¡Cómo pasa el tiempo! Parece ayer que habíamos hecho el tramo anterior entre la RP02 y los Caños de Vergara y resulta que pasaron exactamente seis meses de aquella durísima experiencia de hacer 30 km por el río de un saque.
En el medio, las copiosas lluvias que habían inundado todo y algunos problemas personales como la rotura de cadera de mi vieja, un alucinante viaje a Catamarca y luego la reciente rotura de un brazo de mi esposa, se opusieron a que al menos yo continuara el derrotero que teníamos pensado.
Pero como todo vuelve, acá estamos para presentar nuestras peripecias por el noveno tramo. Porqué me salteé el octavo? Porque en realidad ya lo habíamos hecho al principio de los tiempos, incluso antes de empezar este loco proyecto. En enero del año pasado, habíamos recorrido el sector comprendido entre los caños de Vergara y la RP20 en compañía de Elsa, Ana, Graciela, Matías y Enrique por lo que nos pareció que para ganar tiempo era suficiente con esa pasada. A lo sumo lo repetiremos para festejar el recorrido completo cuando lo terminemos.
Con terribles ganas de retomar, la semana anterior salió la invitación pese los pronósticos de tormentas y de intenso calor: íbamos a ir igual, venga lo que venga.
A diferencia de las anteriores, sabía bien donde empezaríamos pero no tenía nada relevado en el terreno respecto hasta donde llegar, así que Earth Google mediante tracé unos tracks con recorridos ribereños de 8 y 16 km con sus respectivos regresos, ya que no tenía idea de lo que nos encontraríamos. Si era complicado abortábamos a los 8 km y sino, hacíamos 16 km, con 25 o 50 km de recorrido total con los enlaces de regreso.
El punto donde dejar las chatas lo fijamos en Don Cipriano, una floreciente población en el pasado alrededor de una humilde estación de tren, que hoy sólo tiene un puñado de pobladores, donde seguramente nos iban a cuidar los vehículos.
Don Cipriano es un caso raro: la estación no existía al construir el ramal pero la población que se arrimó a este paraje la hizo nacer, al revés de la mayoría de los pueblos del interior que se fundaron alrededor de las estaciones. Igual no se pudo escapar de la regla general y hoy es sólo un bonito y solitario lugar con una estación abandonada en ruinas y unos pocos pobladores muy amables que se resisten a abandonar su lugar en el mundo.
Uno de ellos es Don Del Valle, que generosamente nos permitió estacionar y dejar los vehículos frente a su casa y que luego al regreso nos ilustró bastante con la historia de la zona.
A las 9:00 casi en punto nos encontramos Pablito y yo que vinimos en la Pampa 01, con Fabio y Matías que vinieron en el otro auto. Desensillamos y poco antes de que den las diez salimos a bebernos el viento, en realidad a atragantarnos con el viento, que como es habitual, siempre está en contra…
Temprano, en Don Cipriano, preparando los corcelesUn corto enlace de 5 km por la RP20 y nos hallamos debajo del larguísimo puente de hormigón para iniciar el recorrido del río, cuyo aspecto era parecido al de seis meses atrás, es decir con agua pero no en demasía.
El largo puente totalmente de hormigón de la RP20En los primeros metros encontramos varios “pescadores”, por llamarlos de algún modo, con redes (tramallos) que cruzaban el rio de costa a costa, o sea que vacían el río de peces. Un verdadero despropósito ambiental que por supuesto nadie controla.
Los "pescadores" de la ribera norte
Interceptando todo lo que ose navegar por el río...Nosotros pedaleamos por la costa sur mientras que los pescadores estaban en la costa norte que parece fácilmente accesible para vehículos. La ribera sur está llena de alambrados que nos obligaron a saltarlos infinidad de veces pero realmente estaba muy linda para andar. Quien sabe alguno de ellos tal vez haya sido el primero de los instalados en el país, como luego leímos en unas publicaciones de Noel H. Sbarra en “Historia del Alambrado en la Argentina” y de Francisco Giletta, profesor de Derecho Agrario en la Universidad Nacional del Litoral, que transcribo textuales a continuación:
Han reiterado que Mr. Richard B. Newton se detuvo a observar el resistente alambrado que en el condado de Yorkshire rodeaba a un predio con ciervos.
Por decisión del gobierno integró la comisión encargada de introducir ovejas de las razas Lincoln, Marsh, Rambouillet y Romney. En 1845, el británico Newton logró importar desde Inglaterra el grueso alambre necesario para el primer alambrado en su quinta situada en Chascomús, cerca del río Samborombón en la provincia de Buenos Aires, la enorme Estancia “Santa María” nombrada así en homenaje a su esposa.
Encargó a un carpintero escocés la colocación de resistentes postes rodeando la huerta y el jardín, luego colocaron las hileras de alambre en una extensión de 405.400 kilómetros
Justamente la estancia Santa María sería nuestro destino de máxima del día. Cruzamos varios vados sencillos de pequeños afluentes y hallamos los restos de un precario puente interno hasta que llegamos a un amplísimo bajo fácilmente inundable por el río, hoy completamente seco, de aspecto salitroso.
