13 al 17 de Agosto de 2010
A las 14:00, hora límite para el regreso según el guía, estábamos a 7.4 km rectos de la laguna a 4200 msnm pero separados por un abra de 4600 msnm. Un balcón al valle que se extendía al oeste, parte de la provincia de San Juan y de la reserva de la Biósfera “San Guillermo”, nos ofreció una playa de estacionamiento ideal para las fotos. Hasta allí alguna chata de una minera había llegado alguna vez.
Allí tomamos conciencia del poder de viento en las altas cumbres: para mantenerse en pie había estar muy bien parado porque una distracción y efectivamente te volteaba impiadosamente. Uno ahí se da cuenta lo difícil que debe ser para un andinista soportar ráfagas como éstas colgado de una soga o durmiendo en una carpita en una cornisa. Como correspondía, nosotros nos lo tomamos en forma divertida...
Si bien era la hora límite, convencimos al guía de estirar el horario un poco más, bajo la condición que su próxima decisión sería inapelable. Claro, el si estaba consciente lo que podía significar tener un problema mecánico y tener que quedarse a pasar la noche allí, expuesto a ese viento y a las bajas temperaturas, estimadas en -15°C a la noche. Encaramos la subida al abra en forma entusiasta pero desordenada.
El primer escalón no tenía mucha pendiente frontal pero una curva que había que hacer casi arriba daba cierto resquemor (por no decir cagazo) en el momento de hacerla, pero ya estábamos sin retorno cuando lo notabas.
Un pequeño descanso y el segundo escalón, más largo y más empinado, de suelo lajoso y grandes piedras era verdaderamente dificultoso, ya que se agregaba la disminución de adherencia que proporcionaba el fortísimo viento lateral. No era para tumbarlas, pero al sacudirlas, nos hacía perder tracción. O al menos nos creíamos esa explicación. Salvo Tobhías con el Iguanomóvil con toda la "ferretería" a full (y muchos cojones el piloto), que lentamente se fue arriba, los demás no pudimos superar los 4440 msnm pese a los múltiples intentos.
Había que llegar a 4500 msnm para volver a condiciones “normales” de transitabilidad…
Game Over para casi todos a escasos 60 metros de desnivel. Rolo se bajó a sacar fotos y se fue caminando hacia arriba desafiando la altura y el viento. Me preocupé porque no me respondía a los llamados del VHF al perderlo de vista en el filo, atento a las ráfagas de viento que nos zamarreaban. Tobhías reporta estar en los 4600 y pico pero le indicamos que se vuelva a buscar a Rolo por las dudas y seguramente contra su voluntad, hidalgamente desanda sus pasos cuando al menos podría haberse asomado a la laguna. Según el guía, hubiera podido llegar a ver la laguna, pero solo, sin posibilidad que alguno del equipo lo asista ahí arriba, era muy riesgoso y las travesías son para disfrutarlas y no para salir en los diarios. Bien por Tobhías!!!
Tobhías, al regresar con mi copiloto, además de una muestra de satisfacción y amargura en su rostro, nos muestra como una puerta de Cherokee se puede convertir a giratoria por efecto del viento.
Sin duda con esfuerzo podríamos haber seguido, tal vez con los malacates pero ya estábamos en tiempo de descuento y no era racional arriesgar innecesariamente. Siendo las 15:00 abortamos el intento con todo el dolor del alma. Por anemofobia o eolofobia según Tonga, por prudencia, digo yo, el tesoro sumergido en la laguna seguirá allí por un tiempo. El momento más complicado de la travesía pasó como debía, sin ningún conflicto, lo que probó que este grupo merece intentar de nuevo irse al Cuerno. Sin embargo, no habíamos terminado, faltaba el premio consuelo.
Con la tarde por delante y en bajada, una confluencia 9 km en línea recta no se me iba a escapar así nomás, aunque hubiese una cordillera de por medio y la verdad que no me costó nada enganchar al grupo en la propuesta, que salvo Tonga y Rolo, no tenían idea de lo que les planteaba.
