13 al 17 de Agosto de 2010
Todos estábamos listos a las 7:00 señal inequívoca de la adrenalina a full. Mi ojo estaba mejor pero decidí dejarlo descansar un poco más y volvía a dejarle el volante a Rolo: me convertí en un copiloto con chata. Nos juntamos todos en la plaza de Guandacol y como era de suponer sólo estábamos nosotros
Con prisa y sin pausa nos movimos al Puesto de Yuri para hacer la primer parada de reacomodamiento. Uno de los motochorros, con la excusa de no cansarse en el viaje, se vino con la moto sobre la chata ya que después de vernos en acción ayer, se dio cuenta que hay una vida mejor. Verdad, Eduardo?
Tape, haciendo gala de su licencia de piloto de planeador sin espejitos retrovisores hizo marcha atrás y de nuevo ahora le dio un besito a la Toyota de Eduardo. Mas gastadas por parte de Pablo.
Seguimos remontando el río de la Troya mucho más allá de donde lo habíamos abandonado el sábado para ir a Umango. Las montañas son impresionantes y los paisajes no te dejan de deslumbrar a cada paso. Nuevamente por encima de los 3000 msnm aparece al costado del camino un campamento minero abandonado, con dos curiosos hornos de barro “ready to use” pese al abandono. Allí, los motoqueros dejan los bidones de combustible de refuerzo y otro motoquero, Pablo Villar también deja la moto y se sube a la chata de Eduardo, pasando a un nivel cuantico superior. En realidad la moto que queda es la de Néstor, la pequeña Suzuki 250 ya que Néstor se agencia de la XR-650 para tener más potencia. Eduardo no se anima a bajarla sólo por vergüenza, ya que se venía venir que no la iba a usar.
Seguimos por la huella que, copiando el cauce del río de la Troya te lleva a Laguna Brava, hasta que en un punto, el guía nos desvía hacia la derecha por una senda imperceptible que empieza a hacernos tragar por la Sierra de Punilla, una verdadera cordillera, primero por amplios valles que luego se van cerrando a medida que ascendemos hasta montarnos sobre los filos, cada vez más altos.
A 3500 msnm aparece la primera cuesta importante con terreno suelto, inclinaciones laterales y pendiente respetable. Todos suben más o menos bien menos yo que en dos intentos no pude. Qué carajo pasaba? El motor lucía poderoso, pero no había caso. Me preguntaba con bronca:¿me voy a tener que quedar acá, en la puerta? Me quería abrir las venas…
Probamos a desinflar las ruedas en un intento desesperado por seguir y no retrasar al resto. Mientras bajábamos presión a 15 libras/pulg2, Rolo me dice:
Pampa, el cubo de la derecha no está puesto.
No puede ser, yo mismo me bajé poner los dos.- replico
¿Cómo los dos? El de la derecha lo puse yo - me dice…
Se aclaró el misterio, tal vez no nos coordinamos o la altura nos jugó una mala pasada: uno puso el cubo y el otro lo sacó. Conclusión: un número impar de cubos colocados no es suficiente para subir una cuesta jodida. ¡Queríamos hacer una cuesta difícil a 3500 msnm en tracción simple¡ ¡Pobre Pampa 01, lo que te tenés que aguantar!. Con los cubos puestos, subimos sin problemas aunque la parte de terreno suelto nos introdujo algunas dudas en la salida del intestino grueso al momento de elegir la trayectoria.
Seguimos subiendo en forma continua hasta llegar a un escalón donde se encuentra la Vega Redonda, un pequeño oasis congelado a 3650 msnm, inmerso en una interminable paleta de colores. ¡ Cómo no va a haber mineros hurgando por estos lares!
A partir de allí un largo arenal antes de encarar las subidas por encima de los 4000 msnm donde todos tuvimos que desinflar. Un nivel más arriba apareció otra explanada, donde yace la laguna del Descubrimiento, la que dejamos raudamente a nuestro costado sin parar a curiosear. Eduardo, prudentemente bajó la moto, pero para alivianar peso y la dejo tirada ahí.
Las trepadas subsiguientes, largas y continuas nos permitieron perforar el techo de los 4000 msnm sin pérdida apreciable de potencia, con una apreciable ganancia paisajística y un derroche de adrenalina. Las motos que se habían adelantado bastante las encontramos volviendo porque el viento más arriba las tumbaba. El día no presentaba ni una sola nube, sol pleno y el viento, dentro de las chatas no se notaba todavía.