Sábado 14 de Agosto de 2010
Pronto todos, motos y chatas, estábamos sobre el islote de piedra, rodeados de ese hermoso e insólito mar blanco. De todos modos, nuestro guía nos dijo que guardemos algo de nuestra admiración porque este era el Barreal Chico, que más adelante encontraríamos uno mucho más extenso de camino al Puesto Umango, obviamente el Barreal Grande.
Grande en realidad era la emoción de haber podido concretar la idea que nació cuando leímos el post del Viaje de Néstor a estos sitios. Habíamos concretado un pequeño sueño. Una inolvidable foto grupal en ese lugar mágico y después todos salimos disparados a descubrir al hermano mayor, el cual se reveló después de rodear a unos cuantos cerros y ganar un poco de altura, por una huella casi borrada.
Nos quedamos boquiabiertos al verlo ya que era varias veces más grande que el anterior y por supuesto más imponente. Cual los autos locos (Wacky Races) del viejo dibujo animado de cuando éramos chicos, salimos todos a cruzar esa dura y lisa superficie , disfrutando de la inmensa sensación de libertad que nos proporcionaba.
Esto se estaba poniendo muy bueno !!
Al final del Barreal Grande, retomamos la tenue huella y cabo de unos kilómetros más nos encontramos con el Puesto Umango, en un “abrigado” rincón de las sierras a 3000 msnm. Abrigado es una forma de decir porque una lagunita producto de una vertiente siendo cerca de mediodía, permanecía congelada aún, pese al soleado día
El Puesto Umango estaba temporalmente deshabitado pero era sólo ocasional. Se notaba que alguien vive allí o por lo menos lo ocupa de vez en cuando a juzgar por la cantidad de utensilios que hay dentro de los locales. Un panel solar que no encuadraba en el paisaje se encontraba sobre uno de los techos de adobe de las construcciones y llamaba poderosamente la atención como convivían la tecnología moderna y la naturaleza más agreste.
Hay muchos restos de animales y algunas construcciones derruidas que resisten estoicamente al clima. Una de ellas, según nos informa el guía, era una capilla que luego devino en cementerio.
Los que habitan aquí no usan generalmente el camino por el que llegamos nosotros sino que salen a caballo hacia Jagüé por un paso impracticable para motos y chatas, descendiendo por el cauce del río Umango que les resulta más corto para llegar a la civilización. Aprovechamos la quietud del lugar y el hermoso sol cordillerano para hacer una picada antes de seguir nuestro derrotero.