El intento, para mi frustrado en lo personal, aunque exitoso a nivel grupal, dejó mi nueva chata herida en la ciudad de Jesús María, gracias a la generosa y desinteresada colaboración del grupo de Pasión 4x4, que ya había cumplido con creces ayudandome a extraerla desde las entrañas de la Cordillera hasta Guandacol.
Sin pedírselo, me “obligaron” a seguirlos (improvisada cuarta de remolque mediante) hasta algún lugar más cómodo para hacer la reparación. Los avatares de ese traslado están aquí.
Después de una semana de coordinar con un taller el desarme, se confirmó el diagnóstico inicial: el disco de embrague había desaparecido. No había dado indicios previos de desgaste y de problemas de funcionamiento, pero el disco era el original y seguramente los forros tenían ya poco espesor. El enorme esfuerzo que significó vencer la Cuesta del Viento en el intento de llegar a la laguna del Cuerno se llevó lo poco que quedaba y entonces el acoplamiento terminó siendo metal con metal, vaya a saber a que temperaturas. Al enfriarse se desacopló y nunca más funcionó.
Las fotos son elocuentes, sobre todo al compararlas con un disco similar, pero gastado normalmente.
Mandé los repuestos desde Bs As y 10 días después, la Pampa 02 estaba de nuevo lista para salir al ruedo, aunque lejos de casa. Inestimable fue la colaboración de mi amigo Facundo Molina para que todo salga bien y fácil. Me tomé un micro el viernes después del trabajo en Bs As y me fui a buscarla, con la idea de venirme derecho a casa.
Pero, como siempre me pasa, el diablo mete la cola y entonces, cuando el sábado al mediodía estaba cargando nafta en Jesús María con la chata llena de bártulos de la expedición anterior, se me ocurrió que podría dar una “vueltita” para probarla, aprovechando que tenía a mano el antiguo Camino Real al Alto Perú.
y por qué no? Después de todo habíamos tenido una ruptura (en realidad una rotura) en la pareja con la Pampa 02 y había que tomarse una luna de miel para reconciliarse. Así que rápidamente cambié mis planes y decidí alargar un poco el regreso haciendo un poquito de turismo por las sierras y porque no, capturar alguna confluencia del norte cordobés y visitar alguna que otra ignota estación ferroviaria. A diferencia de mis viajes habituales, no tenía planes ni recorridos pre-estudiados así que sería “a lo que salga”.
El punto de partida fue la estación ferroviaria de Jesús María, moderna predecesor a de la posta de carretas de la época colonial, donde tomé las primeras fotos. A continuación buscando el Camino Real pasé delante del predio donde se hace el clásico Festival Internacional de Doma y Folklore.
Al cruzar el puente del rio Los Dos Ríos (así lo llama IGM), entré al Camino Real, que por allí atraviesa las viejas estancias jesuíticas aún en pie y paseando por un perfecto camino ripiado, me llegué hasta la posta de Sinsacate. El trayecto pintoresco y tranquilo, ya había encendido mi afán de aventura y empezó a quedarme chico el paseo pensado.
A la altura de Barranca Yaco, me acordé que la confluencia 30°S 64°O estaba cerca del Camino Real pero mucho más al norte y decidí apuntarle con el GPS por el camino más corto, lo que sería la diversión del paseo, debido a que los mapas no estaban tan buenos.Esto me sacó del Camino Real hacia la RN 9, lo que sin duda me haría ganar tiempo.
Se sucedieron Villa del Totoral, Las Peñas, San José de la Dormida y Santa Helena mientras las serranías de Ambargasta iban tomando forma, cada vez más cerca. En Santa Helena dejé la RN 9 por una serpenteante ruta de asfalto nuevita que me introdujo en las sierras y me depositó en Cerros Colorados, un caserío encajado en las estribaciones de sierras de areniscas rojas, donde se ha establecido una Reserva Natural y Cultural debido a la belleza de su geografía y por el patrimonio arqueológico que encierra. Más info, aquí.
