DE VOLCANES Y BUITRERAS
UN RECORRIDO EXTRAÑO MERODEANDO EL PARALELO CUARENTA Y DOS
10 al 17 de Octubre de 2015
MIÉRCOLES 14 DE OCTUBRE DE 2015
GUALJAINA - COSTA DEL CHUBUT - FOFO CAHUEL - PUESTO ROMERO - CANTERA DE LAJAS - RAROS PLIEGUES - GRAN CALDERA DE PIEDRA PARADA
Gualjaina es una localidad ubicada en el Departamento Cushamen, al noroeste de la provincia del Chubut, en la Patagonia andina. Cuenta con 1.183 habitantes según el Censo del 2010 y está a la vera del arroyo homónimo, el cual confluye unos kilómetros al norte con el Río Chubut.
El primer nombre conocido de este paraje fue "Woolkein", en la pronunciación que le dio Musters a la palabra en el idioma puelche (de los gününa küne). Posteriormente el mismo nombre se fue deformando al ser pronunciado por indígenas de lengua mapuche, llegando a ser el mismo que Francisco Pascasio Moreno mencionó como Gualjaina y también como Gualgaina cuyo significado es "abra" o "cañadón”.
Actualmente se ha convertido en un destino turístico de interés por ser la puerta de entrada con razonables servicios, a la excepcional zona de la Caldera de Piedra Parada.
La Hostería Mirador Huancache donde nos alojamos resultó ser un amigo de nuestro compañero de viaje Claudio Guanciarrosa, quien cinco años atrás descubrió este lugar y con la ayuda del municipio, en aquella época construyó y actualmente opera este maravilloso lugar, muy apreciado por turistas extranjeros que adoran lo bello y salvaje de la zona.
Daniel y Laura, sus propietarios, nos trataron de maravilla y nos contaron muchas historias de pago chico de sus inicios y algunas actuales que no se pueden creer, como la negativa del Intendente a suministrar Internet al pueblo por las razones que fácilmente imaginarán...
Después de desayunar y de inflar por enésima vez las cubiertas imposibles de emparchar, decidimos explorar la costa norte del Chubut entrando por el puente de Fofo Cahuel, para lo cual deberíamos retroceder un poco por la RP12, aprovechando para conocer la pasarela sobre el río Chubut cercana a la confluencia del Gualjaina y de paso curiosear el vadeo que practican en el verano y que Daniel nos aconsejó no arriesgarnos a hacerlo en ésta época.
La novedad para quienes se animen por estos lares es que hacia el fin del verano donde ahora está pasarela habrá un puente vehicular y entonces el acceso a la zona que vamos a explorar será mucho más sencillo. Ni hablar la comodidad que supondrá para los sufridos pobladores el poder cruzar aquí en lugar de vadear o hacer rodeos de casi 100 km como el finalmente hicimos nosotros (igual vale la pena)
Salimos a la RP12 por el pequeño poblado de Costa del Chubut y en Fofo Cahuel, supervisados por el cerro homónimo que con 1300 msnm domina la escena, cruzamos el Chubut y nos adentramos en la desconocida RP66 que fatalmente te lleva a Gastre cortando camino. A poco de andar nos descolgamos por una huella que recorre las sierras que bordean el Chubut por su flanco norte.
La huella sube bastante e increíblemente casi sobrepasa la altura del Fofo Cahuel, el cual fuimos rodeando por el este, disfrutando de desérticos pero muy bonitos paisajes.
Teníamos la intención de “tirarnos” al río Chubut por un largo y enroscado tobogán que teníamos dibujado y encontramos una huella recién abierta que casi coincidía con nuestro dibujo y supusimos que era lo que buscábamos. Por bastante tiempo fueron paralelas y muy cercanas pero finalmente se separó bastante; ya estábamos en el baile, así que decidimos seguirla hasta el final para curiosear: las ventajas de andar con planes flexibles.
