En el extremo sur de las Salinas Grandes
dejamos la provincia de Córdoba para entrar a la simpática La Rioja, donde la
Policía ha perfeccionado el método del mangazo llevándolo a un estado de
amabilidad total: no sólo no te “inventan” irregularidad alguna, sino que te
preguntan en chiste como te trataron los “molestos” colegas cordobeses y con una
sonrisa en la boca te piden para el cafecito. Tan amables son que hasta no te
molesta tirarles algo (un dos o un cinco, no más) y hasta no se enojan si les
explicás que se te acabó el cambio porque pasaste por el mismo ritual en todas
las camineras anteriores, en todos los pueblos. El próximo paso creo que será
darte vuelto o un comprobante para evitar la molesta justificación. Calidad
Total!
Ya en La Rioja, este ramal del Ferrocarril
Belgrano está completamente abandonado, aunque en la mayor parte del trayecto,
con sorpresa, comprobamos que las vías están en su lugar. Era un ramal de cargas
livianas a juzgar por el tamaño de rieles, durmientes, terraplenes y
alcantarillas; en algunos tramos, a la distancia, parece de juguete.
Se suceden pequeños poblados, a los que
ingresamos prolijamente uno por uno visitando sus abandonadas instalaciones
ferroviarias, que hacen juego con la actividad del lugar. CASTRO BARROS y CHAÑAR
son el ejemplo viviente del abandono, verdaderos páramos polvorientos en el seno
de los llanos riojanos.