Muy bonito sitio para visitar con tiempo, que no era mi caso, que tenía enfocado mi loco objetivo confluenciero. No por nada Atahualpa Yupanqui lo había elegido como su lugar de descanso en su vida y en su muerte. Desde allí parte un pintoresco camino de cornisa hacia Caminiaga asciende lentamente por una quebrada. Se cruza un par de cristalinos arroyos, con bastante vegetación y curiosamente aparecen algunas palmeras aisladas, aparentemente impropias de este paisaje.
A 7 km de la confluencia 30°S 64°O, debo abandonar el modo “camino más corto” por “fuera de carretera” ya que el GPS, al no encontrar opciones, enloquece. Me acordaba que por el Camino Real, al oeste de Caminiaga, el “descubridor” la había logrado después de una larga caminata de 3 km por el monte.
Así que hacia allí le apuntaba, aunque tenía la secreta esperanza de caminar menos, amparado en la Pampa 02. Mágicamente apareció una huella hacía el norte con buenas perspectivas, un poco antes del meridiano 64 y me metí.
Poco transitada pero clara, se fue introduciendo en los campos, atravesando tranqueras por suerte sin candado, mientras la distancia se achicaba y el paisaje de palmeras se iba haciendo cada vez más dominante. Casi empezaba a creer que estaba en el Palmar de Colón. Un cartel “Establecimiento Chacras del Sauce” y una nueva tranquera me pusieron a 2 km y el camino seguía…
Entré y a la altura del paralelo 30 la huella torció hacia el oeste achicando aún más la distancia, serpenteando por un verdadero palmar paradisíaco.
A 1300 metros aparece el casco cuidado de una estancia con signos claros de estar habitada. Abro otra tranquera, entro y golpeó las manos: nadie sale aunque hay perros, gatos, cerdos, gallinas, caballos y ropa tendida.
Decido esperar a que alguien aparezca. Con el revuelo que armé no iba a tardar en aparecer alguien a ver quien era este intruso. Me preparé unos mates bajo un sol abrasador y dejé pasar una media hora. Nadie vino.
Y ahora? La tranquera que seguía implicaba pasar por el patio de la casa. Dejar la chata con todas las cosas encima sin avisar no me parecía respetuoso. Me iba a tener que volver con las manos vacías pese a estar a 1300 metros de la confluencia?
La respuesta fue si. Estaba solo y la intuición me decía que mejor no intentarlo de ese modo. Con todo el dolor del alma emprendí el regreso pensando en la opción del Camino Real más allá de Caminiaga pese a que ya era medio tarde. Vería qué hacer dentro un rato.
Saliendo de las primeras tranqueras veo venir una camionetita blanca y le hago señas para que pare. Para y le pregunto si sabe cómo puedo ubicar a alguien de la “Chacras del Sauce”. Y ahí vino lo inesperado: Soy el dueño y me acompaña el puestero. Que anda necesitando, amigo?
No lo podía creer, otra vez los Dioses estaban conmigo. Le expliqué mi propósito y no tuvo problemas en que trate de alcanzar el objetivo, con la sola condición que los mencione en el relato. El Sr Martínez y el Sr Medina tienen ganado su lugar y cumplo mi promesa en estas líneas y aprovecho a agradecer su buena predisposición para conmigo.
No supieron decirme si la huella después del casco me iba a seguir acercando o no a la confluencia pero me dijeron que pruebe. Ellos iban a hacer unos arreglos en otros campos y luego volverían al puesto, así que en una de esas los volvía a ver.
A toda velocidad regresé al puesto, crucé la otra tranquera y me mandé por la tenue huella, casi desdibujada que se metía en el monte. Primero empezó a alejarse hacia el noroeste pero tozudamente la seguí un poco más y volvió a acercarse a la confluencia de nuevo
A 1600 metros, se metió en una zona de piedras bien trialera que me obligó a bajarme y estudiar bien por donde pasar. Lo bien que me hubiera venido un copiloto !!!
