13 al 17 de Agosto de 2010
Los que dormimos en la Capilla nos despertamos perplejos. Claro, no te cabe en la cabeza un hospedaje como ése, así que al despertar no entendíamos nada. Tonga en su relato comentó que escuchó que la virgen por la mañana había dejado de serlo, a lo que agrego que se dice que algún colega offroader también. Igual el padre Rolo arregló todo con una bendición después de acomodarse los lienzos…
Reunión para decidir los próximos pasos, tendientes a encarar el track que tan cuidadosamente habíamos estudiado sentados cómodamente en nuestras PCs en Rosario y Buenos Aires, subiendo por la Quebrada de las Varas. La verdad que en Earth Google parecía fácil pero de nuevo el guía nos intenta desalentar diciendo que las mineras no nos iban a dejar pasar, que era imposible subir por ahí, etc, etc… Nos sorprende con que la única opción era ir por el norte por los filos, algo novedoso y desconocido para nosotros.
Si bien la propuesta del guía era razonable, al alterar drásticamente el recorrido, los cálculos de combustible de las nafteras, de por sí muy justos, la hacían impracticable sin una reserva adicional de combustible que no teníamos. El chiste por las alturas de Umango me había demandado 16 litros cada 100 km en la económica Vitara, ni pensar lo que se había devorado el Iguanomóvil 4.0L de Tobhías.
Decidimos no apartarnos del plan y bancarnos la posible inutilidad de nuestro primoroso track y eventualmente dejar el intento norte para el lunes si fracasábamos por allí, yendo a buscar combustible a Guandacol.
La Armada Brancaleone de motos y chatas de nuevo en marcha, ahora si con rumbo a la Laguna del Cuerno. Una aclaración: En la cartografía IGM se denomina Laguna de Los Patos pero los lugareños la llaman Laguna del Cuerno. El primero no sabemos porqué pero el segundo es debido a un arbusto, el cuerno, que es bastante común en la zona. está claro que no descubriríamos nada, sólo intentaríamos llegar por nuestros propios medios.
UN POCO DE FITOGEOGRAFÍA DE LA ZONALa Cordillera de Los Andes es una barrera a la vez climática y biogeográfica. Allí y en la Puna el clima es agresivo: predominan bajas presiones y temperaturas, vientos fuertes (viento Blanco), nieve y hielo, aire enrarecido y fuerte radiación solar. El ecosistema es sometido a estas severas condiciones y plantas y animales se han adaptado: las plantas tienen follajes espesos y ricas en aceites esenciales, crecimiento muy lento, y estructuras en "cojines", escudándose en el substrato -brechas, declives. A gran altura, hasta 5.000 m inclusive, en extensiones planas y áreas cercanas a otras más húmedas (vegas o áreas pantanosas) se ubican estepas de gramíneas de matorrales y en ocasión matas espesas, especialmente el "coironal" de pastos duros ("ichu" de los indígenas) formando verdaderos islotes.Así en la zona andina predominan especies como Festuca sp. o Stipa sp. y también caméfitas que componen una suerte de tapiz leñoso bastante espeso en ocasiones, como Nototriche copon ("copón"), y Adesmia sp. ("cuerno"). En lugares pantanosos hallamos algunas gramíneas, como Calamangrostis sp.. Ya en plena Puna encontramos arbolillos y arbustos tortuosos cada vez más raros por su excesiva depredación por el uso artesanal o como combustible como Ephedra ("tramontana"), y Polyleptis sp. (queñoa) o estepas de Lepidophyllum sp. ("tola"). |
Las motos se nos fueron al humo mientras hubo una huella que subía hasta alcanzar unas prospecciones mineras, cuyos ocupantes por suerte brillaron por su ausencia. Con las chatas fuimos subiendo tranquilamente sacando fotos a granel, atravesando un paraje denominado Ciénaga Alta, donde la presencia de vertientes permite realizar algunos cultivos y fortalece la vegetación, inundando todo el paisaje con cortaderas. Encontramos señalizado un mortero indio al costado del camino.
Al terminarse la huella, el liso trazo gris del Earth Google se transformó en un intricado muestrario de piedras de todos los tamaños acomodadas como para resistir tenazmente nuestro avance. Ello desalentó rápidamente a las motos, quienes en doscientos metros tiraron la toalla. Las chatas, con paciencia y con saliva, encaramos y empezamos a doblegarlas con decisión e ingenio. Lentamente íbamos bajando la distancia a la laguna del Cuerno mientras ganábamos altura, aunque ya intuíamos que la única manera de llegar sería pasando la noche en la montaña, lo que no teníamos en nuestros planes, aunque era técnicamente posible.
A las 14:30 estábamos a 3150 msnm y a 8.5 km en línea recta de la laguna, después de recorrer 4.1 km de cauce en 3h 26m a la fantástica velocidad de 1.2 km/h. Nos quedaban aproximadamente 12.5 km que a ese ritmo eran por lo bajo 10 horas más, o sea que si o si para seguir había que pasar la noche ahí, pero con final incierto.
