SIEMPRE LA CULPA LA TIENE QUERALT
RECORRIENDO HUELLAS ABANDONADAS EN LA SIERRA DE GUAYAGUAS Y PAMPA DE LAS SALINAS
8 al 12 de Julio de 2015
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VIERNES 9: DESENTRAÑANDO EL DESIERTO HUARPE
PAMPA DE LAS LATAS - PAMPA DE LOS PASTOS SECOS - PUESTO EL ESTANQUE - BALDE DE LEYES - CHEPES
Para algunos el día empezó temprano. Mi copiloto, que durmió en los cómodos aposentos de la Pampa 02, se despertó a las 5:45 porque me olvidé el celular con la alarma puesta que todos los días uso para cuando voy a laburar. Para él, que era su primer campamento en lugares como éste, fue la oportunidad de salir a contemplar un espectacular cielo estrellado dominado por los sonidos del silencio; tal vez los más experimentados ya no le demos tanta trascendencia pero es una sensación extraordinaria.
Los demás, por un motivo u otro nos despertamos medio tarde, en mi caso estaba fusilado y cosa rara no fui de los primeros en salir de la carpa. La noche había sido fresca pero no creo haya llegado siquiera a 0°C y para mejor sin nada de viento.
Mientras preparamos el desayuno y juntábamos los bártulos en el silencio matinal escuchamos el tronar el tronar de las motos que se acercaban y nos preparamos para reunirnos con la banda de Queralt. Al rato los vemos aparecer por la huella que habíamos recorrido nosotros ayer, de la cual estábamos alejados unos 500 ó 600 metros, y atónitos, contemplamos como pasaban de largo ignorándonos y desaparecían de nuestra vista.
¿Qué había pasado? Nosotros estábamos apartados de la huella y fuera de la misma el barreal estaba duro y casi no habíamos dejado marcas y por otro lado el sol a nuestra espalda impedía por el reflejo que nos vieran sumado a que tampoco sabían adonde estábamos y por lo tanto no nos buscaban aquí. Perdimos el contacto hasta el fin del día en Chepes.
Siendo media mañana salimos hacia el norte rumbo a la estancia Guayaguas con la idea de llegar a lo que habíamos definido como “Objetivo 1”, que suponíamos era una especie de emprendimiento minero para extracción de cal o sal a juzga por el color blanco que habíamos detectado en las satélites. Unas borrosas construcciones corroboraban la presunción.
La huella que atravesaba la Pampa de las Latas, cuyo nombre deriva del arbusto que la puebla (Mimozyganthus carinatus) se fue poniendo más pesada y polvorienta a tal punto que hubo que bajar cambios para circular a tal punto que la polvareda hacia que usáramos los limpiaparabrisas para barrer el polvo.
En una precaria tranquera nos enteramos que habíamos estado dentro del territorio de la Comunidad Huarpe Clara Rosa Guakinchay. El desierto quedaba enmarcado por los tres grupos de cerros que lo atraviesan, los cuales pese a no ser muy elevados en la inmensidad lo parecen: hablo de los cerros Guayaguás, El Gigantillo y el del Estanque, todos entre 700 y 900 msnm.
Cuando se terminó la polvareda fue porque entramos en una zona con profusa vegetación arbustiva, la Pampa de los Pastos Secos. La vegetación se había comido la huella por falta de uso y empezaron las primeras caricias espinosas en las chatas. en un momento la perdimos del todo y nos largamos a atravesar el monte por donde se pudiera volteando arbustos de toda calaña. La primer víctima fue Tobhías que estropeó una cubierta que no pudimos reparar con parches rápidos y que hubo que cambiar.
Resuelto el inconveniente volvimos a encontrar una huella visible y el avance se hizo rápido y en una bifurcación decidimos no pasar por la estancia Guayaguas sino cortar camino hacia el Objetivo 1, obviamente a campo traviesa, tratando de ubicar la huella que hubiéramos retomado desde la estancia y que teníamos marcada en Viajeros Mapas en los GPS.