Después de renegar un rato pasé los obstáculos (empecé a devolverle la confianza a la Pampa 02), abro otra tranquera y sigo ahora hacia el sur bordeando un alambrado pero pisando vegetación espinosa cada vez más cerrada. A 1300 metros veo que no vale la pena seguir con la chata. Estoy igual que cuando estaba en el puesto, pero quien me quita la diversión. Agarré la mochila con un par de botellas de agua y bajo el sol abrasador me voy en busca de la confluencia.
El monte cerrado y el pasto no sólo dificultan el paso sino que me hacen extremar los cuidados por eventual aparición de víboras, sobre todo porque estoy solo. Después de largos 20 minutos alcanzo el círculo mágico de los 100 metros de diámetro, el terreno se limpia y consigo clavar todos los ceros con exactitud. Misión cumplida. La 30°S 64°O ya era mía.
Armo una pequeña pirca para señalar el sitio, saco las fotos de práctica y me retiro presuroso, disfrutando el éxito y el paisaje serrano. Son más de las cuatro de la tarde y en vez de estar más cerca de casa, me había alejado todo lo posible.
Desando el camino a Cerros Colorados y Santa Helena, aprovechando para sacar fotos con el sol favorable. La fugaz visita a la zona fue ampliamente satisfactoria. Es zona para volver con más tiempo en paseo familiar.
Al llegar a Santa Helena, la duda de qué hacer. Para variar me propongo volver visitando más confluencias a la pasada. Con ese criterio me toca la 31°S 63°O cercana a La Para. Le pido al GPS “ruta más corta” y allá voy, por muy polvorientos y solitarios caminos de tierra que rodean la laguna Mar Chiquita.
Paso por pueblos de nombres “raros” a la vera de un ferrocarril clausurado con las vías oxidadas pero listas para recibir un tren: Sebastian Elcano, Las Arrías, La Posta y Obispo Trejo.
En Sebastian Elcano (que tendrá que ver el marino portugués con esta árida zona?), mientras saco fotos de la estación ferroviaria, una chata de la Policía se acerca y me piden no muy amablemente documentos y me preguntan que ando haciendo por acá.
Quien corno podría venir a pasear por estos páramos? El Pampa, por supuesto. Explico que colecciono fotos ferroviarias y se quedan tranquilos, creo. Al menos no me detienen…
Salgo al asfalto en Obispo Trejo con el atardecer corriéndome. En La Para cargo combustible y veo que la 31°S 63°O está al sur del pueblo, pero el GPS no muestra caminos. Recuerdo haber leído que el “descubridor” llegó con un auto de calle, así que me largo a buscar por dónde en el sur del pueblo. Elijo una opción por el oeste que parece acercarse pero al cabo de unos kilómetros empieza a alejarse en forma irreversible mientras el GPS me anuncia que anocheció, cambiando de color.
Tengo pocos minutos de luz para llegar. Me vuelvo y encuentro la variante este y viajo a toda velocidad. Cruzo el río Suquía y el camino me pone a sólo 250 metros de la confluencia, enfrente a una tranquera abierta que lleva a una casa y unos galpones. Me meto y estaciono frente a la casa a 70 metros de la confluencia.
Listo, pido permiso y caso cerrado. Nadie aparece. Otra vez sopa?
Pero esta vez, la poca luz no me dejó dudar. Dejé la llave puesta y la chata abierta para mostrar buena voluntad y me fui a buscar el punto exacto, el cual logré con facilidad y precisión . Saqué las fotos y volví a la chata. No apareció nadie y me fui silbando bajito a la confluencia 31°S 63°O.
Ya era de noche y como no tenía planes seguí confiándome al GPS en modo “camino más corto”. Adonde? A la próxima confluencia, la 31°S 62°O. Obviamente no iba a capturarla de noche, pero me arrimaría lo más que pueda para ir a buscarla a la mañana bien temprano. El GPS me mandó por caminos rurales fuera de uso y después de algunas idas y vueltas termine saliendo a la RP 17 cerca de Marull.