Ello nos permitió seguir fielmente el cauce del río en lugar de hacer un gigantesco rodeo y a su vez disfrutar de pedalear por lo que habitualmente debe ser el fondo de una laguna. Allí es río es tan poco profundo que lo vadeamos varias veces para divertirnos, aunque Matías no sé si se divirtió tanto…
Andar por allí fue una sensación única, empañada por el viento que siempre nos daba de frente, que nos hacía andar en “baja” para poder avanzar.
Allí se cumplió el objetivo de mínima, salir por el casco de la estancia La Fé, pero como no estábamos cansados decidimos ir por el recorrido completo, hasta la estancia Santa María
Así empezó apenas nos descolgamos de la RP20
Alternando pastizales y pequeñas playas de barro seco, fuimos avanzando
Empiezan a aparecer "piquetes" de alambrados, uno tras otro
Que por supuesto hay que saltar sin dejar "nada" enganchado...
Hay muchos alambrados porque es una zona con muchos animales. Como se inunda, no se cultiva.
Un pajarraco ni se inquieta por la extraña presencia de bípedos con ruedas
Un simpático afluente no fue inconveniente para atravesarlo. Traía bastante agua.
Seguimos costeando, ahora por una playita
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Un submarino en el río????
No..., son sólo los restos de un viejo puente desaparecido
Momentáneamente el plano cauce se hace barrancoso
Y finalmente nos deposita en el fondo de una enorme laguna seca
Un alto para reponer líquidos (hacía muuucho calor)
Un recodo del río nos tentó por su poca profundidad...
Y como moscas al dulce, nos mandamos a vadear
Que habrá pasado???
Ésto es lo que pasó....Salimos del gran bajo y el río se encajonó levemente ente tenues barrancas y pasamos del blanco salitroso al verde intenso.
El calor y el viento sofocaban, así que aprovechamos un recodo del río para refrescarnos un poco y de paso volver a jugar un poco con las bicis en el agua.
Luego encontramos otro gran bajo, las barrancas se hicieron más pequeñas pero bien marcadas y a diferencia del anterior, el fondo, un poquito más elevado, era una hermosa alfombra verde donde dejamos marcadas nuestras ruedas.
Seguimos, disfrutando del tranquilo paisaje
Enfrente, la desembocadura del arroyo Dulce, con poco caudal
El río tiene tantos meandros que un mismo alambrado recto lo cruza varias veces
Hacía mucho calor y para refrescarse, nada mejor que un bañito...
Mientras alguno se refrescaba, aprovechamos para vadear de nuevo un poco
Vadeos del Pampa
Y ahora el turno de Pablito, hijo del Pampa
Luego, cuando retomamos, en vez de alfombra roja nos pusieron alfombra verde. Y se la pisoteamos!
Una maravilla pasear por esa inmensa planicie verde
Pero todo va llegando a su fin...
Ya que estamos muy cerca de la estancia Santa María y de la salida prevista
Punto final, aquí retomaremos la próxima vezSin darnos cuenta ya casi habíamos cubierto los 16 km previstos, así que le apuntamos al waypoint de salida que tenía estudiado. En teoría a sólo 3 km teníamos caminos internos para andar fácil. Hicimos la aproximación pero esta vez me engañó el aspecto: el track teórico terminaba en una zona muy descuidada de pastos muy altos y a la derecha se veía despejado, justo hacia donde era la salida al camino a Don Cipriano. Abandonamos el plan original y así nos fue.
Estuvimos deambulando por diferentes lotes con cultivos de maíz y soja, rodeándolos lógicamente para no pisotearlos, tratando de avanzar por tortuosos terrenos, hasta que finalmente dimos con una huella que nos sacó a una tranquera y de ahí al camino principal que le apuntaba a la estación Pedro Escribano.
Pocos más adelante, donde se encuentra una lujosa entrada a una estancia semi abandonada compuesta por varios pilares en ochava, se presentó la disyuntiva de ir directo a Don Cipriano o visitar Pedro Escribano. Eran sólo 3 kilómetros adicionales, así que fuimos a Escribano, lo cual fue una excelente decisión después de ver lo que encontramos allí.
Sin querer, nos metimos en un recorrido tortuoso, esquivando áreas cultivadas y dimos como mil vueltas
Hasta que dimos con una camino interno que nos sacó al camino vecinal público >>
>> que a su vez nos depositó en el desvío a la estación EscribanoPedro Nicolás Escribano fue el fundador de la ciudad de Chascomús allá por 1779 y le dio el nombre a una estación ferroviaria de la zona, a la cual evidentemente le aguardaba un porvenir muy importante a juzgar por el tamaño y características de sus instalaciones.
Dotada de un inmenso galpón y varias vías auxiliares, el edificio es dos plantas (si, de dos plantas en el medio el campo!), con un espacioso andén, con salas de espera generales y de señoras, así como oficina de encomiendas entre otras comodidades. Muchas ciudades importantes nunca tuvieron ni tendrán instalaciones tan grandes y lujosas como las de Escribano.
