SECRETOS DE LA REMOTA MESETA DEL CANQUEL
10 al 16 de Agosto de 2016
VIERNES 12 DE AGOSTO DE 2016: LA INVASIÓN A TERRITORIO BOER
VILLA DIQUE AMEGHINO - LAS PLUMAS - LOS ALTARES - ANTIGUO PASO DE INDIOS (LA HERRERÍA) - ESTANCIA LAS VÍBORAS - ESTANCIA LA CASCADA - TERRITORIO BOER
Pese a la fría mañana, nos propusimos salir temprano y lo hicimos. Solamente nos demoramos un poco por la inevitable tentación de sacar fotos desde el coronamiento del dique Ameghino, el cual ofrece postales imperdibles hacia el lago y hacia el pueblo.
Tomamos la RP25 primero en dirección a Las Plumas, mientras comentábamos por radio por enésima vez la epopeya del Ferrocarril Central del Chubut acicateados por los restos visibles del terraplén que todavía perduran. Linda travesía en bici sería recorrerlo de punta a punta.
Después de Las Plumas entramos en la parte pintoresca de la RN25 que bordea el río Chubut la cual resulta un festival para el ojo. La mayoría somos veteranos de su traza pero nos deslumbra cada vez como si fuera la primera.
Mientras disfrutábamos de los paisajes, un par de anécdotas de viaje antes de llegar a Los Altares:
Nos pasa raudamente una chata blanca con un perro en la caja; pocos kilómetros más adelante encontramos un perro igual al que estaba en la caja, como perdido en el medio de la ruta. Nos dio el pobre perro lástima y paramos a auxiliarlo mientras Elsa salió a fondo a perseguir la camioneta que lo había perdido…
La cuestión que el perro estaba muy agitado, pero no tenía lastimaduras (imposible si se había caído de una chata a más de 100 km/h salvo que fuera un perro biónico) y tampoco se veía algún puesto cercano. El perro, súper manso, se encariñó con nosotros mientras Elsa al rato nos informa que la chata blanca en cuestión seguía teniendo el perro a bordo y confirmó que era idéntico al que estaba con nosotros. Habrá sido clonado????
Finalmente lo dejamos donde lo encontramos y seguimos viaje pero dejamos al perro y a los pocos kilómetros encontramos una Grand Cherokee tirada en la ruta con una familia desesperada y paramos a darle una mano, lo que terminó con una remolcada hasta Los Altares ya que no hubo forma de arrancarla.
En Los Altares paramos a reaprovisionar combustible y mientras tanto Darío se ocupó de averiguar datos de la zona ya que hace unos años estuvo varios días por acá y conocía hasta los perros.
Allí nos entusiasmamos con un atajo offroad a la ex RN25 (hoy RP53) que salía hacía el sur poco antes de Los Altares. Gente conocida de Darío nos informó que no había tranqueras con candado y que se podía ir por ahí, con lo cual evitábamos ir hasta Paso de Indios por la RN25 y luego desandar otros tantos por la RP53 para arrimarnos a la meseta del Canquel.
Encaramos el atajo por una tranquera abierta y el panorama era excelente pero…
por la radio, el último de la fila llama diciendo que el dueño del campo nos perseguía y que no quería saber nada de nuestra intromisión. Nos volvimos a parlamentar pero no hubo caso de convencerlo que nos deje pasar, pese a que descubrimos que quien nos había alentado a entrar era su cuñado y a que Darío conocía a la madre del dueño. Su argumento era que no le habíamos preguntado a él y que de haberlo hecho nos habría dado permiso (¿?); pocas veces nos pasó algo así siendo que no nos habíamos mandado sin averiguar y que en realidad no teníamos chance de saber que él era el dueño y dónde estaba. Medio molestos por la situación volvimos al plan original y retomamos la RN25 rumbo a Paso de Indios preguntándonos si este viaje no estaría signado por propietarios quisquillosos…Mientras nos dirigíamos a Paso de Indios veníamos relojeando algún otro atajo de puros cabezas duras y encontramos otro sin tranquera que parecía ir hacia nuestro destino. Nos adentramos unos cuantos kilómetros, nos empezamos a divertir con algo de offroad pero la verdad que no nos llevó a ningún lado y tuvimos que volver.
Teníamos un dato acerca de la ubicación original del antiguo Paso de Indios y decidimos ir a buscarlo antes de internarnos en la meseta del Canquel. Allí el río Chubut discurre por un ancho valle plano y se abre en varios brazos, lugar ideal para un vadeo.