La bajada fue divertida y veloz. Veloz porque el GPS, las huellas frescas y la gravedad ayudaban y divertida porque al llegar a la laguna del Descubrimiento, nos asomamos y descubrimos que era un sólido bloque de hielo. Ver eso y salir a hacer “Chatas on Ice” fue instantáneo, lo mismo que sacar las eslingas y las alfombras para practicar “Culo-eslinga” a más de 3000 msnm. Increíble ver como tipos grandes nos divertimos como chicos ahí arriba, dándonos unos porrazos memorables por culpa de la fuerza centrífuga y el bajo coeficiente de rozamiento…
Seguimos bajando raudamente hasta volver al camino a La Brava, el cual retomaríamos por un trecho antes de volver al offroad para ir a la confluencia 29°S 69°O en la provincia de San Juan, la cual yace en el valle que habíamos visto desde el balcón de los 4200, 1000 metros más abajo desde nuestra posición.
Yo tenía un track filtrado que me habían pasado los visitantes anteriores, un grupo formado por mi habitual compañero confluenciero Pablo Anastasio, Eduardo Cinícola y otros próceres conocidos. Claro, ellos habían dado mil vueltas antes de encontrar la entrada al valle donde yacía la confluencia, lo cual nosotros evitamos analizando el dibujo que ellos habían hecho.
Todo era alucinante: los cañadones que cruzábamos, las montañas que nos rodeaban, el fondo del valle al que accedíamos. El grupo se contagió de mi entusiasmo y la búsqueda se volvió frenética, loca.
Tobhías, agrandado por su hazaña anterior, quiso desafiar la topografía y se nos escapó del grupo con la peregrina idea de ir en línea recta, sin considerar el desnivel abrupto que se le iba a aparecer de golpe, que por otra parte ya estábamos viendo desde abajo. Cuando pisamos el increíble barreal rojo a 7 km de la confluencia, Tobhías nos modula desde arriba, preguntando si se puede tirar porque él veía una suave pendiente….
Lo que él no veía era que terminaba en un acantilado que calculo tenía unos 200 o 300 metros verticales. Lo convencimos que se vuelva y nos espere por el camino. No supimos más de él hasta entrada la noche, lo cual fue un error, tal vez el único que cometimos.
La loca carrera a la confluencia siguió atravesando el barreal rojo y rápidamente llegamos al punto mágico. Puse la chata con el SPOT justo sobre la confluencia por más de diez minutos para asegurarme que transmitíamos exactamente desde allí, lo que efectivamente ocurrió.
Otra escena surrealista del viaje: cinco chatas (una compuesta por motoqueros conversos) y catorce personas festejando como locos por haber llegado a ninguna parte. Un bautismo de confluencias para once, ya que salvo Tonga, Rolo y yo, los demás eran todos nuevitos en la actividad. Marchen once nuevos socios al club de cazadores de confluencias !!!!!. El relato oficial aquí.
El regreso fue tranquilo, desandando el track que habíamos hecho. Alguna licencia propia de la distensión para cortar camino, me llevó a destalonar una cubierta delantera, lo que fue subsanado instantáneamente con el gato inflable y un matafuego. Fue la única incidencia del viaje, excepto la ansiedad por tener noticias de Tobhías con quien habíamos perdido el contacto.
Después de pasar por la mina abandonada donde se levantó a la moto que se había dejado allí, finalmente apareció la voz de Tobhías que se había adelantado bastante rumbo al puesto de Yuri.
El enlace a Las Cuevas y a Guandacol fue tranquilo, con una larga charla radial comentando cualquier cosa para entretenernos. Llegamos a la Hostería a eso de las 21:00 y nos juntamos para la Ultima Cena y despedirnos, ya que el martes cada uno volvería por su cuenta.
La última Cena fue genial porque Don Reinhardt , su esposa Elvira y su hija Sigrid, nos agasajaron con un chivito espectacular que fue el broche de oro de nuestra genial estadía en La Rioja.
Agradezco a todo el grupo la excepcional buena onda, que no es tan fácil de lograr cuando la composición es tan heterogénea. Sin dudas desde el punto de vista humano fue una de mis mejores experiencias con grupos grandes y compuesto por “desconocidos”. Lo que yampoco tengo dudas es que volveremos a buscar el tesoro de la laguna del Cuerno.