Entre la RP29 y la RN02 hay casi 24 km de río, la novedad es que el cauce discurre por dentro de propiedades privadas y no hay un solo camino público que llegue a sus riberas. Curiosamente después de la profusión de puentes en el tramo anterior, en éste no hay ni uno; también curiosamente en sus extremos hay dos puentes de cada lado: en la RP29 están el carretero y el del ferrocarril y en la RN02 la Autovía tiene uno para cada carril.
Sin saber las características del terreno, 24 km offroad podía ser demasiado para hacerlo de una sola vez y por otra parte requeriría de algún par de sacrificados que nos hagan el aguante yéndonos a buscar para reunirnos con los vehículos.
Para evitar lo anterior, hicimos un poco de inteligencia previa y una tarde de domingo, mapas en mano, fuimos con mi amigo Coco a investigar con la chata la posibilidad de ingreso al sector medio del recorrido a través de algún campo privado. Teníamos un par de opciones tanto por el sur como por el norte del río. Por el norte no me convencía porque nos obligaba al vadeo del normalmente caudaloso Abascay, así que probamos primero por el sur. Y nos costó nada encontrar la excelente predisposición de la familia Hita, de la estancia La Siempre Viva, para franquearnos el acceso.
Entramos cautelosamente a la estancia, que posee un acceso con una arboleda más que centenaria de un par de kilómetros de longitud y allí nos atajó alguien que vino a ver que hacíamos por ahí. Le explicamos de nuestro loco propósito, le interesó y nos invitó a pasar a su casa para charlar con su hijo Enrique.
Él nos contó que la estancia data de 1834, que ahora está bastante subdividida por las sucesivas sucesiones de la familia y que el río es bastante traicionero porque pasa de la sequía a la inundación sin avisar. Al consultarlo por la desembocadura del arroyo Abascay nos dijo que quedaba dentro de su propiedad.
La cosa es que nos autorizó a entrar al río por allí entonces decidimos dividir en dos el río comprendido entre la RP29 y la RN02, usando la desembocadura del Abascay como pivote, dejando las chatas allí. Sólo había que poner la fecha.
Como curiosidad, durante el regreso, la interminable Suzuki Vitara Pampa 01 cumplió su primer joven cuarto de millón de kilómetros.
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El mes de Mayo fue particularmente lluvioso y pese a nuestras ganas de ir a pedalear el tramo, al consultar por teléfono cada día anterior, desde la estancia nos decían invariablemente: Vengan si quieren pero se van a embarrar hasta las orejas. Lo postergamos tres veces.
Al final el domingo 3 de junio, tres semanas después del primer contacto con la estancia para obtener el permiso, nos encontramos a las 10:30 en la estación de Jeppener para ir en busca del río. Otra vez siete locos, seis reincidentes (Elsa, Ana, Ariel, Matías, Pablito y yo) y uno nuevo(Enrique), en realidad de estreno en bici, ya que nos había acompañado con su chata de apoyo en la lejana incursión de enero en Vergara
Entramos a la estancia "La Siempre Viva", quedando todos sorprendidos por la belleza del lugar y allí, el otro Enrique, el de la estancia, nos indicó como sortear las alambrados internos para llegar al Abascay. Sin duda si hubiéramos venido antes no hubiera sido sencillo llegar hasta el río porque todavía ahora había algo de barro. Pese a que había algo de sol hacía bastante frío.
Recorrimos cuatro kilómetros a campo traviesa desde el casco y estacionamos las chatas en la desembocadura misma, armamos las bicis y partimos a recorrer el río hasta la RP29. Esta vez remontaríamos el río en lugar de “bajarlo”, puesto que queríamos hacer lo más difícil primero, cuando todavía las energías estaban a full. Teníamos por delante 13.6 km de río más 15.6 km de enlaces “fáciles” para cerrar la vuelta.
