EXPEDICIÓN AGUA POCA: LA CUARTA CONFLUENCIOTERAPIA
DIA 1: CONFLUENCIA 37°S 67°O Y CAMPAMENTO
Parte 2
Un delta interior pero sin agua - La confluencia 37°S 67°O - Cerro Colón - Un atardecer inolvidable - Campamento en el manantial Agua Poca - QSO en 80 metros - El guiso de lentejas más rico que he comido
Dejamos la misteriosa tapera siguiendo viejas huellas no transitadas hacia el oeste; casi en la vertical del meridiano 67, apareció una tenue bifurcación hacia el norte que Pablo había visto en Google Earth. Estábamos a mas de 20 km de la confluencia; la huella, muy vieja y abandonada se convirtió en algo inigualable ya que se internó en lo que muchos años atrás fue el humedal del Salado, una especie de delta interior que desapareció de la mano de la agonía del Atuel, “desangrado” en Mendoza para propósitos de riego.
Pero este humedal seco es algo fantasmagórico ya que conserva vestigios de vegetación de humedal en un ambiente completamente seco; es realmente muy extraño y vale la pena conocerlo. Agradecimos los candados en Paso de los Cojudos ya que nos permitieron vivir el enigma de la tapera y ahora conocer este increíble hábitat. En algunos lugares hay médanos como los de la costa atlántica que el viento trasladó sobre nuestra huella y debimos atravesarlos. Desde la cabaña de Paso de los Carros hasta aquí, por mas de 40 kilómetros de senderos no vimos a nadie humano, sólo algunas vacas cerca del río.
A la altura de la traza imaginaria de la ruta 16, apareció un puesto con un anciano al que consultamos y con dificultad nos dio algunas indicaciones para ir a Árbol de la Esperanza siguiendo un sendero que pasaba por el costado de su rancho. No tenía vehículo alguno y nos dijo que sólo lo hacía a caballo. Y era cierto porque la huella que nos recomendó, su contacto con la civilización, directamente no tenía marcas visibles de vehículos, lo que denotaba mucho tiempo sin tránsito puesto que por aquí llueve poco y las marcas se conservan por mucho tiempo. Para nosotros era fantástico, ya que el recorrido se transformó en puro offroad, en muchos casos circulando por zonas de médanos de arena suelta en el medio del monte.
Arenosas huellas en el medio del monte
A 5 kilómetros de la confluencia, retomamos el track que nos habían interrumpido los Cojudos y llegamos a arrimar a 2.3 kilómetros de la misma con las chatas. No se justificaba meternos en el monte con los vehículos ya que arriesgábamos las cubiertas, así que emprendimos la caminata.
Los cinco aventureros, con un principiante de confluencias, marcamos el waypoint de salida y nos metimos en el monte, el cual, de piso arenoso, estaba tapizado de pisadas de animales (avestruces, perdices, gatos monteses, jabalíes y vacunos) aunque salvo las perdices, no vimos físicamente ninguno. Tal vez acechaban su próxima comida ……
Perdices y hormigueros
Huellas de avestruz y de gato
montés
Avanzando hacia la confluencia, comentando el
recorrido.....
Al cabo de un rato de una interesante caminata, alcanzamos la confluencia y previa danza respectiva, conseguimos localizar el punto exacto y festejar la primera conquista del viaje, junto con el bautismo confluenciero de Ricardo.
El GPS mostrando el logro de la confluencia y la
foto del lugar exacto
Los cazadores y una vista general de la confluencia
misma
Debido a la demora introducida por el rodeo rehicimos nuestros planes y entonces decidimos apuntarle a acampar en el manantial Agua Poca en lugar de ir a intentar directamente la 37°S 68°O como teníamos planeado, ya que estaba bastante entrada la tarde. El camino más corto era la “ruta 16”, un cortafuego que el puestero anterior nos dijo que podía estar interrumpido por alambrados y que no convendría intentarlo por ese motivo así que había que seguir hacia el norte hasta encontrar algo que nos llevase al oeste donde podríamos interceptar la ruta 104 y a partir de allí por camino conocido subir a la meseta basáltica.
Saliendo a la ruta 104 por puro
desierto, sólo transitado por animales (nosotros incluidos)
Inmensas
planicies, otrora en algún tiempo remoto inundadas
La salida discurría por entre médanos
Hasta que
aparecimos en la RP 104
Así fue y después de muchos rodeos la encontramos junto con un atardecer excepcional sobre el vasto salitral eso que oficiaba de antesala del cerro Colón, famoso por las cuevas donde se habría escondido el célebre Bairoletto.
La silueta del
cerro Colón recortándose en el horizonte
Con más tiempo hubiera sido interesante tratar de atravesarlo pero ahora no estaba en nuestros planes por una cuestión de tiempo. La ruta 104 nos llevó a la ruta 16 y de allí en adelante, por camino conocido, nos aburrimos de sacar fotos increíbles del atardecer. Y sino, vean que hermoso diseño para un juego de Rayuela saltando desde la "Tierra" al "Cielo":
LA TIERRA
EL CIELO
Se hizo de noche antes subir a la meseta basáltica pero como ya teníamos los tracks del viaje anterior no fue problema encontrar la entrada al entonces deshabitado Puesto Agua Poca y poco más adelante el manantial donde pensábamos acampar.
Buscamos un lugar sin piedras, acomodamos las chatas, armamos las carpas y mientras Sebastián calentaba el guiso de lentejas con que nos deleitaría para cenar, Pablo, Ricardo y Matías juntaron leña y prendieron un fogón para sacarnos el frío, que era más o menos intenso, aunque no era tan grave debido a que no había viento.
Un fueguito para matar el frío
Campamento
nocturno en el manantial Agua Poca
Eran casi las once de la noche cuando instalé mi estación LU7ESR/U y en la banda de 80 metros traté de hacer algún comunicado desde el medio de la nada. Después de insistir un buen rato, conseguí que un colega de Buenos Aires, Osvaldo, titular de la LU7COS me responda y pudimos entablar un emocionante diálogo, sobre todo porque casi un año atrás, desde la estación fija de mi casa había hablado con él, comentándole de mi pasión por el Oeste pampeano y le había hablado de este viaje, así que imaginen mi alegría.
CQ 80 metros, CQ
80 metros, CQ 80 metros, LU7ESR/U practicando una llamada general, se agradece
respuesta
El recuerdo del
comunicado con Osvaldo (LU7COS) que gentilmente respondió el llamado
Era temprano, apenas las 23:30 del viernes, casi veinticuatro horas desde que habíamos salido desde Florencio Varela, sin dormir nada de nada, pero no nos dábamos cuenta. Un día intenso y alucinante nos había mantenido frescos como una una uva.
Después de cenar un balde (si, un balde de guiso de lentejas, donde las lentejas eran la excusa, ya que tenía de todo) y de tomarnos un par de botellas de vino, nos acostamos y dormimos como osos polares hibernando, pese a que la sucesión de extraños ruidos provocados por el guiso cada tanto rompían el profundo silencio del campamento…..
El famosísimo
guiso de Sebastián