A juzgar por las cascaditas congeladas que veíamos, pasar la noche implicaba bancarse 10 grados bajo cero como mínimo sin saber si sería útil. Según el guía (que mucho crédito ya no tenía) íbamos a avanzar un par de kilómetros tortuosos más y luego empezaríamos a renegar mucho más con mallines congelados insuperables. Alguna vez teníamos que creerle y decidimos abortar el ascenso, entre otras cosas porque no habíamos acordado esa situación con los colegas motochorros, que se quedarían preocupados de nuestra suerte. Como correspondía privó el espíritu de grupo, como fue moneda corriente en todo el viaje.
Previo una descomunal picada de alto nivel (por los 3500 msnm), emprendimos el regreso, que si bien fue más rápido no dejó de ser tan tortuoso como a la ida, aunque lo hicimos a un sensacional promedio de 4.1 km/h.
Ya me había gustado lo de las inclinaciones laterales, así que en forma controlada hice que Rolo (y los que venían atrás también) se agarraran la cabeza un par de veces, en algunos escalones.
Al salir del pedregal encontramos a los mineros, quienes se vieron tentados de pedir nuestros datos pero para reemplazar a sus choferes, que nunca se habían animado a meterse en el río seco. Incluso notamos que habían marcado con piedras encintadas buena parte de la volátil huella que abrimos (volátil porque después de las lluvias de verano no existirá más) para aprovechar nuestro trabajo.
Una huella con muy fuerte pendiente nos invitó a probar un poco más las prestaciones de las chatas, la cual nos condujo a unos sondeos mineros ya abandonados. Hermosa cuesta que nos llevó bastante alto, donde algunos desafiando a la puna, incluso tratamos de llegar a la cima, pero no pudimos. Los pozos de exploración estaban cegados así que la subida sólo sirvió para divertirnos y para que Tape hiciera enojar a su hijo Pablo dándole un besito a la montaña con la Toyotape, haciendo gala que su licencia de piloto de planeador no lo habilita a conducir en reversa…
Casi daba gusto ver como Pablo gastaba a su viejo. Adelanto una situación del día siguiente, casi 24 horas después: A la noche, venía atrás de Tape con todas las luces altas encendidas y le pregunté si le molestaban; Pablo responde inmediatamente: Pampa, no te preocupes que los espejos para mi viejo no existen…. Sin comentarios.
El regreso sin gloria nos devuelve al Puesto de Yuri, quien, disintiendo con nuestro guía, nos dice que habíamos pasado lo más jodido y que tal vez hubiéramos podido seguir…
De todos modos es obvio que para encarar en mejores condiciones esta ruta al Cuerno, hay que acampar aguas arriba de Las Cuevas de modo de poder arrancar con ventaja y más temprano la acometida final. Desafío pendiente para la próxima incursión que ya se está gestando.
Acordamos volver cuanto antes a Guandacol y hacer el intento por el norte el día siguiente. Incluso fantaseamos que en una de esas, de alcanzar la laguna, podríamos bajar por la ruta este cerrando un circuito fabuloso. La moral estaba alta pese a todo.
Casi de noche emprendimos el regreso a Guandacol, ahora por la variante del río, pasando por Zapallar. Tuve que cederle el volante a Rolo porque se me agudizó una molestia en el ojo izquierdo que había empezado el día anterior con alguna basurita potenciada por el humo de los pollos al disco.
Ya en Guandacol, repostamos combustible, y volvimos a San Bernardo. Allí después de higienizarme, mi molestia ocular se volvió dolor fuerte y pese a mi reticencia, Néstor me llevó al Hospital de Guandacol para que me revisen. Por suerte insistió, ya que el diagnóstico fue conjuntivitis, lo que me hubiera complicado el día siguiente sino fuera por las gotitas que me recetaron en la Guardia, donde además me pesaron y me tomaron la presión con total amabilidad y profesionalismo. Muy bien por la guardia del Hospital!
Párrafo aparte fue ir a la “farmacia” por los remedios. Nos dieron la dirección pero no la encontrábamos. Claro, la farmacia era una modesta casa de familia, con una puerta de madera que no cerraba y a media luz; la farmacéutica, una ama de casa en chancletas, me atendió en la vereda donde me quedé esperando. Al rato sale y me dice: “las gotas recetadas no las tengo pero de acuerdo al prospecto tengo algo parecido". Literalmente no tenía otro remedio. Pregunto por las pastillas y la respuesta "probá en la otra farmacia”. Pagué y fuimos a la “otra farmacia”, donde se repitió calcada la escena, ahora con las pastillas:
No las tengo, pero hay un jarabe con las mismas características - me informa el "farmacéutico"
Cómo lo tomo? – pregunté.
Más o menos una tapita – alguien dijo desde adentro..
Faltó que me digan que no tenían nada para los ojos pero que tenían algo para nariz, que como estaba ahí cerca era lo mismo…
En fin, no se si era para reír o llorar, pensando en los pobladores de Guandacol, pero, bueno, esto es el interior real; así que agarré viaje, total de última me ponía un parche en el ojo y manejaba Rolo…
Cenamos no recuerdo que cosa en la Hostería aunque si recuerdo unos exquisitos panqueques con mermelada. Néstor nos informa que había arreglado con otro guía más experimentado, Oscar Araniz, que conocía bien el terreno por donde íbamos a andar ya que se dedicaba a buscar muestras para las mineras y a caballo y en cuatri, había llegado a la laguna alguna vez.
Acordamos salir bien temprano, juntándonos a las 7:00 en la plaza de Guandacol.