El río en esta parte es bastante barrancoso, alternando pequeñas playas que permitían circular cómodamente por las mismas. El campo posiblemente debido a la presencia de animales pastando tenía el pasto muy corto y permitía avanzar rápidamente y sin cansarse. Subir y bajar de los pequeños acantilados era muy divertido. Así fueron los primeros 6 km hasta que luego de un alambrado transversal el panorama cambió drásticamente: riberas abruptas, altos pastizales, arroyos y canales afluentes con agua y barro.
A la inversa que por donde veníamos, a partir de ese alambrado los campos de pastoreo no eran ribereños, sino que estaban separados del río por alambrados o terraplenes contra inundaciones, por lo que las costas en sí eran tierra de nadie. El buen ritmo que teníamos se frenó y como contrapartida se puso más técnico y divertido.
Con mucho más más dificultad que antes seguimos avanzando por zonas de río evidentemente muy poco visitadas, renegando con los altos pastizales hasta que llegamos al punto incógnita del recorrido: el arroyo González y su “delta”, el cual en Earth Google se veía bastante ancho. Por suerte no tenía tanta agua como se veía en las fotos satelitales y chapaleando un poco de barro lo cruzamos sin problemas, abordando la isla de su desembocadura.
El último tramo antes de la RP29 no sólo tenía mucho pasto sino que un tupido bosquecito dificultaba elegir por donde pasar, pero finalmente tuvimos a la vista el larguísimo puente metálico ferroviario y el puente carretero. Un nuevo tramo había sido cubierto !!!
La costa sur por la que veníamos estaba desierta ya que es inaccesible para vehículos, todo lo contrario de la norte que estaba llena de pescadores, que por supuesto les llamó la atención la jauría de ciclistas, ya que habitualmente no se accede fácil a esta margen del río.
Para volver habíamos previsto hacerlo por la RP29 pero la experiencia de la vez pasado con el tráfico y los autos pasándonos cerca a altas velocidades no nos gustaba y se nos ocurrió: “Porqué no salimos por las vías, total son más o menos 2 km”. Todos dijimos porqué no?
No era muy fácil treparse al puente pero los más jóvenes lo hicieron y así subimos una por una las bicis y a los ciclistas. El lugar ideal para sacarse la foto grupal.
No se imaginan lo tortuoso que fue andar sobre las vías: la sucesión de durmientes y piedra suelta te hacía sacudir absolutamente todo y el pedalear se volvió insufrible. Igual no nos achicamos y recorrimos los dos kilómetros hasta el camino de acceso por tierra a Jeppener. Por los trenes, consideramos que era seguro porque allí hay doble vía e íbamos por la contramano, así que los podíamos ver venir...
Después de parar a reponernos un rato del terrible esfuerzo retomamos por los caminos vecinales y con sorpresa vemos aparecer un tren a toda velocidad por la contramano… Pavada de susto nos hubiéramos llevado !!
Costeando la vía nos dirigimos a Jeppener y de allí a la estancia por donde habíamos entrado con las chatas, disfrutando ahora del paseo en la imponente arboleda de la entrada. En el casco ahora no había nadie y seguimos de largo en busca de nuestras chatas, 4 kil+ometros más adelante, en un último esfuerzo final ya que era a campo traviesa por terreno pisado por animales, que con las chatas no nos habíamos percatado de su dificultad.
Cinco horas y cuarto después de salir completamos el circuito del tramo 05 al arribar a la confluencia del arroyo Abascay con el Sambrombón, cayendo la tarde.
Sólo faltaba hacer el infaltable ritual disco para hacer el almuerzo postergado y recargar eenrgía como habitualmente, mientras la tarde nos regalaba una espectacular puesta de sol con una paz increíble. El río estaba tan planchado que nos permitió unas fotos admirables al reflejarse los paisajes en sus quietas aguas mientras el frío comenzaba a hacer de las suyas.
Nos marchamos sabiendo que pronto volveríamos exactamente aquí para salir a la RN02 y completar el primer tercio de nuestro proyecto, nacido en el lejano y caluroso Enero.
Nos vemos pronto
Pampa
Junio 2011