TRES VOLCANES EN MINIATURA
17 al 20 de Junio de 2011
5) HUMEDALES DEL SALADO-CHADILEUVÚ
Dado la avanzado de la tarde, trataríamos de arrimarnos a Limay Mahuida por el recorrido más corto, así que salimos a la RP16 por una huella desconocida para mí: subimos hasta el Puesto Los Ramblones y de allí bajamos por un cortafuego muy entretenido esquivando lenguas de lava volcánica; es muy sinuoso y de piso arenoso, da gusto manejar ahí. Por el camino pudimos verificar con tristeza lo que nos había dicho Don Felipe respecto a la sequía de los últimos tiempos.
Ya en la RP 16, que también es un ancho cortafuego, abrimos y cerramos multitud de tranqueras a toda velocidad y la única detención fue para fotografiarnos en la Salinilla, un salitral que otras veces lo habíamos visto inundado y ahora estaba completamente seco.
Nos corría el atardecer cuando cruzamos la RN 151 raudamente. LA RP 16 ahora se torna un poco sinuosa y de piso muy arenoso ya que va bajando desde la meseta basáltica a la cuenca del Chadileuvú-Salado. Ya casi de noche llegamos a la RP 104, donde la RP 16 se corta.
La RP 16 se terminó contra el monte cerrado y estimo que ni siquiera de día daba para intentar continuar por su traza teórica. Tenía marcado un track un poco más al sur que se entroncaba con nuestra excursión del 2008 cuando andábamos tras la confluencia 37°S 67°O, así que tomamos la RP 104 en su búsqueda, ya con noche cerrada pese a que no era muy tarde.
Al alcanzar el desvío apareció una fatídica tranquera con candado que nos dejó con las manos vacías. Miramos con detenimiento y en realidad estaban la tranquera y unos metros de alambrado a cada lado que, con un poco de ingenio, eran sorteables; sin embargo siendo de noche no nos pareció prudente meternos y terminar metidos en problemas.
Decidimos continuar hacia el sur hasta encontrar un lugar donde acampar y asar el cordero, abandonando la idea de ir a Limay Mahuida. Sin embargo unos km más a delante apareció una huella y un puesto con gente y nos metimos a preguntar si por allí se podía ir a Limay. Una atenta mujer nos dijo que efectivamente por allí se podía pero que la huella estaba muy pero muy fea y abandonada o sea música para nuestros oídos.
Sin pensarlo, avanzamos con la Pampa 02 a la cabeza, pechando espinillos y alpatacos y saltando por entre los surcos entrelazados que habían dejado los animales en sus arreos. Realmente era penoso avanzar y más de noche, pero sarna con gusto, no picaba. Pero después de un rato nos dimos cuenta que habíamos transformado el placer en tortura para Nippur y su JIII estándar, así que con todo el dolor del alma desistimos después de unos cuantos kilómetros de monte. la verdad que no era lo acordado para el viaje y entonces, nobleza obliga hubo que resignar en bien del grupo. La señora del puesto nos debe haber visto pasar de regreso y habrá pensado: Se los dije…
De nuevo en la RP 104 seguimos hasta que encontramos otro puesto con un claro en el monte detrás de unos corrales donde acampar y dada la hora, ni lo pensamos.
Mientras algunos armábamos las carpas y otros acondicionaban las chatas para dormir, Pablo se abocó a asar el cordero a fuego lento. El frío se comenzó a hacer sentir en serio y terminamos todos amontonados alrededor del fuego esperando que se termine de cocinar, bajo un cielo pletórico de estrellas como pocas veces se ve.
Antes de medianoche la jauría de travesistas se abalanzó sobre el pobre cordero y no sé como no quedó casi nada. Siempre había parecido un despropósito un cordero completo para ocho pero lo liquidamos casi todo, por supuesto regado con buen vino.
No quedó otra que irse a dormir…
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Buen día!
Amaneció bastante fresco, con una tenue helada. Siendo ya el día de regreso, rápidamente levantamos campamento y nos pusimos en camino después de desayunar.
Dejados de lado los últimos objetivos del viaje, es decir recorrer los humedales del Salado-Chadileuvú, solo quedaba seguir hasta la Ruta del Desierto, desviándonos en la RP 23.
Al pasar por el “borde” del Gran Salitral, que de vez en cuando intuíamos desde alguna lomada, propuse al grupo que de haber alguna huella de acceso nos asomásemos a conocerlo. Cuando ya casi habíamos pensado que no la hallaríamos debido a los alambrados, la huella apareció y por supuesto entramos.
Primero el monte, luego vegetación achaparrada y finalmente la hermosa y lisa superficie blanca del gigantesco salitral. Lo pisamos con cuidado para no encajarnos y descubrimos que debido a las bajas temperaturas de la noche estaba congelado. Notar eso y adentrarnos con cierta prudencia, fue un instante.
Nos arriesgamos un par de kilómetros hasta que vimos que al hacer piruetas debajo del barro congelado, estaba el clásico barro pegajoso de los salitrales que podía amargarnos el paseo, sobre todo si el sol empezaba aflojar la capa resistente.
Sacamos unas lindas fotos y nos preguntamos si tal vez aprovechando una madrugada helada no sería genial intentar atravesarlo de oeste a este alguna vez. Para pensarlo, ya que tiene un diámetro de unos 20 km.