Veníamos conversando con Matías (binlada) respecto a empezar el proyecto pero siempre teníamos un pero: la lluvia, dónde dejar los autos, el vehículo de apoyo, etc...
El domingo 26 a la noche nos hablamos y decidimos empezar, medio a ciegas. Iríamos el lunes bien temprano con el auto y las bicis, primero a buscar dónde dejar el auto sobre la RP06 y si encontrábamos un lugar seguro, hacer una pequeña prueba en el río.
Sin muchas ambiciones, cargué en el GPS el cauce del primer tramo del río reproducido desde el Earth Google, a sabiendas que dada la sequía, tal vez no fuera sencillo hallarlo sin ayuda tecnológica.
Matías se vino a mi casa andando en bici desde Bernal a Varela, como es habitual, y a las 8 de la mañana salimos rumbo a San Vicente por la RP53 y luego tomamos la RP06. Después del cruce con la RP16 empezamos a hurgar dónde dejar el auto y entonces sobre la mano izquierda una humilde casa de campo nos pareció oportuna. Nos arrimamos con el Hondita, estacionamos frente a la tranquera y llamamos a su morador golpeando las manos.
Nos atendió Don Cuevas, quien apenas le explicamos nuestras intenciones se interesó por el desafío y nos abrió la tranquera inmediatamente. Además de dejarnos estacionar el auto a la sombra, enseguida nos contó de la laguna donde el río nace y de las dificultades que enfrentaríamos para pedalear por ahí. Conocía la zona muy bien y si bien estaba muy entusiasmado con la idea, medio que nos desanimó.
Armamos las bicis y a las 9 en punto estábamos en marcha sobre la RP06 hacia Cañuelas con el objeto de tomar la calle vecinal que pasa por detrás de la laguna La Celina, al menos así figura en Google Maps.
Cinco kilómetros por la calzada en desuso de la RP06 y encontramos la calle que buscábamos, que salía hacia el sur. Una tranquila calle de tierra típicamente rural, con algunas arboledas y alguna que otra entrada de campo.
Tres kilómetros más adelante encontramos uno de los pequeños afluentes de la laguna, aunque ni vestigios de la misma, al menos desde la calle. Ahí empezaba mi track según recordaba, pero resulta que el viejo GPS Garmín 12 no encendía… la rpmqlp!!!!.
Lo había probado en casa antes de montarlo en la bici y estaba OK.. Se me ocurre revisar las pilas y por suerte había puesto una al revés. Sin GPS íbamos a tardar mucho en encontrar el cauce en un bañado seco, con el pastizal muy alto…
Saltamos el primer alambrado y empezamos a seguir el track que primero rodearía la laguna hasta llegar a su desagüe, el inicio del río. La laguna aún ausente.
Arrimamos a un bebedero de hormigón y allí apareció una especie de calle en el juncal que seguramente conducía a la laguna y nos metimos. 600 metros después de recorrer un paisaje lindísimo, una pared de juncos nos frenó pero nos dejó ver la laguna a lo lejos, digamos a unos 500 metros. La fuente del río existía !!!
Reculamos hasta el bebedero y continuamos por nuestro track circunvalando la laguna por terrenos parcialmente inundados que dificultaban bastante el pedaleo. De vez en cuando, aparecía una huella de animales que nos facilitaba un poco las cosas.
Algo curioso nos llamó la atención: un alambrado destruido por el tiempo mostraba una especie de zócalo de hormigón a lo largo de todo su traza: un trabajo enorme, pero para qué?. Luego Don Cuevas nos daría el dato que alrededor de esa laguna, muchos años atrás, los propietarios criaban nutrias blancas y con esas losetas, bastante enterradas, evitaban que se les escapen haciendo túneles. El alambrado no era de 7 hilos, sino uno de malla tipo olímpico, aunque más bajo. Nada de eso existe más, sólo los vestigios para los esporádicos curiosos como nosotros.
Al llegar al extremo este de la laguna, el desagüe apareció y con ello el inicio de nuestro proyecto: estábamos en las nacientes de nuestro río!!!! Nos llamó la atención que allí tenía bastante agua, seguramente por la cercanía de la laguna; no esperábamos eso a juzgar por los antecedentes de aguas abajo.
En esta parte no pudimos ir muy por la costa del río debido a los cerrados juncales pero tratamos de circular lo más pegados posible al mismo. Empezamos a cruzar alambrados y a notar que los campos tenían bastante ganado. Los alambrados con boyero requerían especial cuidado para pasarlos.
Un poco más aguas abajo el rió se secó y se volvió muy angosto, casi un zanjón. La reproducción del recorrido no podía ser mejor: ahora íbamos directamente por el cauce, con las únicas dificultades de sortear alambrados cada tanto y a veces pedalear en el barro.
De repente se hizo más barrancoso, con algo de agua en su interior. Tuvimos que salir y circular por las orillas, sobre altos pastizales. El paisaje campestre era hermosamente verde. Ya con el puente de la RP16 a la vista, encontramos una pasarela precaria que utilizan para cruzar los animales y por supuesto la cruzamos para jugar un poco.
De allí al puente carretero, las orillas se limpiaron y enseguida cerramos el primer tramo de seis kilómetros. Aunque el relato no lo parezca, nos llevó casi tres horas, lo que derivó en un merecido descansito para comer unas barritas de cereal y tomar un poco de líquido.
Antes de seguir río abajo fuimos a investigar el puente, que para nuestra sorpresa era totalmente de madera y pese a estar un poco vencido, podríamos decir que estaba en bastante buen estado. Debe tener muchos, pero muchos años…..
El éxito de la primera parte nos alentó a seguir hasta el próximo puente, sobre un camino vecinal que desemboca en San Vicente, a unos 4 km en línea recta. El río seguía su curso con poca agua pero bastante más salvaje que en el tramo anterior, al menos en el arranque. Los primeros dos km hasta llegar a una profusa arboleda que costea el río fueron muy duros, por el terreno desparejo, los altos pastizales y los mosquitos y los jejenes que nos espoleaban sin piedad.
Al llegar a la añosa arboleda, el río primero se ensanchó y luego se encajonó un poco y dando espacio a un hermoso paisaje con agua en el cauce y troncos caídos por doquier. Unas verdaderas postales.
Al salir de esa zona, el panorama se abrió y el próximo puente carretero ya lo vimos a lo lejos. Pasamos varios alambrados más y la maleza recrudeció un poco, pero al llegar al puente, casi cuatro horas después de salir, un césped recién cortado nos regaló espacio para descansar un poco. El puente de los Cuatro Pilares, así lo bautizamos como referencia, estaba frente a nosotros y con esto culminábamos la primera etapa de nuestro plan.
Buscamos el regreso más corto a través de los caminos vecinales para recuperar el auto y lo hicimos a través de un intrincado zigzag. Por el camino nos llamaron la atención unos grandes hongos blancos y por supuesto que paramos a investigarlos, ya que si eran comestibles quedaba como un duque en mi casa, pero no lo eran.
Al llegar a lo de Don Cuevas, cinco horas después de la salida, nos quedamos un buen rato charlando con él, quien no podía creer lo que habíamos hecho. Vamos a volver a visitarlo para sacarle más datos de la zona, ya que sin duda la conoce muy bien y nos puede ilustrar acerca de muchas cosas para descubrir. Además le llevaremos una botellita de vino para compensar su buena voluntad y amabilidad.
Nos despedimos y nos fuimos a casa, contentos de haber iniciado el proyecto y con la mente puesta en la segunda etapa
Continuará….
Pampa
Marzo 2012