdo a nuestras mediciones del GPS en
un “camino del meridiano”.
El puesto
La Amarga nos sorprende con una colorida mata de tunas florecidas. El puestero,
don Washington Saravia nos confirma que el límite era el camino que recorrimos
y que volvemos a estar en La Pampa.
Seguimos
por una huella que bordea la laguna La Amarga, donde me tiento y me doy una
vuelta en el barrito rosado que muestra en sus orillas. No me encaje de
casualidad.
Al cabo de
30 km entramos a La Humada , donde reponemos combustible y reparamos todas las
cubiertas pinchadas. Es sábado por la tarde. Al menos para nosotros es hora de
poner rumbo a Buenos Aires, ya que si Sebastián no llegaba antes de las tres de
la tarde del domingo para asistir a la fiesta de fin de curso de su hija, me lo
tengo que llevar a vivir a casa, según me sentenció Gabriela, su esposa. No voy
a correr riesgos: otro integrante más en mi casa me va a terminar haciendo que
me echen a mí. Pedro tenía más tiempo y decide quedarse: iría a conocer Agua de
Torres, donde nace el acueducto que alimenta a La Humada y regresaría
lentamente el día siguiente.
Nosotros
pasamos a saludar a mi amigo, Don Juan Pagano, el simpático intendente de La
Humada y luego nos largamos vía Santa Isabel a Santa Rosa, donde arribamos a
medianoche. Como la noche estaba muy buena y éramos dos para manejar,
continuamos directamente hacia Buenos Aires y las 8 de la mañana cada uno
estaba en su casa.
Fueron 2270
kilómetros en dos días y medio inolvidables. No tuvimos que hacer ninguna
proeza de manejo, ni necesitamos extremar las prestaciones de las chatas, pero
anduvimos por zonas aisladas, que seguramente muy pocos conocen y que encierran
bellezas difíciles de encontrar. En otros países menos dotados que el nuestro
serían atracciones turísticas masivas: aquí son sólo ignotos rincones que ni
figuran en los mapas.
Conocí a un compañero de viaje entrañable como
Pedro que además es un libro abierto.
Seguramente
volveremos y entiendo que esta vez Néstor y sus bípedos vendrán con nosotros.