Adonde iba a dormir?: tenía mi carpa y demás elementos de campamento, así que iba a buscar algún lugar adecuado para acampar. Como estaba cerca de la laguna Mar Chiquita supuse que habría campings, así que consulté el GPS y efectivamente había varios en Miramar, uno de ellos cerca del mítico Hotel Viena, el de los nazi alemanes que inundó la laguna. Hacia allí me dirigí, dejando la RP 17 en Balnearia y después de atravesar el centro de Miramar llegué al mismísimo hotel que está un poco en las afueras.
Apenas pude sacar algunas fotos porque estaba muy oscuro y enseguida encontré el camping “Los Sanavirones” donde por económicos 13$, armé mi carpa y me calenté una frugal cena.
Cuando avisé en casa por dónde andaba no podían creer que estaba en Miramar. Me tienen una paciencia….
Me fijé que amanecía a eso de las 6:00 así que puse la alarma del celular a las 5:00 para tratar de estar con la primera luz del día en la 31°S 62°O, a escasos 50 km de allí.
Me desperté tal lo previsto y rápidamente ensillé y partí, siempre guiado por el GPS en modo “camino más corto”. Obviamente me sacó por caminos de tierra que acortaban el recorrido, pero desafortunadamente en esta zona los mapas de Mapear son muy pobres e inexactos. Conclusión: varias veces me encontré con caminos que no iban a ningún lado y tuve que retroceder.
Al final pude volver a salir a la RP 17, donde me llamó la atención la enorme cantidad de pájaros que se cruzaban en bandadas sobre la ruta obligándome a bajar la velocidad bastante.
Me detuve fugazmente en la estación ferroviaria de La Paquita que me llamó la atención por llamarse diferente al poblado: Presidente Figueroa Alcorta, lo cual es poco común.
Al llegar a la RP 1, doblé hacia el sur, ya cerca de la confluencia. De nuevo la escasez de caminos en el GPS complicó el acceso llevándome por intransitadas huellas rurales con los pastos muy altos en algunos tramos.
Finalmente encontré un camino sobre el paralelo 31 que me dejó a sólo 40 metros de la confluencia separado por un alambrado. El punto esta ahora sobre un campo recién cosechado. A las 6:43 del domingo ya había atrapado una confluencia más.
Por el camino, que era inexistente para el GPS, salí derecho a la ruta, costeando el Cementerio y entré a Porteña a reponer combustible. De paso, la estación ferroviaria devenida en museo, me atrajo para tomar unas lindas fotos.
En franco regreso a Buenos Aires me propuse atrapar una más y apunté ahora a 32°S 62°O, en la provincia de Santa Fe, al sur de San Francisco.
Como la sequía de caminos en el GPS se mantenía, consulte los mapas del ACA y observe unas vías que cortaban en diagonal hacia la confluencia desde San Francisco: siempre hay caminos al costado de las vías, así que me mandé a ciegas desde Frontera (Santa Fe) hacia Esmeralda, “Fuera de carretera” según Mapear. Sabia decisión, no sólo existía el camino sino que estaba tan bueno que llegué a andar a más de 100 km/h en algunos tramos. Paré en Esmeralda a sacar alguna foto de la estación y del ramal de trocha angosta que parece ver circular trenes a juzgar por las vías brillantes.
El GPS cobró vida y empezó a marcarme caminos y los seguí. La distancia se reducía rápidamente circulando por huellas de poco tránsito con rumbo sur. A 15 km de la confluencia, a la latitud de la ciudad de Sastre, un canal artificial se metió en la única huella que iba al sur y tuve que alejarme muchos km del objetivo, llevándome a Sastre y luego a San Jorge por asfalto, donde como buen “insistidor” volví a la tierra, zigzagueando entre cuadros de campos sembrados.
Finalmente un camino rural me puso frente a una tranquera con candado a 250 metros de la confluencia 32°S 62°O. Abusando de la buena suerte de los casos anteriores me metí sin dudar en un campo con trigo bastante alto y caminé hacia el punto rogando que desde la casa nadie se preocupara por mí. Caminé por los surcos sin dañar las hermosas plantitas y rápidamente clavé la cuarta y última confluencia del viaje. Nadie apareció.
Ahora sí era hora de volver a casa. La Pampa 02 y yo nos habíamos reconciliado.
Pampa
Agosto 2011