Terminamos en un puesto más o menos bien equipado, el puesto de Don Romero, quien no tuvo inconvenientes en recibirnos y atender nuestras consultas. La huella terminaba allí en un cajón montañoso infranqueable y Don Romero nos confirmó que estábamos cerca del río pero que nunca le habían abierto el camino que tan bien le vendría.
Conversamos un rato y nos contó de su cantera artesanal de lajas arriba de un cerro y nos dio permiso para ir a curiosearla. Una huella que trepaba lindo nos puso en las alturas desde donde dominábamos toda la zona. La parte superior del cerro tenía varios tajos abiertos e inclusive estaban las herramientas (cincel y martillo) con las cuales extraen las lajas, de unos colores muy particulares por cierto.
Unos arbustos que nos ofrecieron reparo nos invitaron a almorzar y aprovechamos para degustar los típicos huevos con panceta de mi autoría, a los cuales les sumamos aros de cebolla.
La huella que no habíamos encontrado estaba a apenas 3 km de este lugar muy debajo de los cerros. Un alambrado caído nos incitó a ver si la podíamos interceptar desde aquí.
Terminado el almuerzo trepamos un cerro bastante empinado de piso flojo y desde allí la vimos, sólo que unos centenares de metros más abajo. Ganas de bajar enloquecidamente había pero realmente era bastante temerario y sin retorno. Algunos casi nos largamos pero finalmente le hicimos caso a la decisión del grupo de no arriesgarnos tanto. Desandamos la huella de la cantera y la del Puesto Romero y volvimos a la troncal original.
La huella siguió serpenteando entre los cerros subiendo y bajando. Alguno de los desvíos previstos tenían tranquera con candado por lo que no nos apartamos nunca de ella y de este modo llegamos al mismo lugar que habíamos estado más temprano, pero del otro lado del río, donde están construyendo el puente. El año que viene no hará falta dar toda esta vuelta, aunque valió la pena la exploración.
Ahora el objetivo pasó a ser unos “Raros Pliegues” que había divisado en Google Earth: un profundo cañadón mostraba uno de sus laterales notablemente ondulado como si no lo hubieran planchado, realmente una situación muy poco común que me tenía muy intrigado.
La huella comenzó a ascender en forma muy serpenteante por paisajes que empezaban a sorprendernos por su belleza.
Al llegar a la zona de los “Raros Pliegues” menos mal que tenía el waypoint exacto desde donde se veían porque a simple vista no era posible distinguirlos. Aguzando la vista los pudimos ubicar pero nada que ver con lo se notaba en las fotos satelitales. Mis compañeros de travesía se cansaron de bromear conmigo por haberles hecho hacer 2000 km para ver sólo eso…
La cuestión que si si bien no eran tan fáciles de ver, los “Raros Pliegues” existían y constituían una curiosidad y al menos yo la sacié; igualmente es difícil de explicar cómo se generaron.
Seguimos adelante y nos comenzamos a meter en la gran caldera del extinto volcán de Piedra Parada, que nos comenzó a deleitar con su sinfonía de formas y colores.
La nota triste de este tramo fue que desde un puesto unos perros salieron a corrernos y uno de ellos se "suicidó" debajo la chata de Pablo. Como correspondía y pese a no ser los responsables, Pablo y Claudio se apersonaron al puesto cercano para comunicarles la infausta noticia y dar las disculpas del caso. Por suerte la señora que los atendió entendió la situación y no se enojó con nosotros. Era lo menos que podíamos hacer; por un rato las radios, que siempre venían a full permanecieron en silencio, todos quedamos afectados por el suceso.
Pasado el mal trago, la tarde se comenzó a apagar y llegó el momento de encontrar un lugar de acampe. Había alguna idea de llegar hasta Piedra Parada y acampar al lado del río pero los tiempos no daban y de ese modo nos perdíamos tal vez lo más interesante del paisaje de la caldera del volcán por lo que desestimamos seguir mucho más.