Por el ser el más pequeño y el promotor del bypass me mandaron de ariete contra los arbustos (a mí que no me gusta) y así Pampa 02 se convirtió en la “tunelera vegetal” que abrió la brecha que siguieron los demás. Gracias a ello pude reponer los rayones que años atrás la Cuesta del Chaguaral me había provisto y que el tiempo había empezado a borrar. Ahora de nuevo luce orgullosa esas "distinciones".
Fueron cuatro kilómetros de terror y otra víctima cayó en este tramo: ahora Elsa también tajeó una cubierta que no se puedo reparar y la tuvimos que cambiar.
La otra huella perdida apareció, muy borrada pero suficiente para seguirla: serpenteando fuimos rodeando el Gigantillo hasta encontrar el objetivo.
El Objetivo 1, que Eduardo había nominado como "Calera" en realidad no lo era ya que no había ningún signo de explotación minera y si la hubiera habido hubiera sido una “Salera”, ya que buena parte del suelo blanco era salado. Lo que si había eran unos corrales al pie de unas débiles vertientes de agua y un puesto aparentemente abandonado. Llamaba la atención un “macetero” de piedra en el medio de la explanada que no sugería función alguna. Eso sí el lugar es muy abrigado y pintoresco, motivo por el cual alguien lo habita o lo habitó.
Al regreso del viaje y publicar alguna foto en Facebook, un amigo motoquero, Fabio Pérez, nos develó el misterio contándonos su experiencia una vez que estuvo por allí:
Tuvimos la oportunidad de hablar mucho con doña Blanca ya que hicimos noche ahí...la propietaria del puesto El Estanque y el nombre se debe a que brota agua del cerro que está ahí formando un pequeño estanque permanente con agua buena apenas sale, pero salada cuando entra en contacto con el suelo salitroso, ellos van de 3 a 4 veces por mes y duermen en carpa, la otra represa que está como 10 kms. antes también le pertenece a Blanca y los piletones al noreste donde pudimos llegar el domingo también es de esta gente muy pero muy amable
Aprovechamos para almorzar en ese entorno tan particular y allí decidimos que para ir al Objetivo 2, el ignoto poblado de Balde de Leyes, nos dividiríamos en dos grupos: un par de chatas iría por el cauce de un río seco y el otro iría por afuera, siguiendo una precaria huella borrada.
Elsa y yo elegimos transitar el río seco mientras que Tobhías y Nacho eligieron la “huella precaria”. No les voy a poder contar lo que padecieron estos últimos pero a modo de ejemplo voy a decir que Nacho estropeó tres cubiertas nuevas y dejó la chata como pasada por un rallador. Eso si, llegaron antes que nosotros…
El itinerario por el río seco fue muy lindo pero muy trabajoso, ya que en muchos sectores la vegetación espinosa y/o los árboles caídos socavados por el torrente nos impedían el paso y tuvimos que transpirar bastante para ir haciendo espacio para transitar. Los copilotos con machetes, sierras, eslingas malacates trabajaron a destajo para abrir camino por el arenoso cauce lo que nos permitió deleitarnos con la sensación de cada obstáculo superado. Cada recodo del río era una sorpresa.
Así llegamos hasta donde supuestamente iniciaba una huella que nos sacaría al Balde de Leyes, justo donde el cauce estaba interrumpido por un corral con agua. Allí salimos del cauce pensando que ya estaba todo resuelto: por el contrario la huella era infinitamente peor que el cauce del rio seco ya que estaba muy abandonada y tortuosa.
Casi de noche, hicimos contacto radial con el otro grupo que había llegado un rato antes al Balde de Leyes. Acordamos no quedarnos a dormir allí ya que nos dejaba muy mal posicionados para el día siguiente además de no poder bañarnos y comer sentados a una mesa. El lugar elegido, sin opciones, fue Chepes, donde milagrosamente conseguimos alojarnos todos en la prolija y cómoda hostería del ACA.
El que menos la aprovechó fue Nacho, que se pasó parte de la noche acompañando al gomero que con más de quince parches intentó recomponerle las tres cubiertas dañadas. Ni siquiera cenó el pobre por la amargura de las cubiertas nuevas destrozadas.
Los motoqueros de Queralt hacía rato que estaban allí y aprovechamos para compartir las incidencias de los recorridos, que fueron bastante diferentes.