Una huella borrada por las crecidas del río nos llevó hasta un lugar donde había vestigios de algunas construcciones y de unas vías tipo Decauville que seguramente se usaban para arrimar las cargas a un embarcadero sin peligro de encajarse; en la ribera de enfrente se aprecia un torno a manivela que seguramente se utilizaba para arrastrar las carretas cuando vadeaban el río o bien para traccionar algún tipo de balsa. El aspecto del cauce del río, pese a que en ese momento estaba bastante crecido daba idea que ese era un buen sitio para un fácil vadeo y entonces seguramente fue un punto de encuentro para las caravanas que iban del mar a la cordillera. Así nació el primer Paso de Indios o La Herrería, el cual luego se trasladó unos quince kilómetros más al oeste a su actual ubicación cuando se trazó la RN25.
Al salir del lugar, Hugo tuvo un pequeño inconveniente que nos obligó a una difícil maniobra para rescatarlo, por suerte sin ningún daño.
Al salir otra vez a la RN25, otra huella hacia el sur nos tentó para “acortar” camino y nos metimos; estaba muy poco transitada y cortada por los cursos de agua temporarios, pero iba en la dirección correcta. Si nos salía bien, “ahorrábamos” unos 20 kilómetros.
Si bien daba muchas vueltas, se iba acercando a la RP53 sin solución de continuidad y sólo una tranquera con candado podría impedir concretar el atajo. Los paisajes eran muy lindos y cuando la RP53 apareció, comenzamos a bordear un alambrado que nos intranquilizó; por suerte desembocó en una tranquera abierta y así nos subimos a la RP53 sin pasar por el actual Paso de Indios, puesto que con el viejo nos había alcanzado.
La RP53 actual no es más que la vieja RN25: sus viejos mojones de hormigón contando la distancia al Km 0 frente al Congreso en la Ciudad de Buenos Aires lo confirman. Teníamos tres posibles accesos a la estancia La Cascada desde allí, pero los dos primeros fracasaron por tranquera cerrada o por negativa de los puesteros (Uno nos recibió muy amablemente pero con una escopeta en la mano…) por lo que tuvimos que ir al acceso público en el km 1800 de la ex RN25.
Ese camino vecinal está bien demarcado y pasa hilvanando estancias en su derrotero al sur; empezamos a divisar nuestro objetivo: la enigmática meseta del Canquel. La idea era hacer noche en la estancia La Cascada, ya que Darío había contactado al dueño y nos estaría esperando.
La cuestión que con todas las peripecias del día, pese a no haber hecho muchos kilómetros, se nos hizo de noche antes de llegar a La Cascada y para colmo con Darío nos retrasamos porque pasamos a visitar al dueño del campo “Las Víboras”, Gerardo Pérez, que a su vez es el suegro del dueño de “La Cascada” a quien había conocido en su viaje anterior para dejarle una foto de recuerdo de aquella visita.
Como la visita a los Pérez seguro nos iba a demorar, Darío por VHF comentó al grupo cómo venía la mano para que cuando llegasen se presenten en la estancia "La Cascada", pero como verán, los muchachos entendieron cualquier cosa…
Alertado por media docena de chatas invadiendo su propiedad de noche donde rara vez llega más de una, alguien que ya estaba durmiendo, se levantó sobresaltado y le salió al cruce desconfiado a “recibir” a los adelantados.
Pablo le quiso explicar que veníamos con el permiso del dueño de la estancia, pero resulta que el dueño era el obligado anfitrión, así que la recepción no fue de lo mejor. Insistió Pablo: “Pero venimos de parte de Don Buty Myburgh”. La nueva respuesta fue: “Buty soy yo…”
Al borde de que los saquen a patadas, el mismo Buty empezó a preguntar y atando cabos finalmente dedujo que venían a través de Darío, que efectivamente le había avisado a través de su hijo que vive en Trelew. Una vez que se convenció, abrió sus puertas de par en par y ofreció un galpón para armar las carpas y una vieja matera para podamos cocinar. Aclaro que hacía un frío de cagarse.
Mientras tanto, Darío y yo llegamos y se terminó de aclarar la extraña situación. Tan contento estaba Don Buty de las inesperadas visitas que hasta se trajo una motosierra para que cortemos leña para cocinar y se olvidó que se había ido a dormir y se quedó largo rato charlando con todos nosotros.
El día finalizó armando un campamento en propiedad horizontal dentro de un galpón y con quien escribe cocinando un abundante pollo al disco en la matera, donde compartimos una cena memorable entre amigos. La “invasión” a territorio Boer se había concretado exitosamente.