Los paisajes se ponían cada vez más interesantes y fabulosos hasta que llegamos a lo que serían las nacientes del Cañadón de La Buitrera, donde encontramos un puesto muy grande deshabitado que era un excelente lugar para acampe, pero el problema es que no teníamos permiso y podía suponer un problema. Justo en ese momento apareció un poblador con una chata y le consultamos al respecto. Dijo ser el primo del dueño del puesto y que no nos hiciéramos problemas que acampemos en sus alrededores.
La cuestión que en un costado de la arboleda armamos el campamento y cuando ya estábamos prendiendo el fuego, se aparece un R12 azul con cara de pocos amigos a preguntar que hacíamos ahí: era el dueño…
Le explicamos lo que habíamos hablado con su primo y pese a que después de una amable charla accedió a dejarnos acampar, era evidente que mucho no le gustó la situación, lo cual mirándolo bien era atendible. Felizmente no pasó a mayores…
El lugar era ideal, salvo lo que les conté recién, y había mucha leña disponible por lo que decidimos cocinar y comer algo como la gente en lugar de las habituales latitas y sopitas instantáneas. Le tocó el turno a mis promocionados fideos al disco, para lo cual eché mano de todo lo disponible para lucirme
La receta la recordaba de Internet pero en estos casos uno no tiene todos los ingredientes así que hubo que improvisar:
LA RECETA
Para preparar pastas en el disco de arado las cocinaremos directamente en la salsa. En este caso, haremos un estofado de pollo en que el cocinaremos unos espectaculares tallarines al disco. ¡Ideal para disfrutar en familia un domingo al mediodía!
Ingredientes: (rinde 8 a 10 porciones)
- 5 cebollas
- 1 pollo deshuesado y cortado en pequeños trocitos (Reemplazado por lomitos de atún)
- 1 morrón grande
- 3 zanahorias cortadas en rodajitas, o rayadas
- 1 vaso de vino tinto o blanco (Reemplazado por cervezas)
- 1/2 vaso de aceite
- 1 lata de arvejas
- Provenzal ((Reemplazado polvos saborizados de variados e incompatibles gustos)
- Pimentón dulce (Reemplazado por nada)
- 2.5 litros de caldo
- 1 kilo de tallarines, en lo posible frescos (Reemplazado por paquetes de fideos secos)
- 1 litro de puré de tomate
Preparación:
Comenzamos, como siempre, calentando bien nuestro disco de arado. Una vez que esté listo, agregamos un poco de aceite y doramos las cebollas cortadas en trocitos. A continuación incorporamos el pollo y lo doramos o sellamos de los dos lados. Luego agregamos el vino que hayamos elegido y cocinamos un rato hasta que se evapore el alcohol. Después vamos incorporando de a poco el puré de tomate y el caldo. Una vez que la preparación comience a hervir, introducimos las zanahorias y el morrón cortado en tiritas. Cuando las verduras estén cocinadas, agregamos las arvejas, y seguidamente ponemos los fideos, teniendo cuidado de ponerlos desparramados para que no se peguen, especialmente si son frescos. Condimentamos con sal a gusto y pimentón. Revolvemos y vamos mezclando todo. Después de unos 5 o 6 minutos, servimos directamente en el plato, bien caliente y le tiramos provenzal encima. ¡Para chuparse los dedos! ¡No se olviden del pan para ir probando!
Llevó su tiempo la cocción, el cual aprovechamos para charlar y compartir unos excelentes momentos entre amigos, vino va, vino viene, vino va, vino va, vino va…
Al cabo de casi hora y media, los fideos estaban para chuparse los dedos y todos quedaron súper conformes y satisfechos: comida gourmet en el centro de la caldera de un volcán, casi nada.
No obstante luego aparecieron más vituallas y elementos espirituosos para ir combatiendo el frío, que pasó a ser el protagonista al caer la noche.