DIA 11: Martes 31 de Enero de 2006 –   MECANIQUEANDO EN LA RUTA Y UN ASADO A LAS DOS DE LA MAÑANA

                La noche pasó rápido por la ansiedad del nuevo destino. Habíamos quedado que a las 8 de la mañana salíamos, así que a las 7:30 ya habíamos cargado todo en la camioneta para un día de campamento fuera de La Oriental con todo lo que implicaba: carpa, bolsas de dormir, algo de comer, abrigo, cañas de pescar, etc. El campamento base y el trailer los habíamos dejado bien ordenados para el regreso.

                Al ir a verlo a Eduardo para que me venda el combustible extra que necesitaba, me pregunta por el trailer.

                Lo dejo acá y lo vuelvo a buscar después - le contesto.

                Me parece mejor que lo llevés así no tenés que desandar el camino, total lo dejamos en alguna estancia amiga, pero tenés que apurarte.- me ofrece Eduardo.

                La oferta era tentadora, pero implicaba desarmar el campamento base y meter todo en el trailer en tiempo récord. Teníamos la experiencia previa del vadeo del río Eléctrico, así que manos a la obra. A las 8:30 estábamos listos para salir. Dios sabe cómo hicimos tan rápido.

                El camión que iba a traer la leña, un viejo Dodge D400 color naranja, había salido al alba para ir ganando tiempo conducido por un sobrino de Eduardo, mi tocayo Sergio y un pintoresco peón, Don Montiel.  

                Salimos de La Oriental junto con la familia de Eduardo en su Toyota desandando el camino de ingreso al parque a toda velocidad. A unos 20 kilómetros de Las Horquetas encontramos el viejo camión detenido sobre la ruta: hacía como dos horas que estaban ahí. Enseguida, Eduardo se calzó un mameluco enorme. Vamos a “mecaniquear” un rato. - nos dijo y, como si nada, se puso a desarmar palieres y diferenciales para ver porqué no tenía tracción. Los Sergios lo ayudamos. Mi valija de herramientas sorprendió a los Lada, ya que lo que pedían lo tenían. Como siempre me ocurre.  

                 Al cabo de un rato, después de una montaña de piezas sueltas, se descubrió que una maza se había roto: no se podía reparar allí ya que había que soldarla en algún taller.

                Rápidamente se decidió que Eduardo se fuera en la Toyota hasta Gregores a repararla y mientras, los Sergios rearmábamos todo lo que se podía. La esposa y la hija de Eduardo, Gloria y Rocío, junto con mi esposa y mi hija, Adriana y Daniela, lo acompañarían a Eduardo, así no se aburrían, ya que el operativo llevaría no menos de cuatro horas: estábamos a casi 100 kilómetros de Gregores, por ripio.  

                Los Sergios, Pablito y Montiel nos quedamos y, con paciencia, volvimos a poner en su lugar todo lo que se había desarmado, lo que nos llevo más de una hora.

                Después estuvimos cuatro horas más esperando, hasta que Radio Nacional Gregores, a través de los clásicos “Avisos al Poblador”, nos trajo la noticia que ya estaban en camino, con el problema solucionado. Simpático el noticiero, que es el único medio que muchos puesteros tienen para comunicarse entre sí en el medio de la nada. Los avisos son de lo más variados, entre trágicos y divertidos.

                Mientras esperábamos hicimos de todo: tomamos varios litros de mate, cazamos dos piches, escuchamos las historias de la zona contadas por el simpático Montiel y hasta dejamos un nuevo Geocaché, con un pedazo de la pieza rota del camión, para que alguien se ocupe de encontrarlo si después de leer esto, alguna vez visita el Parque Perito Moreno. Espero esa noticia. Las coordenadas WGS 84 son 48° 07.797´S 71° 23.159´ W.

                Finalmente, llegó la nueva maza (increíblemente Eduardo encontró una igual en un chatarrero de Gregores) la colocamos con bastante dificultad y a eso de las 6 de la tarde, el camión se puso en marcha. Habíamos terminado de mecaniquear (dícese del arreglar como se puede en la ruta para poder seguir). Hubo alguna duda respecto a volver a La Oriental o seguir, que rápidamente se disipó, ya que no soy de dejarme convencer fácilmente cuando quiero algo. A ver si después se pinchaba la aventura.

                El camión, ahora manejado por Eduardo arrancó como una exhalación y debo confesar que me costaba seguirlo con el trailer. Llegamos a Las Horquetas y comenzamos a retroceder hacia el oeste por la margen sur del Rio Belgrano por la ruta provincial 35. La tarde empezaba a languidecer y a bajar lentamente la noche, mientras seguíamos al camión. 

                Al llegar a la Estancia Leubucó, antes de cruzar el río Lista, Eduardo me indica que es lugar donde dejar el trailer, atrás de una tranquera. En el apuro, al desenganchar dejé el cortaplumas arriba del paragolpe y cuando me di cuenta, unos kilómetros más adelante ya era tarde.  

                La noche cayó antes de desviarnos al noroeste por la ruta provincial  81, que pasa frente a la conocida Estancia Alma Gaucha. El camino se hizo sinuoso y cada vez más borroso, siguiendo el cauce de un río. No se veía nada y seguíamos ciegamente a Eduardo, que sin duda conocía por donde ir. Una serie de vados y una huella despareja, que de noche parecía aún peor, nos introdujo a lo que parecía un espeso bosque de enormes lengas, alguna de las cuales, caídas, debimos rodear porque cortaban el camino. A las dos de la mañana dejamos el camino internándonos en el bosque hasta un claro, donde armaríamos el campamento. Estábamos muy cansados después de un largo día y ni siquiera sabíamos dónde estábamos.  

                 Armamos las carpas y cuando parecía que todo había terminado, yéndonos a dormir, Eduardo nos sorprende diciendo: “Traje un costillar hasta acá y tengo hambre, así que a juntar leña para prender el fuego”. Dicho y hecho. Una hora después terminamos comiendo uno de los más ricos asados de mi vida, en un lugar que me recordaba a Lothlorien, ese bosque encantado habitado por los Elfos, en El Señor de Los Anillos.  

                Tan bueno y apacible estaba el lugar, que Pablito y yo sacamos las bolsas de dormir de la carpa y elegimos dormir a la intemperie, sobre el mullido pasto. La cantidad de estrellas que había en la noche era impresionante. Ni frío hacía. Había que probar la sensación que el sol en la cara te despierte por la mañana.  

                En el mapa, el recorrido del día