DE VOLCANES Y BUITRERAS
UN RECORRIDO EXTRAÑO MERODEANDO EL PARALELO CUARENTA Y DOS
10 al 17 de Octubre de 2015
LUNES 12 : PINCELADAS DE LA TROCHITA Y VOLCANCITOS IGNOTOS
INGENIERO JACOBACCI - FUTA RUIN - MAMUEL CHOIQUE - AGUADA TRONCOSO - CERRO MESA - PUENTE RIO CHICO LA TROCHITA - VOLCANCITOS DEL PARALELO 42
Nos levantamos temprano a desayunar con la novedad que todos teníamos una ó más cubiertas en llanta. La meseta nos había tratado bastante bien pero se ocupó de dejarnos su recuerdo en los neumáticos: al inflarlas y verificar con agua jabonosa los laterales eran pequeños coladores que no justificaban emparcharse por la lentitud del desinfle. El "mordisco" a la meseta nos había sacado algunos dientes pero era algo previsible.
Tuvimos que comprar esos aerosoles de parchado rápido por si acaso, aunque no obstante alguno, como Claudio, tuvieron que recurrir a los tarugos en masa...
Aprovechamos para aprovisionarnos de cosas frescas, hacer una visita obligatoria a la mítica estación bitrocha de Ingeniero Jacobacci para luego salir por la RP6 a hacer un poco de arqueología ferroviaria para después meternos en los escoriales del paralelo 42 con la esperanza de poder acampar dentro del cráter de alguno de los mini volcanes.
La RP6 estaba inusualmente sin serrucho molesto, lo que nos permitió circular sin problemas. Pasando Ojo de Agua, hicimos un breve desvío para tratar de ubicar una parada de la Trochita llamada Futa Ruin, cuya posición era coincidente en varios mapas.
Una tranquera sin candado, una huella que nos llevaba derecho al sitio nos dio la esperanza de hallar algo. Sin embargo, al llegar a las vías no encontramos un solo vestigio que denotara su presencia en el pasado con la sola excepción de un casco de una estanca cercana que podría haber sido el motivo de esa parada: no había restos de escombros, ni andén, ni desvío ni nada, pero la menos lo intentamos. Recorrimos un kilómetro hacia ambos lados y nada.
En mi caso no me desvié porque ya conocía Mamuel Choique pero algunos de los del grupo no y aprovecharon para visitar el pequeño cementerio de trenes del pequeño poblado.
Más adelante en la RP6 ahora el objetivo era ir por otra parada esquiva de la Trochita: Aguada Troncoso. A diferencia de Futa Ruin todos los mapas la ubicaban en lugares distintos y muy dispersos, por lo que optamos por subirnos a las vías y recorrer palmo a palmo para tratar de encontrarla dentro del área que suponíamos. En esta zona la traza ferroviaria hace grande curvas y contra curvas para ganar altura lo que le dando un aspecto interesante. A poco de andar, en uno de los rulos, encontramos un apartadero con cambio de vías, un aljibe y restos de una demolición: no podía ser otro sitio que Aguada Troncoso el cual no coincidía con ninguna de las coordenadas de los diferentes mapas. La más cercana era la que se leía del IGM.
Por allí pasaba una huella que se dirigía a un puesto y para verificar que efectivamente era el lugar que buscábamos nos dirigimos a él para preguntar. Mientras recorríamos la huella, descubrimos el profundo cañadón que aloja el cauce de la Aguada Troncoso geográfica. El puestero, sorprendido de nuestra presencia, nos confirmó que efectivamente esa era la parada de la Trochita que queríamos. Una figurita difícil de la ferroarqueología había caído…
Si bien yo ya lo conocía de otro viaje confluenciero, entramos al poblado de Río Chico aunque lo hicimos por la “puerta trasera”: cruzamos el puente de la RP6 y luego llegamos vadeando el río al centro de pueblo, justo frente a la estación, que se llama Cerro Mesa.
Allí hay varias formaciones abandonadas donde dimos rienda suelta a nuestros espíritus de niños, por ejemplo corriendo por los techos de los vagones, como en las películas del oeste. Vistos de cerca los vagones de la Trochita parecen de juguete.