Sin embargo, la inversión no contagió a nadie y muy curiosamente quedó completamente solitaria, como fuera de contexto: no hay ni hubo una sola edificación ni vestigio de poblado alguno en los alrededores. Realmente es muy raro. Escribano es como Buchanan recargado, aunque al menos Buchanan tiene un casco de estancia cercano. He visto otros casos así, pero de construcción mucho más modesta.
Actualmente está en pie solamente por su excelente calidad de construcción y porque su aislamiento la resguarda del vandalismo. Alguien debe habitarla pero en nuestra visita estaba todo abierto y no encontramos a nadie. Un festival de fotos ferroviarias.
Curioseamos hasta el hartazgo y descansamos un poco a la sombra de sus amplio andén recuperando fuerzas para los últimos 11 km por sobre el terraplén.
Algo solitario se ve allá lejos
Es algo raro, como un edificio de dos plantas????
Una tranquera abierta nos invita a entrar
Increíblemente, hay un edificio de dos pisos en el medio de la nada de nada
Es la estación ferroviaria PEDRO NICOLÁS ESCRIBANO, rareza si las hay.
Un impresionante edificio de dos plantas de un lujo desusado, pero sin población a su alrededor
Instalaciones preparadas para mucha actividad, pero inexplicablemente no hay siquiera una tapera en los alrededores
Todo es desproporcionado, desde el largo anden hasta el nombre en el nomenclador (menos mal que usaba apellido materno Don Pedro...)
Los fondos del fastuoso edificio
Es una lástima que esté abandonado. Miren los detalles de terminación de los alfeizares
El tanque agua y el galpón. Ambos con el galvanizado intacto
Parece que había muchas vías secundarías aquí
Detalle: Inodoro marca FCS (Ferrocarril del Sud)
Cansados? No tanto...Nos despedimos de Escribano rodeando el cuadro de la estación y emprendimos la pedaleada por el terraplén, que al principio se veía transitado y libre de malezas.
Duró poco la alegría ya que las huellas se derivaban hacia un campo y el terraplén quedó invadido por infinitos cardos dispuestos a dejarnos las piernas y las manos como puercoespines. Volver atrás no estaba en nuestros planes, así que apretamos los dientes y acometimos diciendo “No hay dolor, no hay dolor”…
Fueron entre cuatro y cinco kilómetros terribles, con algunos pocos claros sin cardos ni malezas y con multitud de tranqueritas de alambre para abrir y cerrar. A favor que el piso sin durmientes, estaba perfectamente liso.
No obstante una hermosa experiencia cruzando puentes y bañados invadidos por la vegetación por donde 40 años atrás corrieron trenes.
El final fue a través de un túnel de álamos que desembocó sobre un ancho camino vecinal, a cuatro km de Don Cipriano, trayecto que se nos hizo de goma por el calor y el cansancio acumulado después de casi siete horas de marcha.
Al principio circular por el terraplén pintaba lindo
Pero a poco de andar se convirtió en un rallador para las piernas
Una de las tantas tranqueritas que tuvimos que abrir y cerrar
Hasta desembocar en el camino vecinal a 4 km de Don Cipriano, a través de un túnel vegetalDe nuevo, como en el tramo 07, al llegar a los vehículos no nos quedaron ganas de cocinar y decidimos volvernos lo más rápido posible a casa, tratando de esquivar el tráfico de domingo de la RN02.
Mientras cargábamos las bicis, se acercó Don Del Valle para ver cómo nos había ido y de pasó nos contó un poco de cosas interesante de la zona: ahí nos enteramos de lo del primer alambrado, el porqué de la humilde estación Don Cipriano y la grandiosa estación Escribano y lo más interesante, nos suministró los datos para contactar a la gente de la estancia Santa María para acometer el próximo tramo.
Don Del Valle vive allí desde que se clausuró el ferrocarril en donde trabajó y ahora se dedica al mantenimiento de las líneas rurales de media tensión de la zona. Por mucho tiempo fue prácticamente el único habitante permanente.
Copas de árboles en Don Cipriano
Un viejo HANOMAG que todavía debe prestar servicios
Ensillando para el largo camino a casa
El equipo del tramo 09: mi hermano Fabio, yo, Matías y mi hijo PablitoRespecto a Escribano y Don Cipriano nos contó que cuando se extendió la línea que en principio sólo llegaba a Vergara, el lugar donde parecía había mejores tierras y pasturas era donde Escribano y entonces se apostó a que allí sería el centro de gravedad de la explotación agrícola-ganadera y que un poblado naturalmente surgiría. Sin embargo, curiosamente eso ocurrió donde Don Cipriano y entonces de apuro hubo que improvisar una estación, infinitamente mucho más modesta, de madera. Igualmente las dos tuvieron el mismo destino: clausura y abandono.
Así que sólo quedó ir planeando cuando seguimos nuestro derrotero rumbo al no ya tan lejano Río de La Plata. Sólo nos quedan cincuenta o sesenta kilómetros más...
Pampa
Febrero 2013