Era cerca de mediodía y se imponía el almuerzo, por lo que decidimos arrimarnos al puente y al túnel del río Chico por donde pasa la Trochita, un lugar que hace algunos años sirvió de escenario para hacer lo mismo.
Pese a conocerlo, es realmente muy lindo y valía la pena volver a visitarlo que el resto del grupo lo conociera. El cañón por donde hicieron pasar la traza es increíble, con el río allá abajo y el puente embocando en el túnel.
Después del almuerzo, llegó la hora de pasar a la fase eruptiva: el paralelo 42 con su escorial y su puñado de pequeños conos volcánicos nos esperaba.
Una leve e intermitente falla en la alimentación eléctrica en Pampa 02 nos preocupó un poco, pero no le dimos mucha importancia porque era esporádica y parecía un problema derivado del sensor de proximidad de la alarma.
Vadeamos otra vez el río Chico y luego por su margen este bajamos hacia el sur por una huella que discurre por los altos acantilados del cañadón que lo contiene hasta que apuntamos al sudeste donde se recortaban los conitos volcánicos.
La estepa patagónica fue dando paso a un escorial que parecía un archipiélago de islas de lava donde como dentro un laberinto íbamos avanzando más o menos de acuerdo con los tracks dibujados en el escritorio de casa. Había una tenue huella que cada tanto desaparecía pero que nos fue conduciendo a uno de los pequeños complejos eruptivos. La idea era ver si nuestro próximo campamento se hacía dentro de un cráter y hacia allí fuimos.
En las cercanías del cráter, encaramos la pronunciada pendiente y con esfuerzo, pusimos las chatas en el labio del cráter, una sensación única. Antes de tirar las chatas adentro bajamos a pie para ver si valía la pena y si se podía acampar allí.
Realmente estaba lleno de piedras y había muchísimo viento por lo que decimos no bajar, aunque valió la pena entrar allí para ver el “panorama desde el centro de un cráter”. Como leerán más adelante, menos mal que no nos tiramos…
Decidimos avanzar un poco más hacia otro complejo de conitos volcánicos unos kilómetros más al oeste para lo cual debíamos rodear este primer cráter por el sur. En plena trepada y sin aviso Pampa 02 se planta y no quiere arrancar más. El aviso intermitente se confirmó: algún kilombo eléctrico había.
Primero desconectamos la alarma pero nada. Entonces verificamos si llegaba nafta a los inyectores y comprobamos que ese era el problema, ya que investigando un poco más no se sentía que la bomba de combustible funcionase, adentro del tanque, no funcionaba.
No me preocupé mucho ya por experiencias anteriores llevo bomba de repuesto, así que sin dudar bajamos el tanque y la cambiamos. Antes de colocarlo de nuevo, probamos y andaba perfectamente, así que pusimos todo en su lugar como si nada hubiera pasado.
Al intentar arrancar de nuevo, todo muerto, incluyendo todas las luces de la chata… Y ahora ?????
Ya se estaba haciendo tarde, había un viento muy fuerte, amagaba tormenta y el apuro es mala compañía cuando uno está en problemas, por lo que decidimos buscar un lugar al reparo, armar el campamento, comernos el guiso de lentejas que Pablo nos venía prometiendo, tomarnos unos vinos y mañana temprano ver lo que había pasado.
Me remolcaron un poco hasta un lugarcito reparado del viento despejado de piedras y armamos el campamento, juntamos leña para un fogón y traté de olvidarme del problema por una noche, lo que pude lograr por enorme compañerismo reinante en el grupo.
La buena onda ni siquiera pudo ser atenuada por la llovizna que nos envolvió en plena cena de guiso de lentejas. Ya estábamos más que satisfechos con el guiso cuando Anabella se puso a preparar un en el disco de arado un revuelto con cebollas, papa rallada y pollo. Lo empezó haciendo para ella pero terminamos agrandándolo para volver a comer todos un exquisito segundo plato gourmet. Bien Anabella por la iniciativa!!!
Cansados nos fuimos a dormir. En mi caso preocupado por resolver el problema el día siguiente, pero eso no impidió un sueño reparador.